Desde Godot queremos centrar nuestra mirada en esta ocasión en la realidad de las nuevas generaciones de profesionales de las artes escénicas. Para ellos hemos hablado con cinco compañías de reciente fundación: Kepler, Quemar las Naves, La Jabata, Endaiak y Malos Hijos, como representantes de otras muchas para que nos hablen de su día a día, de las luces, de las sombras del escenario y de cómo sobrevivir al difícil camino que decidieron escoger.

 

Nuevas compañías, jóvenes profesionales

 

Por Marta Santiago

Foto destacada: Imagen de Alaejos de la compañía Kepler. ©la Dalia Negra

 

Friedrich Nietzsche dijo una vez que la vocación es la espina dorsal de la vida de cada persona y es precisamente esta certeza desde la que partimos para abordar un tema que nos preocupa incesantemente a todos los que somos amantes de la literatura, el teatro y las artes en todas sus expresiones: ¿es nuestra vocación el peor camino?.

A menudo escoger el teatro como una forma de vida y de trabajo es una decisión kamikaze que solo los más valientes están dispuestos a tomar. Hoy queremos dedicar unas líneas a parte de ese grupo de valientes jóvenes que tratan de vivir creando y crear para poder vivir, con el objetivo de visibilizarles a ellos y a sus creaciones, pues son el futuro del teatro, las manos que lo levantan y cogerán el testigo de los creadores de más trayectoria en un futuro, a pesar de que la sociedad y las instituciones no les están poniendo fácil el camino. Aquellos muchachos/as que salieron de sus respectivas escuelas y universidades y se encontraron con la terrible verdad: la senda del teatro es bella, pero desalentadora.

 

Organizarse para poder crear

Cuando le pregunto a los integrantes de los distintos grupos teatrales entrevistados acerca del momento en que deciden formarse como compañía, encuentro una similitud innegable: jóvenes estudiantes de universidades o escuelas de arte dramático que comparten la pasión de crear y subirse a las tablas para hablar, reflexionar y hacernos cuestionar como espectadores el mundo que nos rodea.

Producciones Kepler (formada por Itxaso Larrinaga, Leticia Ramos, David Alonso, Juan Carlos de la Vega, Adriana Navarro, Berta Navas, Marya Elena Gallegos) es la que más trayectoria lleva, pues su fundación tiene lugar en el 2017 cuando sus participantes (la mayoría egresados de la RESAD, Esad de Galicia y la escuela de mimo Noveau Colimbier) deciden presentarse al Festival Internacional de Teatro de Almagro después de enfrentarse a la realidad del mundo artístico: «Al acabar la formación nos dimos cuenta de que iba a ser difícil que, sentados en el sofá de nuestras casas, nos fueran a llamar para la siguiente película de Almodóvar. Decidimos juntarnos bajo un mismo nombre para poder tener una identidad desde la que crear nuestros propios proyectos». Algo parecido ocurre con Endaiak (Chema Risko, Clara Oliver y Felipe Muñoz), que surge a raíz de que un grupo de estudiantes de ingeniería y matemáticas decidiesen crear una asociación de teatro para poder hablar y reflexionar sobre los temas que más les interesaban. En el año 2018, ese pequeño grupo de teatro universitario decide ponerse en serio con un montaje, Nostalgia 2175, y embarcarse en el ámbito profesional.

 

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Los tres integrantes de Endaiak caracterizados para la obra ‘Nostalgia 2175’

 

Los componentes de Quemar las Naves (Carlos Pulpón e Itziar Manero, ambos estudiantes de la Escuela Nave73) y La Jabata (Cristina R.Expósito, Dakota Suárez y Stefan Pitic) coinciden al expresar el porqué de la fundación de ambas compañías: sentían amor por el teatro y se encontraron con personas en su camino que compartían esa forma de amarlo. Algo parecido les ocurrió a los componentes de Malos Hijos (Sergio Doblas, Olga Hernández y Maitane Aspe), los cuales habían recorrido diferentes caminos en el teatro y decidieron conjugar todas sus aptitudes para dar forma a sus obsesiones creativas y entregárselas al público.

