Texto: Manuel Benito
Ilustración: Nuria Henríquez

 

Antonia relee sentada una antigua novela. Amalia duerme a su lado, acurrucada.

ANTONIA.- Amalia. (Amalia no se inmuta.) Amalia. (Amalia ronca.) ¡Amalia!

AMALIA (despertándose de golpe).- ¿Qué pasa?

ANTONIA.- ¡Amalia, tienes nombre de reina!

AMALIA.- ¿Y para eso me despiertas?

ANTONIA.- Estoy leyendo esta novelita que he encontrado esta mañana, y viene tu nombre… Amalia… (Lee.) «La reina Mª Amalia de Sajonia, esposa de Carlos III…»

AMALIA.- Antonia, me lo has dicho muchas veces. Pero hoy estaba durmiendo, déjame dormir, que he pasado una noche terrible… Y con lo poco que me gustan a mí las reinas…

ANTONIA.- ¡Pero si acabo de llegar a esta página! ¡No te lo puedo haber dicho muchas veces!

AMALIA.- Hace ya muchos años que estás leyendo esa novelita… La has encontrado esta mañana al despertar, como cada mañana, y has comenzado a leerla, como cada mañana… Y yo estoy harta de decirte lo mismo cada mañana…

ANTONIA.- Pero no puede ser, es la primera vez que tengo esta novela en mis manos.

AMALIA.- Eso es porque nunca te acuerdas de lo que has hecho el día anterior y yo te lo tengo que recordar.

ANTONIA.- ¿No recuerdo nada?

AMALIA.- Absolutamente nada.

ANTONIA.- ¿Y eso por qué?

AMALIA.- Efectos secundarios.

ANTONIA.- ¿Efectos secundarios?

AMALIA.- Sí, de los medicamentos. O de las operaciones.

ANTONIA.- Pero Amalia, si yo no estoy tomando medicamentos, ni me han operado…

AMALIA.- Ahora no, pero los tomamos durante muchos años. Y nos operaban.

ANTONIA.- ¿Estábamos enfermas?

AMALIA.- Eso decían. Por eso nos metieron aquí.

ANTONIA.- Yo creo que no he estado enferma desde hace… desde que era niña…

AMALIA.- Decían que estábamos enfermas.

ANTONIA.- ¿Y ya estamos curadas?

AMALIA.- …

ANTONIA.- Yo, desde luego, me siento mucho mejor.

AMALIA.- ¿Mejor que cuándo?

ANTONIA.- Mejor que… Mejor que antes, creo.

AMALIA.- …

ANTONIA.- ¿Y de qué estábamos enfermas?

AMALIA.- Éramos «infelices privadas de razón». Eso decía la prensa, pero en realidad…

ANTONIA.- ¿Infelices?

AMALIA.- Así nos llamaban. Yo era feliz en casa, con mi familia, pero a veces…

ANTONIA.- ¿A veces qué?

AMALIA.- No sé, a veces hablaba demasiado, no lo recuerdo bien.

ANTONIA.- ¿Hablar es malo?

AMALIA.- No lo recuerdo bien.

ANTONIA.- Qué pena que no lo recuerdes, parecía una bonita historia. Y yo, ¿por qué estoy aquí?

AMALIA.- Eras una «infeliz privada de razón».

ANTONIA.- ¿Y cuándo nos conocimos?

AMALIA.- En 1935.

ANTONIA.- ¿Y en qué año estamos?

AMALIA.- Si te lo digo te asustas.

ANTONIA.- Amalia, dímelo, que no me asusto, te lo prometo.

AMALIA.- Te asustas todos los días que te lo digo.

ANTONIA.- Si me lo dices te canto una canción de mi pueblo, de cuando niña.

AMALIA.- Mira, que te vas a asustar…

ANTONIA.- Por favor… Me gustaría saberlo.

AMALIA.- ¿Segura?

ANTONIA.- ¡Segurísima!

AMALIA.- ¿Habrá canción?

ANTONIA.- Te cantaré la canción más bonita de mi pueblo…

AMALIA.- Está bien, te lo diré, porque me gusta mucho oírte cantar. Estamos en noviembre de 2016.

ANTONIA.- ¿Cómo? ¡Pero cómo dices eso, Amalia! ¡En 2016! ¡Ese año ni siquiera existe! No hables más, Amalia, que me das miedo… (Se levanta.)

