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¿Cómo no amar a Iñigo Guardamino?

“Las condiciones de trabajo de los ‘riders’ son espeluznantes”

Iñigo Guardamino es un excelente conversador, es mordaz, divertido y no deja títere con cabeza, al igual que hace en sus obras. Tras mucho tiempo sin vernos nos reencontramos para hablar de su nuevo trabajo, Amarte es un trabajo sucio (pero alguien tiene que hacerlo), una comedia de La Caja Negra Teatro que habla de la lucha por ser alguien y de la nueva economía ‘colaborativa’ que ha venido para quedarse con su precariedad de rostro amable.

El mundo de ‘los riders’ y sus precarias condiciones laborales toman forma en la que es la obra más luminosa que ha escrito Guardamino, según sus propias palabras. Álex Villazán, Belén Ponce de León, José Emilio Vera y Katia Borlado son los protagonistas de esta historia que podrá verse en el Teatro Quique San Francisco de Madrid del 23 de marzo al 23 de abril.

Foto de portada: Iñigo Guardamino. ©Carmen Prieto Remón

 

Iñigo, ¿cómo estás?

Pues bien, la verdad es que bien. La pandemia ha sido un momento muy complicado para todos, lo sabemos. Muchos proyectos se han ido retrasando y eso colapsa la programación de algunos teatros y eso provoca que muchas compañías y autoras y autores estén hartos porque no están siendo programados. Básicamente es la lucha por la vida. Yo tuve la suerte de que en 2021 salió lo del Torneo de Dramaturgia del Teatro Español y lo gané, eso me animó bastante, pero en las épocas en las que no consigues encajar proyectos se pasa mal.

 

¿En este caso es porque no lo consigues encajar o porque no estabas en un buen momento creativo?

En 2020 no tenía el coño para fiestas por todo lo que pasó a nivel global y a mí a nivel particular, pero yo creo que nos pasa a todxs lxs creadorxs, que mueves y mueves proyectos y no sale nada y eso desespera. Yo ahora he tenido la suerte de que me hagan un hueco en el Teatro Quique San Francisco y estoy encantado de la vida.

 

¿Cómo surge esta obra?

El germen de este proyecto nace en 2019 cuando yo empiezo a ver un montón de postes con bicis atadas y ruedas. Solamente el radio de la bici. Yo sacaba fotos de eso e intuía que podía ser una idea de algo, pero no sabía de qué. Tiempo más tarde, cuando cogí el COVID, lo pasé bastante mal, estaba en casa con fiebre y sin poder respirar. No se veía a nadie por la calle, todo era como en Mad Max, pero los únicos que andaban de acá para allá eran los ‘riders’, esos héroes anónimos a los que no aplaudimos. Yo lo pasé solo y mi pareja me mandaba caldos o cosas y ellos me lo traían. Y entonces les estaba muy agradecido (sería que el hecho de estar débil me hizo conectar con la humanidad), así que a partir de ver las condiciones en las que trabajaban y que era gente muy invisible para el resto de la sociedad, fue por lo que me decidí a escribir una obra sobre ellos. Ellos son como sombras que te adelantan con la bici o la moto, o que están esperando a la puerta de los restaurantes -porque no les dejan estar dentro- y no te fijas, son como mobiliario urbano. Y ahí me fijé y empecé a empaparme de las condiciones en las que trabajaban y me di cuenta que era algo espeluznante.

El título de la obra va por ahí, que alguien tiene que hacer este trabajo. Yo me muevo en los grises, esto no es un alegato contra las empresas que funcionan con esto, es simplemente exponer una realidad, pero a mí manera, bajo mi prisma y con mi sentido del humor. El tema también es que esta actividad no existiría si no hubiera gente que pide comida un día de lluvia, por ejemplo. ¿Qué le lleva a alguien a pedir unas pizzas un día de lluvia y frío? O muchas veces pides cosas sin sentido que necesitas tener contigo. Creo que esto funciona por la avaricia de unos y la complicidad de otros.

Quería hablar de las dos vertientes, de la precariedad laboral y de aquellos que hacen posible que esto exista.

Estamos en un momento en el que lo que importa es el empresario y el consumidor. Y el que está en medio de ese engranaje, el trabajador, no le importa a nadie.

