SUSCRÍBETE
im_survivor_Godot 3

Resistencia, resiliencia y alegría para sobrevivir

“Siempre he admirado la supervivencia de mi padre, pero él también salió adelante gracias a mi madre”

 

I’m survivor formó parte de la iniciativa #Confín de la programación de la pasada edición del Festival de Otoño. El 16 de abril de 2020, María San Miguel, dramaturga, directora y actriz de esta obra de teatro documental basada una historia personal de supervivencia familiar, presenta el proyecto.

La propuesta es seleccionada y nada más arrancar el proceso de creación, su padre, tras 16 años de lucha contra el cáncer, fallece el 29 de mayo de 2020 por coronavirus. La función regresa al circuito teatral este mes de febrero en Sala Mirador. María San Miguel está acompañada en escena por su madre, María José Santos, en esta pieza que es un homenaje también a las personas cuidadoras -mujeres sobre todo-.

Enfrentarme a esta entrevista, ha resultado ser un reto para mí porque me generó un conflicto interno sobre cómo abordarla desde el respeto y, sin rebasar la línea de lo que, a mi modo de ver, podía traducirse como morboso. María San Miguel se abrió en canal y me lo puso muy fácil enfrentándose a una de las entrevistas más íntima y personales de su carrera.

 

I’m survivor, de María San Miguel, en Sala Mirador

 

Por Ka Penichet

Foto de portada: Alba Muñoz

 

Desde que presentaste el proyecto hasta que se estrenó en noviembre de 2020 se produjeron muchos cambios en tu vida, ¿el texto también sufrió modificaciones?

Totalmente. El texto que tú has leído, yo lo escribí en noviembre y lo terminé el lunes de la misma semana en la que estrenaba. De hecho, empezamos a ensayar sin que hubiera nada de texto.

 

 

Entonces, lo que enviaste a la convocatoria del Festival de Otoño, ¿fue una idea?

Yo envié una idea que era contar la historia de supervivencia de mi padre a raíz de que, estando ingresado en el hospital dio positivo en coronavirus. Cuando pasamos todo ese shock que supuso, porque mi padre estaba bien, es cuando presento el proyecto. El proyecto inicial era una pieza de teatro documental en la que una parte, el protagonista era mi padre con su historia de supervivencia de los tres cánceres y una depresión sobrevenida por un acoso laboral y, por otra parte, quería crear un personaje femenino que había elegido que fuera una cocinera del hospital y que representara a todas esas mujeres cuidadoras invisibilizadas que con la pandemia se ha visibilizado la precariedad y lo esencial de su trabajo, no solo en los hospitales, a todos los niveles. Mi padre siempre tuvo un humor excelente con muchísima fuerza y muchísima alegría, es decir, nos ha enseñado a enfrentar las enfermedades de esa manera. Mi padre sale del hospital y al mes medio de la recuperación en casa muere de repente, porque le dio una trombosis que, en un primer momento nos dicen que puede ser consecuencia de la COVID_19 y que ahora ya sabemos que las personas que han pasado por una quimio, el coronavirus les genera muchas trombosis después. La noche en la que mi padre estaba marchándose, mi madre me dijo que tenía que hacer el proyecto con mayor motivo, aunque él ya no estuviera. Ten en cuenta, que yo fantaseaba con la idea de que mi padre me acompañara en escena y de que su cuerpo fuera un documento de supervivencia y de lo increíble que son los cuerpos que sufren mutilaciones o les faltan órganos y a pesar de eso se reacomodan, la naturaleza en ese sentido es increíble. Quería visibilizar eso. Mi padre había tenido un cáncer de garganta y tenía una traqueotomía que era lo que le permitía respirar y había aprendido a hablar, obviamente, cuando muere y desaparece pues cambian las cosas. En ese momento, mi madre me dijo que, si mi padre no estaba, me acompañaría ella. Ahí yo entro en un proceso de plantearme qué obra hago y ya me di cuenta de que no podía ser la gran obra de mi carrera, que mi momento emocional y vital era el que era, de una absoluta tristeza y de ruptura. De repente, hay un abismo gigante. Mi vida ha cambiado para siempre porque, además yo tenía una relación muy estrecha y cercana con mi padre, de siempre. En eso hemos sido una familia muy unida. Ante ese abismo fui posponiendo el proceso de escritura por el miedo que me daba porque era enfrentarme otra vez a la muerte de mi padre desde otro lugar, entonces hui, porque no podía escribir. Lo hice cuando no me quedó más remedio porque entonces yo ya empezaba a trabajar en sala con mi madre a hacer un trabajo más físico y ya tenía una fecha de estreno. Además, tenía un equipo que estaba esperando material para poder ayudarme a acompañarme en el camino. A mi equipo, que es como mi familia, les estaré agradecida eternamente, porque han aguantado ahí. Ha sido teatro de emergencia y de urgencia y no sé de qué más se podría catalogar. Ahora sí que creo que he escrito la pieza que yo quería hacer, pero es que tampoco me he podido salir de ahí, tampoco he podido escribir otra cosa porque es lo que estoy viviendo ahora.

