SUSCRÍBETE
Mateo_Feijoo_Revista_Godot

Mateo Feijóo y su incansable defensa de la cultura urbana

«Creo que la sociedad está llena de microfronteras que es necesario atravesar, de muros que es necesario permear»

 

El que fue director de Naves Matadero hasta el año pasado vuelve a comisariar el Festival FLIPAS con el único objetivo de defender los lenguajes urbanos e invitar a la población a adentrarse más profundamente a este tipo de prácticas que surgen en la periferia de las ciudades. Este año el centro de Madrid albergará una serie de conferencias, talleres y espectáculos de artistas urbanos de diferentes nacionalidades. Una conversación multicultural que no dejará indiferente a nadie. Si algo cambia este año en el programa de FLIPAS son dos actividades que realizarán en Leganés, en colaboración con la Universidad Carlos III, en donde los adolescentes de la localidad podrán crear y conversar con tres de los artistas participantes en el laboratorio: Suso 33, Ju Mu y Jorge Caiado.

El director y creador artístico, Mateo Feijóo, se ha desplazado hasta Leganés para concedernos una entrevista en la que nos explicará cuál es el trasfondo principal de FLIPAS y nos invitará a reflexionar sobre los jóvenes y su relación con el mundo de la cultura.

 

Por Marta Santiago

 

¿Qué es el Festival FLIPAS?

El Festival FLIPAS surge realmente como un proyecto más de todos los que había en Naves Matadero. En este caso financiado con un fondo muy específico europeo que se coordina a través del Goethe Institute y de la Alianza Francesa y conmemora las buenas relaciones de Francia y Alemania tras la Segunda Guerra Mundial. Yo ampliaba con parte del presupuesto de Naves en lo que eran artistas locales y algún otro país.

Cuando se terminó el proyecto de Naves Matadero, me propusieron continuar con el proyecto y yo dije que sí, que me parecía muy buena iniciativa. Además, había una cuestión que, para nosotros era importante, y era poder construir y articular un proyecto que pudiese tener continuidad más allá de la necesidad de estar amparado por una institución pública, sobretodo porque las instituciones en este país públicas vinculadas a la creación y a las artes escénicas dependen como muy poco de lo que pasen casa cuatro años en las elecciones políticas y son muy frágiles en todo lo que son la burocracia administrativa y en el hecho de poder consolidar proyectos.

Si tuvieras que resaltar el objetivo principal de FLIPAS, ¿cuál dirías que es?

El proyecto ya desde su origen se amparaba en dos premisas fundamentales que ahora son las que hemos potenciado: la primera es poner en contacto a artistas de diferentes nacionalidades y diferentes disciplinas vinculadas con la práctica de la creación urbana con todo lo que significa (es decir, de palabra, sonido, acción, movimiento, pintura…); y, por otro lado, llevar esa práctica, a través de pequeños laboratorios o pequeños work shops, en conexión directa con segmentos de sociedad que están interesados en esas prácticas. Por eso, realmente este año hemos cambiado ya la nomenclatura definitivamente: se llama «FLIPAS- Laboratorio de culturas urbanas».

¿Por qué decides apostar por un proyecto como este?

Primero porque me interesa lo que sucede fuera de las estructuras ya sumamente institucionalizadas y que son presas de un pensamiento político totalmente uniforme y de una estrategia que atiende a una burocracia administrativa. Siempre lo he hecho con mucho trabajo, incluso cuando he estado en la institución. Creo que hay algo que tiene que suceder, más que nunca, fuera del edificio. Para mí la palabra «teatro», siempre lo digo, solamente significa «una estructura arquitectónica», que creo que cada día está más paralítica y cada vez es más restrictiva a la hora de imaginar, pensar, divulgar y dinamizar. Entonces para mí este proyecto es muy importante, porque yo siempre he dicho que lo más importante de mi paso por Naves no sucedió en Naves: eran todas las actividades que yo denominaba «invisibles» y que sucedían con los artistas fuera. Creo que hay una necesidad de llegar a otros lugares, creo que la sociedad está llena de microfronteras que es necesario atravesar, de muros que es necesario permear y traspasar de alguna manera. Y para mí este proyecto permite eso: permite primero poner en contacto a la práctica artística como una herramienta de pensamiento (que es lo que es para mí) y una herramienta de construcción de diálogo. Solamente me interesa el arte en cuanto puede hacer esas dos cosas. Y para ello necesito estar en contacto con la gente que necesita eso, con la gente que quiere acercarse a un pensamiento artístico determinado, a una praxis determinada… Y poder desarrollar diálogos, pensamiento, lucha y cuestionarse lo que sucede.