 

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La compañía Malos Hijos

Las dificultades son un túnel que hay que atravesar

El viaje que todos ellos han decidido emprender no ha resultado tan fácil como habían previsto. Con una ilusión propia de todos los que pertenecemos al arte, estos jóvenes creadores querían comerse el mundo y subirse a los escenarios con el único objetivo de crear, pero muy pronto, aquello con lo que tenían que lidiar eran facturas, multiprogramaciones, horarios complejos y, en general, una precariedad desesperante. Nadie dijo que los comienzos fueran fáciles, y el de todos ellos comenzó marcado por grandes sacrificios (personales y económicos) a largo plazo. Un camino con éxitos en todos los casos, pero que han ido apareciendo muy poco a poco.

«En esos momentos oscuros, de pensar en mandarlo todo a la mierda, preferimos entender la situación, no como un agujero negro en el que hundirse, sino como un túnel que atravesar. Mantener la idea de, que si sigues adelante, acabarás por salir a la luz, por muy imposible que parezca todo en el presente», me comenta Itxaso Larrinaga, y es algo que el resto de creadores comparten con ella: a pesar del duro camino, la necesidad de hacer teatro nace de su interior y forma parte de ellos y nada de lo que se ponga por delante va a hacer que no sigan avanzando. Les mueve, aunque suene a tópico, el haber decidido dedicar su tiempo al teatro, aunque eso signifique desdoblarse y tener que compaginar sus sueños, que les llenan el alma, con trabajos que les llenan la nevera. Algunos ponen copas, otros trabajan como azafatos/as, otros venden ropa en tiendas o trabajan de administrativos. Esto, dicho sea de paso, no solo provoca que su vida sea un juego de tetris sino que también hace que la producción de obras sea mucho más compleja, como explican los integrantes de Kepler: «Desdoblarnos hace que los procesos de producción sean mucho más difíciles, se alargan en el tiempo por no poder dedicarles el tiempo físico y mental en esos días de ensayos utópicos. Pero, al mismo tiempo, estas condiciones hacen que la fe que ponemos en nuestro proyecto sea a prueba de balas». Lo más desastroso de esta situación, y que creo importante mencionar, es que este sacrificio puede obtener recompensas personales pero en raras ocasiones son recompensas económicas, como veremos más adelante. Si a esta compleja forma de vivir la vida (desdoblarse y quedarse sin tiempo a lo largo del día para poder compaginar todo y seguir) le añadimos todas las barreras burocráticas que estos jóvenes se encuentran para poder subirse a un escenario, deberíamos empezar a otorgarles más reconocimiento del que ahora tienen.

 

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Componentes de la compañía Kepler

 

La complejidad y los obstáculos de la administración

Los componentes de Malos Hijos cuentan que en el proceso de crear una compañía de teatro no solo te encuentras con un mundo complejo y poco valorado en nuestro país: «Su forma fiscal es la misma que la de una empresa. El capital para invertir es escaso. Administrativamente, en cuanto a la producción, es muy difícil. Hay muchas barreras administrativas de tipo legal».

Parafraseando a Ariane Mnouchike: «No se puede hacer teatro sin una compañía. No me malinterpretes, tener una compañía es difícil. La gente se marcha y te parte el corazón y siempre hay problemas, pero, ¿qué pretendes hacer sin una compañía?». Y es que si se quiere hacer teatro, es imprescindible tener un núcleo desde el que crear, pero eso siempre es difícil a todos los niveles. Los integrantes de La Jabata coinciden con las palabras de Malos Hijos y señalan: «a nivel de subvenciones no es nada fácil acceder, y creemos que la oferta es bastante escasa. Por otro lado, pensamos que las instituciones y teatros públicos deberían establecer un espacio cultural y un compromiso real con las compañías emergentes y con aquellos que tanto aportan a la cultura».

El apoyo institucional, en general, es muy precario y solamente han podido sacar adelante el trabajo gracias al apoyo de personas, grupos e instituciones pequeñas cuyo objetivo es fomentar y apoyar la cultura acompañando a los/as artistas en este sistema tan deficiente. Pocas son las ayudas que nos han podido contar los entrevistados, la mayoría de ellas de programas del Conde Duque, exlímite, o el Teatro Pavón (estas dos últimas ofreciendo salas de ensayo a precios razonables). Sin embargo, no cuentan con residencia ni apoyo institucional constante, tal y como nos señalan los componentes de Endaiak: «La situación, desde luego, es bastante insostenible económicamente». Pero todos ellos tratan de resaltar, aún en estas condiciones, la parte bella del mundo en que se desarrollan: «Es muy bonito ver, a pesar de todo, a artistas con experiencia que no olvidan lo difícil que es comenzar y que trabajan para crear más oportunidades para todos/as nosotros/as», nos comentan los miembros de Quemar las Naves.

 

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Componentes de la compañía Quemar las Naves

 

Ayudas escasas y beneficio económico paupérrimo

Los datos económicos que manejan, en cuanto a ganancias se refiere, son insuficientes también. Los integrantes tienen que tomar la decisión de hacer ciertos sacrificios y que no sean a costa de precarizar su trabajo y el de sus colaboradores. Lo ideal para ellos es hacer cálculos para que todas las personas del equipo ganen un mínimo de forma legal, es decir, cotizando. Desde luego, no hablamos de un mínimo de convenio (puesto que a taquilla es muy poco realista), sino de un mínimo por el que estén dispuestos a trabajar teniendo en cuenta las circunstancias (precarias) que les rodean. Y, a pesar de toda la ilusión y trabajo volcados en la creación de la compañía, los planes para ayudar y subvencionar a jóvenes creadores y compañías emergentes tienen unos requisitos mínimos que son muy difíciles de cumplir. Y es que a lo largo del año, salen muy pocas convocatorias para la creación artística (y aún menos ahora por la situación pandémica). La mayoría de ellas son ayudas privadas, salvando  la convocatoria anual de la ayuda a la creación y desarrollo de proyectos de la Comunidad de Madrid, y piden muchos requisitos para poder optar a ellas: largos papeles de explicación sobre la compañía o persona que las pide, proyectos que sean considerados de relevancia o interés (no se expresa en ninguna de ellas cuál es el filtraje que se hace para decidir qué es o no de interés), no contar con ninguna otra ayuda o colaboración (aunque la ayuda que estén ofreciendo no cubra ni la mitad de lo que supone la producción de un montaje teatral), algunas piden estar avalados por salas o instituciones… En definitiva, pocas subvenciones para muchas personas con filtros extensos y difíciles de pasar.

Apoyándonos en el discurso de los creadores, redondearemos las cifras gananciales por bolo. Desde Producciones Kepler que, como repetimos, es la que más trayectoria tiene, nos cuentan que, por bolo (con todas las entradas vendidas y unas 100 personas en el patio de butacas), han ganado 500€ netos. Dicha cantidad, sobra decir, les sirve únicamente para cubrir los gastos de la representación de una manera muy ajustada: «Somos siete personas en el equipo, uno de los cuales viaja desde fuera de Madrid… Los números nos están dando para cubrir los gastos de manera muy justa. Ya de cobrar ensayos o funciones, ni hablamos… Hablaremos, estamos seguros, pero todavía no estamos ahí», me comentan sus integrantes. Esta son las cifras más altas, el resto de compañías hablan de ganancias muy pobres que se tienen que repartir entre los colaboradores, técnicos y gastos de producción, como les ocurre a los componentes de Endaiak: «Hace poco estuvimos calculando cuál es la media de  ingresos que la compañía se lleva por función, que las hacemos en Madrid, y eran como de 85€ (más o menos). Por no hablar de los porcentajes que tenemos en sala… Dentro de este porcentaje que nosotros nos llevamos, es para toda la compañía. Teniendo en cuenta que nuestra media de espectadores por función es de algo más de veinte personas». Por supuesto, nos referimos a estas cifras poniéndonos en una situación en la que todo vaya bien y la función pueda realizarse, que es algo que ocurre en pocas ocasiones, como me comentan los creadores de La Jabata: «Es bastante común en las compañías emergentes y en espacios más pequeños, que haya funciones que tengan que ser canceladas por falta de público y de visibilidad». La inversión que están haciendo estos jóvenes es muy grande y están recuperándola muy poco a poco. En resumidas cuentas: todos ellos viven por el arte, pero ninguno vive del arte. ¿Eso es justo? No. ¿Estoy romantizando con esta respuesta la innegable precariedad a la que están sometidos? Sí.

 

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La compañía La Jabata

 

Libertad para hablar de lo que les interesa

Si algo les hace seguir adelante es el apoyo innegable que dicen recibir del público, el cual al principio se componía en todos los casos de seres queridos y compañeros de la profesión, pero que ha ido creciendo poco a poco con su constante lucha por subirse al escenario y disfrutar de cada segundo como si fuera el último. Sin embargo, Sergio Doblas (Malos Hijos) resalta una cuestión preocupante en lo que se refiere al público: «Me preocupa observar que la media de edad es muy avanzada. Es la gente joven a la que tenemos que llegar ahora. No se hacen todos los esfuerzos que se deberían hacer para que el teatro, como objeto, atraiga a los sectores jóvenes de la población».

La Jabata Godot compañías jóvenes
Imagen de ‘La sensibilidad de los patos’, de La Jabata

Y es que es llamativo esto que afirma Doblas: un grupo de jóvenes que habla desde sus vivencias y no consigue atraer a otros jóvenes para que reflexionen conjuntamente. ¿Es problema del teatro? ¿Es problema de cómo se les habla a los jóvenes del teatro? ¿Es problema de la administración? Hoy no es el día para hablar de esto, pero invito a la reflexión. Sin embargo, sí que quiero incidir en las creaciones de todas estas jóvenes compañías, que persiguen constantemente hacerse preguntas y reflexiones en torno a todas las cuestiones que rodean al ser humano: la política, el amor, la soledad, el miedo… «Nos llaman la atención los temas sociales o las realidades que existen a nuestro alrededor y a las que no prestamos atención», comenta el equipo de La Jabata, que cuenta con dos producciones a sus espaldas: Yo.A mí. De mí, donde relatan la historia de tres mujeres que sufren tres tipos distintos de violencia machista; y La sensibilidad de los patos, que será una obra sin textos y que utilizará recursos del movimiento para hablar de la vida de dos personajes PAS (Personas Altamente Sensibles).

Por su parte, Kepler me comenta que su trabajo comenzó con adaptaciones a clásicos y que actualmente están centrando su creación en otros nodos diferentes: «Ahora nos estamos focalizando en el teatro documento y en la autoficción. La guía para elegir en qué nuevo proyecto embarcarnos parte de lugares diferentes cada vez… Un texto, una idea, una historia… Rara vez surge de la idea de hacer algo arriesgado o diferente, intentamos que el interés del proyecto nazca de algo personal del equipo más que de la opinión o la recepción externa». En su última obra (la cuarta de toda su producción), Alaejos, pocos y lejos, construyen un relato que se enfrenta al olvido y al paso del tiempo, poniendo como centro las pequeñas historias que se pierden con el paso de la vida, siguiendo la tónica de otros muchos relatos teatrales que están surgiendo en los últimos tiempos para poder resaltar el verdadero significado de la memoria.

Godot compañías jóvenes Malos Hijos
Imagen de ‘La Obra’, el montaje de Malos Hijos

Malos Hijos, haciendo honor a su nombre, trata de tener un espíritu de riesgo y de rebeldía. Actualmente se han estrenado con La Obra, que reconstruye la vida de una persona cercana a la compañía que estuvo muy ligada a la religión católica y reflexionan en torno a cómo la opresión ejercida por la religión le ha afectado a la identidad como individuo. Hablan de la fe, la relación entre Dios y las personas, la amistad y la libertad.

