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Alberto Conejero

Alberto Conejero nos presenta la 38ª edición del FO

“Tenemos que hacer lo posible por hacerlo posible”

 

Hay que aprender a convivir con la incertidumbre y ponernos en marcha. Y si no, que se lo pregunten a Alberto Conejero que, además de contar con varios proyectos en cartelera para la nueva temporada, dirigirá una de las ediciones del Festival de Otoño más singulares. Un espíritu inquieto, tan afable y dialogante como combativo con sus ideales.

 

Alberto Conejero dirige su primer Festival de Otoño

 

Por José Antonio Alba

 

Alberto, es inevitable arrancar preguntándote, ¿dónde te sorprendió marzo?

Me sorprendió recién llegado de Méjico, donde estaba en pleno proceso de investigación de Paloma negra que es el espectáculo que, ojalá, estrenamos en febrero en la sala verde de Teatros del Canal. Interrumpí la estancia porque vi que la cosa ya era grave y regresé, a los pocos días se decretó el estado de alarma.

 

Decían que íbamos a salir mejores…

Bueno, creo que la pandemia lo que sí está haciendo es mostrar lo que somos, sin disfraz. Está haciendo emerger las grietas del sistema en el que estábamos. No tenemos perspectiva para saber si vamos a salir mejores o peores, porque estamos en mitad del proceso, del acontecimiento, lo que sí creo es que se está mostrando las consecuencias de una política depredatoria, tanto del medio ambiente como de los recursos, como de la propia humanidad. La pandemia está mostrando la inmisericordia de un sistema económico. ¿con qué recursos contaba la sanidad pública, la educación pública? Las condiciones de vida de la clase obrera, de nuestros barrios. Hay muchas sombras en eso, pero también hay alguna luz, la gente que está a los cuidados, la gente que está intentando que lo humano sea el centro del asunto. Eso dice Séneca: “El hombre es sagrado para el hombre” y esto está mostrando quienes son impíos. Qué hemos hecho con nuestra vejez, dónde estaba nuestra vejez, qué hace con los maestros, con los cuidadores, con los barrios de la periferia, qué condiciones habitacionales tenemos, la pandemia nos está mostrando eso. Creo que no se puede hablar de modos de vida, sino de condiciones de vida. Hoy he venido a esta entrevista en metro desde Legazpi, estaba lleno, era desesperante, había una frecuencia de 10 minutos entre tren y tren.

 

Durante este tiempo no has parado. Has presentado En esta casa tu segundo poemario, has preparado un espectáculo, Lettre D’Amour, para el Grec, has continuado con la preparación de esta edición del Festival de Otoño… ¿Es importante sentirse en activo para superar algo así?

En este tiempo se suspendieron las giras de La geometría del trigo, de Electra, de Los días de la nieve, lo comento porque mi teatro sí que paró. Lo digo sobre todo por los hombres y mujeres que trabajan ahí, todo eso se detuvo. Es verdad que tengo una responsabilidad ineludible, que es la del Festival de Otoño y tengo muy claro que, pese a mis circunstancias personales, hay que sostener el festival y se tiene que celebrar. Había lógicamente que redoblar esfuerzos y reconsiderar una programación que ya estaba cerrada en marzo y que ha habido que rehacer de arriba a abajo.

Me da miedo la romantización del confinamiento. Fue una situación muy dura, especialmente por la enfermedad de mi madre, cuando la cosa pareció clarear un poco, volví a esa zona común donde estaban las charlas virtuales, algunas conferencias que impartí y la presentación virtual de En esta casa, pero no siento que haya sido especialmente fértil para mí. He estado estupefacto y asustado mucho tiempo. La escritura de Paloma negra no he podido atenderla. La realidad era tan elocuente que todo lo que estábamos haciendo envejeció de repente, la ficción no tiene herramientas para mirarla porque estábamos en el centro de la realidad como para poder mirarla. Es un acontecimiento que ha detenido el curso de las cosas, estamos viendo las consecuencias de creer que habíamos superado ese primer confinamiento o la pandemia. Yo creo que nos ha hecho falta detenernos y reflexionar, en algunos aspectos se ha seguido adelante como si nada hubiera ocurrido y por eso nos está ocurriendo otra vez.

 

En tu horizonte vemos que el Festival de Otoño está a punto de echar a andar, has estrenado Granada en la Zarzuela y estarás presente en la programación de la CNTC y de Teatros del Canal.

