Un actor se presenta con su propio nombre y asegura ser Judy Garland. A partir de este planteamiento metateatral, se despliegan salpicados de humor cruel, quince cuadros, una agresión y una epifanía. Distintos personajes, reales o ficticios, van exponiendo el racismo, la sobrexplotación, la misoginia, la homofobia, el abuso de poder… las cartas marcadas que vivió la artista; haciendo que su talento y sufrimiento trascendieran en el tiempo, convirtiéndose en un icono cultural y bandera de la lucha por los derechos LGTBI. Una obra, en suma, que despieza la perversión de la naturaleza humana.