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20 años de Teatro Defondo

«Hay mucha desigualdad sin resolver desde hace siglos»

La compañía Teatro Defondo celebra su 20º aniversario sobre los escenarios presentando la versión teatral de Orlando, texto firmado por Virginia Woolf, en el Teatro Quique San Francisco. Una divertida aventura que habla sobre la búsqueda de nuestra mejor versión a través del tiempo y la identidad de género.

Hablamos con Pablo Huetos, miembro fundador de la compañía, para hacer un repaso a la trayectoria de la compañía y comprobar si realmente es cierto eso de que «veinte años no son nada» cuando hablamos de las Artes Escénicas.

 

Foto portada: Javier Naval

Hagamos memoria, ¿dónde y cómo nace la compañía?

Fue en 2002. Nos juntamos Vanessa Martínez y yo, que por entonces éramos pareja, con Antonio Castro Guijosa y con Raúl Fuertes. Ellos tres eran compañeros de dirección en la RESAD y, por iniciativa de Vanessa y mía, dijimos: “Montemos una compañía y vamos a intentar ir probando cosas y tal”. Antonio se sumó y Raúl se desvinculó antes de que estrenásemos el primer espectáculo; entonces hicimos el primer espectáculo que fue El desdén con el desdén de Moreto en el que hacían la codirección Antonio y Vanessa, y luego, a partir de ahí, pues empezamos a investigar, que es lo que hemos hecho durante toda la trayectoria. Empezamos con el clásico, para luego saltar a la creación colectiva, a las artes vivas, pero siempre volviendo recurrentemente al clásico, es como un bordón que nos ha ido acompañando, porque nos da un tipo de textos y de posibilidades muy interesantes.

Podría decirse que os habéis servido de los clásicos para perfilar un sello propio, dándoles vuestra particular mirada que, incluso, os ha acercado a la autoría original.

20 años de Teatro Defondo en Madrid
Pablo Huetos, miembro fundador de Teatro Defondo.

Sí, al principio es verdad que eran clásicos más convencionales y, de ese trabajo continuado, hemos ido encontrando cosas que a nosotros nos apetecía contar, y formas de contar, que a la vez nos han reconducido a lo más contemporáneo y a generar textos propios como Los atroces, que fue escrito a partir de un mito clásico, o Señora Einstein, nuestro último espectáculo que está íntegramente escrito por la compañía; e incluso el Orlando del que hemos creado una versión teatral a partir de la propia novela. Ha sido una especie de círculo virtuoso que ha ido reconduciendo nuestra carrera a partir de lo que íbamos haciendo, de lo que íbamos aprendiendo o de lo que nos iba motivando de compañías que íbamos viendo.

 

¿Cuáles son las líneas que distinguen la personalidad de Defondo frente a otras compañías? ¿De qué referentes habéis bebido?

Los nombres que aparecen constantemente en los procesos de creación van desde Declan Donnellan o Juan Pastor, a Peter Brook y Wadji Mouawad, pasando por Robert Lepage o Simon McBurney y su Théâtre de Complicité. Y luego, de nuestro panorama teatral, Ur Teatro, cuando vi su Sueño de una noche de verano, pensé: “Qué guay que se pueda hacer esto con un clásico”; Noviembre Teatro también nos inspiró mucho en los inicios. Y a día de hoy Pablo Messiez me resulta inspirador, me parece que su trabajo es tan honesto, tan profundo, tan cuidado; también me fijo mucho en lo que hace Grumelot, me gusta mucho el trabajo de Íñigo (Rodríguez-Claro) y de Carlota (Gaviño). Arnold Taraborrelli, su forma de entender el teatro, el movimiento, ha influido mucho dentro de la compañía para saber estar en el escenario, ser generoso.

 

¿Una buena definición, para ti, de lo que debe ser el teatro es ‘inspirador’?

Yo creo que es así, en muchos espectáculos no te das cuenta que, a lo mejor, sales diciendo que no te ha gustado y al final te llevas cosas que luego te van a ayudar y vas a aprender. De un espectáculo fallido también se aprende mucho. Yo creo que depende de la honestidad. Si realmente no estás intentando fingir algo, ni pretender, sino mostrar un universo que te es propio, siempre hay algo ahí fascinante.

 

¿Os habéis mantenido de alguna manera fieles a esa primera idea de compañía o el tiempo la ha ido transformando?

