Una cita con La Estampida siempre es motivo más que suficiente para acercarse al teatro, prueba de ello es la velocidad con la que se han agotado las entradas para conocer su nueva propuesta: La cresta de la ola. Una nueva producción que vivirá su puesta de largo dentro de la 38ª edición del Festival de Otoño y que supone un paso más allá dentro de ese universo tan característico de la compañía, repleto de seres «invisibles», que rezuma personalidad propia.

 

La locura de querer ser

 

Por Marta Santiago.

 

El director, dramaturgo y docente internacional José Troncoso aterriza en el Teatro de La Abadía entre los días 19 y 22 de noviembre con La cresta de la ola, una producción de La Estampida y el Festival de Otoño. Un tsunami teatral que tiene como elenco a Alicia Rodríguez, Belén Ponce de León, Ana Turpin y José Bustos, a los cuales se les plantea un complejo trabajo encima del escenario: un juego de identidades diversas, varios personajes a los que interpretar y un angustioso viaje por la otredad durante la búsqueda de la identidad.

La cresta de la ola es una pregunta a la sociedad: «¿Qué somos y qué queremos ser?». Este cuestionamiento se presenta en el escenario desde el comienzo de la función de la mano de Victoria (Alicia Rodríguez), quien está cansada de su situación de servidumbre y de su inalcanzable sueño de «ser alguien». Su mayor deseo es tener la vida de Stella (Ana Turpin), a la que parece que la suerte le sonríe. La misma noche en que se celebra una fiesta contra el hambre, en la que Stella baila desaforada y Victoria sirve a los invitados, se presenta una oportunidad mágica: intercambiar para siempre sus vidas. Pero, ¿es todo tan bonito como parece? Victoria se asentará en el mundo del éxito y la fama, mientras que Stella vivirá una realidad incierta con un marido al que no comprende y una casa que parece derrumbarse sobre sus hombros. Mientras una lucha por mantenerse en el éxito y la otra por recuperarlo, un tsunami se acerca para demostrar la única verdad: ocupemos el lugar que ocupemos, nunca seremos nadie.

José Troncoso, con el apoyo de todo su equipo técnico, ha conseguido crear una obra con tintes de la comedia del arte que se han adaptado a la contemporaneidad. Así, los personajes arquetípicos, lejos de ser tan simples como parecen a primera vista, elaboran una narrativa que siempre apunta hacia el complejo anhelo de «querer ser». Esta historia, que comenzó a gestarse hace dos años, está construida con el propósito de invitar a reflexionar a los espectadores sobre su identidad, el éxito, los deseos y la pérdida de conciencia, demostrando que, de algún modo, la incertidumbre te abre paso a la libertad. La música, el baile, las escenas cómicas, y también las trágicas, plagarán un escenario dorado, de aires art déco, creación de Alessio Meloni, en el que se demostrará que el mundo está repleto de intereses incoherentes y se profundizará en tres conceptos principales: el poder, la condición social y la búsqueda del verdadero yo. El mensaje cala mucho más hondo (si cabe) teniendo en cuenta el momento en que nos encontramos del que «es inevitable escapar y en el que es mucho más absurdo preocuparse solo de uno mismo», dice Troncoso.

Este thriller apocalíptico trae consigo una ola inmensa que se tragará todo a su paso y que revelará los comportamientos irracionales del ser humano, su ambición y su más profundo miedo: ser y no ser realmente. Sin embargo, ¿de qué nos sirve estar en la cresta de la ola si, al final, acabamos en el fondo del mar?