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Denise Despeyroux entona su Canción para volver a casa

«Todos estamos mucho más vinculados de lo que creemos y nuestras vidas se entrelazan y se afectan unas a otras con más facilidad de lo que sospechamos»

 

Su teatro siempre ha estado cargado de un universo absolutamente singular, es una autora que no tiene miedo de arriesgar y jugar con códigos y géneros teatralmente atípicos, haciendo de la ‘imposibilidad’ su seña de identidad y para ello gusta de retorcer la cotidianidad de sus historias, extrayéndoles su esencia mágica. Algunos ejemplos de esto son títulos como La realidad, Carne viva, Los dramáticos orígenes de las galaxias espirales, Ternura negra o, la más reciente, La omisión del si bemol 3.

En esta ocasión se ha unido a la compañía catalana T de Teatre para poner en pie Canción para volver a casa, una historia, en clave de comedia con tintes dramáticos, en la que tres amigas, exactrices, que en su día fueron responsables del primer éxito del autor escocés Malcolm Logan vuelven a reunirse en el caserón heredado de una de ellas. Allí ocurrirán dos hechos fortuitos que harán que sus destinos den un giro: Por un lado, el afamado autor escocés anuncia su retirada para vivir en el bosque y por el otro, el encuentro con Jonás, un hipnotista, y su ayudante al que confunden con el afamado autor. Denise, además de firmar el texto, se pone al frente de la dirección de este elenco formado por Mamen Duch, Marta Pérez, Carme Pla, Albert Ribalta y Àgata Roca. La obra estará en el Teatro Valle-Inclán hasta el 29 de mayo.

 

Aceptar el pasado, el presente y el futuro

 

Por David Hinarejos

Fotos de la obra: Noemí Elías

 

Me ha encantado esta frase que incluyes en el dossier: “Un adulto es alguien que debe fundar su propio hogar, al tiempo que va encontrando su lugar en el mundo”. Ese viaje hacia la edad adulta entonces puede durar toda la vida, ¿no?

Sospecho que para algunos sí, aunque probablemente no para todos. Tal vez haya personas que crecen lentamente y no del todo, como en la propia obra se dice de Renata, pero también parecería que hay quienes crecen de golpe, que dejan atrás con mayor facilidad el niño y el adolescente que fueron. Con ese asunto de encontrar un lugar en el mundo puede que ocurra algo parecido. Hay personas que sienten de manera muy clara su derecho a la pertenencia, otras no tanto. Hace diez años escribí una obra donde en cierto momento me preguntaba qué era un adulto y me respondía que no era más que un niño que fracasó. En esta obra (o por lo menos en su sinopsis) quise dar una visión un poco más madura.

 

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Denise Despeyroux. Foto: Kiku Pinol

 

¿Qué es el hogar para ti teniendo en cuenta tu propia biografía que comienza en Montevideo para, actualmente, vivir en Madrid?

Creo que el hogar, en cierto sentido, es algo que solo se tiene del todo en la infancia. El hogar son los padres, es esa sensación de amparo al volver a casa. Es la merienda, el cobijo, el baño, la hora de dormir, las rutinas que imponen una sensación de orden y seguridad en la vida. Una de adolescente y de adulta se pone a ensayar todo esto otra vez, a copiarlo o a tratar de hacerlo distinto, pero no deja de haber algo de imitación, de juego que tratamos de tomarnos más o menos en serio. Yo por lo menos no puedo evitar seguir acompañada de la niña y la adolescente que fui, en cierta medida la adulta tiene algo de impostora, la adulta sabe que el hogar nunca podrá volver a ser lo que fue cuando volvíamos del colegio.

 

Canción para volver a casa se suma a la lista de obras que conforman tu universo dramático. ¿Qué ingrediente dirías que contiene con el que no te habías atrevido hasta ahora?

Son más de quince obras escritas y estrenadas y un par recientes que estoy deseando estrenar. Creo que en cada obra ocurre algo nuevo, pero no tiene que ver con algún tipo atrevimiento que yo me imponga, con algún reto por ejemplo de carácter formal, sino más bien con cosas que te sacuden en la vida. Creo que hay movimientos del inconsciente o movimientos del alma que son los que empujan las obras y las hacen ser. Muchas veces he tenido incluso la sensación de que hay cosas que ocurren antes a través de las obras que a través de la vida o que hay obras que deciden, como si fuera casi por su cuenta, el curso de mis intereses en la vida. Una cosa que me ha sorprendido mucho de esta obra bastante tiempo después de haberla escrito es que yo escogí, sin saber ni plantearme por qué, la historia del profeta Jonás. El personaje masculino protagonista se identifica con la historia de ese profeta que se rebela contra su destino y trata de escapar de él. Escribí la obra en 2019, pero no fue hasta 2020, durante el estallido de la pandemia, que me puse a estudiar cábala. Cuando en 2022 he vuelto a encontrarme con la obra para hacerla en Madrid en su versión castellana (esto que iba a suceder en 2020 se retrasó a 2022 por la pandemia) de pronto la historia de Jonás tenía un nuevo sentido mucho más intenso para mí.

 

Partiendo del título, ¿hay alguna melodía o canción que te acompañó mientras escribías la obra?