Afortunadamente hemos evolucionado, pero sí que la base es muy parecida en el sentido de que queríamos hacer espectáculos que llegasen al espectador que, en ningún caso, lo que nosotros tuviésemos que contar fuese por encima del público. Bajo mi punto de vista, hay que encontrar un equilibrio entre lo que tú quieres contar y cómo porque no todo vale. Además, nos interesa mucho el trabajo con la gente joven. Me gusta hacer clásicos que la gente joven entienda y vea que no es algo ajeno a ellos, sino que les puede enganchar. Y al público adulto exactamente igual. Si le pones pequeños lugares a los que asirse dentro de una trama muy compleja, facilitas a la gente para que disfrute del teatro. No se trata solo de contar tu movida, hay que ser consciente de que al otro lado hay alguien que tiene que devolverte la energía.

 

Cumplís veinte años sobre los escenarios, no todos pueden presumir de permanecer dos décadas sobre los escenarios. ¿Es verdad eso que dicen de que «veinte años no son nada»?

Sí que son, sí (Risas) Para muchas cosas siguen sin servir, porque notas que muchas veces no es lo que haces, sino lo que aparentas. Nosotros no hemos sido muy hábiles en ‘aparentar’, pero sí en ‘hacer’, porque seguimos trabajando con cierto éxito y con continuidad, viviendo de ello. No sé si fue una bendición o una maldición el ponernos Teatro Defondo, porque llamarnos así nos ha obligado a hacer honor al nombre y que esto sea una carrera de fondo (Risas). Pero sí que es cierto que hay creadores que hacen un espectáculo y parece que ya se les abre todo inmediatamente y otros, como en nuestro caso, que nos cuesta mucho más.

 

¿A qué crees que es debido esto?

Pues porque no somos ‘mainstream’; o porque como no tenemos un perfil de moda nos ha resultado en ocasiones farragoso y difícil el poder romper ciertas barreras para entrar. Siempre ha sido un poco el tener esa sensación de que te cuesta avanzar, pero al menos el camino es satisfactorio. Pero desde mis veinte años puedo lanzar un mensaje de alivio a gente que lleve menos tiempo: Las dificultades están para superarlas y aunque te digan un montón gigante de veces que no, eso solo es parte de la idiosincrasia de este de este oficio. Obviamente el porcentaje de ‘síes’ es ínfimo con respecto al de ‘noes’, pero no hay que considerarlo como algo en contra de uno. Creo que es la forma más inteligente de gestionar esto y poder continuar.

 

 

También hacéis honor a vuestro nombre con vuestras producciones. Por ejemplo, estrenáis el 2023 presentando Orlando en el Teatro Quique San Francisco, un espectáculo que lleva desde el 2017 recorriendo los escenarios nacionales y que en el 2019 fue candidato a la mejor autoría en los Max. ¡Esto es toda una hazaña!

La verdad que ha sido muy sorprendente, no podíamos imaginar que fuese a funcionar tan bien. Recuerdo que en la previa que hicimos en el Centro Cultural Paco Rabal, se produjo una cosa que nos ha vuelto a suceder con la Señora Einstein, hubo una respuesta del público unánime que te hace pensar: “Pues parece que hemos hecho algo de bien” y llevamos cinco años con ella. Hemos estado en todas las comunidades autónomas, salvo en Canarias, Baleares y La Rioja, y siempre con una sensación muy agradable, porque en todas partes donde hemos ido nos han acogido con muchísimo entusiasmo. Y nosotros seguimos disfrutamos muchísimo de las funciones porque la notamos todavía muy viva. Incluso sobreviviendo a los cambios de elenco, porque cuando estrenamos estaba Gemma Solé y Rebeca Salas y luego entraron a sustituirlas Rocío Vidal y Carolina Rocha. Ahora en el Quique San Francisco hemos enrolado de nuevo a Gemma para que haga algunas funciones y queríamos también contar con Rebeca, pero está muy liada con el trabajo y no ha sido posible. Me habría gustado mucho que coincidiéramos todos los que hemos sido parte del reparto del Orlando.

 

Con toda esa trayectoria, es la primera vez que Orlando se programa haciendo temporada en Madrid capital, es un poco el colofón a todo ese recorrido que lleváis, ¿es complicado entrar en la programación de los teatros madrileños?

