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«Es muy difícil sentirse libre en un país que está virando claramente hacia el fascismo»

Por Álvaro Vicente / @AlvaroMajer

 

El polaco Łukasz Twarkowski nos visita por vez primera como director. Es conocido por sus obras multidisciplinares, instalaciones que combinan teatro y artes visuales con otras manifestaciones artísticas. Miembro de Identity Problem Group hasta 2016 –colectivo polaco que fusiona, entre otras artes, performance con literatura, arquitectura y arte sonoro–, Twarkowski ha orientado su trabajo sobre la escena a fomentar un tipo de teatro que desafía lo tradicional, salpicado por las posibilidades que ofrecen el cine, el arte audiovisual y los códigos multimedia. Para Twarkowski, el teatro debe ser una prolongación de la realidad, por eso, recurre a hechos de nuestra historia reciente que disecciona y relaciona entre sí, para medir su impacto en nuestra sociedad.

Su investigación sobre los miedos contemporáneos y lo impredecible de nuestra conducta es uno de los ejes de Lokis, que toma como inspiración tres diferentes fuentes: la novela homónima de Prosper Mérimée, un gran clásico de la literatura fantástica en el que el tema del hombre-oso simboliza los impulsos e inquietudes más atávicos del ser humano, protagonizada por un hombre incapaz de controlar su comportamiento; y las controvertidas y misteriosas biografías de dos artistas: Vitas Luckus, visionario fotógrafo de origen lituano con una compleja historia personal, que se arrojó por la ventana tras ser consciente de que, en un arrebato de ira, había matado a un amigo de su esposa; y el cantante Bertrand Cantat, exlíder de la banda francesa de rock Noir Désir, que en 2003 asesinó a puñetazos a su pareja, la actriz Marie Trintignant, durante una breve estancia en Vilna. Tres historias marcadas por el misterio, tres agujeros negros donde no se puede encontrar ni restaurar la verdad.

Lokis se presenta como un thriller psicológico con texto de Anka Herbut y la interpretación a cargo de la compañía del Lithuanian National Drama Theatre. Ha sido en Lituania donde Twarkowski ha encontrado el apoyo y la financiación para llevar a cabo este proyecto, y ahora entenderemos por qué.

 

Polonia está en un momento especialmente convulso en lo político, con la ultraderecha en el poder. ¿Es más difícil trabajar en libertad ahora mismo allí para alguien que se dedica al teatro?

El gobierno actual ha dejado un paisaje cultural totalmente devastado. Y no se trata solo de la cultura, podemos hacerlo extensible a otras esferas de la vida. Lo que ocurre en Polonia es realmente aterrador y muchas veces nos hace recordar lo que pasó en Alemania en los años 30 del siglo pasado. La cultura está muy financiada con dinero público, así que era fácil para el gobierno destruir la vida cultural. Podríamos citar, como ejemplo, los casos de dos teatros absolutamente punteros de Polonia como eran el Teatro Polski de Wroclaw y el Narodowy Stary de Cracovia, que fueron totalmente destruidos por las decisiones del gobierno. Por suerte, la financiación de los teatros depende en gran medida de los gobiernos municipales y en Varsovia gobierna el partido que es oposición en la nación, con lo que toda la actividad teatral interesante o libre transcurre ahora en Varsovia. Recientemente hemos tenido elecciones municipales en Varsovia y estábamos temblando, porque si ganaba el PIS (partido que gobierna el país) hubiera sido terrorífico. Por suerte, no ganó y allí es fácil sentirse libre todavía, pero no sucede en Wroclaw o en Cracovia, con lo que es difícil sentirse libre en general en un país que está virando tan claramente hacia el fascismo y nos sentimos permanentemente obligados a tomar partido, a expresar nuestras opiniones sobre este conflicto.

 

¿Todo esto tiene que ver con que te hayas ido a trabajar a Lituania? ¿Hay algo de exilio?

