A Lorca hay que respetarlo, pero tampoco reverenciarlo. Con esa máxima en mente, Pablo Remón se enfrenta a una de las últimas obras de Lorca para hacerla muy suya. Y en ese tránsito ha contado con Manuela Paso, Fernanda Orazi y Francesco Carril como únicos intérpretes, en un ejercicio de virtuosismo que es también una declaración de amor al trabajo de los actores. Pablo Remón traduce a Lorca en esta Doña Rosita, anotada. Traduce la infancia del granadino a su propia infancia, a la mirada sobre aquellas mujeres que entregaron su vida a la espera. Cara B de las grandes tragedias lorquianas, Doña Rosita en manos de Remón es un baile cómico-dramático. La podremos ver de nuevo del 25 de noviembre al 13 de diciembre en El Pavón Teatro Kamikaze.

 

Pablo Remón hace suyo a Lorca

 

Por Álvaro Vicente / @AlvaroMajer

Fotos: Vanessa Rabade

 

Hablé con Pablo Remón a principios del año 2019. Ya sabía que iba a hacer -por encargo- Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, obra escrita por Lorca en 1935. No lo tuvo claro, se lo pensó mucho, pero en aquel momento ya había dicho que sí. Acababa de hacerlo y me contaba que todavía no tenía certezas acerca de cómo abordar aquello. Era la primera vez que se enfrentaba como director a un texto que no había escrito él, después del éxito cosechado con La abducción de Luis Guzmán, 40 años de paz, Los mariachis y El tratamiento. Hace unas semanas le pedí su versión, su texto para la obra, y entonces comprobé que, sin dejar de debérselo todo a Lorca, su Doña Rosita, anotada, era eso mismo, era suya, era un texto de Pablo Remón con todas las de la ley. “Sabía que podía haber una conexión y visto el resultado estoy muy contento, porque justamente partiendo de un material ajeno, creo que he hecho mi obra más personal, me he liberado a la hora de contar ciertas cosas que a lo mejor en otra obra original mía me hubiera costado más. He descubierto que es como el trabajo que hacen los actores, que se ponen en la piel de otro pero para revelarse más ellos mismos, y a mí ponerme en la piel de Lorca, en cierto sentido, me ha permitido hacer algo mucho más apegado a mí. Lo que en principio me parecía súper ajeno tenía muchos más nexos conmigo de lo que pensaba”.

 

La obra y su making of a la vez

Sabiendo las muchas dudas que le asaltaron al principio, leyendo las primeras páginas de su texto enseguida se comprueba que Remón lo que ha hecho es convertir su debate interno en materia dramática. “La idea era mostrar el proceso y no el resultado, ver la obra y el making of de la obra a la vez. Tardé mucho en dar con la idea, lo puse todo en duda, pero de pronto entendí que lo que tenía que contar era mi propia relación con la obra original, hacer mi propia lectura y evidenciarla”. Es tan así que el primer personaje que aparece es el Anotador, que empieza a hablar de cómo esa historia protagonizada por una mujer de finales del siglo XIX y principios del XX, que se promete con un novio que es su primo y que el novio se va y que ella le espera y le espera pero que nunca vuelve, en un principio no le decía gran cosa. “Yo quería hacer algo -continúa explicando Remón- que, estuviera ubicado en la época que estuviera ubicado, me hablara a mí ahora, al espectador de hoy, que tuviera sentido hacerlo no como un ejercicio de arquelogía teatral. Me di cuenta entonces que como Doña Rosita, como esa mujer que se había quedado soltera de por vida, había muchas en mi vida. Empecé a pensar en mis tías abuelas, y luego está en la obra, mujeres que habían vivido procesos parecidos. Lorca escribe esta obra en 1935, su versión final, más bien, porque llevaba años trabajándola. Me di cuenta de que él está situando la obra en su propia infancia. En la obra no hay ningún niño, pero él está mirando lo que cuenta con una mirada desde la infancia, está mirando a las mujeres de su infancia, y yo tenía que hacer lo mismo, mirara a las mujeres de mi infancia, por eso he situado la acción en esos años en los que yo era niño, en los ochenta del siglo XX”.

 

Doña Rosita o el dilatado presente del deseo en Madrid

 

Tiempo antagonista

Conservando las esencias poéticas lorquianas, pero cambiando el texto hasta casi no dejar nada del original, Remón ha hecho un ejercicio de traducción de mundos. “Es mi lectura de la obra, que no pretende ser la lectura canónica, sino mi acercamiento. Esto se ha hecho poco en España con Lorca, cuando con los clásicos tipo Shakespeare es más común. Lorca tiene la misma estatura que esos autores clásicos, es un clásico, pero aquí seguimos teniéndole mucho respeto, porque es español y por su historia trágica. Y está bien que se le respete, pero no con excesiva reverencia, porque es tan potente que es muy fácil que te quede mal”. Mientras averiguamos si ha pasado el suficiente tiempo como para dejar de reverenciar el teatro lorquiano, lo que sí está claro que es precisamente el tiempo el tema principal de Doña Rosita, en el original y en la versión anotada de Remón. “Parece que no pasa nada, pero lo que pasa es el tiempo. Es el verdadero antagonista, no el novio como podría pensarse. El tiempo como algo corrosivo, que va destruyendo las promesas y los ideales de juventud. ¿Y quién que tenga ya una cierta edad no se va a sentir interpelado por eso? No es que sea algo dramático, pero el tiempo oxida las cosas, esto le pasa a todo el mundo”. Abundando en esta idea de versión radicalmente alejada del original, Remón, que también dirige la función, se ha valido tan solo de tres actores para hacerla, toda una proeza, o una temeridad, como él mismo señala. “Fuimos llevando la reducción al extremo y al final, como casi es la historia de un tipo al que le encargan dirigir una obra de Lorca y sus tías abuelas, quedó en un hombre y dos mujeres”. Esencial y radical.