Resulta muy difícil entrar en Madrid en buenas condiciones. Las compañías que somos de mediano y gran formato estamos abocadas a intentar encajar en alguna multiprogramación, además, el 80% de los teatros de Madrid o son demasiado pequeños, o tienen multiprogramación, o los que son muy grandes están muy copados ya por otro tipo de producciones, o por otro tipo de creadores. Intentar acceder al Teatro Español, al CDN o similares, es muy difícil. Somos muchísimos creadores en toda España que queremos encontrar su hueco allí. Al final, hacer una temporada en Madrid de un mes en buenas condiciones, con un teatro cuyo aforo haga que los números cuadren y tener una repercusión como la que merece el espectáculo, es realmente complicado, lo tienes que pensar mucho. Tienes que decir que no a ofertas, como nos ha pasado. Pero puede pasar que el espectáculo se extinga antes de encontrar el momento oportuno.

 

Uno de los aspectos que caracteriza a la compañía es el cuidado que ponéis en las puestas en escena para hacerlo atractivo. No solo es el texto, no solo es la interpretación, sino la propia puesta en escena.

Tanto en el en el Orlando, como en Marta la piadosa o Señora Einstein, creo que hemos hecho un muy buen trabajo artístico y de producción porque el Orlando, por ejemplo, toda la música está grabada expresamente para el espectáculo por Andreas Prittwitz y Looking Back, un ensamble maravilloso. La escenografía es una preciosidad hecha por Alessio Meloni. El vestuario está también hiper cuidado, hecho por Paola de Diego. Y luego el gran trabajo de dirección de Vanessa Martínez, que es capaz de meter en ritmo el espectáculo y que al público se le pase el espectáculo volando. Y nosotros como actores creo que también somos ya una piña, nos sentimos muy cómodos en escena después de tantos años. Creo que sí, que realmente es un trabajo muy cuidado a muchos niveles y quiero pensar que quien mira lo disfruta sin darse cuenta de todo el trabajo que hay detrás.

 

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Escena de Orlando. Foto de Javier Naval.

 

Orlando es una versión teatral del clásico firmado por Virginia Woolf, ¿qué nos cuenta?

Virginia Woolf era hija del mejor biógrafo británico de la época victoriana. Y dijo: «Voy a hacer una obra para burlarme de todo lo que significa mi padre». Y crea un personaje que quiere ser el mejor escritor del mundo y que, al hacer su biografía, nada sale como debería salir. Es una biografía absolutamente desastrosa. Así que parte de esa retranca, de esa crítica, desde el amor más absoluto, pero también siendo una especie de ‘matar al padre’. Lo que genera es un personaje imposible de describir porque empieza naciendo en Inglaterra en el siglo XVI, siendo un hombre de la nobleza que, en un momento dado, conoce a la reina Isabel I, quien le pide desde su autoridad mayestática que no envejezca nunca. Y Orlando toma la decisión de no envejecer, continúa viviendo durante otros 150 años, hasta que una mañana, se despierta convertido en mujer, como parte de su proceso vital, o sea, ve que evolucionando como persona necesita convertirse en mujer. No solo eso, más adelante también necesita convertirse en madre. Y, al hacer todas esas transformaciones, se da cuenta que su nivel de vida empeora claramente; entonces le explota la cabeza pensando qué es lo que sucede en esta sociedad, ¡cómo es posible que siendo la misma persona todo haya cambiado de manera tan dramática! Y continúa buscándose a sí misma a través de la escritura de un poema que se titula El roble. Y sigue viviendo hasta que considera que ha puesto el colofón a ese poema. Es una peripecia llena de aventuras, de paradojas, y todo desde la comedia más absoluta y desde el asombro y la felicidad de vivir e intentar convertirnos cada vez en mejores personas intentando escribir nuestro poema, ese que nos defina.

 

Qué paradójico resulta que el ser humano, en su búsqueda para mejorar, necesite evolucionar hacia lo femenino, y a la vez sea capaz de sabotearse a sí mismo relegando y despreciando la figura femenina.

Creo que Virginia lo hizo con toda la intención, de una forma muy elegante y muy cómica, pero al final si lo piensas un poco, tiene mucho que ver con la falta de igualdad. Hay muchas cosas que no están resueltas, ni en su sociedad hace un siglo, ni hoy en día.

