Por Álvaro Vicente / @AlvaroMajer

 

Natalia Menéndez lidera un equipo de mujeres talentosas que han puesto en pie la historia de dos mujeres luminosas en un diálogo poético fascinante entre pasado y presente que denuncia y da esperanza, que es un canto por la resistencia y a favor del arte como motor de cambio y de paz. La obra, escrita a cuatro manos por Itziar Pascual y Amaranta Osorio, recibió el Premio Jesús Domínguez de Textos Teatrales, y está protagonizada en el Teatro Español por Goizalde Núñez y Ángela Cremonte.

 

El ferrocarril ha sido un motor de cambio y progreso para la Humanidad desde los albores de la revolución industrial. También ha sido y es transporte de la infamia. Basta pensar en los trenes que desde los guetos transportaban judíos a los campos de concentración nazis. Con uno de esos secuestros arranca Mi niña, niña mía. Una mujer, una actriz, es arrancada de su vida y lanzada a un tren, en el que, hacinada, sin aire prácticamente para respirar, llega al campo de Terenzin, 61 kilómetros al norte de Praga. Por encima de toda la porquería, ella acaba aportando luz y esperanza cuando arma una pequeña compañía y hace teatro para los niños del campo. El arte en tiempos de oscuridad es una luciérnaga que ilumina el horror de la noche. Algo así dejó escrito el filósofo Georges Didi-Huberman en su libro Supervivencia de las luciérnagas, un libro que está en la base de la composición de este texto que fraguaron a cuatro manos Itziar Pascual y la que fuera su alumna en la Resad Amaranta Osorio.

 

Vuelven los trenes de la deshumanización en Madrid
Ángela Cremonte. Foto: Sergio Parra

 

Los insectos y la resistencia

“La obra -cuenta Itziar Pascual- es una ficción poética inspirada en un hecho real, la experiencia de la actriz checa Nava Schaan, conocida como Vava Schoenova. A partir de ahí entramos en una experiencia de ficción en dos tiempos, entre el pasado y el presente, entre esta Mujer Histórica, la actriz, y una Mujer Actual que vive hoy en Europa. Nos importaba mucho este diálogo entre dos tiempos, entre otras cosas porque los trenes han vuelto, los trenes llenos de personas, de mujeres, de niños enfrentados al horror de la deportación, de la migración forzosa”. Mientras que la Mujer Histórica es, en palabras de Natalia Menéndez, “ingenua, creyente, curiosa, generosa, imaginativa, creadora, observadora y emotiva, para la que lo imposible no existe, la Mujer Actual (que es entomóloga), es trabajadora, torpe, tímida, ama lo pequeño, está enredada en su crecimiento, es miedosa con las personas, prefiere a los animales, y todavía no sabe cuidarse”. Eso sí, cuida de sus pequeños bichos en su insectario, habla con los ciempiés y lo sabe todo de las luciérnagas. Las luciérnagas, como las abejas o las mariposas, están hoy en peligro de extinción. Su desaparición sería el ocaso definitivo de toda vida en el planeta. “Esas dos mujeres -dice Amaranta Osorio- son como pequeñas luciérnagas que desde la periferia emiten sus pequeñas llamadas de amor y desde ahí dan esperanza, desde ahí resisten. Nadie espera nada de ellas, pero logran brillar y juntas tiene mucha fuerza. La Mujer Actual desconoce que tiene una luz dentro y la está buscando, está buscando su propia historia, que conocerá gracias a la Mujer Histórica. La fuerza de las mujeres, finalmente, es lo que más peso tiene en esta historia”.

 

¿Qué estamos haciendo?

Llevamos meses viendo cómo miles de personas llegadas de diversos puntos de Centroamérica se suben a La Bestia, el tren que recorre de sur a norte México, en busca de un futuro mejor. Al otro lado hay un loco que quiere levantar un muro para que no pasen. “¿Cómo Hitler -denuncia Amaranta- llegó a hacer lo que hizo? nos preguntamos. ¿Hasta qué punto la gente no hizo nada y dejó que pasase? Cuando veo los trenes de refugiados pienso: ¿qué estoy haciendo yo? No sé si el teatro puede cambiar el mundo, pero quizás alguien logre, viendo esta obra, preguntarse qué estoy haciendo yo. Yo sé lo que es la violencia, y estoy a favor de la paz, y haré lo que esté en mis manos para que eso suceda”.

 

Vuelven los trenes de la deshumanización en Madrid
Amaranta Osorio, Natalia Menéndez e Itziar Pascual