 

Después de leer el texto y de escucharte, creo que, a pesar de la pérdida de tu padre, la esencia del texto no ha desaparecido y aunque él ya no esté, sigue siendo un superviviente…

Y de repente las supervivientes somos un poco nosotras… Y para mí creo que ya es un hecho de supervivencia muy fuerte el que mi madre y yo nos hayamos subido a un escenario sin haber pasado 6 meses de su muerte. Creo que su legado es un poco ese, su alegría y su fortaleza, que la vida sigue para adelante y que también es el legado que a mi me enseñó mi madre, de estos años en los que mi madre ha sido esa cuidadora de la que te he hablado antes. Siempre hemos alabado la supervivencia de mi padre, pero es verdad que mi padre ha salido adelante porque tenía al lado a mi madre.

 

Resistencia, resiliencia y alegría para sobrevivir en Madrid
María San Miguel y María José Santos

 

Te manejas muy bien en el formato de teatro documento, pero nunca habías hecho algo sobre tu propia historia familiar… ¿Qué diferencias encuentras?

Nunca había pensado en hacer algo que tuviera que ver con mi vida. No me parecen importantes ni transgresoras las cosas que me han ocurrido. El proceso ha sido muy diferente. Hay algo que tiene que ver con el pudor y con el egocentrismo al mismo tiempo. Me he estado preguntando durante muchos meses, aunque no haya podido escribir, qué de eso que estaba contando era universal. Me preocupaba mucho que se quedara en anecdótico o en cosas que a mí me emocionan porque son mías o de mi familia. El proceso probablemente me ha generado muchas más contradicciones que los anteriores trabajos porque me he hecho muchísimas más preguntas, pero, por otra parte, cuando he logrado ponerme a escribir, no me ha costado, me salía fácil lo que me podía salir. Ha sido diferente porque de alguna manera yo quería que esto fuera útil y que hablara de muchas más historias y ayudara en el caso concreto de la pandemia a reflexionar a quienes están detrás de todos esos números. Hay miles de tragedias íntimas, ya no solo por el coronavirus. Por ejemplo, una música con la que voy a trabajar en un proyecto en el CDN, su padre se ha muerto de cáncer porque no le han podido diagnosticar a tiempo. No es que en los anteriores procesos no haya tenido en cuenta la universalidad y el salir de lo anecdótico, pero en este caso me preocupaba más.

 

Y cuando algo te traspasa tanto, ¿cómo logras equilibrar mantener cierta equidistancia?

Yo es que no soy equidistante por naturaleza. Soy muy pasional, entonces lo vivo todo con mucha intensidad, tanto lo bueno y lo malo.

