En las másCaras de junio, Ester Bellver desliza un paralelismo no exento de lucidez entre lo que está pasando estos meses y el clásico cuento de El flautista de Hamelín

 

EL FLAUTISTA DEL TERCERO

 

Por Ester Bellver, actriz y dramaturga / @esterbellver 

 

–       Me siento muy rara, ¿tú no?

–       Supongo que es un sentimiento colectivo.

–       Estoy harta de escuchar sirenas y helicópteros rompiendo el cielo todo el día.

–       ¿Sabes que ahora, para probarte un pintalabios en un comercio, has de hacerte una foto? La pantalla te devuelve la imagen con tus labios pintados del color escogido. Lo gracioso es que para retratarte no puedes quitarte la mascarilla.

–       Me pregunto, qué pensarán los niños al vernos a todos con esas cosas en la cara. Y si lo encuentran normal me parece aún más aterrador.

–       Yo he visto hoy una foto en la que un policía apuntaba con una pistola a una niña de color en las manifestaciones de EEUU por George Floyd. Seguía comiéndose su bolsa de chuches tan tranquila. No sé si he sentido más dulzura que amargura.

–       Estoy ya fuera de plazo para presentar mi texto de las másCaras para Godot. No se me ocurre ninguna historia… Mi imaginación está noqueada. No puedo pensar una sola escena que no sea apocalíptica y desastrosa.

–       Escribe algo romántico.

–       Lo más romántico que se me ocurre es plantear a unos recién enamorados besándose en un balcón con el vecino de enfrente llamando a la policía para denunciarlos.

–       Mira, escucha, ¿lo oyes?

–       El qué, ¿la flauta?

–       Sí.

–       Es el niño de los del tercero. Está aprendiendo.

–       ¿No tiene hermanos?

–       No, es hijo único.

–       Quizá, en esa cancioncilla, siguiéndola, puedas despertar de otro modo tu imaginación.

–       Me recuerda eso al Flautista de Hamelín. ¿Conoces la fábula?

–       Sí, algo me suena. Aquello de las ratas… ¿Cómo era?

–       Pues, había un pueblo que estaba infestado de ellas. Acababan con las cosechas y producían multitud de enfermedades, sus habitantes estaban desesperados. Un día apareció por allí un flautista ofreciendo librarles de aquella plaga a cambio de una recompensa. La gente aceptó, entonces el flautista comenzó a tocar una extraña música. Las ratas lo siguieron hasta el río y allí murieron todas ahogadas. A la vuelta los vecinos se negaron a pagarle. El flautista, para vengarse, sacó al anochecer la flauta y toco de nuevo la misma melodía. Esta vez lo siguieron todos los niños del pueblo hasta una cueva donde los encerró para siempre. Los padres se enteraron por un niño que, cojo, no pudo seguir el ritmo de los demás.

–       Sí, ahora recuerdo lo que se sentía de pequeño al escuchar aquel cuento.

–       Cuenta…

–       Pues…, una especie de injusticia. Te identificabas con aquellos niños inocentes pagando el pato por el mal obrar de sus padres.

–       Es verdad. Y qué curioso, se simpatizaba con el flautista. Aunque nos encerrara en el infierno, se comprendía su enfado.

–       Algo de relación le encuentro con el mal sueño que estamos viviendo ahora.

–       Tienes toda la razón. Voy a ver si puedo escribir algo a partir de ahí, gracias por la inspiración.

–       En todo caso a los hermanos Grimm.