Sí, sí, esto está claramente vinculado a la destrucción del teatro en Polonia, concretamente al Teatro Narodowy Stary de Cracovia, que es donde yo venía trabajando. Por suerte, justo cuando perdí la oportunidad de poder hacer Lokis allí, me propusieron hacerlo en Lituania. A mí no me apetece nada hacer teatro político, por eso me alegré tanto con la opción de poder hacer esta obra en Lituania, allí estoy a gusto con que no se espere de mí que haga un teatro político, porque no sabría lo que decir en una obra de teatro político.

 

"Es muy difícil sentirse libre en un país que está virando claramente hacia el fascismo" en Madrid
Foto: D. Matvejev®

¿Qué entiendes por teatro político? Porque en Lokis hay elementos políticos también, ¿no?

Claro, en cierto sentido todo es político, y Lokis tiene evidentemente ingredientes políticos, pero me refiero a ese teatro que interviene o dialoga de alguna forma directa con la política actual, real. En Polonia lo que observo es que se espera de nosotros que hagamos un determinado tipo de teatro político y la gente viene al teatro para eso, para ver confirmadas sus ideas que ya traen preconcebidas, y para que después del espectáculo podamos darnos unos golpecitos en la espalda los unos a los otros y decirnos: qué bien, pensamos lo mismo.

 

O sea, el teatro como acto político en sí al servicio de unos intereses concretos, casi como un mitin.

Sí, y yo creo que el teatro tiene muchas y mayores posibilidades y lo que estamos intentando hacer con nuestro teatro es que no se quede en la mera reflexión. Creo que llevamos un tiempo haciendo un teatro demasiado intelectual y a mí me gusta hacer un teatro que se pueda experimentar, que se pueda sentir, y que sea eso lo que te lleve luego a reflexionar.

 

¿Le falta emoción a ese teatro intelectualizado del que hablas?

Es un teatro que no deja que los espectadores sientan la emoción. En cierta manera, veneramos el teatro y le permitimos esa imperfección. Lo que se exige a otras artes, al teatro se le perdona, salvo algunos ejemplos, claro, no quiero generalizar, pero mucha gente puede tragar con que un teatro como obra de arte esté hecho un poco peor porque es teatro. A menudo oigo: no has tenido experiencias tan fuertes, no lo has sentido tanto, porque solo has visto teatro. Ya basta. Hay que hacer teatro de tal forma que sea un espectáculo y una obra de arte a la que no le falte nada.

 

¿Es por esto que tú utilizas en tu teatro diversos códigos y diversos lenguajes, combinando lo audiovisual con lo teatral, con lo plástico también? ¿Es así como crees que puede abrazarse más al público?

El teatro siempre ha sido una combinación, una fusión de diversas artes, siempre ha sido un ser híbrido, en diferentes proporciones. Pero además de esta combinación de las artes, está también la cuestión de las estrategias a la hora de relacionarte con el espectador. En el teatro contemporáneo estamos negociando y renegociando continuamente esa relación con el espectador.

 

¿Cómo es en el caso de Lokis? ¿Hay una jerarquía de lenguajes a la hora de tomar una decisión en cuanto a la relación con el espectador? ¿Qué estrategias sigues?

Es difícil hablar de jerarquía o de un tronco común. Además de estos diferentes códigos y diferentes estrategias que utilizamos en este montaje, lo principal es actuar sobre los sentidos de los espectadores a través de diferentes medios también, a través de las luces estroboscópicas, a través de los sonidos muy graves o de muy alta intensidad… y de esta forma provocar cambios emocionales.

 

Entiendo que el espectáculo se vive sentado…

Sí, es una pena, pero aquí no hemos podido hacer otra cosa, pero en Vilna, en Lituania, hemos podido estrenar en el Teatro de la Ópera (por una casualidad, porque el teatro donde estrenamos normalmente está en obras) y hemos tenido la posibilidad de bajar el suelo del foso de la orquesta y hemos creado una especie de fan zone, para que los espectadores puedan estar ahí de pie y puedan bailar.

