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Dances for an actress

Estreno: 2022-11-12
Última función: 2022-11-13
Género:
Duración: 60 mins.

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    Por Álvaro Vicente

    Fotos: Herman Sorgeloos

     

    Reunión en la cumbre. Una de las fundadoras de tg STAN mano a mano con el coreógrafo y bailarín francés Jérôme Bel, uno de los grandes renovadores de la danza contemporánea. La última vez que tg STAN visitó el Festival de Otoño fue en 2014, con su tentativa sobre Traición, de Harold Pinter. Había estado también en 2012 y 2008. Era justo que volvieran en esta cuadragésima edición, y por partida doble. Hablaremos aquí de estas Dances for an actress, y no está de más recordar -que la memoria cotiza a la baja en estos tiempos de presente radical y volátil- que la compañía belga se fundó en 1989 y ha sido conocida y reconocida en todo el mundo; que suelen trabajar sin director de escena y que Jolente De Keersmaeker es hermana de Anne Teresa De Keersmaeker, la prestigiosa coreógrafa de la compañía Rosas, emblema de la danza contemporánea. Datos, curiosidades, que dan una idea ligera sobre el talento atesorado y sobre lo que podemos esperar de ellos. Ah, por cierto, STAN es el acrónimo de Stop Thinking About Names (Deja de pensar en los nombres).

    No es habitual que Jolente De Keersmaeker deje a un lado el gran repertorio teatral y baile, pero si te lo pide Jérôme Bel no te vas a negar. La premisa parte de usar la misma imaginación que pone en juego la actriz para dar forma a un personaje a través de un texto, pero en este caso al servicio del movimiento, no de la palabra. Jérôme Bel ha roto muchas fronteras supuestamente infranqueables en el mundo de la danza, ha trabajado el negativo de la danza (la quietud) y el reverso del virtuosismo (la espontaneidad de los cuerpos, incluso los no llamados por “la norma”), y su plan era, en esta ocasión, hacer pasar el cuerpo de una actriz por extractos de coreografías históricas y detenerse en el trasfondo afectivo y emocional. Es la segunda vez que lo hace tras una primera tentativa en 2020 con la actriz francesa Valérie Dréville. Bel parecería estar buscando con este ejercicio reflexionar sobre el cuerpo como soporte único de la danza, efímero e individualizado, sobre las necesidades técnicas que puede tener un intérprete de danza en este siglo XXI en el que todo es posdisciplinar. Al mismo tiempo, los retazos elegidos cuestionan el gran repertorio de la historia de la danza contemporánea y convierten esta obra en un museo vivo donde se revisa el concepto mismo de repertorio y quién puede decidir lo que es susceptible de entrar en la categoría museo, en el canon.

    De Pina Bausch a Simone Forti, de Isadora Duncan a Rihanna, pasando por Fiebre del sábado noche, Dances for an actress revela, desde una posición discursiva poscolonial de reconstrucción de la memoria dancística, un placer, una libertad, una entrega emocional y una intensidad genuinas, incomparables, siendo como es un montaje sencillo, sin grandes alardes espectaculares. Esto último también tiene que ver con el compromiso ecológico adquirido por Jérôme Bel, que usa la iluminación que hace falta, ni más ni menos, a base de lámparas de bajo consumo, y el vestuario lo pone la propia actriz. La energía total consumida durante la obra equivale a una hora de aspiradora. Es, quizás, una circunstancia secundaria todavía, pero nos tiene que hacer reflexionar. El progreso tal y como lo hemos entendido nos aboca a la destrucción del planeta y tenemos que empezar a pensar en lo fundamental y eliminar lo accesorio. Un debate en ciernes en los ámbitos artísticos.

    De Keersmaeker nos enseña, para empezar, lo que todavía recuerda de las clases de ballet que hizo entre los 6 y los 14 años. No lo actúa, solo lo muestra. ¿Danza posdramática? Es danza no desde la ausencia de técnica, sino desde el estado de ánimo. Después del calentamiento, el Prélude de Isadora Duncan, con música de Chopin. Por una vez (no se vuelve a repetir en el resto de la obra), la actriz explica los gestos de Isadora Duncan como quien explica la obra custodiada en un museo. De ahí al Café Müller de Pina Bausch, despojándose de su ropa mientras la ópera de Purcell invade la escena. Es imposible acercarse al mito Bausch, sin embargo, un escalofrío mágico recorre la sala. Algo está pasando, algo inexplicable. Pasará todavía por la exuberancia del Diamonds de Rihanna y por la senectud de Kazuo Ohno, por el amasijo de materia cárnica en Huddle de Simone Forti y por la erótica disco de los cuerpos en Fiebre del sábado noche. Tensión entre danza (academia) y baile (cultura popular). Llegaremos al final con la extraña y gozosa sensación de haber visto florecer un vegetal híbrido del que nunca antes habíamos visto una flor igual.

     

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