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Lali Álvarez, las historias de una ciudad manchada

«Yo podría haber sido cualquiera de los encausados del caso 4F»

 

Por Ka Penichet/@KaPenichet

Cuando descubrí Ragazzo hace unos años, texto de Lali Álvarez, y pude conocerla, supe que era de esas personas a las que tenía que seguir su carrera por el compromiso que adquiría en cada propuesta que realizaba. Lali es de esas personas que debes tener cerca en tu vida porque irradia una sensibilidad inusitada en los tiempos que corren. Ahora, regresa al Teatro del Barrio con Barcelona (contra la pared) (hasta el 22 de diciembre), una pieza que denuncia casos de vulneración de los Derechos Humanos por parte de las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado. Son 3 casos reales que ocurrieron en Barcelona pero que también ocurren en otras ciudades democráticas europeas. Una fiesta, una bar y tres historias para hacer justicia poética a ‘los nadie’, esa gente que no interesa o de la que nunca hablamos.

 

Hiciste una lectura de Barcelona (contra la pared) en La Ingobernable hace unos años, ¿qué supone para ti regresar a Madrid y encontrarte este lugar desalojado?

La primera vez que entré en La Ingobernable aluciné, estábamos de gira con Ragazzo y pasamos por Madrid, volviendo de Múrcia, para hacer una lectura de Contra la pared en una Ingobernable recién okupada, aún muy virgen. Recuerdo pensar en las posibilidades infinitas del edificio y en lo necesario que me parece que las ciudades tengan espacios autogestionados y no solo en los márgenes, también en el centro. Me hizo pensar en el Cine Princesa, un centro social okupado que había en los 90 en plena Via Layetana de Barcelona del cual yo apenas viví el desalojo. Y sentí lo poético de salir a la calle y a un lado tener el Caixa Forum y al otro La Ingobernable. Las ciudades son el espacio perfecto para los contrastes y esa coordenada lo simbolizaba a la perfección. Que ahora esté desalojado, nos habla del rumbo que el Madrid institucional quiere tomar y está tomando. Me da pena, rabia, miedo…

 

El Caso 4F sucedió en febrero de 2006, ¿qué estaba pasando en tu vida en ese momento?

Yo tenía 26 años y vivía en el Gótico. Con mis amigos muchas veces ibamos de fiesta al ‘teatret’ como nosotros llamábamos al teatro okupado donde pasó todo. Yo podría haber estado allí esa noche. En realidad no tengo ni idea de porqué no estaba allí. Yo podría haber sido cualquiera de los encausados del caso 4F.

 

¿Qué te impulsó a sentarte a escribir un texto para denunciar esta situación?

Todo lo que hablamos en la obra forma parte un poco de esta sensación. De la conciencia de formar parte de algo. De la conciencia de que nosotros somos parte de el ‘ellos y ellas’ del ‘a por ellos’, y no me refiero solo a lo del 1 de octubre, me refiero al ‘ellos, los nadie’, los que sufren la vulneración de Derechos Humanos en sus carnes. Pero, en sí, el texto lo escribí porque un día Clara Garcés y David Teixidó, dos de los intérpretes de la obra, me llamaron para proponérmelo. Querían hablar del 4F y acabamos hablando de nuestra ciudad. De todas las ciudades.

 

¿Por qué escogiste estas tres historias y no otras?

La historia de Rodrigo Lanza en el Caso 4F es muy fuerte. Me hizo reflexionar acerca de muchas cosas: qué significa pasar 7 años de tu juventud en la cárcel, que significa estar en la cárcel, qué huellas te deja haber vivido algo así, cómo estás en una fiesta cuando has pasado algo así, y de lo personal a lo político: cómo nos puede afectar la gentrificación más allá de la pérdida de la posibilidad de habitar nuestras ciudades, cuál es la lógica de la justicia en los estados democráticos, ¿existe la tortura?…

Empezamos a investigar sobre otros casos que estuvieran en esta órbita y claro, al final tienes que escoger una constelación de protagonistas para tu obra, pero se reflejan muchos más temas en el texto. En toda la obra hablamos de cosas que han pasado en Barcelona, pero podrían haber pasado y pasan en cualquier ciudad de los llamados estados democráticos, ciudades que saben dibujar perfectamente su bonito escaparate a costa de la libertad de sus ciudadanos.

 

Lali Álvarez, las historias de una ciudad manchada en Madrid

 

Tengo entendido que para documentarte sobre él contactaste con Amnistía Internacional, ¿cómo fue el proceso de creación de la pieza?

Fue una investigación de 2 años. Hablamos con Amnistía, sí, y también con Irídia, el centro de defensa de los derechos humanos de Barcelona, que nos invitaron al curso anual que hacen en la Facultad de Derecho sobre Prevención y denuncia de la tortura. Allí entendimos la urgencia de hablar de la situación de las cárceles, en los módulos de aislamiento de las cárceles, por eso decidimos contar el caso de Raquel E.F. que se suicidó en Brians después de 8 meses en primer grado.

