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Bienvenidos a El Pantano

Fernando Ferrer. «Gracias a Shakespeare conozco mejor el alma humana»

Fernando Ferrer es dramaturgo, director, docente y actor argentino. Hace unos años aterrizó aquí para ofrecernos La fiesta del viejo (obra inspirada en El Rey Lear) que se pudo ver dentro del Ciclo de Teatro Argentino que organiza cada año el El Umbral de Primavera.

Ahora llega de nuevo a la sala de Lavapiés para ofrecernos El Pantano, una obra creada a partir de Hamlet y es que Shakespeare es una gran inspiración para este creador que construye nuevos mundos a través de imágenes que llegan a su cerebro.

Micaela Breque, Jorge Kent, Pablo Lanzillotta y Lara Ruiz son los protagonistas de esta historia que podrá verse los días 13, 20 y 27 de octubre y que su propio creador nos desgrana en esta entrevista.

 

Foto de portada: James Rhodes

 

 

¿Qué fue primero, contar historias en un papel o la idea de verlas tomar forma como un proyecto escénico o fílmico?

Se inicia así, pero luego de unos años empecé a escribir casi al mismo momento que a ensayar. Desde entonces podría decir que escribo para poder ir al encuentro del elenco. Amo ese vértigo y lo necesito. Más allá de la historia en sí. Es una especie de compulsión, de necesidad, de ansias por contar y, fundamentalmente, por el gusto de pasarla bien con los equipos que armo y que tengo el honor de que se sumen a mis proyectos. A la vez podría decir que escribir es darle forma y contención a un latir interno que pugna por salir. Pero trato de alejarme de la idea del escritor solitario. Es un plan precioso también, pero últimamente prefiero el encuentro. La dramaturgia es una excusa y un paso necesario para ese encuentro, para el abrazo con les otres que iluminan y propician este juego del teatro. Todo nace de una primera imagen que es semilla de la materia viva final: la obra. En un sentido más íntimo, este juego que nos inventamos, ayuda a dinamizar y procesar cosas de la vida que no entiendo bien. Dolores, agonías, perdidas, alegrías y amores.

 

¿Y cuál es esa primera imagen interna que recuerdas que querías compartir con el mundo?

La imagen de una obra que escribí, que se llama La Pasto Verde y que aún está sin estrenarse. Tres hombres que trabajan arreglando caños en una petrolera, que deben convivir en una casa en la montaña mientras terminan un trabajo de soldadura muy complejo. En medio de esa situación, se les aparece una niña misteriosa que no habla y se les instala en esa casa.

 

Habrá que esperar a que se estrene para saber cómo sigue la historia.

Así es (risas).

 

Hay personas que ven la vida en palabras, otras a través de formas geométricas, existe la sinestesia… ¿De qué forma te llegan a ti esas imágenes susceptibles de ser plasmadas y cómo las transformas luego en un proyecto con contenido?

Me gusta creer que todos tenemos una especie de proyector interno de imágenes. Ese proyector, para que nos entendamos, se pone en juego, por ejemplo, cuando soñamos, también al recordar o al imaginar el futuro. Me interesa indagar que imágenes lanza esa maquinaria pensando en crear algo. Eso me obsesiona: la creación de nuevos mundos a partir de lo que el imaginario interno despliegue.

Las imágenes vienen en cualquier momento, porque ese proyector está en una zona propia, interna, profunda e inmanejable, que no respeta momentos ni lugares. En cualquier lado, y en cualquier circunstancia, por algo que vemos, que escuchamos, que recordamos, que soñamos, puede activarse una imagen. Creo que, si la desarrollamos con cierta técnica y sistematización puede esa imagen traer detrás toda una historia.

 

¿Cuándo te das cuenta que puedes ser lo suficientemente bueno como para que la gente quiera leer/ver esas historias que imaginas?

No tengo idea. Que un elenco quiera actuar lo que escribo, no deja de asombrarme. Y que encima luego venga gente al teatro, me parece un regalo inmenso. Lo que ha sucedido con algunas de las obras, el éxito que han tenido y que algunas sigan en cartel después de años ya me parece realmente un milagro desproporcionado. Y me pone feliz. Ahora, ¿si eso se puede saber de antemano? Pues ya te digo que no.

Lo que sí me ha pasado es que, en algunos ensayos, me he dado cuenta de que estaba ante algo diferente. Me he encontrado sensibilizado hasta los huesos por el trabajo de tal actor, o de tal actriz, y ahí he pensado «Acá hay algo grande». En ese momento creo que tengo una bomba en las manos, algo que va a provocar emoción. Este es el caso de El Pantano. En uno de los primeros ensayos me encontré profundamente conmovido y eso suele ser una buena señal. De todos modos, es un misterio y no hay ninguna fórmula para que algo toque o no. El teatro es un animal salvaje, que no se puede controlar. Escribir es un acto desinteresado, potente y crucial, como el amor. No hay ninguna especulación. Y si aparece, porque lógicamente sucede, intento no darle demasiada cabida.