 

‘Uberización’ de la economía lo llaman.

Eso es. Si yo quiero pillar un Uber para moverme, voy mirando y veo que uno me lleva por 15 euros, otro por 12 y otro por 8. Pues yo cojo el de 8, obviamente, sin pararme a pensar en lo que eso conlleva para el trabajador. El tema es si esto se va a frenar, que hay intentos por parte del Gobierno por hacerlo o si esto va a infectar el resto de la economía. Tú puedes usar un móvil y pedir en tiempo real. Y pides cualquier cosa en domingo o que te llegue en media hora. ¿Qué necesitas de forma tan urgente como para hacer que te llegue en media hora? Si es el caso de una persona diabética que necesita insulina, pues vale, pero no creo que sean esos los pedidos mayoritarios. Muchas veces se pide porque sí y ves a los trabajadores como pollos sin cabeza para necesidades absurdas. ¿Y por qué tenemos esa necesidad? ¿Por que nos sentimos mejor al hacerlo? ¿Por qué como nuestra vida es una mierda nos da cierta superioridad el ver que alguien viene corriendo a casa a traernos una cosa? ¿Eso te hace sentir poderoso o que estás aspirando a un cierto nivel de vida?

 

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El elenco de Amarte es un trabajo sucio. ©Carmen Prieto Remón

Y todo esto indica mucho de nosotros como sociedad…

Sí, este es el tema de la obra, claro. En el trabajo de mesa que hemos hecho todo el equipo de lo que más se hablaba era de la deshumanización. La obra es una comedia, exagerada en muchos casos, pero es que hay cosas muy fuertes. Investigando descubres que hay un logaritmo que es el que hace los pedidos y los ‘riders’ no ven a un jefe, no ven a nadie. Todo es aleatorio, no puedes contactar con nadie, todo es hablar con una máquina que te va premiando o castigando en función de cómo lo hagas. Por ejemplo, algo que la gente no sabe es que un ‘rider’ tiene 5 minutos desde que llega a la dirección de envío hasta que entrega el paquete. Y si es una urbanización grande o el ascensor no funciona o lo que sea, la máquina te penaliza… Y debe ser angustioso no poder tratar según qué cosas con una persona que sea tu responsable para explicarle las circunstancias del trabajo. Y esa deshumanización la vemos en el ámbito laboral, pero también en las RRSS y en las relaciones sexoafectivas. Es complicado.

 

Lo que tú comentas de que vemos a los ‘riders’ como macetas, yo pienso que se puede extrapolar a todo el mundo, vemos a los ‘riders’ y al resto de gente que te encuentras por la calle como seres inertes, que si alguien viene a pedirte algo, miras con desconfianza y ni te paras a escuchar, y si ves a alguien tirado y según la pinta que tengas ni te paras a ayudar, y si oyes a tu vecino salir de casa bajas más rápido para no encontrártelo…

A lo mejor en los años 50 o en los 60 ó 70 del siglo pasado la gente se paraba seguro, y ahora ni por asomo. E  incluso vemos a gente que de esas situaciones, de ver a gente tirada en la calle, lo graba y lo sube a las RRSS, incluso en forma de mofa. Hay muchas cosas que hablan muy mal de nosotros. Hay cosas muy buenas, pero las malas son lamentables. Exagerando un poco, todos somos trozos de carne para los demás, un saco de provecho para los demás o un precio para los demás. El sistema nos va cortando la comunicación cercana, los vínculos humanos.

 

Nos han robado las calles y la pandemia fue un ejemplo perfecto de eso, todo el mundo encerrado en su casa, en su propia unidad, con miedo de los demás.

Sin ser conspiranoico, que no lo soy, todo esto que hemos vivido lo ha acelerado, y se está viendo en todos los temas que tienen que ver con la salud mental. El sistema donde estamos viviendo ha conseguido que si tú estás mal pienses que es culpa tuya y que por eso no intentes cambiar el sistema, si no que compres otro producto que el sistema te ofrece para curar eso que te pasa y así estar mejor. Tú no puedes dormir por estrés y angustia y porque te están mandando mensajes a las 10 de la noche de trabajo, y para eso usas una app para dormir o pastillas tranquilizantes… por eso el sistema es perfecto para tenernos controlados, crea problemas y a la vez te da las soluciones. Es cosa de ‘genios’. Y luego, cada cosa que intente salirse del sistema o es criminalizada o monetizada, así que todo guay. Y no es para meterse un tiro, no pretendo decir que todo es una mierda y no hay esperanza, sí creo que hay salida, pero es complicado.