 

¡Ah, que se puede bailar!

Sí, y me han comentado varios amigos que vieron el espectáculo original y que luego lo volvieron a ver así que es una gran experiencia, que estar ahí y verlo desde el movimiento, desde diferentes ángulos, cambia mucho la percepción. Fue una respuesta a lo que nos pedían los espectadores, no fue idea nuestra, nos llegaban voces diciendo: está todo perfecto pero que por qué diablos tenemos que estar sentados.

 

"Es muy difícil sentirse libre en un país que está virando claramente hacia el fascismo" en Madrid
Foto: D. Matvejev®

 

En cuanto a la historia o las historias que aborda la obra, me gustaría saber de dónde y por qué surge la idea de combinar la novela de Mérimée con los otros dos hechos reales de los que habla el montaje, las que tienen que ver con Cantat y Luckus.

Esta respuesta no va a ser breve, aviso. A ver… en realidad en un principio íbamos a hacer solo la novela de Mérimée, fue una propuesta del director del teatro, yo en aquel momento no conocía esa novela, la leí y en principio decidimos hacer un espectáculo basado en la novela, todavía no había entrado en juego la historia de Cantat. Me llamó la atención que Mérimée estuviera tan orgulloso de esta novela; fue su última novela, se publicó antes de su muerte, y sabemos que él hizo varias lecturas de la novela para su público. En el centro de esta historia está la bestia, un animal salvaje, que de alguna manera es capaz de llevar a la persona a cometer un asesinato. En el mundo de hoy la imagen de un oso, que era la bestia de la novela de Mérimée, no nos provoca un miedo especial. Todo esto está relacionado con cómo somos, cómo es el hombre moderno, y hemos intentado buscar en la Naturaleza qué cosa podría provocar tanto terror hoy día al ser humano contemporáneo. En nuestro mapa ya no hay zonas blancas, ya no hay lagunas, lo conocemos todo, lo controlamos todo, incluidos los satélites que dan vueltas a la Tierra. Desde pequeño vemos películas sobre la Naturaleza salvaje donde vemos los osos, los lobos, los leones… pero ¿hay algo en esa Naturaleza capaz de asustarnos, como especie, capaz de aterrarnos? Esa fue mi primera pregunta tras leer la novela de Mérimée. Y en el libro de W. T. Mitchell, ¿Qué quieren las imágenes?, encontramos una imagen que nos pareció muy interesante: la ovejita Dolly. Su imagen recorrió las portadas de todo el mundo en dos días y realmente provocó una sensación de pánico, porque era la primera oveja creada por el hombre. Recordamos esa imagen, cuando la volvemos a ver decimos: esa es Dolly, y creo que es lo que más tememos, no es el oso en el bosque al que nunca vemos.

 

Realmente, es el hombre mismo lo único que puede aterrorizar al hombre, retomando la máxima de Hobbes.

