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Bàrbara Mestanza, el teatro como revulsivo

“Es vital que la manera de contar las historias no sea complaciente, que sea honesta”

 

Bàrbara Mestanza es una creadora que tiene muy claro que las historias que pone sobre el escenario tienen que nacer de las entrañas, y así ser lanzadas al público. No le importa exponerse si eso ayuda a generar conciencia en el espectador, lo deja muy claro, tanto en esta entrevista como en las dos piezas que ahora podemos ver en Madrid: Sucia, en el Teatro de La Abadía del 6 al 30 de mayo, y La mujer más fea del mundo, que regresa a la cartelera madrileña desde Naves del Español, del 11 al 16 de mayo.

 

La urgencia y la necesidad de generar conciencia

 

Por José Antonio Alba

 

Sucia nace a partir de una agresión sexual que sufriste en las calles de Madrid, es una reflexión ante tu “no reacción” y los comentarios de tu entorno. ¿De qué manera, y por qué, has querido trasladar eso al escenario?

Me ocurrió hace cinco años, y durante dos años y medio me quedé en un estado de absoluta negación. No hablé de este tema y cuando lo hablé, me decían que por qué no había hecho nada. Yo misma no entendía por qué no había hecho nada. No es, hasta que ha pasado un tiempo, que decido buscar e investigar la respuesta a esa pregunta, a porqué no hice nada, para responderme a mí y responder al mundo. Y de alguna manera, Sucia es la respuesta a esa pregunta.

Un día estaba en la consulta de un homeópata y, de repente, hablando de mis heridas y el trauma, me preguntó si sabía cómo se hace una perla, me contó que las ostras, en lugar de hacer como el resto de animales, que cicatrizamos las heridas, ellas generan unos jugos que, cuando se solidifican, convierten la herida en eso tan valioso y precioso que es la perla. Y me dijo: «¿por qué no haces una perla de todo esto?». Para mí, Sucia, es esa perla; es intentar generar algo bueno y útil de algo tan doloroso que pueda servir a los demás.

Sucia es el trayecto desde que me ocurre esto hasta el día de hoy. De alguna manera, ejemplificamos y mostramos qué es lo que pasa realmente en un cuerpo cuando pasas por todo esto, cuáles son las fases, todos esos recovecos dentro del mundo del abuso que nadie nos explica; todas las cosas que pasan entremedias que a mí me hubiera gustado saber y no tuve, brinda luz a esto, da información.

 

 

También es una forma de mostrárselo a quienes no lo han sufrido, ¿no?

Si, porque tú te puedes imaginar que un abuso es doloroso. Todo el mundo sabe que el abuso es malo, la violación o la agresión es mala, incluso los abusos de poder, pero al poner foco y aumentar lo que ocurre en ese cuerpo agredido, generamos conciencia. Sucia además es un proceso de investigación que todavía está abierto, en el que nos hemos sentado a hablar con expertas sobre el tema, víctimas, agresores… nos hemos sentado con un montón de gente para reflexionar sobre el tema y no quedarnos solo en la historia de una persona, si no también brindar datos, brindar realidades, y brindar un retrato de cómo es la España de 2021, qué piensa sobre eso y cómo lo gestiona.

 

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Bàrbara Mestanza y Nacho Aldeguer en una escena de ‘Sucia’

 

¿También habéis encontrado agresores que se han prestado a hablar?

Para responder a esta pregunta, tendría que hacer otra: ¿Cuántas veces alguien ha agredido sin darse cuenta de que lo estaba haciendo? Porque no solo hablamos de un abuso como una violación, que es algo muy grave, hay una escala de grises infinita en el mundo de los abusos y Sucia pone el foco en eso. También en todas esas veces que, como hombre, has podido abusar de una mujer sin darte cuenta de que eso era abuso, simplemente porque en ese momento no tenías conciencia de ello. Entonces, sí, hemos hablado con hombres que admiten haber abusado de mujeres. Lo que nosotros queremos hacer es visibilizar el abuso. Ojalá hubiera un #metoo al revés, de hombres que admiten que han abusado de alguna forma, para darnos cuenta que el abuso está más cerca de lo que pensamos y que, a veces, aunque yo no he violado a nadie, igual he estado follando con una mujer, he notado como ese cuerpo se cerraba y aun así he seguido insistiendo. Igual en una fiesta, después de que me han rechazado, me han hecho la cobra una vez, he insistido dos veces más, incluso sabiendo que esa persona tenía pareja, o no tenía ningún interés por mí, con la excusa de que estoy borracho, me he abalanzado encima de ella y la he magreado, le he tocado el culo en plan broma y a esa persona no le apetecía. Hay microabusos en una gradación de grises infinita.

