Los Remedios en el Teatro Lara

 

Por Alberto Morate

 

Todos tenemos un pasado. Y venimos de un lugar donde crecimos, nos inculcaron una forma de vida, convivíamos con unas costumbres. Ya sea un pueblo, un barrio, una aldea, el centro de una ciudad, la capital, o un arrabal marginado. Después de experimentar diversas formas relacionarnos, en el colegio, en la calle, en los grupos socioculturales, en grupos de música o teatro, de pintura, de deporte, buscando salir del tedio mundano, continuamos los estudios o nos iniciamos en el terreno laboral, o ambas cosas, llegado el caso. Hasta que abandonamos ese marco. Exploramos otras posibilidades, conocemos otros ámbitos.

Pero, hete aquí que, sin darnos cuenta, nos acompañan esos síntomas pasados. La familia, por supuesto, no físicamente, sí con sus consejos, sus llamadas, sus trabas, la invariabilidad e inmovilidad de aquellos que no se han movido nunca por más que hayan pasado muchos años.

Eso es Los Remedios. Dos amigos que hacen teatro, que se separan y se reencuentran, que entienden que están en el mismo barco. Remando contracorriente, memorizando el pasado. Pero no lo hacen como simple recuerdo. Lo representan, lo llevan a cabo, lo traen a sus cuerpos y sus personajes, a sus arraigos, mostrando la decadencia de tiempos enlutados, de recuerdos vencidos, de batallas perdidas, de sentimientos encontrados.

No es la historia de un solo barrio, el de Los Remedios de Sevilla. Es la historia de España y sus infelicidades, de sus costumbres, de sus miedos, del papel que cada uno de nosotros jugamos en un momento dado, cuando no éramos más que niños sin pecados concebidos o adolescentes de tres al cuarto.

Hay convulsión en las expresiones corporales, en los textos, en los diálogos, en las canciones, en los ritos, y asistimos a la exequias de lo que fue y aún nos encontramos.

Un texto de uno de los propios protagonistas, Fernando Delgado-Hierro, al que acompaña Pablo Chaves. Bien compenetrados, casi hermanos. Como nos tratábamos en aquellos ancestros pasados los amigos de barrio. En esa edad en la que se es uña y carne, confidente, aunque a veces no se suelte una sola palabra, una época de descubrimiento sin menoscabos. Lo dirige Juan Ceacero, que podría ser el tercero en la historia, el tercero en la discordia, como lo somos todos los espectadores, implicados, entregados.

Hay pasión en este montaje, como todo lo que suponga rememorar y reconciliarse con nuestro pasado.

 

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