 

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Fernando Ferrer. ©Alex Trejo

 

¿Qué recuerdas de tu etapa formativa en la Escuela Nacional de Arte Dramático de Buenos Aires?

Mucha alegría y gratitud a la institución y a mis primeros maestros. Las vueltas de la vida me han llevado a dirigir el último año de la carrera, y entonces trato de incentivar y acompañar como lo han hecho conmigo. Fue una etapa definitoria en mi vida, que todavía hoy me marca el camino. Una época muy convulsionada políticamente en Argentina, egresé en 2001 en el crack sociopolítico y económico más grave que recordamos. En esos años de disolución, la escuela pública fue un refugio y una trinchera formativa, en lo artístico y en lo político, si es que no son la misma cosa.

 

¿Quiénes fueron tus maestros y maestras y qué es lo principal que aprendiste de ellos/as?

Todo el staff de la Escuela Nacional fue muy importante. En una etapa más madura, Javier Daulte y Ricardo Monti. Ambos fueron definitorios a la hora de pasar manos a la obra. Enormes impulsores para que confíe y concrete obra. En la medida de mis posibilidades trato de agradecerles impulsando a los que hoy se forman conmigo.

 

Ya pudimos verte en Madrid hace algunas temporadas con tu exitoso montaje La fiesta del viejo. ¿Cómo fue esa experiencia?

Fue genial y un privilegio que ocurriera. Porque gracias a esa experiencia y a lo que desencadenó, conocí enormes artistas y productores que aun hoy me siguen guiando y apoyando. Fue precioso viajar con La Fiesta del viejo y participar de varios festivales en España y Polonia. Siempre estaré agradecido a esa experiencia que nació del teatro off en Buenos Aires y todavía hoy sigue haciendo temporada en el teatro oficial de la ciudad, o en el teatro Metropolitan, que es una de las salas más emblemáticas del teatro comercial. Siento un orgullo total y un profundo agradecimiento al equipo completo.

 

Ahora regresas con El Pantano. ¿Qué nos puedes decir de este nuevo trabajo?

Estoy encantado y agradecido a este grupo de enormes artistas, porque me permiten desembarcar nuevamente con obra propia en Madrid, pero esta vez, encarada 100 % desde España. Es un honor y un privilegio trabajar con Jorge Kent, Lara Ruiz, Micaela Breque y Pablo Lanzillotta. He obtenido enormes apoyos sin los cuales no hubiera sido posible nada: debo destacar a El Umbral de primavera, con mis dos ángeles de la guarda, Viviana Doynel e Israel Giraldo. También debo dar un gracias enorme a Menchu Pastor, que sin su apoyo nada hubiera sido realizable.

 

Si en La fiesta del viejo era El Rey Lear, ahora es Hamlet. ¿Qué papel juega Shakespeare en tu vida?

Juega un papel fundamental, es la base y el fondo de todo. Creo que Shakespeare nos inventa como seres humanos y está más vivo que nosotros. De él seguiremos hablando por siglos como lo hemos hecho hasta hoy, y nosotros en unos decenios de casualidad estaremos en la memoria de alguien. En lo genial de su obra encontramos modos de transitar, dinamizar, vivir, dinamitar y comprender, lo absurdo de la existencia. Conozco un poquito más de la dimensión del alma humana con este poeta.

 

¿Cómo se aborda le reescritura de un clásico? Y de uno los más grandes de las Historia, nada más y nada menos.

No me gusta la idea de reescribir porque lo escrito por él es inmejorable. Pienso en que hago obras ‘a partir de’… y lo intento con humildad y desparpajo. Es un acto de impunidad, irresponsabilidad y juego. Con alma de niño y sin pensar demasiado en términos solemnes, de lo contrario a mí se me haría imposible escribir una sola letra. Es tomar algo del poeta y hacer otra cosa. Es trabajar al lado de un enorme maestro que nos sigue hablando y ayudando. Es seguirlo, traicionarlo y amarlo. Creo que Shakespeare es tremendamente divertido, pícaro y astuto. Para mí, tenerle respeto es faltárselo del modo más profundo.

 

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Foto de El Pantano. ©James Rhodes

 

Ya escribiste una obra llamada La Payanca también basada en Hamlet. ¿El Pantano bebe de ella? ¿Has cambiado muchas cosas?

El Pantano bebe de ella y es otra cosa. El cambio se nutre fundamentalmente de ciertas cuestiones de la realidad que percibo aquí. Me interesa muchísimo la idea de los jóvenes de los pueblos que se van a la gran ciudad. La España vaciada. ¿Cómo se vuelve al pueblo y con qué fantasmas uno se encuentra en ese viaje? También me llama la atención la mixtura cultural y ciertas familias en donde uno de los miembros es de aquí y la otra persona, de Latinoamérica. Me interesa la política, y abordar cierto prejuicio con lo latinoamericano y lo español.

