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Dirección escénica. Capítulo 4: Iñigo Guardamino

«Cuanto más trabajo con los actores y actrices, más admiro lo que hacen. Iñárritu, vete a cagar»

 

 

Por Sergio Díaz

Foto portada: Carmen Prieto Remón

 

Hablamos con este director y dramaturgo bilbaíno, pero afincado desde hace tiempo en Madrid, que se ha ido labrando una exitosa carrera teatral gracias a su peculiar estilo, tanto a la hora de escribir como cuando dirige. Nadie sabe muy bien cuáles son los resortes que mueven su cerebro, pero es un universo realmente interesante, inabarcable, inasible y muy divertido.

Y lo que hay dentro de su privilegiada cabeza lo plasma en trabajos que ya perviven en el imaginario colectivo como Vacaciones en la inopia, Monta al toro blanco, Castigo ejemplar yeah o Este es un país libre y si no te gusta vete a Corea del Norte. Y no se queden solo en el titular, lean el contexto… pero sí, toda la entrevista es así de divertida, lástima que haya tenido que hacerse a distancia.

 

 

Comenzaste dirigiendo y escribiendo cosas para cine. ¿Cuándo y por qué decides dar el salto hacia el teatro?

Sobre todo por la limitación. Hice algunos cortos que recibieron premios y coescribí un guión con una ayuda del Ministerio de Cultura que iba a ser dirigido por Ciro Altabás pero, al final, todo se enmarañó con la productora que nos pedía reescrituras constantes. La frustración por montar algo me hizo fijarme en el teatro como alternativa y me adapté sin problemas a escribir para la escena. Me cogieron en Microteatro por dinero y ahí ya empecé.

 

 

¿Y en el mundo escénico, qué fue primero, tu inquietud por escribir o por dirigir? ¿O ambas van de la mano para ti?

Escribir, sin duda. Luego viene el “tengo que montar esto”, que es más acuciante, y cuando lo escrito cobra sentido. Un texto en un cajón es algo muy triste, tiene que salir ahí fuera, como la orca Willy.

 

 

A nivel creativo, ¿Qué te aporta la dirección -que no llene la dramaturgia-?

Los demás. Me gusta mucho trabajar con los actores y con el equipo artístico, formar un grupo de gente afín con un mismo objetivo y pasarlo bien en el proceso, baches incluidos. Puede ser durillo, pero también es de las mejores cosas que hay.

 

Dirección escénica. Capítulo 4: Iñigo Guardamino en Madrid
Foto de ‘Monta al toro blanco’

 

Tú juegas en ambos equipos. ¿Crees que la labor del director/a ha quedado eclipsada en estos últimos tiempo por otras figuras como por ejemplo la de los/as dramaturgos/as?

Como bien dices, tengo la ventaja de estar en misa y repicando. Ahora mismo, la figura del director (género masculino, claro) como autor sigue fuerte, a menos que caigan por denuncias. A la gente le fascina el mito del gran director, ese semidios que atrae a la gente al teatro: “Lo nuevo de Brook/Lawers/Fabre etc”. Al mismo tiempo, está la vertiente de la creación colectiva que parecía el futuro, pero va perdiendo un poco de fuelle. Haciendo una analogía más gruesa que mi abdomen, el gran director sería el Capitalismo y la creación colectiva el Comunismo; el Capitalismo siempre triunfa porque es más realista y da por hecho que somos débiles y el idealismo del comunismo siempre decepciona. Es triste, pero es cierto. Te dije que era una analogía absurda.

 

 

¿Qué es dirigir para ti?

 Conseguir que lo que tenía en la cabeza cuando escribí la obra quede plasmado en escena. Nunca se consigue del todo, pero se intenta.

 

 

¿Cómo fue tu primera dirección? ¿Cómo la abordaste?

Fue para un microteatro llamado Plan B que se estrenó en Microteatro por dinero. Era la historia de cómo Judas cambió identidades en el huerto de los olivos con Cristo y acabó crucificado mientras el Salvador y María Magdalena huían a Francia. La abordé desde el primitivismo más encantador. No teníamos local de ensayos, o sea, que con el elenco, Pedro Ángel Roca y David Aramburu, dios les bendiga, ensayábamos en parques ya de noche ante la mirada atónita de la gente que paseaba a sus perros y los que hacían cruising. Intenté contar la historia mientras miraba ‘como dirigir’ en Wikipedia. Al final creo que gustó, a pesar de que al ser pared con pared (como todo microteatro que se precie) teníamos en la habitación de al lado una obra en la que prácticamente follaban en vivo y se oía, lo cual nos hacía más vanguardia, si cabe.

 

 

¿Sabías con qué lenguaje hablar a los intérpretes la primera vez o has ido encontrando tu forma de hacerlo a lo largo de tus diferentes direcciones?

Ha sido poco a poco. Al principio era muy controlador en plan “pon la mano corvada entre la oreja y este punto que marco con un rotulador” pero poco a poco relajé el esfínter y sobre todo me he dado cuenta de que es muy importante lo que el actor aporta. Escuchar y a aprender de ellos y de los accidentes, creo que es mucho mejor.

 

Dirección escénica. Capítulo 4: Iñigo Guardamino en Madrid
Foto de ‘Este es un país libre y si no te gusta vete a Corea del Norte’

 

 

¿En qué más cosas sientes que has evolucionado como director respecto a esa primera vez?

Higiene corporal. Ir duchado a los ensayos. Fundamental.

 

 

¿Cómo afrontas el proceso de dirección? ¿Tienes siempre una metodología clara o va variando en función del proyecto al que te enfrentes?

En principio tengo claro lo que quiero hacer: primero, que quede claro el concepto de la obra y por qué se hace. Luego depende mucho del proyecto: ha habido obras en las que hemos ensayado en centros de cultura con una clase de flamenco al mismo tiempo, sin mucho tiempo antes de que cierren, porque todos curramos. En cambio, cuando se montó Metálica en el CDN tuve tiempo para probar cosas nuevas, improvisar, hacer talleres etc.

 

 

¿Sabes lo que quieren los intérpretes de ti? ¿Sabes qué tipo de guía buscan?

Hay un mito muy chungo sobre la profesión actoral. Recuerdo salir muy enfadado de ver la película de Birdman, que es técnicamente brillante, pero una hez como película; trata sobre el montaje de una obra de teatro y muestra a todos los actores como personas locas de atar, con traumas, egoístas insoportables, etc., etc. A nivel popular es una fantasía tan aceptada como la de LOS ARTISTAS SOIS TODOS UNOS VAGOS SUBVENCIONADOS y es igualmente ridícula. En todas las profesiones hay gente problemática, la consultoría desde luego es mucho peor que la interpretación. A lo que iba, el actor o la actriz lo único que quieren es tener claro su personaje, las acciones y que les resuelvas las dudas, que es tu trabajo como director. Son profesionales que se van a exponer con valentía frente a un público que les va a juzgar y necesitan tener la seguridad de que vale la pena. Cuanto más trabajo con ellos, más admiro lo que hacen. Iñárritu, vete a cagar.

 

 

¿Cómo eliges a los intérpretes para cada proyecto? ¿En función de su calidad interpretativa o de lo que crees que pueden aportar como personas? Quiero decir, ¿sacrificas talento por personalidad? ¿Tratas de conjugar ambas?

Lo único que sacrifico son niños al dios azteca del sol. No, en serio (o no), creo que es un poco pregunta-trampa. Normalmente quieres las dos cosas, que tenga talento y personalidad, es compatible. Sobre todo, elijo en función de lo que ese actor o actriz encajen con el personaje, no sólo de interpretación, sino a nivel físico. En segundo lugar, también valoro que sea fácil trabajar con ellos, hacer equipo. Si tengo que elegir entre dos actores con el mismo talento y sé que uno suele prender fuego a los decorados y el otro cuelga fotos de sus gatos en Instagram pues elijo al de los gatos.

En general me gusta repetir con gente con la que ya he trabajado, pero también trabajar con gente nueva. Algo nuevo, algo viejo, algo prestado, algo azul…

 

 

¿Cómo es ese primer día en el que se junta tu equipo para poner en marcha una obra? ¿Llegan ya con el texto aprendido o te gusta ir leyendo los textos con ellos en los ensayos?

Por lo visto, los actores ingleses llegan el primer día al ensayo con el texto de todos los personajes aprendido y te lo pueden hacer en varias voces. Yo digo: no. Prefiero que lleguen sin haberlo leído mucho porque entonces tienen ideas preconcebidas y si son distintas a las tuyas a veces cuesta cambiarlas. Me gusta mucho el ‘trabajo de mesa’: leer la obra, hablar sobre ella y luego ya ir profundizando en los ensayos. Hay actores que te tienen siempre un poco aterrorizado porque no se aprenden el texto bien hasta prácticamente el día del estreno, pero ahí está la gracia.