Entonces, de alguna manera, el espíritu de FLIPAS ve reflejo también en lo que intentaste hacer durante la dirección de Naves Matadero…

Sí. De hecho había muchísimos proyectos que se hicieron que siempre procuraban eso. Hay algo que me interesa mucho, y es la responsabilidad social que tiene la institución pública, que creo que no quiere asumir prácticamente ninguna. Yo digo que los teatros públicos son instituciones públicas, por lo tanto en este momento, más que nunca, tienen una responsabilidad social que tienen que gestionar con su entorno, con su barrio, con su ciudad… Y están con las puertas cerradas y mirando hacia otro lado. Para mí eso es fundamental en el compromiso artístico. Yo siempre digo que el arte no va a cambiar el mundo, sino ya lo habría hecho mil veces estando en Naves, pero sí sirve para fomentar diálogos, construir otro tipo de realidades y gestionar relaciones que pueden ayudarnos a comprender mejor el momento en el que estamos. FLIPAS es importantísimo sobretodo en la relación que construye con los jóvenes desde prácticas que para ellos son interesantes.

Los más jóvenes siempre son presentados con un sector poco interesado en la cultura, ¿qué opinas sobre esto?

Yo creo que los jóvenes están muy  interesados en el arte y están muy interesados en muchísimas prácticas de expresión artística y muchas metodologías de trabajo. Lo que pasa es que están muy lejos de una práctica que es totalmente caduca y antigua en lo formal e incluso, me atrevo a decir, también en lo que cuenta, en el concepto desde la forma y desde el fondo. Desde lo que transmite, cómo lo transmite y desde cómo se construye ese relato. Por eso, una vez más, tenemos que hacernos la pregunta y el ejercicio de dónde ponemos nuestra escucha. Para mí la diversidad ha sido siempre lo más importante. No creo en la integración, para mí la integración restringe y acorta. Creo en la diversificación, creo en la cantidad infinita de referentes que pueden llegar de todos los lados y creo que cualquier inmigrante me puede enseñar muchísimas cosas que no sé. Lo importante es que sepamos convivir con la diversidad. Los jóvenes son conscientes de eso, por eso son afines a unos lenguajes que la institución no quiere admitir como suyos.

¿Crees que este tipo de proyectos pueden invitar a los jóvenes a ver otro tipo de manifestaciones culturales consolidadas?

Yo no sé lo que es el arte consolidado. Muchas veces lo que se nos entrega como consolidado, creo que no es «consolidado», es «muerto». Yo no estoy próximo a ese teatro y, sin embargo, sí estoy muy cercano al arte y he vivido toda la vida en relación con el arte. Creo que lo importante de esto no es tanto acercarse a una cosa u otra, sino que es que tú descubras tu camino. Lo importante no es repetir fórmulas, aunque es posible si te interesa. En mi caso no es lo que me interesa. Lo que me interesa es abrir caminos nuevos y descubrir territorios y posibilidades. Por eso ponemos en el mismo taller a artistas que, teniendo un reconocimiento y un prestigio y una carrera, tienen puntos de vista totalmente diferentes. Se trata de encender la chispa para que tú sepas que hay un trabajo que tienes que hacer tú también: la búsqueda. No puedes quedarte quieto a pesar de las limitaciones que te puede imponer o con las barreras que te puedas encontrar desde la estructura pública.