AMALIA.- Lo sabía, te ibas a asustar, como cada mañana.

Antonia camina hacia la puerta. Se dispone a salir.

AMALIA.- ¿Dónde vas?

ANTONIA.- Te tengo miedo.

AMALIA.- ¿A mí?

ANTONIA.- Me voy, no sea que me sigas contando cosas de miedo. (Sale.)

AMALIA.- Antonia… ¡Antonia! ¡No me dejes solita! ¿Qué voy a hacer sin ti? (Se levanta, se asoma a la puerta y la llama.) ¡Antonia! (Espera un momento por si recibe respuesta, pero después se acerca a la ventana.) Han pasado muchos años. Supongo que ahora los que son como nosotros ya no sufren tanto, ni están encerrados, bueno, encerrados tal vez sí, pero no sufren…

ANTONIA (entrando).- Amalia, ¿cuántos años tenemos?

AMALIA.- ¡Has vuelto!

ANTONIA.- Pero sólo porque al fondo del pasillo se oyen gritos y me he asustado más todavía.

AMALIA.- Aquí estamos bien.

ANTONIA.- ¿Esto es la capilla? Lo he leído fuera.

AMALIA.- Sí.

ANTONIA.- Pues te advierto que yo no sé rezar. No me ha hecho falta nunca.

AMALIA.- Algunos días venimos aquí, otros al taller de cerámica, otros al patio…

ANTONIA.- ¿Un taller de cerámica? Me gustaría ir. Me gusta la cerámica.

AMALIA.- Mañana vamos.

ANTONIA.- Amalia, ¿es verdad eso de que estamos en…? ¿En qué año has dicho?

AMALIA.- En 2016.

ANTONIA.- Si estamos en 2016, ¿cuántos años tenemos? Tú al menos te conservas fenomenal, y yo, no sé, no me he mirado al espejo, pero me siento estupenda…

AMALIA.- No tenemos años.

ANTONIA.- Amalia, no, eso es imposible, yo siempre he tenido años. Es algo que no me pueden quitar, ni aquí ni en ningún sitio…

AMALIA.- Es cierto, nos pueden quitar la ropa, el reloj, la libertad, nos pueden quitar a nuestra familia basándose en mentiras, nos pueden extirpar las zonas enfermas del cerebro con una brutal operación, nos pueden cortar el pelo al cero… ¡Pero, la edad…! ¡La edad es algo que nadie nos puede quitar!

ANTONIA.- ¡Nadie! ¡La edad es algo que nadie nos puede quitar, Amalia!

AMALIA.- Y sin embargo…

ANTONIA.- Sin embargo, ¿qué?

AMALIA.- ¿Sabes que yo recuerdo mi último cumpleaños? Cumplí 29. En 1937. Unos días después me operaron, y entonces ya…

ANTONIA.- ¿Estabas malita?

AMALIA.- Mira la cicatriz. (Se levanta el pelo por detrás de la cabeza y le enseña la cicatriz a Antonia.)

ANTONIA.- ¡Ay, pobre! ¡Qué dolor! ¡Debías de estar muy malita!

AMALIA.- No sé cuántos años tenías tú cuando…

ANTONIA.- ¿Cuando qué?

AMALIA.- Cuando te operaron.

ANTONIA.- ¿A mí también me operaron?

AMALIA.- No lo sé, no sé si te operaron, o te moriste de hambre, o te… suicidaste.

ANTONIA.- ¿Pero qué dices? Lo siento, Amalia, pero no entiendo nada… No recuerdo estar enferma como para que me operaran, y lo de… suicidarme… Jamás se me ocurriría… A mí me gustaba ir al taller de cerámica, eso sí lo recuerdo…

AMALIA.- A veces, a media tarde, recuperas un poco de memoria, pero al día siguiente de nuevo lo has olvidado todo…

ANTONIA.- ¿Y qué hacemos aquí?

AMALIA.- No lo sé. Esperar. Creo.

ANTONIA.- ¿A quién?

