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«Calderón estaba más cerca de la Reforma que de la Contrarreforma»

En coproducción con el Teatre Nacional de Catalunya, la Compañía Nacional de Teatro Clásico ha inaugurado su temporada con este auto sacramental de Calderón de la Barca llevado al siglo XXI con un elenco de 14 intérpretes comandado por Silvia Marsó. Entrevistamos al autor de la versión y director de la propuesta, y actual director artístico del TNC, Xavier Albertí.

 

Por Álvaro Vicente / @AlvaroMajer

 

La Fama hace un llamamiento para que todos vayan al gran mercado del mundo. Cada uno tiene un talento para comprar lo que desee, y lo deberá utilizar para poder ser feliz. La Inocencia y la Malicia acompañarán a los compradores. Entre los vendedores, desfilarán figuras como la Soberbia, la Humildad, el Placer, la Penitencia o el Desengaño. En el mercado se puede comprar de todo, desde el Pensamiento hasta la Culpa. Mientras tanto, la Música se lo mira todo y va marcando los ritmos.

Inspirada en la parábola de los talentos del Evangelio según San Mateo, el texto de Calderón de la Barca muestra a un padre que pone a prueba a sus dos hijos gemelos (El buen genio y El mal genio), para determinar cuál de los dos es el primogéntio y así poder legarle sus posesiones. A cada uno le concede la misma suma de dinero y les envía al mercado para ver quién saca más rédito. El que mejor invierta, gana.

Calderón escribió este auto sacramental con una función explícitamente litúrgica, en un contexto europeo de fuertes sacudidas ideológicas. A menudo los trastornos de nuestros tiempos actuales no quieren hablar con los preceptos morales de otras épocas, pero los personajes alegóricos que protagonizan El gran mercado del mundo continúan poblando nuestras realidades. Y nuestro mundo cada vez es un mercado más grande.

 

Empezamos con un dato: 19.000 espectadores de El gran mercado del mundo en Barcelona, donde estuvo en cartel, en la sala grande del Teatre Nacional de Catalunya, antes de verano, del 15 de mayo al 22 de junio. Es para estar orgulloso, ¿no?

Mucho, estamos muy contentos, las funciones en Barcelona fueron estupendamente bien, pero no creo que sea nada anómalo, al contrario, cada vez que hemos tenido la presencia de la Compañía Nacional de Teatro Clásico en el TNC ha sido una fiesta y un éxito. De hecho, cuando nosotros programamos hace dos temporadas El perro del hortelano, con dirección de Helena Pimenta, decidimos que teníamos que hacer algo más juntos, porque realmente nos dimos cuenta de las enormes similitudes que hay entre los dos centros y las voluntades que había de colaborar. Helena me dijo que le gustaría que antes de terminar ella en la CNTC hiciese yo algo, y fue cuando le propuse hacer esta maravillosa aventura de El gran mercado del mundo, que estos días estamos disfrutando.

 

Esto es lo normal, pero es verdad que con el clima político que reina en los últimos tiempos en lo que a relaciones España-Cataluña se refiere, estas cosas se vuelven noticia. 

Lamentablemente sí, pero no debería ser noticia, para nada. Una cosa es la política, una cosa es la capacidad y la calidad de nuestra democracia, y otra cosa es la cultura. Y si algo realmente nos tiene que mantener en un espacio de comunión, es la cultura, y ese espacio de comunión tendrá las traducciones políticas que la gente decida en su momento, pero la cultura tiene que seguir haciendo su función, que es crear espacios de identificación colectiva.

 

"Calderón estaba más cerca de la Reforma que de la Contrarreforma" en Madrid

 

Vamos, pues, al montaje. ¿Por qué un auto sacramental ahora? ¿Por qué este auto sacramental concretamente, El gran mercado del mundo?

La propuesta era muy abierta. Helena Pimenta me dio libertad para escoger y a partir de ahí empecé a leer y me fascinaron los autos sacramentales, primero porque los hemos tratado muy mal, cuando los hemos tratado, que los hemos tratado muy poco, y cuando los hemos tratado nos hemos acercado a los autos aún con la referencia de la gran estructura escenográfica y entendiendo que el texto era un pretexto para hacer grandes espectáculos escenográficos para grandes plazas públicas. Y en cambio hemos despreciado unos fines de penetración del teatro popular italiano, entendido con la gran etiqueta genérica de la comedia del arte, en el teatro barroco español. Yo creo que sin entender lo que eran los autos sacramentales, su función de representación única el día del Corpus, su capacidad para congregar multitudes, su capacidad para aglutinar recursos económicos para un proyecto escénico que no tenían otros -y eso implicaba traer los mejores músicos, bailarines, creadores de apariencia, o sea, los mejores escenógrafos-, difícilmente entenderíamos lo que hay detrás de esas creaciones. Y la idea de que los autos son sermones en palabras, cuando los empiezas a leer, te das cuenta de que eso es una mentira absoluta, o no una mentira, una prefiguración, un prejuicio; detrás hay evidentemente articulaciones filosóficas que tienen su traducción antropológica en el sentir del día a día de la gente del siglo XVII, pero hay algunas reflexiones que están perfectamente vivas hoy y eso es lo que hemos intentado demostrar. Porque además me parece que Calderón se acerca con El gran mercado del mundo a uno de los elementos claves para comprender nuestro presente, que es el espacio que le hemos cedido después de que Nietzsche dijera que Dios había muerto, a quien iba a ocupar ese espacio. Hubo gente que pensó que lo ocuparía la ciencia, otros que lo ocuparía el comunismo, otros el socialismo, y finalmente hemos descubierto que quien ha ocupado ese espacio es el mercado, y las conjunciones que hay entre las dinámicas económicas de un tiempo y sus dinámicas teológicas, tanto en el XVII como en el XXI, siguen estando presentes.

 

De hecho, la obra se escribió en un momento de crisis profundísima.

No tenemos conciencia real de lo que fue esa época.

 

Y parece que ya entonces la economía lo movía todo.

Todo. Además, fíjate, en el argumento del auto, el padre de familia, que es una encarnación del género humano, de una forma general, una especie de suplantación humana de la figura divina, porque Calderón en otros autos sacramentales usa directamente a Dios y aquí lo sustituye por el gran padre de familia, en esa escisión del ser humano entre el buen genio y el mal genio, que en el fondo son dos caras de la misma moneda en todos nosotros, la recompensa de quien gaste bien su talento en el gran mercado del mundo es doble: por un lado, obtendrá la mano de gracia, gracia que es la misma que quedó después de la muerte de Cristo, por tanto obtendrá la gracia, obtendrá la fe, obtendrá un elemento de salvación para la vida eterna; pero también obtendrá, y eso es muy importante, y Calderón lo subraya casi más que la mano de gracia, obtendrá el mayorazgo, es decir, obtendrá el poder económico, el poder terrenal. Por tanto, no solo Calderón habla de la eucaristía, de la salvación y la fe, no solo es un auto que responde a los principios teológicos de la Contrarreforma, también es una mirada muy diáfana sobre la articulación económica de su tiempo.

 

También estaba de fondo en esa época la expulsión de los moriscos primero, de los gitanos después, esa relación del Estado con el otro, con el que no es de aquí, que tan actual nos suena ahora…

Y Calderón hace un brutal homenaje a la figura de los gitanos a través de uno de los personajes alegóricos que es la Gula, que se va transformando y acaba transformado en gitano, y un gitano que vende dos cosas: un exclavo y el caballo del pensamiento, que es una de las grandes citas al pensamiento filosófico de Platón, un caballo que el buen genio tendrá que saber tomar y saber dirigir para ir hacia donde le tiene que llevar. Pero es el caballo del pensamiento, por tanto todas esas ideas de que Calderón obedece a pies juntillas los prefectos teológicos de la Contrarreforma, son absolutamente prejuicios una vez más. Calderón entrega a sus conciudadanos herramientas para que trabajen desde su propia consciencia, y la consciencia del gran nuevo invitado a la Europa del XVII y finales del XVI, a partir de la Contrarreforma. Finalmente, no olvidemos que Lutero dice que la única salvación posible es la fe, y el papa dice la única salvación posible es la fe, y lo que motiva la Contrarreforma finalmente es la denuncia del gran mercado de la fe, que constituye la Iglesia católica del momento con las bulas, que dando dinero te garantizaban la salvación eterna, con el enorme negocio de las reliquias, paga para tener un huesecito y con él podrás abrir una Iglesia, y con todos los peregrinajes que controlaban las rutas económicas, comerciales y turísticas en la articulación de la Europa de ese tiempo. Y hay otra cosa fascinante en el Concilio de Trento, el de la Contrarreforma, allí aparece la gran lista de los libros prohibidos, que no se derogará hasta el Concilio Vaticano II, o sea, desde el siglo XVI hasta el siglo XX, y el número uno de los libros prohibidos es la Biblia, lo que prohibe el Concilio de Trento es que el ciudadano pueda tener libre acceso a la Biblia, los reformistas evidentemente dicen para nada, y eso primero permite la traducción de la Biblia a las lenguas romances, a las lenguas populares, a las nuevas lenguas europeas, y sobre todo permite la alfabetización de una gran parte de Europa porque, evidentemente, si no saben leer difícilmente podrán interpretar la Biblia. Por tanto, la articulación realmente de Europa entre la Reforma y la Contrarreforma, no solo es una articulación económica y teológica, es una articulación sociológica de un calado profundísimo. Y Calderón lo sabía, y como Miguel Ángel cuando pinta la Capilla Sixtina, está más cerca internamente de algunos de los preceptos de la Reforma que de la Contrarreforma.

 

"Calderón estaba más cerca de la Reforma que de la Contrarreforma" en Madrid

 

En el programa de mano habéis incluido un texto de Giorgio Agamben del que me gustaría rescatar lo siguiente: Si, como se ha sugerido, llamamos espectáculo a la fase extrema del capitalismo que estamos viviendo, en la que todo es exhibido en su separación de sí mismo, entonces espectáculo y consumo son las dos caras de una misma imposibilidad de uso. Aquello que no puede ser usado es, como tal, consignado al consumo o a la exhibición espectacular. Lo cual significa que la profanación se ha vuelto imposible (o, al menos, exige procedimientos especiales). Si profanar significa restituir al uso común aquello que había sido separado en la esfera de lo sagrado, la religión capitalista en su fase extrema apunta a la creación de un Improfanable absoluto. […] La profanación de lo improfanable es el deber político de la próxima generación. Ahora te pregunto: ¿has profanado o has intentado profanar la sacralidad del auto sacramental con tu montaje? ¿Has intentado profanar lo improfanable?

Es difícil profanar una cosa que se hace en un espacio profano, un auto sacramental que se hace en la Plaza Mayor de Madrid. Tenemos documentadas las escrituras de 1635 a 1638 y las primeras representaciones se hacen en 1639. No olvidemos que fueron prohibidos al cabo de muy poco tiempo, los autos en general, y no olvidemos que 20 años después de esta escritura, Molière estrena su Don Juan y se prohíbe inmediatamente porque hay una suplantación del juicio divino, la censura eclesiástica en Francia le dice cómo te atreves Molière a suplantar un juicio divino, cosa que estaba haciendo claramente Calderón en estos autos sacramentales y que la Iglesia tardó 30 o 40 años en prohibírselos. Mi voluntad te aseguro que no es la de incomodar absolutamente a nadie, a ninguna convicción de fe ni a ningún traducción simbólica de eso, es lo más alejado que puedo pensar que yo he provocado. Sí es cierto que me parece que en los autos sacramentales del Barroco español se produce un milagro y es la idea de volver a recuperar los elementos simbólicos de la tradición grecolatina, reconvertidos en elementos simbólicos del cristianismo, y para mí eso es muy importante, porque la cultura europea nuestra no nace en el cristianismo, nace en sus raíces profundas de la tragedia griega, de la construcción del concepto griego, y eso Calderón, que es un lector compulsivo de los clásicos griegos, lo sabe mejor que yo.

 

Si tu intención no incomodar, y circunscribiéndonos a lo que son las elecciones plásticas y puramente teatrales del montaje, con esa atracción de feria presidiendo la escena y esta intención de ‘arrevistar’ la obra, ¿cuáles son tus intenciones como director? ¿Por qué esas elecciones?

La intención es simplemente es respetar el texto de Calderón, no he alterado a Calderón, le he abierto puertas de una sintaxis escénica contemporánea, para que nadie me pueda decir que estoy haciendo teatro museológico, creo que el teatro no puede ser nunca museo, siempre tiene que ser contemporáneo, Calderón permite un viaje a nuestro tiempo maravilloso y arrastra con él muchos elementos que a lo largo de la Historia nos han ido acompañando. He puesto elementos del Paralelo barcelonés de los años 20, porque son fragmentos de revistas musicales que preludian el clima del Crack del 29 a nivel económico. Me ha parecido que también había un viaje que podía recoger otros elementos que texturizasen esa relación de Calderón con el concepto de la economía como eje del mundo. Y la experiencia que estamos teniendo estos días en el Teatro de la Comedia, nos lo hace sentir como un profundo aval. Realmente el espectador sale gratificado escénicamente, sin ninguna sensación de que le hemos provocado gratuitamente en ninguno de sus elementos teológicos, si los tiene, del tipo que sean, y al mismo tiempo la sensación de que hay que releer a Calderón desde unos ojos de una modernidad mucho más amplia, y creo que ese objetivo es extraordinario.

 

No sé cómo es allí en Barcelona, pero aquí el Teatro de la Comedia, y la CNTC en general, suele concitar un público muy heterogéneo, en edades, en sensibilidades, y el enfrentamiento con este trabajo es proclive a la controversia, lo cual me parece sano en un contexto teatral no museológico, recogiendo tus palabras. 

En el Nacional, en Barcelona es igual, el espectáculo muy rápidamente llama mucho la atención a crítica y público diciendo que es un espectáculo sorprendente, que no es un coñazo, que hay que verlo, y porque lo aparatoso de convocar a la gente desde la etiqueta de un auto sacramental es que te encuentres con un rechazo desde el apriorismo, que digas de primeras a mí eso no me interesa. En cambio en Barcelona se produjo el efecto llamada, hay que ir a verlo, porque es un espectáculo que abre ventanas, y en Madrid se está produciendo también.

 

Y desde tu posición de director del TNC, cómo llevas lo de atender la responsabilidad de abrir el teatro a todas las generaciones, a todas las sensibilidades, no olvidar que el público son muchos públicos posibles. ¿Cómo se conjuga esto con el gusto personal?

Haciendo los milagros que toque. Nosotros programamos unos 27 espectáculos y te aseguro que intentamos hacer de todo. Tenemos la misión, como teatro nacional de Catalunya, de leer nuestro patrimonio en lengua catalana, de leer el patrimonio internacional, de apostar por nuestros contemporáneos y por los internacionales, y apostar por la danza, por el nuevo circo, un poco por todo, e intentamos equilibrar una temporada para que todo el mundo encuentre satisfacción en sus necesidades. La verdad es que las estadísticas nos dicen que, en esta que es mi séptima temporada como director artístico, y empecé con una edad media de nuestros espectadores cercana a los 59 años y ahora está en 42, por tanto estamos realmente mejorando la idea de que es un teatro para todo el mundo.

 

 

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