 

Sin embargo, en los montajes anteriores yo no he visto que te hayas posicionado de un lado…

Bueno, yo me posiciono en contra de la violencia, eso es seguro, pero lo que pasa es que creo que hay que dar voz. Aquí la equidistancia tiene más que ver con que no de pudor mostrar que durante el duelo hay momentos en los que mi madre y yo nos lo hemos pasado, y nos lo seguimos pasando bien. Nos reímos mucho y al minuto estamos llorando. O tenemos una semana de mierda, de muchísima tristeza y de no tener ganas de nada, de costar mucho levantarse de la cama y, de repente, hay un día que no nos acordemos de mi padre pero que estamos contentas. Entonces, eso tenía que estar también. Que no diera miedo el juicio desde fuera. Yo asumo que en mi familia somos así y que es igual de lícito la manera de vivir el duelo que tenemos nosotras a otra gente que a lo mejor no sale de su casa, no habla de la muerte o va de negro. Para mí era importante posicionarme desde una parte de la realidad, pero, además, hay muchas otras. Para mí era muy importante ser honesta y tener rigor. Era importante que mi madre entendiera algunos códigos y pudiera trabajar dentro de ellos. Obviamente, hay algo muy potente en su testimonio y en subirse encima del escenario. En la manera que tiene de estar y de aguantar la emoción hay mucho trabajo en sala, detrás. Otra cosa importante era no juzgarme con lo que elegía mostrar, que es muy ajustado a la realidad que estamos viviendo.

 

¿Había participado tu madre antes en otros procesos creativos?

Mi madre ha hecho teatro amateur desde que era muy joven hasta que me tuvo a mí. De hecho, en el pueblo donde crecí empecé a hacer teatro con ella con doce años porque ella dirigía la compañía de mujeres que había en el pueblo, pero a nivel profesional nunca había hecho nada. Ella nos dice a Alba Muñoz, mi ayudante de dirección, y a mí que le hemos reñido mucho y que somos muy exigentes. Es verdad. Yo admiro mucho el proceso que ha hecho mi madre porque en tres semanas le hemos exigido un trabajo de un nivel profesional que creo que muchos profesionales no lo hubieran soportado. Estoy muy orgullosa de todo el arrojo que ha tenido y que tiene, aunque diga que somos muy malas con ella a veces.

 

Después de ver a tu padre luchando tantos años, cuando llega el momento de despedirse de él ¿está una preparada?

Yo creo que es imposible estar preparada ante la muerte y en esto he pensado mucho en estos meses. También antes. En la obra digo que «ya no le tengo miedo a nada», a lo que le tenía miedo era a que mi padre le pasara algo, se muriese o pasara por un proceso de mucho sufrimiento que desencadenase la muerte. He vivido con mucho miedo en los últimos años, especialmente el último porque con la quimio fue muy duro. Pasé mucho miedo con el coronavirus, pero creo que nunca se está preparada y nosotras no lo estábamos. Encima se ha muerto de lo más tonto con todo lo que ha pasado. Se une el shock colectivo de todo esto que estamos viviendo con el shock íntimo que te genera la muerte y te deja muy descolocada. Me parece que vivimos en una sociedad que nos estafa un poco respecto a la muerte porque es un tabú y no se habla. Vivimos con personas rotas por dentro por las muertes de sus seres queridos. La muerte de un ser querido es algo que te cambia para siempre y sin embargo, no se cuenta, no se comparte, creo que eso tampoco ayuda. No estamos educadas para eso y lo hace más doloroso.

 

¿Cómo se sobrevive durante dieciséis años cuidando de otra persona?

Nuestra experiencia ha sido vivir día a día, sacando fuerza de donde no la hay. Nosotras hemos tenido mucha suerte porque mi padre ha tenido siempre un humor excelente y muchísima alegría. Ha sido siempre un disfrutón de la vida y lo ha seguido siendo hasta el final. No se quería morir. Creo que eso es un privilegio que hemos tenido. Hay personas que pasan por procesos de enfermedad que no tienen esa fortaleza porque no pueden y no pasa nada porque es normal. Ahora cuando ya se ha muerto es cuando viene el bajón de tensión que vive el cuerpo. A mi madre le están saliendo ahora todos los achaques que en estos años no se ha permitido que salieran. Tiene tres hernias, problemas en la espalda, ciática, ha tenido un herpes… eso está ahí.

