Vulva en la Sala Mirador

 

Por Alberto Morate

 

Se desencadena una espiral cada vez más grande que parece no tener fin. No hice nada malo, solo quería llamar a las cosas por su nombre. Solo quería disfrutar de mi cuerpo y gozar de mí misma.  Pero aquí, todavía, no se pueden nombrar ni ciertas partes del cuerpo ni ciertos actos íntimos. Siempre hay alguien espiando. Siempre hay alguien dispuesto a criticarlo. Siempre agazapados en las sombras que se inmiscuirán donde no les importa.

Pero una Vulva es una vulva. La palabra en sí no es siniestra. Es siniestra la bola de nieve que se genera. Fantasmas del placer, educadores de la moral, delimitadores del bien y del mal. Y si solo fueran las palabras que se clavan como cuchillos, pero también es el rechazo social, son los silencios, las miradas reprobatorias, las llamadas de atención por no atenerse al orden establecido.

No se presupone la inocencia. En este caso, no. Verán tu rostro mientras te miran clandestinamente y se sonríen y ponen el grito en el cielo, y te apartan de tus funciones, y te borran de sus círculos.

Irene Herrero Miguel plantea esta cuestión de vulnerabilidad. De acecho, acoso y derribo hacia una mujer, unas mujeres, muchas mujeres, que se han sentido ultrajadas porque un disperso vídeo ha llegado a las conciencias sociales. Y, entonces, una espesa niebla se cierne sobre la protagonista. Ya no habrá forma de parar la inercia de la mujer herida. Irá dejando un rastro de críticas, de perjuicios, de rechazo infinito.

Como quien no quiere la cosa. Pero la angustia es cierta. Me voy quedando sola mientras todos me miran.

Carmen Mayordomo (en alternancia con Mercedes Salvadores), Silvia Vacas, Noemi Climent, Joaquín López-Bailo y Jesús Granda son los intérpretes de Vulva. Y ponen voz a lo que muchas veces no se nombra. Nos hacen comprender ese mecanismo que arrastra al abismo a las más vulnerables. Todavía no se puede llamar Vulva a la vulva, pero todo el mundo podrá criticar y apartar de su entorno a quien simplemente hizo uso de sus libertades.

Las redes sociales pueden encumbrar o vilipendiar. Y cuanto más afeen una conducta, más morbo producirá sin sopesar las consecuencias funestas que puede acarrear para quien, en su día, confió en la privacidad de sus actos.

En la Sala Mirador, en producción de Las horas del humo, queriendo devolver la integridad a una mujer para que no dé con sus huesos en el suelo.

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí