Por Sergio Díaz

Fotos: Javier Naval

 

Tras La Sección (mujeres en el Fascismo español), ahora nos llega esta propuesta de las mismas autoras: Ruth Sánchez y Jessica Belda. Ambas han recogido testimonios de mujeres de ayer para seguir buceando en su historia política, para poner luz a lo que fueron sus vidas. Vidas silenciadas, en su mayor parte, por la oscuridad de la dictadura. Durante los más de 40 años de infamia, la mujer era un mero decorado en este país. Oír, ver y callar. Y servir a los hombres de la patria. Siempre contando con la connivencia de los poderes fácticos (Iglesia, policías y militares) que todo controlaban. Las mismas actrices que protagonizaron La Sección, Jessica Belda, Manuela Rodríguez y Natalie Pinot (que se alternará con Roser Pujol) serán la encargadas de dar voz a mujeres de diversos ámbitos a partir del momento en el que Franco dejó de estar entre nosotros -aunque desgraciadamente nunca se ha ido del todo-. Mujeres famosas como La Reina Sofía, Carmen Franco o Las Koplowitz serán contrapuestas por otras que hicieron de la lucha social y feminista su modo de vida en un momento muy complicado para ser tan valiente. Esas mujeres condenadas al olvido ahora merecen ser recordadas y esta obra dirigida por la gran Verónica Forqué así lo hace.

 

Escuchando a las mujeres de nuestra vida en Madrid
Natalie Pinot, Manuela Rodríguez y Jessica Belda

 

Nuestros referentes femeninos

Nosotros hemos querido rendir nuestro particular y modesto homenaje a las mujeres mayores de nuestra vida para también comprender mejor a las mujeres de hoy. No ha sido un ejercicio de investigación tan amplio y riguroso como el que habrán realizado Ruth Sánchez y Jessica Belda para elaborar su dramaturgia. Ni lo pretendíamos. Simplemente hemos querido preguntar a nuestras madres, abuelas, tías y amigas sobre cómo vivieron sus años de juventud, sobre sus recuerdos de esa época, sobre cómo recuerdan la muerte de Franco, sobre lo que les pareció la Ley del Divorcio de 1981, sobre si han vivido su vida en igualdad… No queríamos que realizasen un análisis político, solo comprender cómo vivieron y sintieron esos días como mujeres. A continuación ponemos todas las conversaciones que hemos tenido con ellas.

Ha sido un viaje complicado hacia sus recuerdos. Casi todas dicen no haber hecho nada digno de ser reseñable, solo que vivieron la época que les tocó vivir. Pero han hecho tanto… Para nosotras y nosotros que les hemos preguntado ha sido un viaje muy emotivo hacia el corazón de nuestros referentes femeninos, aquellas mujeres que tanto han hecho sin ni siquiera saberlo, sin ser conscientes de ello. Y es que su lucha feminista se libraba en el umbral de cada casa. Con su amor, con su trabajo, con su valentía, con su esfuerzo… nos dieron el mejor ejemplo, la mejor lección de vida y de dignidad para que hoy otras puedan seguir la lucha. Muchas gracias mujeres.

 

