El teatro es un enfermo con una mala salud de hierro. El teatro siempre ha estado en crisis. El teatro no morirá nunca. Nunca. Nunca como ahora tenemos la oportunidad de comprobar si toda esta sarta de tópicos se cumple. Feliz Día Mundial del Teatro… sin Teatro.

 

Por Álvaro Vicente / @AlvaroMajer

 

Por primera vez desde que se instauró, en 1961, el Día Mundial del Teatro, este 27 de marzo nos pilla con los teatros cerrados a cal y canto por culpa de una pandemia, por culpa de una peste, si nos ponemos más medievales que distópicos. No en vano, no se recuerda un periodo tan extenso en el espacio y en el tiempo, tan generalizado, de teatros cerrados, de no-teatro, desde la Edad Media (con la excepción, quizás, de algún periodo bélico más localizado). Arte milenario que un día fue hegemónico entre las manifestaciones culturales, hoy vive en los márgenes a mucha honra y enarbolando con sumo goce lacaniano la mala salud de hierro de un arte en eterna crisis. El marco de referencia vital, los cimientos, la zona de confort del teatro, mal que nos pese, está en su común y constante situación crítica. Y seguirá siendo así -siento el pesimismo- una vez que vuelva a renacer tras esta estocada coronavírica. Porque renacerá, pero -ojalá me equivoque- no será un renacimiento palingenésico que refunde de una vez por todas esta nuestra ajada república escénica.

 

En las tareas que nos envían desde el colegio para hoy, nadie ha pensado que pueda ser un buen día para recordarle a los más pequeños lo que mola el teatro. Pero esto es puramente anecdótico. Lo importante es que, desde que empezó todo esto del coronavirus y comenzó a detenerse la vida y la producción, industrial y artística, en las medidas tomadas con urgencia por las autoridades la cultura ni está ni se le espera. Llevamos días aguardando a que desde el Ministerio de Cultura se anuncie un compromiso y un paquete de medidas en base a las necesidades que el sector escénico -como tantos otros- le ha hecho llegar al ministro. Pero de momento nada. Tenemos, eso sí, un comunicado-compromiso del Ayuntamiento de Madrid que, ojalá, se concrete pronto en ayudas contantes y sonantes.

 

A la espera de que nuestros gobernantes se pronuncien con contundencia y sin fisuras a favor de proporcionar todo lo necesario para salir de esta crisis con menos precariedad y más esperanza, el sector ya ha hecho los deberes y tiene contabilizado lo que va a suponer este parón sin precedentes. Es meramente cuantitativo, sí, porque anímicamente ya todos sabemos muy bien que no poder desarrollar tu arte es insoportable. De ahí que mucha gente se haya lanzado a las redes a regalar lo que mejor saben hacer, sin pensar en la cara oculta de la gratuidad y creyendo que es arte lo que muchas veces solo es ingenuidad o pura obscenidad. En esta enorme fiesta de pijamas, pantalla mediante, en la que se ha convertido la cultura española, el teatro se ha desatado desnudándose con orgullo sin pensar ni en la ética ni en la estética de su desnudo. Porque por mucho que lo echemos de menos y por mucho bien que nos haga, una obra teatral grabada en vídeo, aunque la grabe el mismísimo Scorsesse, no es lo puto mismo que ir al teatro y sentarte en una butaca.

 

La mandanga

Primero fue Miguel del Arco, que dijo, antes incluso de cerrar El Pavón Teatro Kamikaze, que la escena debía declararse zona catastrófica. ¿Por qué? Solo hay que mirar los datos que van aportando las distintas asociaciones del sector para hacerse una idea de que lo de Miguel del Arco no es, precisamente, una hipérbole. Si como se ha estado diciendo estos días, el sector cultural generó en 2019 empleo para más de 720.000 personas, la mayoría de toda esta gente está ahora en paro con la incertidumbre de cómo podrá remontar en los próximos meses, unos con peores expectativas que otros.

 

No hay cifras globales todavía del posible impacto económico que esta crisis vírica tendrá sobre el sector escénico, pero algunas asociaciones del sector empiezan a publicar los resultados de sus propias investigaciones a partir de las consultas a sus asociados. Así, por ejemplo, la Unión de Actores y Actrices cuantifica unas pérdidas de más de 6 millones de euros para los intérpretes según los datos recabados de unos 1.500 actores y actrices por parte de este sindicato. Por su parte, ADGAE, la Asociación de Empresas de Distribución y Gestión de Artes Escénicas, que distribuye el trabajo de 352 compañías, ha registrado ya la cancelación de 3.258 funciones entre este mes de marzo y el próximo mes de septiembre, lo que supone, según sus cálculos, unas perdidas de algo más de 9 millones de euros.