Los integrantes de Quemar las Naves resumen su creación con una simple cita: «hacer el teatro que se quiere, el teatro que sale de dentro». Estrenaron su primera pieza en enero, Éramos unos niños que escuchaban música en su cuarto, que pone el foco en la adolescencia, la música, el fenómeno fan, hacerse mayor y la soledad. Actualmente, trabajan en la producción de Bob o nunca nadie, donde reflexionan en torno al consentimiento.

Por otro lado, la Asociación Endaiak ha regresado al OFF Latina con Nostalgia 2175, su primera obra, un texto de Anja Hilling que analiza cómo serán las relaciones humanas cuando el planeta en el que habitamos sea muy distinto al mundo que conocemos ahora.

 

 

Colectividad vs individualidad

Si hacemos un análisis de todas las obras mencionadas, podremos darnos cuenta de que todos ellos buscan incesantemente olvidar la individualidad y abogar por una colectividad que, hoy en día, se nos niega. «Por mucho que en nuestro país vivamos la cultura del tú sí que vales, por suerte o por desgracia, a la hora de la verdad, no hay nada que puedas hacer solo en teatro, por muy estrella que seas. Necesitas un equipo», me comenta Itxaso Larrinaga (Kepler), cuando le pregunto sobre la organización y producción de las obras de la compañía. Dejo de sorprenderme cuando todos los demás miembros del resto de compañías confirman lo mismo: es sanador y necesario dejar de creer que lo que sucede en el escenario solo parte de una cabeza pensante. Su trabajo no consiste únicamente en componer y representar, detrás hay una labor de fondo para encontrar puentes y motivaciones entre todos con la narrativa que están desarrollando. En todo este ir y venir de opiniones y reflexiones conjuntas acerca del tema sobre el que escribir, también encontramos un trabajo de publicidad, gestión técnica, gestión de comunicación, producción, escenografía, administración, dirección… Roles indispensables que van rotando de miembro a miembro según el proyecto, de tal forma que todos ellos dejan una parte de sí en el resultado final y van tejiendo una red de elementos que le otorgan (si cabe) más valor a sus creaciones.

 

 

Paciencia para mantener la esperanza y la ilusión

Lamentablemente, y debido a la situación en que se encuentran, su presente es inestable y su futuro incierto, aunque su amor por el escenario sigue perviviendo en su interior con la suficiente fuerza como para no perder la esperanza. «Nuestro plan es tener el mayor número de bolos posibles, la mayor difusión para poder hacer otra obra en el futuro y que a su vez tengamos unas condiciones de partida un poco mejores de las que hemos tenido al principio… Profesionalizar la compañía y poder vivir de las creaciones dignamente. Nuestra ilusión es que nos dejen la oportunidad de hacer teatro», me comentan desde Malos Hijos. Por su parte, Kepler lo tiene claro cuando les pregunto por el futuro: «Nuestro desafío está en no empezar otros montajes, sino en dar continuidad al actual. Empezar siempre es sexy y tentador, pero apostar por algo a largo plazo demanda otro tipo de compromiso y amor por el proyecto. En eso estamos ahora; buscando dar el salto y no dejar que la obra muera en cinco funciones, sino en darle una vida más larga y poder compartirla con más público de otras provincias». Algo que también comparten Quemar las Naves y Endaiak: visibilizar todo lo que sea posible las obras que hacen y ayudar a otros a que también lo consigan.

 

Godot compañías jóvenes Quemar las naves
‘Éramos unos niños que escuchaban música en su cuarto’, un montaje de Quemar las Naves

 

Después de la disertación que hemos hecho conjuntamente, termino preguntándoles qué consejo le darían a jóvenes como ellos (que hay muchos), que darían todo por el teatro. No esperaba respuesta diferente a la que recibí: no parar de buscar la emoción absoluta y la ilusión por crear. A nadie se le puede prometer el éxito, el mundo es complicado, pero sí les pueden prometer que con ilusión, motivación y alma las cosas salen bien: el teatro te da si tú le das. Zanjan los integrantes de Endaiak: «Lo más sano en este mundo y lo más poderoso, es generar un grupo. El grafo frente al nodo solitario. Aferrarse al grupo para trabajar de forma segura, con amor y con respeto. Eso lo puede todo».