Desde que surgió este segundo y definitivo título de la obra, que en un principio iba a ser A de aliento, pero que como no acababa de sonar bien en catalán pronto se transformó en Canción para volver a casa, decidí que había que escribir y componer una canción que sonaría al final de la función. Escribí la letra y pedí a mi hermano Pablo Despeyroux que compusiera la música. Nadie podría haberlo hecho con tanta sensibilidad como él, es un músico extraordinario, y encontró el grado exacto de melancolía y esperanza que hay en la letra y también por extensión en toda la obra. La habanera que compuso para el inicio de la función también es un buen ejemplo de esto que digo: es una música muy melancólica, pero a la vez luminosa. Creo que ese tono tiene mucho que ver con el comienzo y con el final de la obra.

 

Entrando ya de lleno en la obra. El texto se configura en base a tres líneas de acción: huida, encuentro y destino. ¿De qué huyen las tres amigas protagonistas y el hipnotista y su ayudante?

Renata huye de un duelo y por extensión de todo sentimiento de pérdida que le toque enfrentar. Por eso pone en marcha un plan descabellado para recuperar a sus amigas, su pasado, su vocación, el espíritu juvenil de aventura. De alguna manera las tres mujeres se enfrentan a la frustración del deseo y la vocación no cumplida, a la fatiga que imprime en el alma el paso del tiempo y la resignación.

Jonás, por su parte, huye en cierta medida de su propio éxito, de un personaje que ha construido para complacer y gustar a los demás y que ya no lo satisface. Está atrapado por su propia necesidad compulsiva de seducir y ha llegado aburrirse de sí mismo. También está asustado y se siente culpable porque ha visto el daño que puede llegar a hacer, aun contra su voluntad.  Por último, Valentina huye de sus propios sentimientos, por miedo al rechazo y la pérdida no tiene el valor de arriesgarse y confesar un amor que siente.

 

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Luego tendríamos el encuentro. ¿Qué van a descubrir los personajes de sí mismos a raíz de esta reunión tan peculiar?

Una de las cosas que probablemente descubran es que todos estamos mucho más vinculados de lo que creemos y que nuestras vidas se entrelazan y se afectan unas a otras con más facilidad de lo que sospechamos. También quiero creer que descubren que los vínculos son menos frágiles y más duraderos de lo que a menudo parece.

 

Por último, el destino. ¿Es algo que está marcado a fuego para cada una o tienen capacidad para poder cambiarlo?

El destino es aquello más grande que uno mismo, más grande que el yo con sus deseos, sus veleidades o sus obstinaciones. El destino es algo que venimos a cumplir y que se nos acaba imponiendo. Al menos es así en el caso de esta obra. El destino siempre ha sido, por definición, aquello de lo que no podemos escapar, por mucho que el miedo, a veces, nos lleve a intentarlo.

 

¿Hay un juego en la obra entre el realismo, con ciertos sentimientos y actitudes muy identificables para la mayoría de la gente, y la magia, que se despliega gracias al personaje del hipnotista?

Creo que esa mezcla es una constante en mis obras. Los personajes son atravesados por todo tipo de emociones y sentimientos muy humanos, reconocibles y universales, pero a la vez el contexto en que se desarrollan esos sentimientos y las peripecias que les toca vivir tienen algo, a menudo mucho, de fantasioso y de mágico.

 

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¿Cuánto había de comedia ya en el texto y cuánto habéis ido descubriendo en el proceso de ensayos?

Cuando escribo suelo reírme en voz alta de las ocurrencias de mis propios personajes, de las cosas que les pasan por la cabeza y las que les suceden. El humor es algo que por lo general aparece siempre en mis textos de manera muy espontánea y poco calculada. Después, una parte del reto es que la dirección y la actuación permitan que se despliegue la comedia, sin renunciar a esa implicación emocional que a mí me gusta conquistar con los actores.

 

La puesta en marcha de un proyecto teatral es un viaje en sí mismo, con un encuentro y un futuro que poco a poco deben ir descubriéndose. ¿Qué expectativas tenías de tu colaboración con T de Teatre? ¿Qué dirías que define su trabajo y cuál ha sido la aportación de Mamen Duch, Marta Pérez, Carme Pla y Àgata Roca, cofundadoras de la compañía, al texto?

Me hacía y me hace una ilusión enorme trabajar con T de Teatre. Para mí es un sueño cumplido, ya que era una compañía que admiraba desde montajes como el que hicieron con Javier Daulte o los dos que ya llevan con Alfredo Sanzol.  Me parecen cuatro actrices estupendas y valientes, que se arriesgan a probar algo diferente con cada montaje en un sentido muy hermoso, además, que es el de encontrarse con lo desconocido. Por más que te haya gustado la obra de un creador hasta que no se trabaja con alguien no sabes si te vas a entender o no trabajando y en este sentido yo las percibí desde el principio muy generosas, poniéndose a disposición de una autora y un proceso creativo con una confianza plena, sin imponer caprichos ni dejar sitio al miedo o la inseguridad. En este sentido ha sido muy fácil y placentero trabajar con ellas. Junto a Daniel Lopez-Orós, cofundador también, forman una compañía sólida y envidiable, con más de 30 años de éxito profesional.

 

Hace poco pudimos también disfrutar La omisión del si bemol 3, con tu autoría y dirección. ¿Volveremos a verla por Madrid o antes llegarán próximos trabajos en los que te encuentras involucrada?

Estoy deseando que la obra vuelva a verse en Madrid y en muchos otros sitios también. Estoy muy contenta con el espectáculo que logramos. Lo único que le falta es lo que le ha faltado siempre a mis producciones independientes: “un socio capitalista” como se les llama a esos productores teatrales que, junto a una distribuidora eficaz (otro misterio insondable) logran convertir el teatro en un negocio viable.

 

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