Puestas así, unas cosas al lado de las otras, pareciera un paisaje sereno que no lo es tanto porque el regreso de La geometría del trigo ha sido un ejercicio de amor y de deseo y de vínculo de la compañía, no exento de dificultades; no pudimos estrenar con el reparto habitual por cautela ante el posible positivo de una de las actrices que afortunadamente no lo fue, estrenamos gracias a la heroicidad de Ángela Villar, que salió con el libreto en mano, y la complicidad de los espectadores. Por otro lado, Granada, en la Zarzuela, se estuvo ensayando con muchas dificultades. Todo está en un equilibrio precario y en una circunstancia muy frágil.

 

 

Vamos hablando de todos los proyectos, pero arranquemos por el Festival de Otoño que esta edición, debido a lo que estamos viviendo, va a ser un tanto singular. ¿Cómo ha sido ponerte al frente del Festival de Otoño?

Podría contestarte desde un lugar de queja o señalándote las enormes dificultades que tiene ahora mismo la organización del Festival de Otoño, pero no quiero hacerlo porque mi responsabilidad es que el festival se celebre como podamos, como sepamos, que el festival continúe, que no se rompa esa cadena, que el presupuesto llegue a las compañías, y que la ciudadanía en un momento tan difícil como este, tenga un lugar de encuentro, de reflexión, de esperanza, de indagación estética y ética. Que se celebre el festival, que se celebre lo mejor que se pueda. Inevitablemente toda mi experiencia al frente del festival está condicionado por la pandemia. Soy consciente de mi enorme responsabilidad, pero también de mi condición provisoria de privilegio. Tengo trabajo.

 

Tal como dices, la pandemia, ha modificado la planificación original, cuéntanos cómo habéis reenfocado esta edición ¿Ha habido que renunciar a algo para seguir adelante?

Nos enfrentamos a una realidad movediza. Queremos prever todos los escenarios posibles. Dentro de que la situación día a día es impredecible, queremos asegurar que el festival se celebre. No hemos renunciado a la programación internacional, creemos que forma parte de la esencia del festival y hasta el último momento tenemos que estar intentándolo. España por supuesto es el centro, pero también Méjico, Bélgica, Argentina, Grecia, Reunido Unido, Uruguay, Francia y Polonia. Tampoco hemos renunciado a la descentralización del festival, es un momento en el que tenemos que garantizar el acceso a la cultura y lo tenemos que garantizar para todo el territorio al que pertenece el Festival de Otoño que es la Comunidad de Madrid.

Este es nuestro Plan A, si no, iremos a un Plan B donde, parte del festival, no requiere la presencialidad. Pero también contemplamos que si el espectador, lamentablemente, no va a poder acudir a los teatros, estamos con las soluciones de streaming para que al menos nuestros estrenos absolutos, las compañías con las que tenemos coproducción, puedan verse. Y si el espectador no pudiera acudir finalmente al teatro, “Confín”, que nació durante el confinamiento, acudirá a los espectadores. Nos movemos con un mínimo del festival de otoño que me atrevería, sin caer en la hybris, casi en cualquier circunstancia.

 

Estamos hablando de triple esfuerzo para montar el festival, esto es como estar montando tres festivales en paralelo.

Sí, cuando miramos la programación pienso: “Esta es la versión número 12”. Ojalá el FO se pueda celebrar presencialmente en noviembre, esa es la esencia de las artes vivas y del teatro, pero el festival ha hecho de este acontecimiento una oportunidad creativa con actividades que se van a poder llevar a cabo incluso virtualmente como la propuesta de Grumelot, una propuesta itinerante donde el streaming es parte esencial, nuclear, de la propuesta artística, no es un sobrevenido “en caso de…”. Creemos que, aunque no sea lo idóneo, tenemos que hacer lo posible por hacerlo posible, por la continuidad, por la supervivencia y si no es con la presencia del espectador en el mismo espacio y tiempo, sí al menos que se abran las ventanas virtuales. Eso, como dices, nos obliga a más trabajo, pero es nuestra obligación desde la dirección del festival. Es fundamental un festival de los cuidados, del cuidado del publico, que cuando acuda a los teatros se va a hacer con todas las garantías, con todos los planes de prevención pero, que en caso de que la situación fuera tan excepcional, que se desaconsejase que el público acudiera a los teatros, estamos en un plan B o en un plan C.