 

¿Cómo se trabaja algo que te afecta tan personalmente?

Hay momentos en los que es duro, pero a mí me hubiera gustado que me hubieran contado eso, y si hay alguien que se tiene que exponer para que eso pase, para dar respuestas, para ayudar, y tengo que ser yo, pues lo haré. La urgencia y la necesidad de generar conciencia es tan grande, me puede tanto, que pongo en segundo término el hecho de tener que exponerme yo.

 

Sobre la escena, ¿qué vamos a ver? Porque la propuesta inicial, la que se iba a ver en el festival Temporada Alta, proponía una parte presencial y otra virtual, en la que debías entrar en una página de contenido pornográfico para completar la historia. 

Es difícil explicarlo sin hacer spoiler. La obra ha cambiado, es presencial, es una pieza que se ve en el teatro. En el papel teníamos grandes ideas, pero cuando trabajas en ello y ves que el tema es tan profundo y tan extenso, te das cuenta que no hace falta tanto. Hemos intentado generar un experimento, en el cual quiero ver qué pasa si un hombre se pone en nuestra piel, lo que genera en él y si despierta empatía en los hombres que lo están viendo. En esta pieza veremos si funciona o no, o si realmente tenemos que pasar por eso para que la gente sienta empatía.

 

Sucia es tu primera colaboración con Bella Batalla, ¿cómo surgió este encuentro?

Está siendo súper intenso, no lo niego, pero a la vez me estoy sintiendo muy acogida por personas que hasta ahora no conocía y, sin embargo, me están haciendo de casa, de brazos, de sopita caliente y de manta. Es un gustazo tener personas que van con tanto cuidado y tanto respeto. Es muy difícil saber acompañar en una cosa así, por eso quiero remarcar que siendo una cosa en la que, ni ellos ni yo, teníamos experiencia, estamos encontrando la manera perfecta. O por lo menos, para mí en estos momentos, está siendo justa y perfecta. Estamos en un punto muy bonito y de cura.

 

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Bàrbara Mestanza en ‘Sucia’

 

Tu teatro habla directamente a la cara del espectador, tu energía no da tregua al público, tiene un rollo provocador que hace que abandonemos el rol pasivo. ¿Qué buscas con tus propuestas?

A mí me gusta poner en escena lo que a mí me gustaría, o me hubiera venido bien, ver. Antes de empezar cualquier proceso, me hago una serie de preguntas, una de ellas es a quién va dirigido esto y en qué contexto. Si tengo esa respuesta clara, encuentro el discurso, las palabras y la historia.

A mí lo que me gusta es dar visibilidad y poner luz en historias que encuentro necesarias por el momento en el que son contadas, pero es vital que la manera de ser contadas no sea complaciente, que no busquen ser contadas por encima, que sean honestas y apelen a la honestidad del otro. Para mí el teatro sirve para cambiar las cosas, quiero generar movimiento en quien está viendo eso, un movimiento que igual le lleva a odiar la pieza, puede ser, o a estar de acuerdo, encontrar algo en ella que no sabía o a edificar un pensamiento nuevo. De esa manera generaré un movimiento en esa persona que, a su vez, generará un movimiento que al final será social, o al menos modificará su entorno, y así, a modo efecto mariposa, espero poder generar algún tipo de movimiento en la ciudad, en el ecosistema en el que emito ese mensaje.

 

¿En el teatro encuentras esa libertad que el audiovisual no te da?

