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Aprendiendo a nadar con Angélica Briseño

“¿Qué creación no tiene algo personal puesto en juego?”

 

Angélica Briseño es, junto a su pareja Gabriel Molina -artística y personal-, la impulsora de La Usina, un reconocido espacio escénico con 15 años de trayectoria a sus espaldas. Con motivo de esta celebración nos presenta Waterclose, una interesante pieza escénica situada en un váter que surge para hablar del universo femenino.

Esta obra es una revisión de Woman Closed, un espectáculo que Angélica y Gabriel crearon hace 20 años y con el que cosecharon sus primeros éxitos en Madrid, la ciudad que ha acogido a ambos.

 

 

Waterclose, en La Usina

 

Por Sergio Díaz

 

¿Con Woman Closed empezó todo?

Podemos decir que sí, aunque diría que todo empezó un poco antes, cuando nos conocimos Gabriel (Molina) y yo en Madrid en el 2001. Él llegaba con su compañía Los Cafiolos, yo estaba en distintos proyectos y tenía un texto que quería poner en escena que era Woman Closed, un proyecto que terminamos estrenando en Madrid en 2003, y que sí es cierto que fue el comienzo de muchas otras cosas para mí y para Gabriel.

 

 

Y ahora, 20 años después llega Waterclose. ¿Es una continuación de Woman closed o una revisión de la misma?

Finalmente, no es ni una cosa, ni la otra, terminó siendo algo nuevo, en realidad a partir de la invitación del Festival Escenas Do Cambio de Santiago de Compostela para crear una versión 2.0 de Woman Closed, 20 años, dos hijos y un teatro después, surgió la necesidad de crear algo nuevo, algo que habla del agua, de abrir, de nadar, de desprenderse de cosas, títulos, anclajes… Parte de Woman Closed, pero llega a otro lugar, el texto es otro y la puesta en escena ha cambiado mucho, diría que ha estallado en el espacio.

 

¿Qué se van a encontrar los espectadores que vayan a ver la obra?

Creo que se van a encontrar con un espectáculo arriesgado, tanto a nivel visual como emocional, Waterclose surge de la necesidad de investigar un texto y un dispositivo escénico para hablar de lo femenino envuelto, maniatado, rotulado, anclado, un tema que nos moviliza, y que provoca imágenes en nosotros, que intentamos poner en escena.

Una mujer en crisis, encerrada en un baño que de pronto se transforma en un espacio desierto e inmenso de agua y váteres… Como un inmenso mar, como un espacio detenido en el tiempo… Una mujer que subida a un retrete intenta liberarse de las cosas que la oprimen, que la rotulan, que la ahogan, mujer, madre, puta, niña, novia, guapa, cerda, anclada, sumergida, y que decide aprender a nadar.

 

Parece un ejercicio catártico de autoficción. ¿Tiene algo de esto?

¿Qué creación no tiene algo personal puesto en juego? Creo que toda creación en el arte está vinculada con algo personal, con un deseo de contar, de decir, de abrir algo que puja dentro de nosotros, una necesidad de poner en juego, algo que nos moviliza, creo que una creación tiene que partir de algo orgánico para poder ser transmitido de una manera más directa…

 

¿Cómo habéis elaborado la puesta en escena? Por lo que he podido ver es una estética bastante cruda…

Waterclose expone las dudas y miedos descarnados de una mujer que se encuentra al borde de aprender a nadar o ahogarse en sus inseguridades, y para contar este imaginario, decidimos explorar un espacio industrial que dialogue con el texto y que también pudiera contener el despliegue físico del personaje. Esto nos llevó a diseñar un set de trabajo con un suelo de plástico y agua, como un mar, un desierto de agua en el cual se encuentran anclados tres váteres, como faros a los que sujetarse, de donde sale luz, objetos plataforma a los que el personaje se aferra, se monta, se eleva, se arma y se desarma en ellos, y donde el cuerpo, el agua y el texto, se articulan en la fragilidad del personaje.

 

Aprendiendo a nadar con Angélica Briseño en Madrid

 

¿Por qué la obra se sitúa en un váter? ¿Es para que las cosas negativas de las que te quieres deshacer se vayan por el desagüe? ¿Es porque es un lugar sumamente privado en el que cada persona puede ser realmente uno mismo?

Por ambas razones, porque es un lugar pequeño y reservado que se puede transformar en una inmensidad, el váter como un lugar de privacidad, de fragilidad, metáfora de una intimidad que nos permite desnudarnos, desprendernos de todo aquello que ya no queremos retener, contener, soportar… Es un lugar sin máscaras, un lugar donde puedes estar abierto, exponiéndote sin miedo, como dice el personaje, al final nacemos, cagamos y morimos solos.

 

El dónde se sitúa la obra al final es una enorme metáfora ya que es una obra que apela mucho a las emociones, ¿no?

Sin duda, en la metáfora del final y en el desarrollo del montaje, esta mujer transita por distintas y fuertes emociones, la idea de mujer embalaje, nos conectó con una serie de imágenes conflictivas y con una necesidad de trabajar en un montaje que no quede en un hecho descriptivo del tema, sino que genere una verdadera experiencia vivencial para el espectador.