AMALIA.- Tal vez a que alguien nos recuerde. O a que alguien nos venga a buscar y nos lleve a casa. O tal vez a que alguien venga a escucharnos, sólo a escucharnos… Puede que si alguien nos escuchara y conociera nuestra historia, algún día…

ANTONIA.- Puede…

AMALIA.- Puede que si alguien, alguna vez, escribiera nuestros nombres, en un pedazo de papel, únicamente con escribir nuestros nombres…

ANTONIA.- Puede que entonces…

AMALIA.- Pero hasta ese momento, todo seguirá igual, como sigue igual desde 1937, cuando me operaron. Mañana volverás a encontrar esa novela cuando despiertes y luego me preguntarás mi nombre, y después comenzarás a leer y pasarán las horas, y cuando llegues a la página 29 verás mi nombre escrito y me dirás que tengo nombre de reina… Y así día tras día.

ANTONIA.- …

AMALIA.- Y con lo poco que me gustan a mí las reinas…

ANTONIA.- Amalia, salgamos de aquí, no me gustaría quedarme para siempre en un manicomio abandonado…

AMALIA.- ¿Ves? Ya vuelve.

ANTONIA.- ¿Ya vuelve?

AMALIA.- Tu memoria.

ANTONIA.- ¿Mi memoria? (Mira a Amalia. Pausa. Saca un peine de un bolsillo y comienza a peinarle los cabellos.)

AMALIA.- Después pasearemos por las ruinas que hay en el jardín. Aquí había un convento, ¿sabes?

ANTONIA.- ¿Y son bonitas las ruinas?

AMALIA.- Y luego yo no pegaré ojo en toda la noche.

ANTONIA.- ¿Por qué?

AMALIA.- Porque vimos morir a muchos de nuestros amigos y amigas aquí dentro.

ANTONIA.- ¿Y hay más como nosotras?

AMALIA.- Sí, hay algunos más. Los que nadie reclamó. Los que fueron olvidados por su familia. Los que murieron de hambre porque su familia no pudo pagar la estancia. Los que murieron tras una operación en la cabeza. Los que nunca habían estado locos pero les trataron como locos para librarse de ellos, como tú y yo. Los que hablaban demasiado, como tú y yo. Los que no pudieron escapar durante la guerra.

ANTONIA.- ¿La guerra?

AMALIA.- Hubo una guerra. Yo la vi. Estaba escondida en las ruinas…¿Quieres que te enseñe dónde me escondía?

ANTONIA.- Me encantaría.

AMALIA.- Yo morí unos meses después de que comenzara la guerra. ¿Vamos a las ruinas?

ANTONIA.- Pero, ¿no es ya hora de cenar?

AMALIA.- Eso no importa, no necesitamos cenar… Durante la guerra se acabaron las provisiones y aprendimos a no sentir el hambre, y ahora…

ANTONIA.- Amalia, ¿te puedo decir una cosa?

AMALIA.- Claro.

ANTONIA.- Creo… Creo que eres mi mejor amiga.

AMALIA.- Y tú también eres mi mejor amiga.

ANTONIA.- Amigas para siempre.

AMALIA.- Para siempre. Vamos a las ruinas.

ANTONIA.- Vamos, amiga Amalia. Tienes nombre de reina, Amalia.

AMALIA.- ¿Sabes que tú también tienes nombre de reina?

ANTONIA.- ¿Yo?

AMALIA.- Sí, María Antonia de Nápoles, la primera esposa de Fernando VII.

ANTONIA.- Qué importantes somos, Amalia. Incluso muertas.

AMALIA.- Y que lo digas, Antonia. Y con lo poco que me gustan a mí las reinas… ¿Me cantas la canción de camino a las ruinas? Me gusta mucho oírte cantar.

ANTONIA.- Claro.

Antonia comienza a cantar la canción más bonita de su pueblo. Se levanta y le da la mano a Amalia, que se levanta también. Salen ambas hacia las ruinas.

Alguien ha escrito por fin sus nombres sobre un papel. Tal vez ya nunca regresen a este manicomio abandonado. De hecho, han pasado de largo las ruinas y están abriendo la verja del jardín, que durante muchos años ha sido imposible abrir, y están saliendo fuera del recinto del manicomio abandonado. Nos dicen adiós con la mano. Se dan la vuelta y se marchan para no volver.

 

Tienes nombre de reina en Madrid
©Susana Martín
TIENES NOMBRE DE REINA
Texto teatral de Manuel Benito, dramaturgo que ha acumulado una nutrida experiencia como intérprete y director de sus propios textos y como gestor de espacios escénicos privados (Montacargas, Guindalera). Bajo el seudónimo de nico guau, desarrolla su vertiente periodística como crítico del mundo teatral madrileño.