 

 

¿Y cómo eres a la hora de relacionarte con los intérpretes una vez la función está hecha? ¿Das muchas notas en cada función?

Me hizo mucha gracia Historia de un matrimonio, cuando el director le da notas a su mujer después de la función y no van a trabajar más juntos. Al principio era un poco así, pero he aprendido que después de la función es mejor que la gente disfrute y se relaje y ya se hablará de notas en otro momento. Si hay algún ‘vicio’ en una función suelo esperar a ver si se repite para dar notas. Si un actor ha incluido flagrantemente en su interpretación algo en contra de lo indicado y funciona, le doy notas para que lo siga haciendo. A mí, esos directores que después de una función que no ha sido perfecta del todo se encierran en el camerino con el elenco y les gritan y dan notas in situ, no lo veo. Es como dar una nota treinta segundos antes de que el actor entre en escena, no se va a acordar, o la va a hacer al revés.

 

 

¿Cuántas funciones ves de una obra hasta que la dejas volar sola?

Yo si puedo las veo todas. No es friquismo del control, que algo hay, pero me gusta mucho ver todo el ritual y cómo cada función es distinta, y luego las cañas y todos esos momentos juntos en cuartos de baño.

 

 

A la hora de decirle a un intérprete que algo no está bien, que se está equivocando o que no va por el camino que tú quieres, ¿cómo lo gestionas? Porque eso puede afectar directamente a su ego…

Sentido y sensibilidad. Es la única manera.

 

 

¿Y cómo es tu relación con el resto de profesionales que conforman una obra (ayudante de dirección, sonido, luces, escenografía…? ¿Les pides el trabajo completo a tu manera o dejas que ellos te ofrezcan sus propias soluciones en su propio lenguaje y a partir de ahí trabajáis?

Pues lo mismo que con los actores, dejando claro lo que quiero y a partir de ahí dándoles libertad para que hagan su magia porque son de talento más que demostrado y me fío mucho de ellos. He tenido mucha suerte hasta ahora, la verdad, he trabajado con gente que además de ser multitalentosa es encantadora y lo hemos pasado muy bien. Yo por lo menos.

 

 

¿Te gustaría dirigir un texto de otra persona?

Pues sí, porque sólo he dirigido mis textos. La verdad es que me encantaría, también como dramaturgo, hurgar en el texto ajeno. Hacer un Lorca o similar reverenciado a mi manera.

 

Dirección escénica. Capítulo 4: Iñigo Guardamino en Madrid
Foto de ‘Castigo ejemplar yeah’

 

¿Tú escribes ya teniendo la dirección en la cabeza? ¿O escribes en bruto y luego ya vas puliendo a medida que ves que el proyecto toma forma…

Es inevitable que si escribes y diriges haya algo de eso. También a la hora de cuántos personajes puede haber o dónde se sitúa la obra, etc. Luego pasa al revés: la puesta en escena modifica el texto. Ves cosas que no funcionan y las cambias o cortas. En alguna obra he tenido que eliminar hasta una cuarta parte. Si no funciona pues es muy doloroso cortar el texto, que en el fondo consideras que es una de las partes más valiosas del canon de Occidente. Pero lo importante es que la obra funcione, o sea, que cortas.

 

 

¿Si te llega un texto que no te resuene de ninguna manera, lo dirigirías igualmente?

Si depende de mí, pues no. Si tengo que llegar a fin de mes pues lo cojo e intento hacerlo de la mejor manera posible y que acabe resonando aunque sea de lejos.

 

 

¿Cuántas veces te has tenido que autocensurar como director? ¿Influye mucho montar una obra para una sala independiente que para un teatro público?

Por suerte nunca he tenido que hacerlo. Lo único que censuro es lo que no funciona. No sé si la gente se censurará mucho, ni idea. Lo que me irrita es la gente que en su arte predica para el coro. Lo fácil. Insultar la inteligencia del espectador, aunque haya espectadores que te lo piden para sentirse mejor con ellos mismos. En el teatro, como en la vida, lo bueno y lo malo tienen toneladas de gris.

Sea para una sala independiente o para un teatro público la sangre, el sudor y las lágrimas son los mismos. Lo único que cambia son los medios y la amplificación.

 


 

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