Ellas. Su voz

Rafaela García. 75 años. «Yo viví en Córdoba hasta los 20 años. Luego ya me fui a Beteta, un pueblo de Cuenca por el trabajo de mi padre. Cuando yo era pequeña, en mi familia no había nadie que estudiara. Solo estudiaban los hijos de… el hijo del médico, del farmacéutico, del maestro… Yo tenía 14 años y no había ido al colegio y a mí nadie me decía nada, nadie se preocupaba por eso. Y ya a esa edad, como yo no sabía ni leer ni escribir, pues me apunté a la escuela nocturna, porque yo quería aprender. Y así aprendí a leer, a escribir y las cuatro reglas. Yo hasta esa edad cuidaba de la casa y de mis tíos, básicamente. Yo no era consciente de vivir en una dictadura en aquel momento. Luego, con el paso del tiempo, he comprendido cosas, porque por ejemplo, en mi casa mi tío escuchaba una de esas radios que emitían desde fuera de España. Radios que eran contrarias al régimen. Mi tío se metía en la cocina a escucharla y mi tía le decía: “un día te van a coger y te van a llevar a la cárcel”. Porque al final de mi calle había un cuartel y claro, por allí pasaban muchos militares a diario. Y yo era muy joven y no entendía porque a mi tío le iban a meter en la cárcel por escuchar la radio. Eso me parecía raro. Es uno de los recuerdos que tengo. Cuando me fui haciendo mayor ya sí lo fui comprendiendo. Cuando yo estuve cuidando a una de estas abuelas que te digo, fue justo cuando murió Franco. El marido de esta señora venía de familia de militares y justo el día después de morir Franco recuerdo que decía: “ay madre!, la que se va a liar, la que se va a liar, ahora nos van a meter en la cárcel”. Tenía mucho miedo esa señora. Yo estaba trabajando en su casa el 20N de 1975. Cuando oyó en las noticias que había muerto Franco esta señora se meó la pata abajo. Literal. Del miedo que tenía se meó. Y yo lo limpié.

Yo no me planteaba nada entonces por mi condición de mujer, la verdad. Yo no entendía nada de política, no salía mucho, no me relacionaba con mucha gente y no pensaba en esas cosas, no conocía otras ideas y la gente a mi alrededor no me hablaba de eso. Yo vivía la vida que me tocaba vivir. No es que pasara de todo como se puede pensar ahora, es que no conocía otras opciones, no tenía la información que se tiene ahora de las cosas. Luego como te digo fui creciendo y ya me di cuenta de cosas. En aquella época ya usar la palabra libertad te convertía en alguien subsersivo. La vida era solo trabajar y no meterte en líos. Tras la muerte de Franco sí empecé a ser consciente de más cosas. Ya se escuchaba hablar de los sindicatos, de la lucha obrera, veías cómo se propasaban los grises con los trabajadores y estudiantes en las manifestaciones… pero yo lo vivía de forma tangencial, la verdad.

La ley del divorcio de 1981 a mí me pareció muy bien en su momento, claro que sí. Yo he vivido toda la vida con mis padres separados. Mi madre se fue de casa cuando yo tenía 5 años, nos abandonó vaya. Mi padre después conoció a otra persona y no se pudo volver a casar hasta que mi madre no se murió. Cada persona tiene que tener derecho a vivir su vida de forma libre. La sociedad ha cambiado mucho desde entonces, claro. Mis hijas ahora tienen una vida completamente diferente a la mía, afortunadamente. Han ganado muchas libertades que yo no pude ni imaginar tener. La vida de mis hijas también es dura, porque nada es fácil cuando vienes de familia obrera, pero afortunadamente mucho mejor que la mía. Cosa que me hace muy feliz. Aunque aún hay muchas más cosas que conquistar por parte de las mujeres. Todavía hay muchos hombres machistas, hay muchos hombres que se creen que están por encima de nosotras y no es así. Mientras haya hombres con esa mentalidad tan anticuada y que tanto daño nos ha hecho a las mujeres pues no se podrá conseguir una igualdad total. Mientras haya hombres machistas no va a haber igualdad. Cada día matan a una mujer y da igual la edad que tengas. Te matan con 20, con 70, con 50… y eso no puede ser. El hombre traía el dinero a casa y con eso valía. Y lo que nunca se nos ha valorado es todo el trabajo que las mujeres hemos hecho en las casas, cuidando de ellos y de nuestros hijos, haciendo todas las tareas del hogar. La mayoría de hombres tenían ese pensamiento, que como ellos eran los que traían el dinero a casa, tú, como mujer, eras inferior porque no ganabas dinero».