 

En El Rey Lear viniste con tu elenco argentino, ahora has contado con un reparto multicultural pero que trabajan de forma habitual en España. ¿Cómo ha sido el proceso de selección de los intérpretes? ¿Los conocías de antes?

Tuve mucha suerte con ellos. Son animales escénicos muy distintos y preciosos. Sobre todo, trabajadores incansables. El proyecto nace conversando con Micaela Breque, una amiga con quien hace años hablamos de hacer algo juntos, y de alguna manera desde ese encuentro se forja la columna vertebral del proyecto haciendo que su presencia y su interlocución, sea fundamental. Por medio de ella di con la joya de Pablo Lanzillotta y me encontré con un actor bestial. A Lara Ruiz la conocí por medio de Timbre 4 con quienes compartimos amigos y colegas, y qué decirles… Ya la verán. Una actriz incansable y de una potencia inusitada. Yo estoy deleitándome en cada pase. A Jorge Kent lo vi en el CDN y le escribí sin intermediarios. Afortunadamente se interesó en la propuesta. Es un fuera de serie realmente, lo miro mientras lo dirijo y siento que es él quien me está apretando el corazón… Debo decir que este elenco es un lujo lleno de potencia y sutileza, creo realmente que no deberían dejar de verlos actuar. Y encima de todo son amigos nuevos en Madrid. ¿Qué más puedo pedir?

 

¿Cómo ha sido el trabajo con ellos? ¿Qué directrices les has dado para acercarse a este universo de Hamlet?

Me gusta pensar que es una obra de actuaciones y que en gran parte depende de lo que hagamos en ese terreno. Entonces intento que tengan cierta dimensión de lo trágico y mágico que trae la obra, pero desde lo profundamente humano de cada interprete. Es una obra que ocurre hoy, en un pueblo de España. Me gusta moldear lo atemporal y misterioso, enorme y tremendo de la tragedia de Shakespeare, en clave cotidiana. Los invité a entrar en ese camino, y utilicé como referencia, mi trabajo anterior en otros clásicos. Lo captaron y encarnaron de un modo delicioso.

 

¿Qué opinión te merece el trabajo que realizan salas como El Umbral de Primavera? Una sala independiente que trae a nuestra ciudad lo mejor del teatro de Argentina, Chile, Uruguay…

Lo que tengo hacia ellas es una profunda admiración. El Umbral de Primavera es fundamental. Es mi Terminal 0 del Aeropuerto y una especie de embajada plurinacional bastarda y mestiza. Es puente y continente. Es mi casa lejos de casa y es casa de amigos a quienes quiero y admiro.

Está sucediendo un fenómeno muy fuerte de migraciones y de cruces, que está generando poéticas diversas y ricas, y El Umbral es una referencia clara ayudando a propiciar estos cruces, conteniéndolos y dándoles espacio para que den fruto concreto en el plano escénico. Es faro en cuanto a formación, investigación y producción. Estoy profundamente agradecido a Viviana López Doynel y a Israel Giraldo (los impulsores del espacio) que se desloman trabajando día a día, y lo hacen siempre con un amor y un cariño, que me conmueve. En esa callecita de Lavapiés hay un tesoro y nos está esperando.

 

¿Qué diferencias encuentras entre la escena teatral de Buenos Aires y la de Madrid?

Debo ver y empaparme más, pero vi joyas escénicas y magníficos artistas en España. Hay un reencuadre del teatro off aquí, que me parece muy saludable. El off en Argentina no es un teatro menor en donde todos están esperando llegar al comercial. Son dos muy ricos ambientes y sectores dinámicos. Creo que aquí está brotando una idea similar. El off es un lugar en si mismo, armando poéticas. Y se empieza a ver en el off una posibilidad muy fértil de creación, en donde actores muy prestigiosos se meten con todo a trabajar en condiciones más bien complejas.

 

Esta pasión que sientes por la profesión te ha llevado también a ser docente. ¿Qué es lo fundamental que intentas transmitir a tus alumnas y alumnos?

Me resulta necesario dar un poco de lo que he recibido en abundancia y muy generosamente por parte de mis maestras y maestros. Haciendo eje en cuestiones técnicas y del orden de la práctica artística, en el acompañamiento y el apoyo a la hora de materializar lo que cada uno necesite expresar. Amo ese trabajo y trato de hacerlo con toda el alma con quien me confía su formación en la interpretación y/o en la dramaturgia.

 

Uno de los cursos que impartes se llama De la imagen a la propia obra. ¿Cómo es la metodología de trabajo, parten todos los alumnos de una misma imagen o jugáis con las propias imágenes de cada uno de ellos?

