Por Sergio Díaz

 

Crítica feroz a los totalitarismos

 

La Compañía de la Puerta Estrecha y AlmaViva Teatro vuelven a unir sus destinos sobre los escenarios, y eso ya nos hace estar muy atentos. Su última colaboración fue para crear La Tempestad (sobre la obra de Shakespeare), una de las maravillas escénicas que pudimos disfrutar en 2016 y que vino a poner de manifiesto varias cosas: que en el Teatro de la Puerta Estrecha se trabaja muy bien; que su gestora, Eva Varela Lasheras, está haciendo una enorme labor al frente de esta sala (además de una gran actriz); que César Barló es un director de lo más interesante; que AlmaViva Teatro es una compañía formada por grandes intérpretes a la que ya no se puede quitar el ojo; y que José Gonçalo Pais es el puto amo. Son cosas que ya deberíamos haber sabido antes de 2016, pero que con ese mágico montaje quedaron muy a las claras.

Y tras esa gran exposición al mundo ahora vuelven a mostrarnos un nuevo trabajo. Corrían el riesgo de ser complacientes con ellos mismos o ser temerosos y no arriesgar para no perder esa buena vibración que habían creado entre los ‘mass media’ escénicos (si es que esto existe). Pero no, vuelven a ir con todo y quieren inquietar, sacudir y perforar los cerebros de todos aquellos espectadores que vayan a verlos, porque la pieza sobre la que han trabajado es El estado de sitio, de Albert Camus, una obra de teatro estrenada en 1948, que otorgaba a La peste de nuevo un papel preponderante (como ya ocurriera con una anterior novela de Camus, La peste, de 1947). La enfermedad llega a una ciudad podrida por la corrupción y sitia a la población con sus putrefactos y violentos tentáculos, haciendo que nadie pueda escapar de tan terrible opresión, tratando de reestablecer, así, el orden ‘natural’ de las cosas. Ha llegado la ley…

Esta es una propuesta que cuestiona la cultura del miedo, la sumisión ante la opresión y la injusticia. Nos analiza como individuos y como sociedad, sobre cómo nos comportamos ante las imposiciones del Estado y del sistema imperante. ¿Cuando nos amordazan, somos borregos o lobos?