 

Patrocinio Cabanillas Murillo. 64 años. «Mi infancia y adolescencia la pasé en un pueblo de 400 habitantes de la provincia de Badajoz hasta los 16 años que me vine a Madrid. Recuerdo esa época muy opresiva, sin lugares ni espacios para el ocio y el tiempo libre. Yo no sabía lo que era una dictadura, sólo era consciente de la falta de libertad, pero en aquel momento no sabía lo que era. Nadie nos lo había explicado ni teníamos información sobre ello. Sobre el papel de la mujer en aquella época, yo no estaba muy de acuerdo con lo que nos tocaba, la verdad. En casa el papel de la madre era de sumisión, el hombre ganaba el dinero para traerlo a casa y la mujer se responsabilizaba de la organización y tareas del hogar y del cuidado familiar, sin voz ni voto alguno. Yo quería tener más libertad, por eso en cuanto tuve la ocasión de venir a Madrid con unos familiares, lo hice y no quise volver al pueblo.

Ya en estando en Madrid no conocía la existencia de grupos que lucharan por la liberación de la mujer, sin embargo, recuerdo que luchábamos mucho por los derechos de los trabajadores y trabajadoras. Yo estaba de acuerdo y participaba. Si hubiera tenido la oportunidad de estudiar me hubiera gustado ser sindicalista.

Cuando murió Franco estaba trabajando en una empresa y disponíamos de 4 horas para acudir a su entierro… evidentemente no fui, salimos a celebrarlo junto a un grupo de compañer@s. En aquel momento no pensaba en cómo iba a afectar su muerte a la mujer en particular, sino en general, pensaba que se iban a producir cambios que iban a mejorar la situación del país… para tod@s.

Sobre la Ley del Divorcio de 1981 estaba de acuerdo con ella, aunque con mi mentalidad, en aquel momento, no pensaba que la pudiera necesitar. Pero una de las ventajas de que existiera era que la podíamos utilizar en caso necesario. La sociedad ha cambiado mucho desde entonces, ¡muchísimo! Ojalá yo hubiera tenido la oportunidad de vivir en la época de mis hijas, poder trabajar y ser independiente económicamente, salir y entrar libremente… Aún habiendo nacido en 1955 y habiendo trabajado no disponía de libertad, del trabajo a casa y poco más. Pero aún queda mucho por hacer, no hay que dejar de luchar y hay que seguir avanzando poco a poco, para que las generaciones futuras, puedan vivir mejor, en igualdad de salario, sin violencia de género, etc. Y a nivel personal siento que no he vivido en igualdad nunca. Desde mi nacimiento hasta ahora… Me hubiera gustado, pero no he sido capaz por mi educación, por las creencias que me han inculcado y mi forma de vivir… No he sido capaz de reivindicar mis derechos como mujer».

 

Juany Jiménez. 67 años. «Yo pasé mi infancia y adolescencia en un pueblo de Ávila, hasta que me casé y me vine a Madrid. En aquella época no era consciente de vivir en una dictadura. Nos habían enseñado a vivir así y no sabíamos que había otra cosa más que esa. Yo lo recuerdo como una época en la que cualquier figura mayor que tú imponía autoridad o respeto. Se le tenía mucho respeto a los mayores y también a cualquier persona con uniforme, de lo que fuera. Por ejemplo los curas eran personas muy respetadas. Adoctrinaban mucho y su palabra era palabra de Dios, nunca mejor dicho. Aunque en mi casa yo iba a misa porque me gustaba, porque creía de verdad. Mi padre no fue nunca a misa. Mi madre era creyente, pero yo iba a misa todos los días siendo joven, sin que nadie me obligara. Sin embargo ahora, aunque sigo siendo creyente a mi manera, ya he perdido eso, ya apenas voy a misa.

Yo como mujer no sentía que tuviera ninguna libertad, bueno, la que había por aquella época. Cuando yo era joven digo, que era a mediados de los 60, principios de los 70. Había cosas que me hubiera gustado cambiar de cuando era joven. Pero como era lo que había… tampoco es que yo pensara mucho más allá. Eso lo ves ahora, con el paso del tiempo. En mi entorno tampoco había ninguna mujer que me contase que podíamos luchar por otra realidad, no tenía esa información. Como te digo sí que sentía que tenía poca libertad, que era tratada de forma diferente a mis hermanos, pero me conformaba. La mujer en casa era la criada para los hombres. La madre con el padre y las hermanas para los hermanos. Todos trabajábamos mucho, eso sí, pero la casa y cuidar a los hombres era cosa de las mujeres, como era lo normal entonces.