 

La adaptación teatral es cómica y muy trepidante, e invitáis a que el público tire de imaginación.

Es mezclar el sentido del humor de Virginia con el del espectador de hoy en día. La obra está llena de pequeños guiños al público. El atrezzo del espectáculo solamente está presente en lo que es material literario, hay plumas, hay libros, hay una máquina de escribir, todo lo demás el público tiene que imaginárselo y creo que le ayudamos bastante sobre un trabajo muy apoyado en Lecoq y la Comedia del Arte para que sea el público vea una lucha de espadas con espadas, aunque no las haya, o vea un carruaje o un barco con su mascarón de proa y todo, aunque no lo haya. Nosotros invitamos al público a que complete el puzzle en la cabeza, esa me parece que es la gran virtud que tiene el teatro, hacer cómplice al espectador y que sea en su cabeza donde suceda el hecho escénico.

 

Al igual que sucede con Orlando, el repertorio y las temáticas que abordáis como compañía, también han evolucionado hacia lo femenino.

Tiene mucho que ver con quiénes somos también nosotros hoy en día. Al principio de nuestra trayectoria eran temáticas mucho más más variopintas, pero todos los últimos espectáculos, incluso En tránsito, que he producido con Señora Rojo, también tiene mucho que ver con el género y con la identidad. Creo que también forma parte del momento que estamos viviendo, todos estamos muy revueltos y con todo lo que no está pasando a un nivel evolutivo, nos está llevando a plantearnos hacia dónde vamos, quiénes somos. Hay muchas cosas que están sucediendo en nuestro entorno a las que es necesario prestarle atención, sea desde los clásicos, o sea desde un teatro escrito hoy en día. Así que de un tiempo a esta parte, todo lo que creamos tiene mucho que ver con la identidad, con el género, con la igualdad, o la desigualdad, porque son temas cruciales en este momento histórico.

 

20 años de Teatro Defondo en Madrid
Orlando de Virginia Woolf en versión de Teatro Defondo. Foto Javier Naval.

 

Después del camino recorrido profesionalmente, tienes un dibujo, más o menos claro, de la trayectoria de las Artes Escénicas de nuestro país, ¿en qué estado crees que está? 

Me da la sensación de que cada creativo está cada vez más en su rollo. Creo que no terminamos de encontrar la forma de trabajar bien en conjunto en lo que se supone que es un gremio. Poco a poco creo que va perdiendo su entidad. Es verdad que hemos pasado por tiempos muy difíciles, y todavía no han pasado, pero la solución no es esa. Sí, es lo que el sistema nos invita a hacer, «quédate el tu pequeño castillito, defiéndelo y no toques las narices». Pero creo que la solución es justo la contraria y no estamos sabiendo hacerlo, lo demuestra, por ejemplo, la nula capacidad de movilización del sector de las Artes Escénicas. Realmente somos muy poco reivindicativos, los técnicos no, pero desde la parte más artística somos muy laxos, estamos aceptando migajas, aceptando que no se nos trate como se nos debe tratar desde las altas esferas y creo que ahí tenemos que cambiar. Hay una rivalidad que no está siendo nada constructiva. Realmente esto tiene que ser una red, si queremos que funcione bien. Creo que compartiendo información, compartiendo recursos y facilitándole todo un poco más a los demás, nos iría infinitamente mejor.

 

Y ya para terminar, ¿qué ves en el horizonte de Teatro Defondo?

Ha habido un momento, el año pasado, realmente difícil donde pensamos que igual teníamos que cerrar. Fue un 20 aniversario un poquito agridulce. Pero parece que hemos conseguido estabilizar el avión y ahora la idea es intentar sacar todos los bolos posibles de Señora Einstein, un espectáculo que nos ha costado muchísimo producir y que creo que puede tener un gran recorrido; tiene mucho que ver con la mujer y con su lugar en la sociedad, tanto en la de su tiempo como en la de hoy en día. Muestra como esa renuncia por los cuidados de una familia hace que mujeres muy válidas, muchas veces más válidas que sus maridos, sean invisibilizadas y sean dejadas de lado por la historia. Eso es lo que vamos a hacer durante este año 2023. Y de cara al 24, si ya está la cosa estabilizada y tal, pues quizá nos propongamos hacer un clásico, igual hay posibilidad de un Shakespeare, que hace muchísimo que no hacemos uno.

 

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