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Alessia Cartoni y la identidad femenina

“A través del texto he querido ahondar en el proceso corporal del deseo materno, en el dolor y la rabia de no conseguir una gestación y también el alivio de no ser madre”

 

 

Hay personas que parecen que han vivido varias vidas en una sola. Alessia Cartoni es una de ellas. Y es más joven que yo… lo cual me da mucho que pensar. Es actriz, directora, dramaturga, además de ser licenciada en Antropología y Historia del Arte. Es terapeuta gestaltista y es parte de la compañía La Rueda Teatro Social y del colectivo BisturíEnMano como co-creadora y actriz en diversos proyectos. Colabora habitualmente en proyectos de cooperación internacional con víctimas y victimarios de violación, tortura y conflictos bélicos en Sudán, Guatemala, EEUU, China, Irlanda del Norte, Colombia, y otros países. Imparte clases de Historia del Arte y de interpretación en el Estudio Corazza, investiga sobre ecología y democracia participativa… y hace muchas cosas más que no pongo aquí. Es fascinante todo lo que ha hecho, la verdad.

Alessia Cartoni es la dramaturga y directora de SERNOSER, una interesante propuesta teatral que habla sobre la maternidad y que iba a estar programada en Nave 73 allá por el mes de marzo. Como se tuvieron que detener las representaciones por el COVID-19, ahora regresa a la cartelera. Es una pieza basada en el poema Tres mujeres de Sylvia Plath, que está protagonizada por Lola Tinés, Flor Maldjian y Elena Mohedano. Recuperamos la conversación que tuvimos con ella en su momento.

 

Alessia Cartoni dirige SERNOSER en Nave 73

 

Por Sergio Díaz

Foto portada: Mario Martín

 

¿Cómo surge este proyecto de crear SERNOSER? ¿Y por qué habéis elegido ese nombre para la obra?

SERNOSER es un proyecto teatral que nace del encuentro, primero, de la actriz Lola Tinés con Flor Maldjian y Elena Mohedano en 2018. Por aquél entonces Lola quería hacer una creación grupal en femenino en torno a la maternidad. Las tres actrices me llamaron para dirigir el barco el 31 de diciembre de 2018, en plena escritura de mis propósitos de año nuevo (sí, incluían dirigir). Y así fue como nos reunimos cuatro creadoras en la treintena con muchas ganas de investigar sobre una pregunta clave de nuestro momento vital (¿define la maternidad nuestra identidad como mujeres?) y de explorarla desde nuestros propios recursos y creatividad. Tras un primer momento en que íbamos a investigar los arquetipos de madres en Shakespeare, la cosa derivó hacia otros lugares. Investigamos en nuestras biografías, empezamos el proceso de investigación, y al hilo de éste, fuimos apostando por arquetipos en la literatura contemporánea y fui creando un inicio de dramaturgia con lo que iba pasando en los ensayos. Ahí fue cuando se me hizo más presente aún mi obsesión adolescente con el texto de Sylvia Plath, Tres mujeres; un texto poético y desgarrador que siempre me ha parecido tan brillante como difícil de representar, pero que desde la juventud me he imaginado poniendo en escena, primero como actriz y más tarde como directora. Un sueño. Un propósito de año nuevo.

Propuse a las actrices-creadoras la posibilidad de partir de este texto tan bello como columna vertebral, investigando los arquetipos de madre que desea serlo, mujer que no lo desea y mujer que lo intenta sin lograrlo, y ellas accedieron y se enamoraron del texto. Poco a poco se me hizo presente la necesidad de ampliar las voces a una diversidad más rica, más actual, y debido a mi experiencia con el teatro documento y el teatro social les propuse ampliar la investigación a un universo de mujeres reales con voces distintas a partir de la cual creé una dramaturgia propia. De ahí fuimos entrelazando una investigación más amplia en nuestras vivencias, las de nuestras madres y abuelas, con las historias de vida de más de 20 mujeres a las que hemos entrevistado acerca de su posicionamiento ante la maternidad. Una vez vislumbrada la forma que la pieza final podría tener, decidimos seguir usando la pregunta tan shakespeariana de ¿ser, o no ser? por lo que hay de universal en ella, y porque entendemos que -planteada a una cierta edad entre la población femenina- alude al eterno cuestionamiento de ser o no ser madres. Como si la identidad y tu lugar en el mundo, a partir de un cierto momento, se definiera por cómo contesta cada mujer a esa pregunta.

 

La obra está basada en el poema Tres mujeres, de Sylvia Plath. ¿Cuánto hay tuyo en la obra? Has querido utilizar el poema para ahondar… ¿en qué temas?

Como te contaba antes, digamos que para mí la poesía de Sylvia Plath, junto a la de Alejandra Pizarnik y la prosa de Virginia Woolf es probablemente lo que más me haya impactado a nivel artístico y visceral, y por ende me ha formado, en mi primera juventud. Para mí es poesía iniciática. Cuando empezaba a formarme como actriz tenía 15 años, y un día descubrí que mi diva Sylvia había escrito en un momento desgarrador de su vida, un poema a tres voces que… ¡sonaba a teatro! En mi escuela nos pedían constantemente que encontrásemos parlamentos femeninos para ejercicios de clase, y yo, obsesionada por encontrar voces de mujeres en el teatro, lo leí y releí hasta que, con los años, pude entenderlo. Tardé mucho tiempo, pero digamos que ha estado en mi mesilla de noche los últimos 20 años.

Hay mucho de mí en esta elección; hay una búsqueda personal y artística de mi propia voz en escena, hay un deseo de maternidad encubierto por muchas excusas y un intento grande autoconvencerme de que no quería, hay un aborto, y hay sobre todo, las ganas de montar algo íntimo e intrínseco al cuerpo femenino que me atravesara a mí también.

A través del texto he querido ahondar en el proceso corporal del deseo materno, en el dolor y la rabia de no conseguir una gestación y también el alivio de no ser madre, en la brutal medicalización y patologización de procesos naturales como son el parto y el puerperio, en la violencia obstétrica de nuestros hospitales, en la pérdida de la red femenina de cuidados y saberes que actualmente vivimos, la ausencia de tribu y red de cuidados, en la invisibilización de los mismos a nivel económico, en la magia y la mística del parir y el maternar (lleguen como lleguen lxs hijxs), en la individualización radical del proceso de ser madre-padre en nuestra realidad capitalista, y en definitiva en todas las opciones que nosotras como mujeres tenemos a la hora de plantearnos si ser o no ser. Me parece que es un texto lo suficientemente potente para ahondar en muchos temas, ¡estos son solo algunos!

 

¿Cómo has abordado la puesta en escena?

He apostado por una propuesta desnuda donde lo poético se desarrolla en una isla central que evoca los paritorios de un hospital, alrededor de la cual se desarrolla la parte documental, que son voces comunes, reales, performadas de manera naturalista y mediante la técnica del teatro verbatim. He elegido trabajar desde un juego de opuestos que se va transformando en multiplicidad. Veo la puesta en escena como un mapa-mosaico de voces que se interrumpen, que se contradicen, que se apoyan y que forman el mapa de cuestionamientos que las mujeres nos hacemos acerca de la maternidad. Faltan voces, de hecho podrían y deberían ser millones, tantas como mujeres hay en el mundo. Lo que me ha interesado es no quedarnos en los arquetipos, sino ampliarlos y humanizarlos mediante mujeres reales. Me interesa mucho, y estoy descubriendo que ha sido un hallazgo, la contraposición de la poesía con el verbatim, creo que le da ritmo y sugiere nuevas posibilidades. Me ha importado mucho la oposición entre una isla de voces donde la poesía y las imágenes de Plath se hacen cuerpo, versus un espacio perimetral donde lo que se dice es lo que construye al personaje, puesto que el verbatim es la construcción de un personaje desde la escucha de su voz y narración. Me gusta contraponer dos formas tan distintas de narrarse y cuestionarse. Plásticamente el diseño de iluminación de Rocío Sánchez y la delimitación espacial mediante el pavimento, los elementos hospitalarios y los tonos fríos y cálidos de la escenografía y vestuario de Anna Domingo son fundamentales para contar y enmarcar esta desnudez.

 

 

 

¿Escogiste a Sylvia Plath para hablar de la maternidad o escogiste esta obra para hablar de Sylvia Plath?

La escogí para hablar de maternidades.

 

Te digo esto porque no es una autora excesivamente nombrada por aquí y algunas de sus obras quizás merecerían mucho más reconocimiento del que tienen…

Lo sé, de hecho me han dado muchísimas ganas de ponerme a trabajar y crear sobre sobre su vida profesional y personal, especialmente tras no encontrar ningún biopic cinematográfico que le haga justicia más allá de contarla como una mujer sufrida por asuntos maritales. Pero en este caso los tiros iban por otro lado. La Campana de Cristal, Ariel, sus diarios y poemarios deberían ser lectura recetada en todos los institutos, especialmente para las personas que se identifiquen como mujeres. Son directos, accesibles y nos hacen ver la opresión desde un lugar reconocible sin por ello perder belleza y espiritualidad.