Yo nunca tuve amigas que destacaran por querer otras libertades o si lo pensaban nunca lo manifestaron. Y ahora que lo veo con perspectiva mal no me hubiera venido… Eso en el pueblo. En Madrid, que ya me vine en 1978 recién casada, tampoco. Por mi forma de ser quizá nunca me he relacionado con gente contestataria por así decirlo.

Cuando murió Franco yo recuerdo que todo el mundo estaba muy asustado. Hablaban de que si iba a haber una guerra de nuevo. Al menos era lo que se decía en mi pueblo. Pero como todo fue transcurriendo de forma normal pues seguimos haciendo vida tranquila. No pensaba que las cosas fueran a cambiar para mí de manera significativa. A partir del año 78 sí pensaba que como mujer, como persona, iba a tener más libertad. Pero la verdad es que no cambió demasiado. Mi educación fue la que fue, la de estar supeditada al marido y así ha sido toda mi vida y lo sigue siendo, aunque ya algo menos. Yo me casé en el 78 y pasé de estar supeditada a mi padre a estar bajo la sombra de mi marido. Aunque he de decir que juntos trabajamos para sacar nuestra vida adelante, que yo he trabajado mucho en el negocio que tuvimos, que él confiaba en mí para muchas cosas, que yo llevaba todas las cuentas bancarias de la familia, que mi marido siempre me ha respetado, pero al final él ha tenido siempre -o casi siempre- la última palabra.

Aunque se ha avanzado mucho no sé si alguna vez se alcanzará esa igualdad. O al menos si yo lo veré. Hay muchas mujeres ahora que pelean y luchan -bueno, siempre ha habido mujeres que han luchado por eso, aunque yo no lo supiera- y gracias a ellas hemos conseguido cosas y se están consiguiendo cosas. Pero todavía falta mucho».

 

Concha Lerena. 65 años. «Yo era una niña que estudiaba, nunca percibí en mi entorno ni un mal comentario sobre del régimen, pero sí percibía un odio hacia los que ellos denominaban ‘rojos’. Escuchaba historias de lo que pasó en la guerra pero yo no era consciente de vivir en una dictadura. Respecto al papel de la mujer en la sociedad empecé a ser consciente de él una vez que comencé a trabajar y a darme cuenta de lo que nos costaba a las mujeres ganar algo en un mundo de hombres. Yo como mujer sí quería lograr esa igualdad y tener más libertad, y a partir de ahí mi lucha me costó no tener ningún ascenso en mi trabajo y a día de hoy creo que me costó hasta mi divorcio.

Yo de joven participé sobre todo en protestas y huelgas de trabajadores. En actos por la liberación de la mujer la verdad es que no, no se escuchaba mucho de eso aún.

El recuerdo que tengo de cuando murió Franco es el de ver a mi madre llorar y yo no entender porqué lo hacía. Yo tenía 21 años entonces, y a partir de los 19 sí que empecé a darme cuenta de lo que había y empecé a sufrir el machismo en mis carnes, pero también era consciente que pese a la muerte del dictador a las mujeres aún nos iba a costar mucho alcanzar nuestros objetivos. Uno de los grandes cambios fue la Ley del Divorcio de 1981. En aquel momento supuso un gran paso para que las mujeres pudieran ser libres y pudieran plantarse ante los maridos. Fue algo que me hizo muy feliz. La sociedad ha cambiado mucho para las mujeres desde aquellos años 60-70 y me siento súper orgullosa de que las mujeres sean capaces de luchar por lo que creen y se sientan libres. Todavía queda mucho camino por recorrer, como lograr la verdadera IGUALDAD, que las niñas, por el hecho de nacer niñas no sean desgraciadas, que haya más mujeres en puestos de responsabilidad… muchas cosas, pero se van dando grandes pasos.