 

Al menos deberíamos ser conscientes de eso, de la mentira en la que vivimos, de las contradicciones en las que vivimos y ya que es tan difícil cambiar las cosas a nivel global, pues esos pequeños cambios que tenemos a nuestro alcance intentar hacerlos sin caer en la desgana.

Claro, esa la clave. E intentar reírnos de nosotros mismos y pensar en lo que estamos haciendo. A ver, que yo no soy quién para dar lecciones a nadie, pero es simplemente que la gente se cuestione su modo de vida con la intención de… ¿cambiar algo? Sería lo ideal, pero no pretendo ser moralista, solo que se miren hacia dentro y se rían un poco. Afortunadamente, hay unidades de resistencia. La mayoría estamos dentro de la rueda, pero hay gente que, dentro de lo posible, intenta hacer una vida distinta.

A mí, las obras de teatro blanco o negro no me gustan, esas que te hacen sentir la mejor persona del mundo creo que es onanismo del autor o autora. Y las que te hacen sentir peor, pues igual. Yo, en mi teatro, quiero apelar a esos grises que todos tenemos y hacerlo a través de la comedia.

 

Pero en esos grises tú siempre expones bastante…

Lo intento, pero es complicado, no creas. También sufro de autocensura y cuando me paro a pensar en ello todo parece una distopía. Yo nunca pensé que a estas alturas seguiríamos sufriendo el peso de las fuerzas censoras que te llegan de todas partes. Antes solo estaban las mentes más conservadoras ejerciendo esa censura, ahora te llegan desde cualquier lado, incluso la progresía te censura más y eso hace que estemos viviendo tiempos muy complicados y que sea fácil de asumir. Yo he notado mucha censura a la hora de crear. Le das muchas vueltas a la hora de poner o no según qué cosas ni vaya a ser que me digan, a que no lo entiendan, o que sea muy bruto. Y ponerse a currar así es una mierda, porque al final te pones a hacer obras que no quieren ofender a nadie pero tampoco estás contando nada, no sé, yo me siento en una época complicada para eso. Y los programadores igual, a nivel comercial no quieren ningún tipo de riesgo ni de lío ni de meterse en fregados.

 

Equidistancia y ponerse de perfil para no entrar en conflictos y poder llenar las salas.

Que yo lo entiendo, al final es el pan de cada uno, pero es complicado. Yo veo que hay dramaturgos y dramaturgas jóvenes buenísimos, pero suelen estar siempre programados los mismos nombres. Siento que no hay renovación, que falta riesgo en las programaciones. No todas las obras tienen que ser epatantes, pero es que de la temporada pasada solo recuerdo 3 obras. Y de cine y series me pasa lo mismo, se olvida muy rápido todo lo que has visto, no deja poso, se consume y se tira… un poco como sucede en la vida. Y no hay que decir nada de esas obras hechas para reírte simplemente, para desconectar y olvidar tus problemas del día a día, me parece fantástico, pero a mí me gusta un poco más poder irme a casa pensando en lo que acabo de ver, y si es con una sonrisa, pues mejor todavía.

 

Explicar las cosas con cierta gracia también se puede. Pero entonces, ¿asumes muchos riesgos con este montaje?

Estamos en proceso, tengo alguna idea de lo que quiero hacer, pero ahora mismo todo está abierto a que puedan surgir cosas. Pero si ya hablamos de que esta obra la hemos generado con la productora que tengo con Juan Mairena pues ya es un riesgo bastante alto, porque hoy en día producir tú mismo una obra así es un riesgo bastante majo, porque al final todo esto está montado de tal manera, y desde la pandemia sobre todo sucede más, que todo el mundo quiere ver esas dos o tres obras con grandes nombres en cartel y que salen en todos los medios, y el resto de obras agonizan con poco público.