 

Ella llegó a escribir: «Mi gran tragedia es haber nacido mujer». ¿Quizá porque fue una mujer adelantada a su tiempo y sentía que la sociedad en la que vivía era una cárcel para ella?

Digamos que ella fue siempre muy consciente de su privilegio de mujer blanca, de clase media acomodada y con acceso a la educación, pero a la vez fueron muy claras en su vida las contradicciones entre la indomabilidad de su espíritu deportista -un espíritu mas allá del género, culto, curioso e investigador- y la realidad de constricciones bienpensantes en la que le tocó vivir, empezando muy cerca por la relación que vio entre su padre y madre, de sumisión y abnegación.

Además eligió como compañero de vida a su admirado poeta Ted Hughes, un hombre talentoso e inspirado en lo profesional con el cual, lejos de inspirarse mutuamente y crecer a la par, terminó siguiendo, cuidando y desempeñando un rol de madre y mujer sumisa que ella misma no eligió y del que terminó cargando el peso. Terminaron por caer en una dinámica de pareja abrasiva y angustiosa que la llevó a imponerse a sí misma un trágico y literario final a sus 30 años, con dos hijos a su espalda. Ella fue siempre, con su brillante mente, muy consciente de su jaula y de su tragedia, en la que se fue metiendo más y más. Se ha sabido y publicado mucho más de Sylvia post mortem que en vida. Tenemos la suerte de que ella escribiera toda su vida en unos fabulosos diarios (aunque su marido se quedara con los derechos y se deshiciera de los años más turbulentos como pareja, para supuestamente proteger a sus hijos del dolor y liberarse de la carga de la infidelidad); hoy podemos ahondar en lo adelantada que fue para su edad y para su época.

 

Hay muchos tipos de maternidades, tantos como cada mujer hay el mundo. ¿Embarazo va indefectiblemente unido a maternidad?

El embarazo es un proceso físico, hormonal y emocional que no siempre conlleva maternar o convertirse en madre. Se puede ser madres sin pasar éste proceso biológico al igual que se puede pasar por un embarazo y un parto sin convertirse por ello en madre. Creo en la maternidad como deseo, y del deseo nace la madre. Y también creo, por lo que he escuchado, que una nueva mujer nace cuando materna, cuando pare, cuando recibe al hijo deseado. Ahora mismo tenemos todas muy presente el tema de la gestación subrogada, que nos demuestra que incluso un proceso íntimo, fisiológico, hormonal y emocional como éste puede ser monetizado y mercantilizado en pos del deseo y el poder económico de otros, con todas las implicaciones morales, de rango, socioculturales y económicas que esto nos está haciendo ver.

 

¿Es la maternidad un arma de presión más que la sociedad utiliza sobre las mujeres?

Por supuesto que sí, es una presión, un ideal, un estatus a alcanzar, un introyecto social y una obligación moral que, una vez alcanzada pasa a otro estadio que es, en mi opinión, el abandono de los cuidados por parte del sistema económico capitalista, el olvido y la invisibilización laboral de las que son madres, y por otro lado el poner en constante y tela de juicio a las mujeres que deciden no serlo.

 

Alessia Cartoni y la identidad femenina en Madrid

 


Pero en esta obra, además de la maternidad, es también como una disección del alma ¿femenina, masculina, universal…?

En SERNOSER tratamos de, a través de esta pregunta -central o periférica en la vida de cada mujer-, ampliar el marco de la identidad femenina y ver si realmente este cuestionamiento está en el centro de ella, o si es que depende de la persona y las circunstancias. Y por otro lado, la pregunta sobre la maternidad no deja de ser una pregunta humana y universal que no solo nos concierne a las mujeres, y es la de “¿Estamos listos, o siquiera interesadxs, en cuidar de nuestra descendencia más allá de la familia nuclear, como sociedad, como tribu, como familia humana? ¿Estamos dispuestxs a ceder algo de los privilegios del adultocentrismo de nuestras sociedades ‘desarrolladas’ y crear espacios comunitarios vivibles para todas las edades?”. Y eso, la crianza respetuosa, es de todos y todas, y es ahí donde insisto en el tema de volver a visibilizar a nivel económico y social la red de cuidados y de trabajo invisible que se toma criar a un hijx. No sólo criamos las mujeres. Hay que pensar en familia en un sentido más amplio, comunitario e intergeneracional.

 

Son tres mujeres las que hablan, tres mujeres que reaccionan de forma distinta a una circunstancia similar. ¿Pero al final es una sola voz, la de Sylvia Plath?