Creo que sería un ejercicio arriesgado decirte cómo será el Festival de Otoño, cómo será el día de mañana, pero sí que se va a celebrar, y si no, buscaremos la fórmula ¡A lo mejor volvemos a un festival de otoño a primavera! Que los espectáculos se desplacen fuera de las fechas que el festival tiene asignadas. Desde luego, todo lo que esté en mi mano, desde la dirección artística para que se celebre, se va a hacer.

 

Algunas voces critican que al frente de festivales y teatros se encuentren personas sin experiencia como gestores culturales, ¿qué tienes que decir ante eso?

En primer lugar, no soy el primer ni el último creador que llega a una dirección artística sin ninguna experiencia previa en la gestión cultural. Asumo que no tenía ninguna experiencia previa. Yo creo que la responsabilidad de un director artístico es formar un equipo que le acompañe en su tarea. Está siendo, desde luego, una escuela infinita. Entiendo y es pertinente un debate entre la relación entre las direcciones culturales o puestos de responsabilidad cultural con la esfera política. Me parece absolutamente pertinente el debate, la discusión, la reflexión, que se habiliten los espacios adecuados para ese debate, que en mi opinión no son las redes. Todo el mundo tiene derecho, ¡faltaría más!, a expresar su opinión en las redes, pero insisto: No sé si son los foros de debate y de pensamiento y de reflexión más pertinentes.

Yo pensé en ese momento que tenía las facultades para asumir las responsabilidades que conllevaba ese puesto y si no me hubiera visto en el momento capacitado ni con las ganas, ni la voluntad, ni el deseo, y la creencia firme de que mi trabajo y mi presencia iba a contribuir a lo común, no lo hubiera aceptado.

 

 

Esta edición se caracteriza por poseer una programación que no solo se verá en la capital. Ya anunciaste en su día que es un festival de la Comunidad de Madrid y que llevarías parte de la programación fuera de la capital. Una decisión que no estuvo exenta de polémica.

En su momento, cuando lo anuncié, hubo voces críticas y, en mi opinión, quizá sin la reflexión necesaria. Me parecieron muy hirientes y clasistas esos comentarios. Es un festival de la Comunidad de Madrid y que tú te desplaces fuera del lugar en el que vives, forma parte también de la experiencia poética, y diría que política. Si tú dices que no te vas a trasladar a Getafe para ver una obra de teatro, estás posicionándote políticamente. ¿No te parece «cool», no es un lugar que merezca tu presencia? Por las circunstancias que tenemos, no he podido llevarlo a la escala que tenía pensado porque los teatros municipales han tenido que reubicar programaciones y eso ha hecho que hubiera poco margen de programación, pero el año pasado hubo un municipio solo y este año hay ocho: Alcalá de Henares, San Lorenzo del Escorial, Móstoles, Getafe, Fuenlabrada, Coslada y La Cabrera, pero es que se ha multiplicado por diez el número de funciones fuera del centro de Madrid.

Insisto: para mí hay algo del territorio que hay que cuidar si es un festival de la Comunidad de Madrid, y si te niegas a desplazarte a Coslada, es un posicionamiento político muy fuerte sobre la concepción del espacio en el que vives y de quiénes son los vecinos y vecinas de esos territorios. Y si no estás dispuesto a hacer ese esfuerzo o te supone un esfuerzo tomar el transporte público o coger tu coche, plantéate si el hombre o la mujer que vive en Getafe, Fuenlabrada o Coslada no tienen que ir siempre a Madrid a hacer ese esfuerzo; porque tú lo hagas una vez al año no te va a pasar nada, y si te pasa es tu problema y tu posicionamiento político.

 

¿En qué te has basado para seleccionar los espectáculos que se verán en los municipios?

Que fueran desafiantes, por una parte, pero que también les sirviera para ampliar su mirada. Creo que hay que ensanchar la mirada, cuanto más se ensanche, mejor. He tratado de tener una conciencia de dónde están esos espectadores ahora, qué teatro han tenido ocasión de ver, y llevarles algo que solo puedan ver en el Festival de Otoño. Tenderles la mano, pero no con docilidad, si no que sea un pulso hermoso, pero que no los avasalle. Creo que a veces tenemos una mirada muy clasista y paternalista sobre los municipios y sobre nuestros barrios, deja que el espectador hable, no que sea tu prejuicio el que hable sobre lo que va a funcionar o no en esos espacios.

 

¿Cuáles son esos espectáculos?