Los talleres que doy son eminentemente prácticos. Cada participante parte de una imagen interna propia, y de esa semilla vamos desarrollando la obra. Cada proceso de trabajo es muy personal y mi deseo es acompañar para que eso que está dentro, y que se manifiesta en términos de imagen, poco a poco vaya convirtiéndose en una estructura poética más compleja, llamada obra.

 

¿Tu labor como docente es ayudarles a canalizar todas sus protoideas en algo con forma definida o también tienes que enseñarles a descartar ideas porque crees que por ahí no van a llegar a ningún lugar?

En una primera etapa no descartamos nada y me concentro en ayudar a que cada quien se conecte con su imaginario dejando que brote todo lo que deba brotar. Luego, con el paso del tiempo y conforme avanza el trabajo, vamos entendiendo qué cosas son parte de la obra, y qué cosas son parte del andamiaje que tuvimos que inventar para construir la obra. Finalmente, muy avanzado el proceso de creación, suele ser bastante simple ver y diferenciar la naturaleza de lo que va surgiendo, y ahí si empieza un delicado trabajo de elección y quizás de descarte, entendiéndolo como muy relativo, ya que lo ‘descartado’ estará en la obra de algún otro modo.

Es un asunto de momentos y ansiedades. Si quitamos algo apenas aparece porque no lo entendemos o no nos gusta, quizás nos perdamos la posibilidad de un avance futuro que se está fundando en esa dificultad aparente. A veces eso que no comprendemos es semilla para lo nuevo. Escribir es más descubrir que inventar, sobre todo al inicio, es importante no tirar nada porque todavía no sabemos en qué nos estamos embarcando.

A veces siento que es un trabajo de arqueología en donde uno va con un pincelito descubriendo qué hay allí debajo. Requiere paciencia y darle al pincelito. Si descartamos antes de tiempo pensando que es un hueso conocido o sin valor, podríamos estar perdiendo una civilización nueva que está más en lo profundo de ese primer hallazgo.

 

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Foto de El Pantano. ©James Rhodes

 

También tienes un podcast llamado Testigo de la creación en el que conversas con compañeros y compañeras de profesión. ¿Qué te llevó a crearlo y qué buscas con esas conversaciones?

Este podcast es un lujo que me doy. Nace en medio de la pandemia como espacio de encuentro y reflexión. Con una curiosidad muy genuina acerca de cómo cada quien cocina su plato creativo. Esa inquietud es herencia de mi maestro Ricardo Monti, quien fue un apasionando por el misterio de la creación. Me encanta indagar en colegas que quiero y admiro, acerca de cómo crean. El podcast impulsa y acompaña a quien este en el proceso de escritura. Así que es una satisfacción múltiple. Me gusta el intercambio y ayuda a otros.

 

¿Cómo es ese diálogo entre Fernando Ferrer director y Fernando Ferrer dramaturgo? ¿Eres muy estricto contigo mismo y con lo que has escrito cuando diriges?

Menos dividido de lo que parece y a la vez muy claro en la diferenciación. Digamos que ambos se llevan muy bien. No se respetan demasiado, se necesitan y tratan de divertirse mucho. Ver en escena lo que escribiste en tu estudio, es la máxima felicidad.

 

¿Cuál de las dos disciplinas te otorga más libertad o mayor satisfacción?

Ambas, por diferentes cuestiones, son muy libres y tienen sus compromisos y vericuetos. Disfruto mucho el momento y las posibilidades de cada una. Imagínate que por las mañanas puedes volar y por las noches te haces invisible. Dirigir y escribir, son disciplinas muy distintas, y poder transitar las dos, es un privilegio.

 

¿Hay alguna imagen que no hayas visualizado aún pero sobre la que estés deseando escribir?

Tengo algunas imágenes que me persiguen de modo recurrente, pero no sé qué son ni que se traen. Al inicio de un proceso de trabajo, no tengo la menor idea de que se trata el asunto. De todos modos, confío. Como si algo las estuviera escribiendo más allá de mi participación o control consciente. Es como estar embarcado pescando. Uno tiene fe de que en el agua haya peces. Lo único que queda es tirar la caña a ver que sale. En las profundidades hay gente y situaciones pugnando por salir. Las estoy esperando en un feliz y esperanzado desconcierto.

 

¿Qué personaje de Shakespeare te hubiera gustado ser?

Sin lugar a dudas Puck.

 

¿Es el profundo amor por lo que haces lo que te ha traído hasta aquí?

El profundo amor recibido en la vida y la tarea. El profundo amor que siento en una sala con quienes quiero, creando nuevas travesuras. Es uno de los lugares más amorosos, y bien sabemos que, en el amor, la muerte no existe.

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí

 

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