Si repaso mi vida, me siento súper orgullosa de haber sacado a mis tres hijos adelante yo sola, pero también me siento un poco culpable ahora sabiendo lo que sé y habiendo vivido lo que he vivido, por no haber sido más consciente de la realidad y lo que había. La verdad es que en general no he sentido para nada igualdad, ni en mi faceta como madre ni en la de mujer trabajadora».

 

Carmen Colino. 63 años. «Mi juventud la recuerdo con luces y sombras. Recuerdo mucha miseria y una madre estupenda que nos animaba, a mi hermana y a mí, a estudiar y a buscarnos la vida en vez de pensar en casarnos. La verdad es que no era consciente de vivir en una dictadura. No estaba de acuerdo con el papel que la sociedad tenía para la mujer en aquel momento, pero he de decir que en mi casa se vivía de otra manera. A mí me repelían todas las profesiones de ‘chicas’. Y no quería casarme ni tener hijos. La verdad es que mis padres nos daban mucha libertad. Desde los 14 años ya pasaba poco tiempo en casa.

Nunca participé en ningún o acto o protesta por la liberación de la mujer. Y no tenía la menor idea de que existían. Mi despertar político fue a la muerte de Franco con 19 años y ya en Madrid. Cuando Franco murió sentí que acababa una etapa pero no era consciente de su trascendencia. Desde entonces la sociedad para las mujeres ha cambiado mucho, no solo a nivel legislativo, pero la lentitud es a veces desesperante. Por ejemplo, que 15 años después de la promulgación de la ley que posibilita elegir el orden de los apellidos de los hijos solo un ínfimo porcentaje lo ejerzan me saca de quicio… Pero aunque hayan cambiado tantas cosas, aún nos queda por lograr a las mujeres algo tan simple como la IGUALDAD. Mi vida ha sido estupenda, llena de satisfacciones y logros, aunque mi llegada a Madrid fue muy dura y difícil de digerir. Yo siento que sí he vivido en igualdad dentro de mi familia, tanto en casa de mis padres como en mi familia actual. Pero en el mundo laboral, trabajé en banca y consultoría, la desigualdad era brutal».

 

Juana Ruano. 79 años. «Mis años de juventud fueron unos años muy duros. Yo trabajaba mucho, mis amigas salían pero yo no podía. Después del colegio ayudaba a mi madre en la tienda de ultramarinos que tenía, y también hacia repartos por las casas. Cuando me casé, a los 22 años, seguí trabajando, en casa y en el campo ayudando en los trabajos de agricultura. De esa época no recuerdo vivir en una dictadura. Sentía que era lo que nos tocaba y tampoco podíamos comparar con nada. Igual me pasaba con mi condición de mujer, en aquella época asumíamos lo que nos mandaban. Era un papel reducido a la casa y a la familia, no se nos permitía nada, casi ni pensar. Estábamos tan acostumbradas a obedecer a nuestros padres que cuando me casé me sentí más libre. Dependía de mi marido para ir al banco, nosotras no podíamos tener una cuenta a nuestro nombre, pero disponía de lo que necesitaba sin ningún problema. Recuerdo el día en que mi marido me dijo que ya podía ponerme también en la libreta del banco, fue una alegría para los dos. Tampoco tenía tarjeta sanitaria, estaba a nombre de él. No estaba bien visto que saliésemos a partir de ciertas horas solas, ni ir al bar, teníamos que ir a misa todos los días que la hubiese, y los domingos por supuesto. ¡Y nada de ir en manga corta!