¿Qué está pasando actualmente con la cultura urbana?

La institución tiene miedo a todo lo que no controla y a todo lo desconocido. La institución desde el poder lo único que quiere es homogeneizar. Por eso hay ese rechazo a lo urbano, porque se relaciona con arte de vandalismo. La palabra «grafiti» es algo temeroso, por eso se empiezan a utilizar eufemismos como «muralismo» y otro tipo de palabras. Para mí realmente casi la palabra que define no es tanto «arte urbano», sino street art, creo que lo define muchísimo mejor todo. Porque realmente el espacio es la calle, es la plaza, es el lugar de convocatoria.

Algo para mí muy importante en este momento y, por eso, la decisión de trabajar presencialmente, aunque sea atendiendo a todas las normas: mascarillas, guantes, grupos de cinco o seis … Porque realmente ahora se nos está aislando como individuos, es decir: toda revolución solo es posible si sucede en la calle, en la plaza. Y para eso es necesaria la «masa humana» y, ahora, eso está desactivado. El poder está desactivando la posibilidad de trabajar como colectivo humano. Nos está individualizando todavía más. Y eso es el mayor fracaso al que podíamos llegar. Para mí es muy importante rescatar esta necesidad que tienen los jóvenes (y no tan jóvenes) de pensar en colectivo, pensar como grupo y, a través de la práctica, de la construcción poética, del uso del lenguaje, de ciertas formas musicales, de ciertas expresiones que tienen que ver con la construcción de la música electrónica (hip-hop, rap), que tienen que ver con el vídeo arte… Se puede llegar a muchísimos lugares y lo más importante es cómo se construye un pensamiento y cómo se reflexiona de: ¿en qué lugar estoy? ¿Qué tengo que modificar? ¿Qué hay que no está funcionando en este entorno social que hemos construido? Para mí es muy importante generar un pensamiento crítico y para mí estas prácticas ponen sobre la mesa la posibilidad de generar este pensamiento.

No puedo evitar preguntarte por la pandemia, que, como dices, también os ha afectado a la hora de celebrar estas actividades… ¿Cómo crees que va a afectar la pandemia en el mundo artístico?

Sinceramente, ahora mismo no lo sé. Lo que más me preocupa es que ahora mismo soy muy pesimista. No puedo pensar en el arte como algo aislado. Para mí el arte es algo que está entroncado en la sociedad. Más que nunca. En el individuo social que se comunica con otros individuos. Y yo, desde el primer momento, no dejo de establecer un paralelismo entre el Nine Eleven y este momento. Siempre digo que si el Nine Eleven trajo, entre muchísimas cosas, los arcos de metal a las bibliotecas públicas y las cámaras de videovigilancia en todas las esquinas en aras de protegernos del miedo que ya se nos había inoculado dentro hacia un enemigo visible en aquel momento (que era el terrorismo islámico)… No sé qué va a pasar ahora que el enemigo es totalmente invisible. Y veo que el miedo ha calado todavía con mayor profundidad que antes. Y no es qué es lo que va a pasar con la pandemia en relación al arte, es qué va a pasar con la pandemia en relación con el individuo. En relación a nuestra vida en sociedad, en relación a cómo nos vamos a relacionar a partir de ahora, en relación a cómo vamos a construir diálogos, puntos de encuentro, reflexiones… Me preocupa muchísimo. Me preocupa el momento que viven ahora mismo los adolescentes, es decir, ¿por qué hay una serie de signos/símbolos que se están admitiendo como normales que para mí son demencialmente terribles? El otro día me fueron a tomar la temperatura en un festival en que me encontraba con ese termómetro que parece una pistola, y yo dije: «no quiero que me tomes la temperatura así, no quiero que me dispares». Ese gesto que todo el mundo aceptó como normal. Son gestualidades que van a significar muchísimo en el futuro y creo que no estamos siendo conscientes de ello.

Comparte este post