El teatro te da un componente de aquí y ahora, efímero, que sabes que es verdadero. Porque la persona que está diciendo eso que estás viendo hoy lo dice de una forma, pero mañana será diferente. No hay una copia. Para mí es un regalo cuando voy al teatro. Me enamoré del teatro por eso. Ahora, el mundo audiovisual tiene otras virtudes que es llegar más lejos, a nivel visual te deja poner foco en cosas que el teatro no te permite. Cualquier lenguaje tiene su interés, me gustan los dos. Obviamente, no trabajaré igual si trabajo una serie o trabajo teatro. Pero los motivos son los mismos.

 

Gracias a la gente de Kamikaze, cuando estaban en el Pavón, pudimos conocer más sobre tu trabajo, ahora dos de tus piezas van a poder verse en el mismo mes en Madrid: Sucia en La Abadía, de la que estábamos hablando, y La mujer más fea del mundo en Naves del Español. ¿Ha sido casualidad?

Casualidad total. No puedo estar más agradecida. La mujer más fea del mundo tenía que haberse estrenado hace un año, pero por la pandemia se estrena ahora. Nos ha pasado que estas dos piezas han ido siempre muy de la mano.

 

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Ana Rujas en ‘La mujer más fea del mundo’. Foto: Carlos Luque

 

Háblanos sobre esta otra pieza ideada junto a Ana Rujas.

Es una pieza que se estrenó por primera vez hará ahora tres años. Nace de un momento en el que, tanto Ana como yo, estábamos pasando por un momento de mierda. En mi caso comenzaba a caer en una depresión, en parte por el tema del abuso del que no hablaba en ese momento. Nos parecía muy interesante hablar de la fealdad humana, ese vacío que no sé si es inherente al ser humano o no, pero es un vacío que no se llena por mucho que compres, te arregles u operes, por mucho que hagas. Habla sobre el capitalismo y cómo impacta en el cuerpo femenino, es una historia fea contada de la manera más cruda posible, pero también debo decir que siempre el método para poder sobrellevar esto es el humor. Al final pueden abusar de ti y al día siguiente tomarte unas cañas y reírte porque tienes que sobrevivir y el humor para mí es el método de supervivencia, incluso es la forma que he utilizado para poner las heridas bajo la alfombra. A veces sirve para tapar y otras para sobrevivir, pero no podemos dejar el humor de lado.

 

De un tiempo a esta parte, en Madrid hay un interés creciente por el trabajo de los creadores y creadoras catalanes. ¿Eso lo percibís también vosotros?

Creo que eso tendría que ser lo normal. Entre Madrid y Barcelona tendríamos que tener una relación como de hermanos gemelos. Barcelona ha tenido una relación muy estrecha con otras ciudades europeas y creo que es lo que nos debemos estas dos ciudades. Yo sí que noto muy buena aceptación, estamos siendo muy bien recibidos. Al igual que en la Beckett y en el Lliure estamos recibiendo proyectos madrileños; y es que solo así podremos hacer evolucionar la cultura de este país. Ojalá dejáramos de ser tan centristas, tanto en Madrid como en Barcelona. En Cataluña se habla mucho de que toda la cultura ocurre en Barcelona y se está intentando que no sea así, por ejemplo, Temporada Alta, que se celebra en Girona, ha logrado que la gente se desplace. La gente no duda en coger el coche e ir. Ojalá pasara lo mismo a nivel estatal, que nos fuéramos a Galicia, Toledo, Cáceres, donde fuera, pero que tuviéramos un continuo. Somos el mismo país y ojalá respiráramos el mismo nivel de conciencia. La cultura genera conciencia, o al menos es la que hace que la conciencia y la sociedad avancen y dejen de estar encharcadas. Es obvio que el teatro de cada lado es diferente, el entorno y el contexto modifica al autor y a la pieza, pero es refrescante cuando llega algo de fuera. Me siento totalmente agradecida. Hace unos años me decían que era imposible estrenar en Madrid y ahora lo que me gustaría es arraigar mi teatro en Madrid porque el público es diferente y es súper grato ver cómo impacta en otros públicos.

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