 

Maria_San_Miguel_Godot
María San Miguel. Foto: Luis Gaspar

 

Con toda la vorágine del proceso creativo, ¿sientes que has podido hacer duelo?

Es muy extraño porque al principio no te lo crees. Me cuesta mucho creer que no voy a volver a ver a mi padre. Creo que el montaje nos ha ayudado más que desviado. Creo que nos ha dado energía para seguir adelante, para no quedarnos estancadas. Después de estrenar y con las navidades, fin de año, mi cumpleaños… ha sido horrible pero sí que hemos pasado nuestro duelo particular. Mi amiga Maia Landaburu, creadora y actriz, que perdió a su pareja hace dos años, de repente, me contó que un amigo le había dicho que el duelo es como una estrella de David, que nos es lineal, que vas subiendo, bajando… es como el tiempo que tampoco es lineal. En los ensayos nos hemos pegado nuestras buenas panzadas de llorar. Se pasa muy mal estando mal y con esta tristeza que yo no conocía.

 

Abordas el montaje desde una perspectiva de humor negro

Hay mucho humor. En el estreno funcionó muy bien porque la gente se rio más de lo que esperamos. No estamos acostumbradas a reírnos sobre el dolor, sobre la muerte y sobre esta situación tan extraña que es el duelo. Como artista para mi era importante intentar buscar el humor negro desde lo documental. Me parecía un reto artístico. La vida está llena de contradicciones. El humor nos salva. Ya hemos perdido a mi padre, no perdamos el humor y la capacidad de estar alegres a pesar de todo. Me gusta mucho sentir al público un poco desconcertado porque no quiere faltar al respeto.

 

Recuerdo que antes de que pasara esto en algunas ocasiones habías compartido conmigo cómo era tu padre, ¿hay alguna anécdota que te apetezca compartir de él?

Uf muchas cosas, no sabría decirte… ¡Ah! bueno, hay una cosa que me gusta mucho. Cuando yo confesé a mis padres que quería hacer teatro siempre me apoyaron mucho, siempre han viajado para verme y han estado muy orgullosos. Pero hay una cosa que recuerdo de manera especial y es que cada vez que venían a verme a cualquier lugar, cuando yo entraba en escena, mi padre siempre le daba un codazo al que tuviera al lado para decir: «¡Es mi hija!». Yo le reñía diciendo que no podía hacer eso porque puedes desconcentrar, molestar… En el fondo, aunque yo le echara la bronca, me hacía mucha ilusión porque era como una muestra de orgullo y de que estaba ahí. La pena que me da es que no pueda ver esta obra. Mi padre se me ha ido muy joven, tenía 65 años, yo acababa de hacer 35 y me quedan muchas cosas por hacer y que compartir. Es una putada.

 

¿En qué otros proyectos andas sumergida?

En abril estreno Y llegar hasta la luna, mi primera coproducción con el Centro Dramático Nacional, que es un proyecto que nació en el verano de 2019 sobre sexo, violencia y diversidad funcional. Me hace mucha ilusión entrar en el CDN, ya tocaba. Creo que si en vez de ser mujer, hubiera sido hombre hubiera entrado antes. La idea es que el trabajo de investigación que hice vaya mucho más lejos, que sea una propuesta mucho más incómoda y salvaje, pero con mucha belleza. Es un reto muy grande, yo soy muy exigente siempre, pero tenemos que estar muy concentradas, es mi primer trabajo en CDN y hay que trabajar para que sea el primero de muchos. Y también para aprovechar el altavoz que supone, por eso me quiero esforzar en que sea en dar un paso más. Es un poco loco que, en el año de una pandemia, una crisis brutal en las artes escénicas, yo estreno dos espectáculos y tengo cinco para girar porque este año 2021 hace 10 años que ETA anunció el cese definitivo de la violencia y me gustaría volver a entrar en Madrid con la trilogía Rescoldos de paz y violencia.

Comparte este post