Esto precisamente está relacionado con estas historias, porque en el paradigma romántico solíamos ubicar todo el peligro en la Naturaleza salvaje, en los bosques, pero hoy ya no podemos hacer eso porque sabemos que la bestia está dentro de nosotros mismos. Y los medios amplifican esta sensación. En ese momento fue cuando recordé la historia de Bertrand Cantat, porque también tuvo lugar en un hotel de Vilna, en Lituania, y también la novela de Mérimée está ubicada en Lituania. En la novela interviene un aristócrata, un príncipe polaco, que es el asesino, y en el caso de Cantat es una estrella del rock que asesina a la actriz en el rincón salvaje de Europa, que suena como una especie de fábula moderna. Y cuando empezamos a analizarlo vimos que había muchos puntos de contacto entre ambas historias. Y lo que se convirtió para nosotros en un denominador común de las tres historias, también en la de Vitas Luckus, es el arrebato, la idea de arrebato. En la historia de Mérimée, él la construye de tal forma que el lector encuentra a la protagonista, la señora Ivinska, despedazada en su lecho, pero no sabemos lo que ocurrió, Mérimée cierra la historia ahí. Y Bertrand Cantat, hasta hoy, mantiene que no recuerda lo que ocurrió aquella noche. No nos interesa en absoluto comprobar los hechos, su testimonio es este, dice que no recuerda, y nosotros lo aceptamos. No sabemos ni nunca sabremos lo que ocurrió aquella noche si él dice que no lo recuerda. Sabemos más o menos cómo pudo haber sucedido a través de los golpes que recibió Marie Trintignant, por las lesiones que tenía en el cuerpo, y se puede suponer que se desencadenó entre ellos una pelea, pero qué es lo que la provocó nunca lo sabremos. Aquí hemos actuado un poco como buitres de los medios, hemos aprovechado toda la información que hemos podido encontrar, y parece ser que todo comenzó con un sms que Marie Trintignant habría recibido de su ex marido.

También otro punto común es que todas estas historias ocurren o bien durante o bien después de una fiesta. En el caso de Mérimée es una boda, en el caso de Cantat y Trintignant ellos vienen de una wrap party, y en el caso de Luckus, los hechos ocurren mientras se celebra una fiesta en su casa. En el caso de Luckus el desarrollo de los hechos es muy sorprendente por inesperado, él se acerca durante la fiesta con un cuchillo a una persona que prácticamente no conoce, le clava el cuchillo, lo mata y seguidamente corre a la habitación contigua y salta por la ventana. Durante el casting de la obra conocimos a gente, actores y actrices, que conocieron a Luckus y frecuentaron sus fiestas, y cada uno nos contó una versión completamente diferente de lo que ocurrió, de cómo ocurrió y de cuáles fueron los motivos.

Y otro elemento que une todas estas historias es el concepto de mockumentary o falso documental, esa especie de película que se rige por los principios del cine documental pero es en parte ficción. Yo me pregunto el por qué del desarrollo tan fabuloso de este género en el cine de hoy, por qué se ha convertido en un género de derecho propio que tiene sus secciones en los grandes festivales e incluso sus propios festivales. Creo que realmente vivimos en un mundo que se está desrealizando, que ni siquiera el cine cien por cien documental y el cine cien por cien de ficción es capaz de dar respuestas a la realidad tan compleja en la que vivimos. Creo que también ocurre lo mismo en el cine y el teatro, que combinamos estos dos artes porque ninguno de los dos por sí mismos son capaces de dar una respuesta a en qué mundo vivimos hoy. Porque vivimos siempre suspendidos entre la realidad y una pantalla, ya casi no tenemos oportunidad de ver un paisaje sin pantalla, el paisaje está de alguna forma unido a la pantalla.

 

Es un problema filosófico de nuestros días, desde luego, esa fricción, esa convivencia tensa entre realidad y ficción, que impregna la política, el arte, el teatro… la vida entera, precisamente por esa profusión de pantallas donde lo vemos todo guionizado.

Nos ocurrió lo mismo cuando fuimos a Lituania para empezar a trabajar sobre el espectáculo y vimos que el viaje a Vilna tal y como lo cuenta Mérimée no nos sirve, necesitamos revivir esta historia y adaptarla a nuestra manera de vivir y estar en el mundo. Además somos también intrusos al igual que Mérimée, porque Mérimée escribió su historia sin haber pisado Lituania en su vida. Y nosotros en cambio fuimos un equipo extranjero invitado por un teatro lituano para poner escena la obra de un francés y además el francés nunca había visitado Lituania y había escrito una obra sobre los lituanos. El problema entre realidad y ficción no es nuevo, viene de lejos.

 

 

LOKIS

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