 

¿Mantuviste algún contacto con Rodrigo Lanza o los familiares de las víctimas de las historias que denuncias en el montaje?

Sí, total. La obra está escrita con diferentes técnicas y una de ellas es el teatro verbatim. Hay parte del personaje que se inspira en Rodrigo que el texto es palabra por palabra lo que él me contó. Mucha gente se dirige a David, el actor, al final de la función para decirle que sienten mucho lo que le pasó, que piensan que él es quien lo vivió. Las interpretaciones son tan realistas porque no es que nos inspiremos en la realidad, es que es la realidad llevada a escena.

También hablamos con la gente del Caso Pandora, con personas que han estado en primer grado, hemos leído informes de la coordinadora contra la tortura, hemos buscado en la prensa de los últimos 15 años… Ha sido un trabajo profundo de campo, de hemeroteca y de biblioteca. Para mí, es básico cuando tu fuente es lo real, contrastar con los auténticos protagonistas de las historias. Es una cuestión de respeto.

 

¿Has tenido inconvenientes en Barcelona a la hora de representarla porque a personas influyentes les pareciera un montaje incómodo?

No, por suerte o por desgracia, el poder del teatro, aunque a los que lo hacemos (compañías y espectadores) nos parece tan potente, es en realidad muy, muy, muy residual. En Barcelona hemos hecho 3 temporadas, una de ellas dentro de un programa municipal de teatro en los barrios, quiero decir, que ha sido el mismo ayuntamiento que nos ha contratado para hacer una gira dentro de Barcelona. Sí que es cierto que hemos tenido muy pocos bolos en pueblos, donde los programadores de ayuntamientos nos decían que les gustaría programarla pero para ellos sería un problema por el color de su alcaldía.

 

Si tuvieras que escribir un Barcelona (contra la pared) en estos momentos ¿qué casos denunciarías de la Barcelona actual?

Los casos de lo que hablamos no pasan de moda, quiero decir, hablar de montajes policiales, de represión de la disidencia, de la situación del sistema penitenciario, del racismo y la violencia institucional… No sé, creo que son cosas que pasan en todas las épocas y en todos los sitios. Probablemente saldrían Can Vies, los CDR, no sé… Creo que Barcelona (contra la pared) no es un texto político, en el sentido que no cambiaría tanto, es un texto que habla de lo humano que hay detrás de historias que les pasan a los que no tienen poder. A los nadie.

 

Lali Álvarez, las historias de una ciudad manchada en Madrid

 

Y si te encargaran escribir un Madrid (contra la pared), ¿sobre qué hechos te gustaría documentarte para denunciarlos?

Es lo mismo. Los personajes de Contra la pared no tienen nombre precisamente por eso, porque hablan de todxs. Cuando hablamos en la obra del Palomar, podría ser La Ingobernable, cuando hablamos de Rodrigo, podría ser Nahuel, cuando hablamos de lo que pasa en Brians, podría ser Carabanchel…

 

¿Qué destacarías del trabajo de los actores de esta función? Debe ser muy duro para ellos representarla…

Esta obra la amamos. Es la joyita de la compañía. Nos encanta hacerla. Pero sí, es muy duro. Es bajar al infierno cada día. Es un trabajo increíble el que hacen. Cómo explicar historias tan duras sin hacer pornografía de la violencia. Cómo trabajar con emociones bestias sin hacer melodrama. Todo eso lo consiguen los actores en escena. En contacto con el público. Creo que el hecho de hablarle al público mirándole a los ojos todo el rato es lo que hace que sea duro, pero también muy cálido. Es difícil hacerla pero a la vez, nos sería mucho más difícil no hacerla.

 

Los espectadores entran a un local que simula un bar y mientras se toman una cerveza se suceden estas historia que son como una hostia con la mano abierta, ¿qué buscabas con esa combinación?

Barcelona es eso. Las ciudades son eso. Una fachada de fiesta en la que están pasando muchas cosas que si les pusiéramos luz, nos desmontarían la imagen romántica y bella que pretenden proyectar.

 

La función rinde homenaje a ‘los nadie’ ¿en estos momentos encuentras algún mensaje esperanzador que lanzarles?

Cada día cuando veo la celda que tenemos en escena, todo el rato, con el personaje que trabaja Clara, la presa en aislamiento, con la que casi nadie habla durante toda la obra… Pienso en eso. Los nadie están entre nosotros, y yo les digo que a mi no me dan igual. Que a nosotros no nos dan igual. Que hay alguien que los mira. Que quizá no tenemos el poder de cambiar su situación, o de presionar a quien debe cambiarla, que igual la sociedad los olvida, pero nosotros no. Creo que el ritual de la función es ese.

 

Y como si de un ritual se tratara en cada función se brinda con el público por ‘los nadie’ para darles la visibilidad que gran parte de la sociedad les quita, no me gustaría cerrar esta entrevista sin un brindis por ellos…

Vamos, pues. Brindemos por ellos, que somos nosotros. Por todos los que no tienen nombre, los que valen menos que la bala que los mata. Salud.

 

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