 

Hay excepciones y a tu compañero de productora, Juan, precisamente lo ha pasado con Loba

Sí, hay excepciones, claro y lugar para las sorpresas siempre, y eso es por lo que hacemos esto, pero suele ser complicado. Yo espero que la gente vaya a ver nuestra propuesta. Curiosamente, esta obra, siendo comedia negra, quizá es la más luminosa de las obras que he hecho hasta ahora. Lo cual no garantiza nada y ya me comentarás cuando la veas, pero sí tiene algo de luz, aunque después de todo lo que venimos hablando parece que no es así, pero tiene luz al final. Nos está saliendo algo divertido, con esa media sonrisa que no entiendes, pero no siendo una historia del todo convencional sí que se le parece bastante. Pero creo que asumo riesgo todo el mundo.

 

 

“El teatro es resistencia y masoquismo”

 

 

Y estrenas en el Teatro Quique San Francisco.

Sí, estamos muy ilusionados. Rosa Alfageme, que trabaja allí, me abrió las puertas del teatro. Es un espacio que me gusta, me gusta la línea que llevan de trabajo, el equipo de allí con el que he coincidido siempre nos brinda un trato impecable, así que encantados… ahora solo queda llenar la sala. Tengo muchas ganas, luego pasará lo que pase y a lo mejor el patio de butacas está lleno de matas rodantes del desierto, pero vamos con toda la ilusión del mundo.

 

Y creo que en el ambiente también se palpan muchas ganas de ver lo nuevo que has hecho.

No sé si tanto…

 

Ya tienes un bagaje lo suficientemente importante como para que así sea. Y ha pasado ya tiempo desde que no vemos nada nuevo tuyo.

Sí, aunque en el 2021 gané el torno de Dramaturgia del Teatro Español, es verdad que con todo esto del covid ya hace tiempo, y yo también tenía mucho mono de estrenar algo ya. Hay gente muy buena que ves que no estrena, que presentan proyectos y ves que no salen por diversas causas y es angustioso también. Pero para todo el mundo es duro. Imagínate para los intérpretes.

 

¿Cómo se explica que alguien como tú, que ha ganado premios, que tiene ese bagaje, siga sin poder vivir de esto?

Ya, es algo que yo me sigo preguntando (risas). Pero ¿cuántxs dramaturgxs pueden vivir de esto? Y me refiero a gente que se levante y solo escriba y viva de ello. Pues creo que no muchxs. Y la televisión y el cine ayudan a dar salida también a nombres y proyectos, aunque espero que no los fagociten para siempre y que puedan siempre volver al teatro por el amor que le tengan a las Artes Escénicas, porque ya sabemos que hacer teatro es muy duro y para estar pasándolo mal, ir mendigando de sala en sala para que expongan mi trabajo, ser rechazado constantemente, pues para eso me quedo haciendo guiones de cine o de tele. El teatro es resistencia y masoquismo.

 

¿Falta cultura de base?

En una conferencia de ‘Santa’ Angélica Liddell ella decía que esto es educación. Contó un caso de un festival en Portugal que se desarrollaba en una zona rural y hablaba con la gente de allí para preguntarles si iban a ir al teatro que se iba a hacer al lado de sus casas y la gente le decía que no, que nunca se les había ocurrido ir. Lo mismo pasa aquí. Si a ti no te han educado para ir al teatro, si nunca te han expuesto a vivir ese tipo de experiencias, pues no lo tienes en tus planes de ocio y vida.

El problema del teatro es que si quitas a amantes, amigos, gente del sector y a ese ser mitológico que salva la cultura en España que son las señoras de más de 50 años, poca gente más tiene al teatro de texto o la danza (no metemos aquí al ‘stand up’ y la magia) como una alternativa de ocio real y recurrente. Y así es muy complicado. Hay que hacer un gran trabajo con los jóvenes, y pienso que las cosas están mejorando en ese sentido, pero aún nos queda camino por recorrer. Hay que seguir educando. Y está muy bien de lo JOBO y ese tipo de iniciativas, pero yo me pregunto que si hubiera solo un bono joven para ir al teatro, sin videojuegos de por medio, ¿irían? Y hay mucha gente que va y se engancha y mientras haya una persona en un cuarto y otra mirando habrá teatro, el teatro no va a desaparecer nunca, pero otra cosa es la calidad de ese teatro. Hay que seguir trabajando en eso.