El poema de Sylvia Plath del que parte nuestra pieza es una mirada a las tres voces o miradas a la maternidad que en ella existieron y por momentos coexistieron a lo largo de su corta biografía. La voz poética es la de Sylvia, fragmentada en tres arquetipos que ella conocía bien, y a la que nosotras hemos añadido otras 16 voces muy distintas que las complementan y -creemos- actualizan.

 

Has viajado mucho, por distintos países y veo que te interesan muchas cosas, pero el tema de la mujer y la infancia son recurrentes en tus proyectos vitales. ¿También en lo escénico son los temas que más te interesan?

Escénicamente me interesa lo que me interesa también afuera, y esto es La Vida en mayúsculas; el tema de la naturaleza y el colapso medioambiental, las violencias sobre las personas, la privación de libertad, la lucha por los derechos humanos.

 

Sigue siendo muy necesario hablar de empoderamiento femenino ¿no?, a pesar de que haya quién ya esté cansado de esta ‘moda feminista’.

Yo creo que quizás no se trata tanto de hablar del ‘empoderamiento femenino’ en sí sino de coger nuestro poder, que está ahí, y de realizar, publicar, dirigir, actuar, escribir, producir, crear, hablar y hacer desde nuestro propio poder y sitio.

 

Quizá toda ese gente que tanto critica el feminismo desde el parlamento, los medios, las RRSS y demás podrían darse una vuelta por países como Sudán, por poner un ejemplo de un lugar que conoces bien…

¡Por supuesto! sería maravilloso prescribir unos cuantos viajes obligatorios a lo largo de nuestras vidas primermundistas que fuesen a los países donde los derechos humanos y de las mujeres se vulneran cada día, países en guerra o postconflicto como Sudán, Guatemala, Colombia o Irlanda del Norte, que son los lugares donde desde luego yo personalmente he podido aprender más. Incluso teniendo una ideología abierta o de izquierdas, ahí realmente es cuando te tiemblan los cimientos de lo que creías saber y conocer, y te toca rehumanizarte.

 

Últimamente escucho mucha beligerancia antifeminista en voces femeninas, precisamente, y me resulta altamente chocante. ¿Hace falta más sororidad?

Hace falta recordar el papel histórico de la sororidad y estudiar el origen antropológico del patriarcado, una palabra muy en boga de la que se desconoce popularmente la raíz, pero no creo que se deba forzar a nadie a una incondicionalidad no fundada. Personalmente creo que las redes de sororidad existen hace miles de años y han sostenido la vida y los cuidados.

 

¿Nos puedes hablar de Teatro del Oprimido?

El Teatro del Oprimido es una formulación teórica y un método estético, basado en diferentes formas de arte y no solamente en el teatro. Reúne un conjunto de ejercicios, juegos y técnicas teatrales que pretenden la desmecanización física e intelectual de sus practicantes y la democratización del teatro. Tiene por objetivo utilizar el teatro y las técnicas dramáticas como un instrumento eficaz para la comprensión y la búsqueda de alternativas a problemas sociales e interpersonales.

Fue creado por Augusto Boal (Río de Janeiro, 1931-2009) quien desarrolló la teoría, la estética y la técnica del Teatro del Oprimido durante su exilio político entre los años 1971 y 1986 en Argentina y Perú principalmente hasta su muerte en 2009, “para otorgar la palabra a las clases oprimidas y a todos aquellos quienes son oprimidos en el interior de éstas”

Se trata de estimular a los participantes no-actores a expresar sus vivencias de situaciones cotidianas de opresión a través del teatro. Desde sus implicaciones pedagógicas, sociales, culturales, políticas y terapéuticas se propone transformar al espectador -ser pasivo- en espect-actor, protagonista de la acción dramática -sujeto creador-, estimulándolo a reflexionar sobre su pasado, modificar la realidad en el presente y ensayar alternativas para su futuro. (Boal, 1980).

Hoy en día el Teatro del Oprimido o Teatro de las Personas Oprimidas es una realidad mundial, en lugares como en India un movimiento político, una metodología conocida y practicada en cinco continentes. Forma parte del conjunto de metodologías que se aúnan bajo el gran paraguas del ‘Teatro Social’, y se aleja de lo escenarios habituales interviniendo en ámbitos como la educación, lo social y comunitario, las terapias humanistas, la resolución de conflictos, los gremios profesionales y el ámbito de la transformación social. Básicamente rompe la vieja separación entre artista y espectador, y considera a todas las personas como potenciales artistas (capaces de expresar sus ideas, sentimientos, miedos, deseos, y maneras de entender el mundo a través de lo estético y simbólico), aquí el espectador abandona su papel de observador pasivo para convertirse en protagonista.