Sobre la Ley del Divorcio en 1981, recuerdo que en aquellos momentos fue un poco escandaloso en mi entorno. Nos habían educado para aguantar con resignación cristiana. Empezamos a entender el divorcio poco a poco. Había amigas y vecinas que soportaban palizas y restricciones por parte de sus maridos y nos dimos cuenta de que esta era la solución, que el respeto estaba por encima de todo, que nadie tenía pq aguantar esas situaciones aunque el cura dijese que era pecado divorciarse. La verdad es que la sociedad ha cambiado mucho desde entonces. Ahora se nos mira con más igualdad, aunque no sea plena, pero habiendo vivido en aquellos tiempos, la sociedad de hoy es una bendición. No dependemos de nadie, tenemos acceso a estudios, trabajos, viajes, nos movemos con libertad en cualquier ambiente… Hay una cosa que me preocupa y es la inseguridad de la mujer, las muertes, violaciones, abusos… y no es que antes no hubiese maltrato, ya comenté que había amigas y vecinas que sufrían mucho, pero en la sociedad actual este tema me preocupa mucho. Creo que se han logrado muchas cosas, pero esa la igualdad real de la que tanto se habla no ha llegado, se nos valora menos, se nos exige más, se nos juzga moralmente. Creo que más que conquistar derechos las mujeres tiene que haber una concienciación y cambio de actitud por parte de los hombres y esto es lo que veo difícil.

A nivel personal mi vida ha sido muy dura, he trabajado mucho desde pequeña, ya lo he dicho. Claro que no he vivido en igualdad, comparo con la vida de años atrás y la que se vive actualmente y hay una gran diferencia. Pero no recuerdo que fuesen unos años tan malos, explico, en mi casa tenía libertad para actuar y decidir sobre todos los temas, mi marido y yo comentábamos y decidíamos entre los dos. No tenía restricciones, fue un vida de mucho trabajo, sencilla y tranquila. Socialmente había muchas convenciones y restricciones, pero salíamos juntos, si yo no podía ir sola me acompañaba o hacía él la gestión. Ahora sé que esa situación no era normal, pero entonces no tenía esa sensación. Afortunadamente todo ha evolucionado y soy muy feliz viendo cómo viven las nuevas generaciones».

 

Inmaculada Latorre Morado. 66 años. «Mi juventud la recuerdo sin salir mucho de casa. Sí que es verdad que en verano nos daban más libertad y nos dejaban estar en la calle hasta tarde solos. No sentía que vivía en una dictadura, mi padre y mi familia en general admiraba mucho a Franco. En aquellos años de juventud no me extrañaba o no me daba cuenta del papel que las mujeres teníamos en la sociedad. Yo tuve suerte y pude estudiar y mis padres querían que tuviera un futuro más allá de lo típico de la época de casarte y tener hijos. Yo como mujer no sentía la necesidad de tener más libertad. No la tuve nunca y no la echaba en falta, por eso nunca participé en actos o protestas por la liberación de la mujer. No sabía ni que existían.

Ahora mirando hacia atrás veo que la sociedad ha cambiado mucho para las mujeres desde que yo era joven. Es como la noche y el día. De no poder salir a la calle sola a tener una libertad absoluta. Y en el tema del trabajo y en la vida en general en que no necesitas un hombre para nada, ni siquiera para tener hijos. Aún así aún nos queda mucho por conquistar a las mujeres. Sobre todo más respeto. Mucho hablar, pero todavía no se respeta lo que diga una mujer igual que lo que diga un hombre. Por parte de muchos hombres y también de muchas mujeres.

A nivel personal yo no siento que haya vivido nunca en igualdad. Siendo joven, al ser la mayor de seis hermanos, me tocó el papel de segunda madre y cuando me casé, aunque trabajaba igual que mi marido, los niños y la casa eran mi responsabilidad».

 

Isabel López. 70 años. «Yo pasé mi juventud en Las Pedroñeras, un pueblo de Cuenca. En ese ámbito rural no fui consciente de vivir en una dictadura. Con el tiempo luego sí que me fui dando cuenta de más cosas. Yo recuerdo que mi padre, por las noches, escuchaba en la radio una emisora que llamaba La Pirenaica (una emisora clandestina), pero en casa nunca se hablaba de nada de eso. Ni siquiera de la guerra nos contaron nada. Lo que sí recuerdo es el tema de La Sección Femenina. Venían mujeres de fuera del pueblo en autocares para hacer cosas. Nos hacían cantar el cara al sol en la cruz de los caídos. Yo recuerdo que para sacarme el carnet de conducir en el año 70, tenías que hacer cosas para La Sección. Y te daban a elegir entre servir comida en la escuela o hacer canastillas para los niños pequeños. Y como yo no sabía coser estuve tres meses en el comedor de la escuela repartiendo la comida. Eso por ser soltera. Si eras casada podías sacarte el carnet de conducir sin hacer eso.

La juventud que viví fue la que me tocó. Era lo que había. Yo quería tener más libertad para poder salir por la calle cuando quisiera, eso sí. Aunque he de decir que yo tenía algo más de ‘libertad’ que el resto de mujeres, porque yo tenía libros en casa, y había gente que no. Al vivir en un ambiente rural, como te digo, no conocí ningún movimiento que luchase por la liberación de la mujer. En mi entorno no había ninguna mujer durante la dictadura que alzase la voz… que yo supiera.

Sobre la muerte de Franco, el recuerdo lo tengo muy vivo, pues yo me casé el día 22 de noviembre de 1975 y como aún estábamos en el periodo de luto oficial por la muerte de Franco, en el restaurante no querían hacernos el banquete. Al final nos lo hicieron, pero a regañadientes. Lo que no tuvimos fue baile. Mi padre sufrió en primera persona las consecuencias del alzamiento, fue una víctima de Franco, por así decirlo, así que no le tenía ningún aprecio. Le hubiera encantado bailar y disfrutar de mi boda y por lo que había pasado, pero no pudo. Las primeras elecciones de 1977 sí las recuerdo con mucha alegría. Recuerdo que una vecina, que era de derechas, cuando vio a mi padre le dijo: “enhorabuena, que habéis ganado las elecciones, ya tenéis lo que queréis”. Y mi padre le respondió: “yo creo que hemos ganado todos”. Nunca se me olvidará esa frase.

La sociedad ha cambiado mucho para las mujeres desde entonces, Pero aún queda mucho para alcanzar la igualdad. No se puede entender que maten cada día a una mujer. Esos hombres son borregos y asesinos que se niegan a aceptar que los hombres y las mujeres tenemos los mismos derechos. Aquí, en el pueblo, todavía choca ver a una mujer sola tomando algo en un bar… Así que aún sigue quedando mucho por conseguir, como igualdad de sueldos en igualdad de trabajos, que las mujeres lleguen alto en sus puestos de trabajo, que las mujeres puedan salir a la calle solas cuando quieran…

Y a nivel personal sí que me he sentido discriminada por ser mujer en muchas circunstancias. Por ser mujer mi opinión no ha sido tenida en cuenta por algunos de los hombres de mi entorno. Quizás también nosotras hemos perpetuado esas diferencias entre nuestros propios hijos. Quizá de forma inconsciente, como herencia de la propia educación recibida, pero sí, las hijas estaban más exigidas o controladas que los hijos».

 

Juany Díaz. 70 años. «Mis años de juventud yo los recuerdo como muy felices. En aquella época no tenía constancia de vivir en una dictadura. Yo crecí en un pueblo de Ávila y en casa no lo vivíamos así. Y con respecto al papel de la mujer en aquella época, pues tampoco era muy consciente de nada. Yo en su momento tuve libertad para venir a Madrid a encontrar trabajo. La sociedad ha cambiado muchísimo desde entonces, en unas cosas ha ido a mejor y en otras no. Por ejemplo ahora es mucho más difícil cambiarse de trabajo. Y para las mujeres pues la verdad es que aún quedan por conseguir muchas cosas, como que haya igualdad de salarios en el mismo puesto de trabajo y con la misma formación, que se apoye a ambos cónyuges en la conciliación familiar… A nivel personal siento que he vivido en igualdad, aunque no me puedo quejar mucho, pero en realidad no. Depende también de la responsabilidad que hayas tenido desde pequeña y la educación recibida…».