Van a poder ver teatro de objetos, que es un tipo de teatro que no se ve habitualmente en los barrios, M.A.R. de Andrea Díaz Reboredo es una hermosura y creo que va animar a la gente a que vea más teatro de objetos. La gente va a salir enamorada. Las chicas de Teatro En Vilo que hacen un teatro joven y vivísimo. Vamos a llevar, y me parece una extrañeza dentro del festival a Nao D’amores con Nise de Ana Zamora, es teatro renacentista y lo hemos programado porque es un montaje excepcional, de una potente teatralidad, y que merece ser visto también en municipios.. Vamos a llevar una compañía catalana maravillosa que es José y sus hermanas de creación contemporánea. Una joya que llevamos a Alcalá de Henares porque no queremos que los barrios y los municipios sean siempre la segunda opción. O un Premio Nacional de Danza como es Daniel Abreu que llevamos al Escorial.

 

También te tendremos presente en la nueva temporada de la CNTC con Primavera fugitiva, en una programación que algunas voces se han apresurado a criticar por dar espacio a autores no pertenecientes al Siglo de Oro, llegando a señalar tu participación y la de Sergio Blanco.

De nuevo creo que a veces nos precipitamos en dar la opinión, si mirasen más allá del nombre y del título, se hubieran dado cuenta que no es un texto sin más de Alberto Conejero sino que es una reescritura, un diálogo contemporáneo con El príncipe constante de Calderón de la Barca. Creo que es una anomalía que nuestro Siglo de Oro no haya generado reescrituras libres. Me asombra que no haya veinte reescrituras de La vida es sueño, o monólogos “a partir de”. Hay reescrituras felices a partir de la mitología clásica o el teatro clásico griego como la maravillosa Juicio a una zorra de Miguel del Arco y va a Mérida y nadie parece asombrarse de eso, pero nuestro Siglo de Oro pareciera que debe estar en una custodia. Insisto, va a haber un programa doble donde va a haber una versión más canónica de El príncipe constante en el espacio grande, y desde una mirada contemporánea se va a establecer un diálogo con ese material, y yo lo he aceptado porque me parece muy pertinente que en la CNTC impulse, incite e invite a la creación contemporánea a una apropiación de ese caudal clásico. Insisto en que no entiendo cuál es el eje de la polémica. Detengámonos un poco antes de expresar una opinión, ¿dónde tiene un dramaturgo la posibilidad de generar un diálogo desde la escritura escénica contemporánea con el Siglo de Oro si no es la CNTC? Y si a los puristas no les gusta, pues lo siento. Prefiero un animal fiero y vivo que no un animal disecado.

 

Y te podremos ver como actor. Dramaturgo, director, productor y ahora actor, ¡quién dijo miedo!

Creo que cada vez hay menos deslindes en el oficio teatral, yo necesitaba, y más después de la experiencia de La geometría del trigo, estar cerca del escenario y es algo a lo que le tengo terror, pero que quiero vivirlo, asumiendo que yo no soy un actor, ni pretendo serlo. No hago de otra cosa que de mí mismo, a ver qué tal.

 

Y llegamos a Paloma Negra… La familia de La geometría del trigo se embarca en un Chéjov con regusto a mezcal.

Paloma Negra no es una reescritura de La Gaviota, no es una obra de Chéjov, pero sí es un disparador y no es casual que La Gaviota esté en la mirada de muchos creadores, porque es una obra que reflexiona sobre el sentido del teatro; y con lo que nos está ocurriendo nos preguntamos cuál es su sentido. Me gustaba situar la obra en un margen que tiene que ver más con nuestra identidad, con esa España peregrina. No es una escritura sobre el exilio, aunque está el exilio, en este caso a Méjico, es una tragicomedia del desierto, me apetecía además continuar algo que empezó a asomar con La geometría del trigo que es encontrar otra materia textual con de repente el humor, la melancolía, y sobre todo la presencia de la música que va a ser fundamental en este montaje. De momento hay un desierto y un piano. Estoy en pleno proceso de escritura, no he cerrado el texto porque como te decía antes, todos los planes han saltado por los aires.

 

Si te pregunto por proyectos futuros, conociéndote, seguro que todavía podrías decirme algo más.

No. De momento todos mis desvelos son para el Festival de Otoño, Paloma Negra y Esta primavera fugitiva. Y no va a haber más. Bueno… sí (Risas) Empecé el otro día en un tren a escribir espontáneamente un monólogo sobre Edipo. Estaba con unas notas sobre la pandemia, el mirar, no mirar, y de repente me di cuenta que estaba escribiendo un monólogo sobre Edipo. No sé dónde irá, pero se apareció.

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