Una metáfora de la brutalidad

 

Por Miguel Pérez Valiente

Fotos: Klaus Lefebvre

 

Tal y como estaba previsto, este mes el Teatro Real presentará La Valquiria, la primera jornada del ciclo del Anillo de Nibelungo que continúa la trama que arrancó la temporada pasada con El oro del Rin, la ópera introductoria de la saga wagneriana. La producción de la tetralogía que se presenta en Madrid en cuatro temporadas sucesivas fue creada en el año 2000 por el prestigioso director de escena Robert Carsen para la Ópera de Colonia. La dirección musical esta al cargo de Pablo Heras-Casado.

Wagner trabajó casi 25 años en este colosal proyecto por el que transitan más de 34 personajes en 16 horas de drama musical. Necesitó una orquesta masiva para poner en música este complejo compendio de pasiones, sentimientos e instintos que zarandean a dioses y a humanos por igual.

Las fuentes que usó Wagner para la trama provienen principalmente de la mitología escandinava y de leyendas medievales germanas, además de las numerosas aportaciones de la febril inventiva del propio compositor, si bien la estructura dramática es acreedora de la tragedia griega.

Aunque hay una tendencia a asociar la música del Anillo al exceso épico y, de hecho, el cine de acción ha tomado prestado alguno de sus pasajes musicales con gran fortuna -estoy pensando, por ejemplo, en el brillante uso que hizo Coppola con la Cabalgata de las Valquirias en Apocalypse Now, la obra está también llena de momentos de gran intimidad en los que la experiencia humana se presenta desnuda de todo aparato heroico. 

Carsen traslada la acción de esta Valquiria a un mundo en el que señores de la guerra se enfrentan entre sí. No en vano, el director artístico del Teatro Real, Joan Matabosch, comentó sobre la producción que “es una metáfora de la brutalidad”. Para el director, que ya programó esta misma producción en el Liceo de Barcelona, la propuesta de Carsen “habla más de la sociedad actual que nunca en toda la historia de esta pieza”.