Las compañías que participan en Surge Madrid 2018 valoran su experiencia en esta Muestra de Creación Escénica organizada por la Comunidad de Madrid y las Salas Alternativas madrileñas

 

 

 1. ¿Es la primera vez que estáis en Surge?

No existimos como compañía en el sentido de que tengamos una trayectoria conjunta en el tiempo. La pieza se genera a partir de dos ‘impresiones’: una imagen en mi cabeza que llega con fuerza (la imagen de un árbol que ‘habla’ en escena) y un sensación: el estupor más absoluto cuando alcanzo a imaginarme con veinte o treinta años más conviviendo con una Inteligencia Artificial que me supera en prácticamente todos los campos intelectuales.

 

Desde ahí, hablo con Cristina Morales (escritora) y con Carlos Alcántara (músico), con los que he trabajado anteriormente y con los que sé que puedo embarcarme en un proceso que es, ante todo, un proceso de reflexión conjunto. Y hago lo mismo con el resto del equipo para crear una ‘comunidad’ temporal donde poder pensar libremente, que es lo que más nos interesa a todos los que estamos juntos. Y aquí seguimos, trabajando, y así seguiremos hasta el último día de función.

 

Digo esto como aclaración por como están planteadas las preguntas 1 y 2. El año pasado sí estuve en Surge 2017, pero con otro equipo y con un formato totalmente diferente: la pieza que presenté el año pasado junto a Anuar Khalifi (artista plástico) y Carmen Aldama y Nadia el Kastawi como intérpretes estaba programada como Actividad transversa. Y con razón, porque dábamos cita al espectador en la Glorieta de Embajadores y allí los hacíamos subir en un microbús que durante 40 minutos recorría el barrio de Lavapiés. Fue una experiencia con bastante repercusión (hablo por mí, como no puede ser de otra manera), porque desde entonces experimento este barrio con una mirada trastocada. Recuerdo que alguien menciono que le había hecho pensar en Las ciudades invisibles de Calvino. En fin, que tengo muy buenos recuerdos.

 

2. ¿Qué os aporta Surge como compañía?

En primer lugar lo más evidente: poder mostrar mi trabajo. Últimamente he encontrado una respuesta con cierta gracia a la pregunta que yo mismo me planteo de por qué mostrar mi trabajo. Porque mi vinculación con lo escénico ha sido generalmente desde la actuación, y desde ahí siempre me ha interesado más el proceso que el momento de contrastar ante un espectador un producto. Huellas de mi cultura: no me gusta demasiado exponerme. Y ahora como ‘creador’ (he presentado no muchas piezas, todas en un formato performativo y en espacios no convencionales) siempre me castigo con esta pregunta: ¿por qué mostrar el trabajo? Pues mira, como a un buen anfitrión que disfruta dando a ‘probar’ a sus invitados los manjares que ha encontrado en sus viajes a lugares remotos, encuentro un profundo placer en ofrecer y en contrastar aquello que en un proceso he ‘hallado’: una reflexión que creo ha de ser escuchada; una imagen que me parece bella; un cuerpo antes escondido; una singularidad que conecta con lo profundamente humano… Y muchas otras cosas que a veces se quedan dentro. Porque, ante todo, la escena es un lugar sagrado donde lo que importa es el rito de la indagación. De una indagación que tiene como condición la libertad más absoluta.

 

Luego viene lo demás: te tratan bien, porque están pendientes de ti y tienen en cuenta las necesidades de las compañías; estableces una relación directa con la sala en la que eres programado y no mediada continuamente por el festival; pagan un caché (siempre es discutible si suficiente o insuficiente, pero no deja de ser un caché), etc.

 

3. ¿En qué creéis que puede mejorar?

No lo sé. Supongo que en muchas cosas, como todo en la vida. Al parecer hay muchas quejas sobre la promoción en redes y todo eso. La verdad es que a mí eso no me importa. A mí me gusta el modelo de Surge. Porque la idea de Alberto y Natalia, tal y como la entiendo, es usar unos fondos públicos de tal manera que se llueva para todos: salas, artistas y otros agentes del sector. Festivales con una línea temática marcada hay para dar y regalar. Pero yo entiendo que el ‘objetivo’ de este modelo es dinamizar el sector. Una inyección anual de dinero que se distribuye en todas direcciones, y eso para mí es importante. Porque la mayoría de programadores de festivales buscan un cierto tipo de rédito como curadores, en el sentido de que se les reconozca un buen gusto y una selección acertada. La gente de Surge busca otra historia. Son los que pringan día a día lidiando con la supervivencia de una profesión que al fin y al cabo necesita vivir y poder comer y pagar el alquiler. Y esa ‘renuncia’ que creo que hacen dejando a un lado sus deseo de encumbrarse como programadores de la excelencia o la vanguardia para colocarse en al mismo nivel de todos los implicados y ‘distribuir la riqueza’ debe ser reconocida, al menos, por la gente de la profesión. Yo así quiero hacerlo. Así que gracias. Gracias por pensar en un ‘nosotros’.

 

 

TAIK@MILLA01

Teatro Pradillo

31 de mayo. 1 y 2 de junio

 

 

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