 

María José Mendoza. 67 años. «Yo pasé mi infancia en Madrid. No era consciente de vivir en una dictadura, la verdad. Sobre Franco sabíamos que era quien mandaba en el país y le imitábamos la voz ridícula que tenía y nos reíamos. Con la Sección Femenina sólo tuve contacto cuando hice el servicio social en un campamento durante un mes cerca de La Granja. Es la primera y última vez que canté el cara al sol.

Como mujer no fui consciente de las desigualdades sociales hasta los 18 años. En esa edad me fui sola a Londres a trabajar de au-pair. Cuando volví a Madrid ya no permití que mi padre me pusiera hora de llegada. Me parecía absurdo. La sociedad ha cambiado muchísimo desde entonces y eso está muy bien. En principio hay muchísima más libertad y aparente igualdad. Muchísimas más posibilidades. Sin embargo, hay techos de cristal y trato soterradamente discriminatorio. Sigue habiendo tareas masculinas y femeninas, roles diferentes en el hogar, salarios diferentes entre hombres y mujeres y violencia machista. Aún nos quedan muchas cosas por lograr, como por ejemplo que no haya que demostrar que valemos igual que los hombres, que no tengamos que adoptar comportamientos ‘masculinos’ para conseguir llegar al mismo nivel. No tenemos que tratar de ser iguales. Nos falta ser conscientes de esas cosas de forma mayoritaria. Hay muchas mujeres machistas. También nos falta saber liberar a los hombres del ‘papelón’ que se les ha asignado durante milenios.

A nivel personal, siendo una privilegiada, no he vivido en igualdad. Empezando porque en mi casa los chicos estudiaban una carrera y las chicas trabajaban en algo hasta que se casaban. Tuve que pelear muchísimo e hice una carrera pero no la que quería. En el trabajo también sentía la discriminación y me topé con algún misógino redomado. Sin embargo, reconozco que no tuve que sentir la presión (tener éxito, mantener una familia, ser fuerte, etc…) que hubiera sentido siendo hombre. Pude hacer bastante lo que me dio la gana yendo bastante a la contra (con el precio que eso siempre tiene)».

 

RMGA. 65 años. «Yo crecí en Madrid y mi época juvenil y adolescente la recuerdo feliz, siempre rodeada de mis padres, hermanos, abuelos y demás familia. A partir de los 15 ó 16 años empecé a disfrutar de los amigos dentro de un entorno conocido. En esa época no era consciente de vivir en una dictadura. Fui tomando conciencia de ella al final del bachillerato y durante la carrera, que estudié Magisterio en la Autónoma, en contacto con los compañeros. Como mujer yo veía cómo la mayoría de las mujeres trabajaban solo en el ámbito familiar, aunque hubieran estudiado, y sabía el valor incalculable que aportaban a la sociedad, aunque no se les haya reconocido económicamente al llegar a la edad de jubilación ni, a veces, por la propia familia. Yo sí quería tener más libertad, claro, llevaba mal los horarios discriminatorios, el tener más tareas en casa que los hermanos…

El 20 de noviembre de 1975 lo recuerdo como un día de euforia colectiva. Salimos a la calle y muchos trabajos se suspendieron. Pensé que iban a cambiar muchas cosas aunque fuera poco a poco. La Ley del Divorcio en 1981 me pareció muy bien. Esa ley podía liberar a muchas mujeres de una falsa convivencia, respetando sus derechos. Podíamos utilizarla. La sociedad desde que yo era joven a ahora ha cambiado bastante gracias a las leyes que se han ido promulgando, pero aún falta bastante. Desde la educación en familia y el acceso a una educación pública de calidad conseguiremos esa mentalidad que todavía no se ha conseguido en todos los ámbitos de la sociedad. A nivel personal creo que mi vida es bastante igualitaria con los hombres que me rodean: pude estudiar lo que quise, trabajar con mi carrera durante toda mi vida laboral y en mi casa. No me he sentido discriminada».