 

Probablemente cada una de las asociaciones del sector vayan publicando cifras similares, al tiempo que hacen llegar sus necesidades a las autoridades competentes. La Confederación de Artistas-Trabajadores del Espectáculo y la Associació d’Actors i Directors Professionals de Catalunya exigían en un comunicado conjunto lanzado el 23 de marzo «eliminar transitoriamente el término máximo actual de 15 días desde la fecha de finalización del contrato para solicitar el subsidio y aceptar alargar este término hasta los 6 meses» como medida que «paliaría en buena medida el problema de nuestros profesionales. Se debería de asumir un ERTO específico para empresas artísticas, ya que los trabajadores y las trabajadoras de estas empresas tienen una relación laboral especial a causa de la contratación intermitente a la que están sometidos».

 

Todo esto se vuelve todavía más dramático cuando miramos hacia los ámbitos tradicionalmente más frágiles, como la danza (la Federación Estatal de Asociaciones de Compañías y Empresas de Danza, FECED, estima que las pérdidas para el sector de la danza en España serán de entre 20 y 25 millones de euros en 2020), el circo, el teatro de calle y, en concreto en Madrid, todo el tejido de salas de pequeño formato, independientes en lo creativo pero absolutamente dependientes de lo público en lo económico. También las escuelas de formación teatral, muchas asociadas a las propias salas (importante fuente de financiación para ellas), están sufriendo la situación con la baja de muchos alumnos y alumnas para los que el esfuerzo por seguir manteniendo las clases en formatos online no es suficiente, o porque directamente no pueden pagar las mensualidades.

 

Acción-Reacción

Mientras esta incertidumbre define el día a día y se siguen cuantificando pérdidas, algunos teatros madrileños han dado ya la temporada por finiquitada y los grandes festivales de verano y otoño contienen la respiración a la espera de que la famosa curva se vaya aplanando y empecemos a ver la luz al final del túnel. Entre tanto, se suceden iniciativas que surgen tanto desde las gentes a título individual como impulsos que se vuelven comunitarios a base de pasar los mensajes y las propuestas por whatsapp y terminar volcadas en las redes sociales. Primero se empezó pidiendo que no se solicitara la devolución del importe de las entradas ya compradas, medio espontáneamente, y hoy ya circula una propuesta en firme para que incluso las que hayan sido devueltas automáticamente por los teatros, se vuelvan a comprar en el futuro y se invite con ellas a alguien a ir al teatro.

 

Y así llegamos a este 27 de marzo, plagado de planes digitales -nada más ajeno a lo teatral- que surgen desde todas las esquinas del sector. El canal de Youtube del Teatre Lliure de Barcelona hierve con los vídeos de intérpretes, críticos y abonados donde recitan frases célebres de textos de Shakespeare, Ibsen, Chéjov, Calderón o Fernando de Rojas. El Circo del Sol, por su parte, ha creado un nuevo espacio web con contenido digital, CirqueConnect, para disfrutar en casa de su «entretenimiento de primera línea» durante la crisis sanitaria mundial. Los Teatros del Canal abren lo que han llamado su «cuarta sala», un espacio de creación virtual abierto al público a través de sus cuentas de Facebook, Twitter e Instagram. Eso sí, hay quien se ha quejado ya también en las redes de que para llevar a cabo esta iniciativa la propia directora de Canal, Blanca Li, ha pedido a creadores asociados al Centro de Danza Canal sus creaciones a cambio de nada.

 

Igualmente, las unidades del INAEM (el Centro Dramático Nacional, la Compañía Nacional de Teatro Clásico o el Centro de Documentación de las Artes Escénicas y de la Música entre ellas) impulsan decenas de actividades para disfrutar en este 27 de marzo de #LaCulturaEnTuCasa. Por ejemplo, la CNTC homenajea a su fundador, Adolfo Marsillach, y se abre #LaVentanaDelCDN ofreciendo contenidos teatrales en abierto a través de sus redes sociales a partir de clubes de lectura, encuentros virtuales con autoras, o lecturas de textos creados a partir del tema del confinamiento. Justo nosotros, en Godot, pusimos hace unos días también en marcha la iniciativa basada en la consigna ‘Coronavirus: ¿comedia o tragedia?’, recopilando textos de diversa índole nacidos al calor de la cuarentena y el Covid-19. Nos apuntamos a un bombardeo.

 

La SGAE pide a la gente subir su vídeo a redes con el hashtag #DiaMundialdelTeatro y el Teatro de La Abadía nos invita a degustar su #TeatroConfinado, experiencias en directo para 20 personas buscando aunar el directo de las artes escénicas y el acto social compartido. Y el Festival de Almagro combina protección contra el virus con el teatro y anima a la gente a grabarse mientras se lava las manos recitando versos de Calderón de la Barca y Sor Juana Inés de la Cruz, porque un lavado de manos correcto debe durar lo mismo que el soliloquio de Segismundo («¿Qué es la vida? Un frenesí») o lo mismo que un soneto de Sor Juana Inés («Este que ves, engaño colorido…»).

 

Desde luego, a imaginación no nos gana nadie y, al menos durante un día, como cada año, conseguiremos ser trending topic. Luego ya, si eso, volvemos a las catacumbas. Gracias.