Y luego el teatro tiene también esa ventaja que yo digo siempre y es que si tú escribieras para El País, a lo mejor ya te habrían echado. Pero como el teatro no importa realmente a nivel cultural puedes hacer lo que te de la gana, porque no trasciende realmente. Yo, algunas de mis obras teatrales si se hubieran pasado en cine o en Netflix me habían quemado ya en la hoguera, pero como es teatro, no pasa nada, salvo alguna excepción como la de Paco Bezerra, que es especial por la injerencia política. Y volvemos a la autocensura, que siendo así, pudiendo hacer en el teatro lo que nos da la gana, es una pena que encima nos tengamos que censurar a nosotros mismos a la hora de escribir. A menos que a alguien le interese lo del teatro en algún momento puntual por algún motivo, sobre todo para desviar la atención por otras cosas, el teatro nunca salta a la palestra. Y tú puedes escribir lo que quieras en tu columna mensual de la revista, la mayor barbaridad, que no va a tener trascendencia ninguna.

 

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Iñigo Guardamino. ©Carmen Prieto Remón

 

Así me siento yo, que no le importa a nadie lo que escribo (risas).

Pero lo bueno de esto es que es una gran sensación de libertad, al menos tenemos eso. Tú en lo que escribes y yo en lo que escribo podemos hacer lo que queramos. El drama es que gente de teatro nos autocensuremos para intentar agradar o para que nuestra obra guste más y vaya más gente a vernos… es una pena, y puede que sea un comportamiento inteligente hacerlo así, por el bien de la producción, pero malo para ti mismo como creador. Y es un drama porque al final da igual, es irrelevante. Ese nada que perder de los que hacemos teatro es maravilloso, aunque en lo crematísitico no lo sea (risas).

 

Hablando de educación teatral, ¿en tu familia alguna vez han pensado que lo de escribir teatro es una mera afición?

La verdad es que nunca lo han visto como un simple hobby, porque desde el momento en el que estrenas y cobras por una entrada ya se dan cuenta de que va en serio, y como he tenido la suerte de pasar por el CDN y el Teatro Español, pues ya se asienta más. Mi familia es encantadora, aunque es espectro tradicional, y claro, dentro de mi teatro hay obras que han ido a ver por cariño y otras que directamente me han dicho que no las iban a ver (risas). Esta última creo que pueden verla sin problemas (más risas). Mi familia me anima y me apoya, pero eso no significa que les guste lo que hago. De hecho mi madre es muy graciosa porque siempre me dice que están muy bien escritas pero que son muy deprimentes (más y más risas), pero creo que esta les va a gustar.

En mi vida yo tengo la ventaja que también trabajo en distribución musical y me encanta la música, con lo cual son dos mundos que disfruto mucho. Uno me da algo más de dinero que otro, pero bien, porque tengo esta pulsión de crear desde siempre que he canalizado por el teatro y soy un pobre desgraciado, pero hago lo que hago porque no puedo hacer otra cosa, no tengo más remedio que hacerlo y me da un poco igual lo que piensen alrededor. Prefiero estar ‘sufriendo’ haciendo esto, contando una historia que creo que merece la pena contar, que estar en casa mirandóme las palmas de las manos o esperando que me suene el móvil para ofrecerme un proyecto lleno de ‘billets’.

 

¿Qué nos puedes decir del elenco?

Pues me siento muy ‘Fortunata y Jacinta’, la verdad. Siempre tengo la suerte de que me acompañen grandes grupos de trabajo y esta vez igual. Tengo la suerte de que me acompañe Alex Villazán, uno de los actores jóvenes más talentosos del momento, al que le vi en LaJoven y me encantó lo que hizo. Incluso Maijo Pazos, que fue su primera profesora, ya me había hablado de él hace 10 años, así que él es el protagonista de la obra dando vida a David, un chaval que ha estudiado Derecho Bizantino y al que no le sale nada de trabajo y que decide meterse a trabajar en Herméss, mi empresa ficticia de reparto que se llama como el Dios mensajero. También está Belén Ponce de León, que hace de la madre de David, y qué te voy a decir de ella, que es una actriz maravillosa. José Emilio Vera hace de un ‘rider’ evangélico que siempre tiene a Dios presente en sus repartos y, por último, está Katia Borlado, a la que también conozco de LaJoven, que hace de una amiga/pareja de David. Estoy muy contento con ellos y me está gustando mucho la dinámica de trabajo que llevamos.