 

¿Qué te ha supuesto representar esta versión 2.0 de Woman closed 20 años después? ¿Qué emociones te ha removido a ti?

Cuando escribí este texto hace 20 años yo no era madre, y ahora en esta revisión soy madre de dos hijos, he perdido también a mi madre y de alguna manera he retornado a mi infancia a través de la infancia de mis hijos, encontrándome con miedos, pero también con enormes ilusiones.

 

La obra la dirige Gabriel Molina, igual que entonces. Tras tanto tiempo trabajando codo con codo, ¿cómo sigue la relación entre ambos? ¿Cómo se alimenta día a día?

En realidad cuando estamos en el proceso de creación funcionamos de manera muy diferente que como pareja y como familia, nos respetamos muchísimo y creo que hay admiración entre los dos, hay mucho interés, nos da mucha curiosidad, generar cosas nuevas juntos, proponernos desafíos y eso funciona muy bien, jugar, investigar…
Por otro lado como pareja en estos 20 años han ocurrido cosas muy importantes, la más importante son nuestros dos hijos, claro, pero también ha sido la creación del teatro La Usina, que ahora cumple 15 años, y sentimos un gran orgullo por todo el trabajo que venimos realizando, porque cuando nosotros empezamos a trabajar en el 2001 no teníamos nada, no había más que nuestro deseo y nuestras ganas.

 

 

¿Con este montaje volvéis a recuperar el espíritu de Chien Lunatique…? si es que alguna vez se perdió…

Lo recuperamos en cuanto al riesgo del montaje, pero creo que está siempre en todo lo que hacemos.

 

Esta obra viene a celebrar los 15 años de trayectoria de La Usina como espacio escénico. Echando la vista atrás, ¿cómo ha sido este camino?

Ha sido un camino muy duro, de mucho trabajo, de sacrificios, de preocupaciones y de muchas alegrías, sobre todo el darnos cuenta, el despertar cada día con ganas y con deseos de seguir proyectando y haciendo lo que nos hace felices.

 

¿Estáis cumpliendo los objetivos marcados?

Después de 15 años hemos aprendido que los objetivos se van reformulando cada vez, que van cambiando, que nosotros vamos cambiando también, y lo que creo que es importante en esta vida y sobre todo en la vida de la creación, de las salas, de los artistas, de los directores, es aprender en los cambios, aprender a reformularnos, a repensarnos y hacer las cosas lo mejor que podamos.

 

Waterclose habla cambios, de dejar correr el agua limpia y fresca para que remueva todo. ¿Tiene alguna relación la creación de esta obra con vuestros 15 años? ¿Es como un punto de inflexión?

Más que un punto de inflexión, yo creo que es un camino a seguir, después de lo todo lo que vivimos con la pandemia, el abrir, el dejar correr el agua, el agua fresca, el agua limpia, es una imagen que nos moviliza y que nos parece que habla de abrir, de despertar nuevamente, de descubrir cosas. El agua siempre pasa, el agua es movimiento, puedes intentar retenerla, pero siempre pasa.

 

Y puestos a imaginar, ¿dentro de otros 15 años cómo queréis estar en La Usina?

Puestos a imaginar, dentro de 15 años nos gustaría estar con el mismo deseo de generar proyectos, de crear montajes, de preguntarnos cosas que tenemos ahora, con las mismas ganas, y con más posibilidades económicas para hacerlo, claro.

 

¿Qué huella escénica creéis que estáis dejando en una ciudad como Madrid?

Creemos que La Usina transmite la imagen de un espacio muy cuidado, cercano, personal, que posibilita la investigación y que se abre a la creación, y eso es un aporte valioso que enriquece a cualquier ciudad, y también a Madrid que desde hace ya 20 años es nuestra ciudad.

 

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¿Cómo ves tú la escena teatral independiente madrileña?

En general vemos que la escena teatral independiente madrileña está en una constante búsqueda, en algunos momentos esa búsqueda se vuelve novedosa, innovadora, en otros momentos es una búsqueda de subsistencia, pero hay un deseo de producir teatro alternativo, independiente, que sigue vivo, y lo vemos en la creación de nuevos espacios, que nos acompañan a los que venimos desde hace tiempo, y de nuevos grupos emergentes que generan una energía muy positiva.

 

Eres mexicana de nacimiento y ¿madrileña de adopción? ¿Se puede decir que has encontrado tu lugar en esta ciudad?

Se puede decir, mi lugar en el mundo está donde está la gente que amo, así que yo creo que donde está mi familia, es donde me siento en casa, hay una frase que dice, dónde está mi corazón, ahí está mi hogar, y eso es lo que yo pienso.

 

¿Cómo has cambiado/crecido como creadora en estos 20 años?

Creo que lo más importante que me ha ido pasando a través del tiempo es aprender a disfrutar y a darle la justa importancia a las cosas, en cuanto a lo creativo yo vengo de una educación artística de mucha exigencia, de trabajo, de constancia, de nunca es suficiente, del trabajo y el trabajo y el trabajo, y a través del tiempo y en este momento, lo más importante es estar, disfrutar, jugar, jugarte en el juego y dar.

 

¿Angélica Briseño ya sabe nadar en aguas abiertas?

Estoy en ello.

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí

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