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Diálogo de sombras se desarrolla en un lugar indefinido entre los dimes y diretes de tres personajes, Federico García Lorca, Ramón María del Valle-Inclán y la niña Presentación.
Dos autores antagónicos, representantes de dos generaciones, la del 98 y la del 27, separadas no sólo por la diferencia de edad de sus componentes sino también por los intereses definidos con su literatura.
Valle-Inclán y Federico García Lorca, quienes, por cierto, por lo que se ha podido comprobar, se hicieron poco caso en vida el uno al otro, pues que se sepa, Valle asistió al estreno de la Yerma de Federico y ni se sabe la opinión que de ella tuvo; y Federico, si bien apreció el Esperpento de Don Ramón, desdeñaba sus maneras de poeta, según dejó declarado en alguna ocasión.
Aparte de ser reconocidos escritores de nuestra literatura y renovadores del teatro del siglo XX, tuvieron en común el morir en una fecha de fatídica memoria para los españoles, en 1936. Fecha en la que también murió el tercer personaje en discordia, la niña Presentación personaje inocente y popular quizá también muerto de enfermedad o de hambre.
Deliberadamente ambigua en su condición de enfermera o de voz de la realidad tenida por real, la mayoría de las veces será el contrapunto jocoso de los dos locos, otras servirá para desmitificar a nuestros mitos literarios, y las restantes veces expresará el sentimiento del pueblo llano, manifestando
ternura por esos dos desventurados.
Una reflexión sobre las luces y sombras de la época que les tocó vivir y morir, un recorrido tragicómico sobre algunos episodios de sus vidas, una reflexión llena de vida y pasión por el teatro, por la palabra y por la poesía. ¿Están muertos? ¿O son locos que se creen esos dos autores magistrales?