Podría haber hecho esta obra desde el punto de vista de un ‘rider’ inmigrante, que vive en un barrio pobre, en un hogar desestructurado y demás, pero para que la gente que vaya a ver la obra lo pille mejor, ya que los ‘riders’ no van a poder ir porque van a estar repartiendo, he optado por meter a un chico de aquí, con estudios y que viene de un hogar en el que no hay tantas carencias, que también existe ese perfil. A pesar de todo, nos estamos riendo mucho en los ensayos. Como ya te he dicho, creo que es una historia que merece la pena ser contada. Es un tema que está de actualidad y creo que mucha gente no conoce de verdad lo que se esconde detrás de este tipo de empresas y de las condiciones de los trabajadores. La economía colaborativa suena muy bien, pero al final también se aprovecha mucho de los trabajadores, en plan que el trabajador pone todo y luego es la empresa la que se lleva el beneficio. Es una economía que se aprovecha de la debilidad tanto moral como económica de los seres humanos.

 

¿El teatro también podría ser un buen ejemplo de esta economía colaborativa?

Buena pregunta… yo creo que sí, que puede haber algo de esto. En el teatro público es más complicado que pase, aunque puede haber situaciones de abusos o favoritismo en algún momento, e incluso tardas mucho en cobrar como ya sabemos, pero suele ser más complicado porque las condiciones de trabajo suelen ser mejores. Pero en otros ámbitos, pues sí, es así. Yo conozco casos de compañías que han ganado mucho dinero apelando al afán colaborativo de los equipos de trabajo.

La economía colaborativa bien hecha puede estar genial, pero la norma es que al final se acaban aprovechando de la gente exprimiéndolos al máximo. Igual que la tecnología, yo no estoy en contra de la tecnología, al contrario. Yo estoy a favor del uso de la tecnología a favor de las personas y que no nos deshumanice, pues con la economía colaborativa igual, si se pagan salarios dignos, si hay buenas condiciones laborales, si todo el mundo está dado de alta y tiene sus vacaciones, está genial. Pero si todo es una subasta a la baja y a costa del trabajador, estos falsos autónomos que pululan por nuestras calles, pues no me gusta. Se supone que un autónomo puede coger los clientes que quiera, cambiar de cliente cuando le apetece, trabajar las horas que cree conveniente… pero en el caso de los ‘riders’, se supone que son autónomos, pero si no están disponibles la máquina ya les penaliza, no pueden elegir las horas que quieren, el dinero por kilometraje no está regulado y así pasa, que trabaja más el que más tira sus precios y eso afecta a la dignidad del trabajo de todo el colectivo, porque la gente siempre va a pedir a aquel que baje más sus precios. Y al ser un trabajo, sobre todo, para gente que no tiene otra salida o en situación vulnerable, pues así pasa, que aceptan todo lo que les llega sin pensar en las consecuencias. Y luego hay ‘riders’ que subcontratan a otros… que ya es de locos, porque no te debe quedar nada de beneficio. Es una economía colaborativa en la que se sigue alimentando la rueda que nos pasa por encima a todos.

En teatro existe más la economía colaborativa de la miseria, la de que en este proyecto no cobra nadie y perdemos todos y lo hacemos para que nos vean, lo cual es un problema serio también. Volvemos a lo mismo, no se valora este tipo de trabajos, la gente de a pie considera que hacer teatro o hacer música, como conlleva diversión, no es un trabajo y no se debe cobrar por él, por eso les cuesta tanto soltar 15, 20 ó 25 euros para ver una obra de teatro. Es muy complicado. Al final hacemos teatro porque no podemos hacer otra cosa, porque es algo vital. Teatro o muerte…

 

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