Por fin en la sala Margarita Xirgu del Teatro Español podemos disfrutar de El beso una adaptación de la obra de Ger Thijs, dirigida por María Ruiz, que cuenta con Isabel Ordaz y Santiago Melero en el reparto.

 

Las tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida

 

Por Marta Santiago

Foto portada: Roberto Carmona

 

En los Países Bajos dos personas que arrastran muchos conflictos personales suben un sendero persiguiendo dos objetivos diferentes: ella (Isabel Ordaz) va a buscar unos resultados clínicos de un hospital y él (Santiago Molero) trata de encontrar inspiración en la naturaleza. Los dos caminan solos hasta que el destino y la vida les hacen encontrarse en el dolor. A partir de entonces se reconocen y se apoyan, se buscan. Finalmente, el único regalo que se hacen uno a otro es la posibilidad de continuar a pesar de todo.

El beso es cruel y sensible y construye una narrativa que gira en torno a esos huecos que parecen creados por el universo para que tengamos la sensación de existir. Un teatro desnudo donde se muestra lo excepcional dentro de lo cotidiano, las heridas que arrastramos y la esperanza de que, en el amor, siempre podemos volver a empezar. Una función con un realismo particular, puesto que propone un lugar que recuerda a la naturaleza, pero tiene en su seno cierta sensualidad, y donde destaca un humor que se asienta en el dramatismo, como nos cuenta su directora: «Cuando el público ve la obra a veces se ríe en los momentos más dramáticos. Son características un poco peculiares, raras». En adición, el encuentro de estos dos personajes no es casual, parece que el destino tiene un plan preparado para ellos, otorgándole a la obra mayor simbolismo y profundidad.  En ese entorno de naturaleza e incógnitas, en el fondo encontramos una historia de amor imposible, en que dos personas que no tienen nada que ver se acaban desnudando en su sinceridad y confidencialidad, armando una atmósfera polifónica donde se cuestiona en voz alta: ¿qué pasa con nuestros deseos? ¿Qué hacer con los sueños frustrados? ¿Qué es la muerte?

 

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Parte del equipo de ‘El beso’. Foto Roberto Carmona.

 

Todo el proyecto comienza cuando Ronald Brouwer encuentra el texto de Ger Thijs y decide traducirlo para poder llevarlo a escena: «Leer el texto me emocionó. Lo que ocurría en él era muy interesante. Dos personas que tienen su propio conflicto vital y que buscan la soledad, se encuentran y algo sucede entre ellos». Muy pronto, la traducción de Brouwer llega a las manos de María Ruiz, Isabel Ordaz y Santiago Molero, dejándoles atónitos con su contenido. La propia directora afirma: «Cuando la leí me atrajo mucho, pero no sabría explicar muy bien por qué». Quizá aquello que más puede atraer la atención son la cantidad de secretos que se esconden entre sus líneas, misterios que se irán desvelando a lo largo de la función. A partir de su lectura, empieza un trabajo minucioso, un encaje de bolillos donde todo está construido a partir de los actores y sus sensaciones y sentimientos para con la obra. Para Santiago Molero, la magia de la función se encuentra en la forma tan bella de hablar de la vida; Isabel Ordaz, por su parte, ve en este relato un perfecto reflejo de sí misma: «El beso habla de mí, habla de ti, habla de nosotros». El conflicto universal presentado en el escenario es el de intentar encontrar un destino cuando ya tenemos muchas heridas: la del amor, la de la muerte y la de la vida. El espectador saldrá de la representación con la sensación de haber ascendido con los personajes hasta llegar a la cima, y una vez allí se habrá dado cuenta de que lo que nos gusta es vivir, y eso le da sentido a todas nuestras preguntas.