A partir de esta metodología se pueden abrir procesos de transformación social y comunitaria, adentrándonos en temas de interés general y buscando alternativas a los mismos. Desde una perspectiva horizontal y participativa el grupo se convierte en motor de su propio cambio. Lo utilizamos en comunidades, en lugares de conflicto, en institutos, grupos de mujeres, grupos de hombres, cárceles, grupos terapéuticos…

El Teatro de las personas Oprimidas es un proceso, más que un resultado. A partir de juegos y dinámicas de grupo se introduce a los participantes en una idea de trabajo colectivo donde la opinión, presencia, y participación de cada una es fundamental. El objetivo final de este proceso es trabajar sobre los conflictos y realidades que nos interesa cambiar en nuestra sociedad y realidad cercana, creando una pieza de teatro participativa que se pueda mostrar al resto de la comunidad, transformando los conflictos de manera positiva.

 

Has desarrollado muchos proyectos de teatro comunitario en diversos lugares del mundo. ¿Es el teatro una herramienta de cambio eficaz?

Sí, he trabajado en unos 15 países acompañando a comunidades en los procesos de resignificación de las heridas y violencias de guerra, tortura, masacres y traumas usando el teatro como herramienta de acompañamiento psicosocial y acompañando a estas personas a retejerse en el entramado social. El teatro es una herramienta de cambio y transformación social poderosísima que saca a a la luz, entre muchas cosas, la capacidad de resiliencia y transformación que los seres humanos tenemos.


¿Crees que nuestra sociedad acomodada ya no ve al teatro así, que mayoritariamente se mira a las artes escénicas como algo puramente de ocio y entretenimiento, en vez de mirarlas como un elemento transformador de la sociedad?

Creo que no podemos hablar en general de esto, puesto que cada país es un caso. Si nos reducimos a España me parece que está pasando algo muy interesante actualmente y es que el teatro de ocio y entretenimiento -el teatro oficial- se está permeando de los discursos que en el teatro social y en el movimiento del Teatro de los Oprimidxs llevamos años escuchando. Si vas ahora a alguno de los teatros importantes (Canal, CDN, Español, Kamikaze…) en Madrid te encuentras con unas 5 obras en cartel con dramaturgias construidas a través del teatro verbatim, teatro documento, e investigaciones sociales que hace 3 años eran las menos, casi periféricas. Y esto a mí me alegra. No veo que sea mi nicho, y probablemente puede ser criticada como otra absorción más por parte del sistema de los medios de creación contraculturales, pero está pasando y de esta manera está permitiendo que el gran público se acerque a temas que antes sólo salían en los periódicos. No sé hasta qué punto esto es transformador, más bien creo que a este nivel se queda en un elemento informativo y catártico, pero es un paso para crear conciencia social que durante años en Europa ha estado fuera de carta.

 

Alessia Cartoni y la identidad femenina en Madrid

 

También has investigado mucho sobre la democracia participativa. ¿Qué labor debería desempeñar un ciudadano de a pie para ayudar a construir una verdadera democracia -más allá de votar cuando le digan-?

Creo que la democracia que vivimos deja poco que hacer a nivel oficial al ciudadano, pero existen la vía asociativas, las redes de barrio, el trabajo comunitario, las asambleas, los espacios autogestionados, la necesidad de informarse, y entender las vías de participación que sí tenemos a nivel oficial y utilizarlas, y luchar por un formato que realmente muestre los intereses de las personas que vivimos en los estados, ciudades, pueblos y barrios que los gobiernos representan. Yo creo que cada persona tiene el potencial de implicarse en su realidad a través de algo que le afecte directamente, ya sea la crianza, la educación, la necesidad de comer mejores alimentos, el transporte, la igualdad de género… y debemos tirar de esos nexos para crear redes de ciudadanía implicada, fuera del entramado oficial y gubernamental, autosugestionadas y libres.

 

¿Es esta democracia el mejor sistema político? ¿Es una democracia real, en definitiva?

No, yo creo que el nuestro es el sistema ‘menos malo’ en cuanto a que se puede aplicar a un país con millones de habitantes y responde a intereses económicos mundiales, pero personalmente creo que la democracia participativa y real funciona en grupos humanos pequeños donde la interacción humana sea posible y las leyes estén afectadas por la experiencia directa. Abogo por lo comunitario.

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