«El retorno social de la inversión en cultura es altísimo»

 

Somos una buena inversión

 

Por Pilar Almansa/@PilarGAlmansa

 

Si por algo se recordará a Madrid cuando pase la pandemia es porque mantuvo abiertos sus teatros y cines cuando en el resto del mundo era imposible trabajar. Que sigan funcionando las actividades de ocio y tiempo libre es un termómetro de la sensación de normalidad que puede tener una ciudad. Eso, por sí solo, debería darnos ciertas pistas sobre la importancia del teatro dentro de la sociedad.

Pero nos ha costado darnos cuenta. Hemos pasado años hablando desde el victimismo, con cierto aire pedigüeño, algo que resulta muy antipático desde fuera. Pero, gracias a la pandemia, las artes escénicas parecen estar teniendo su propia anagnórisis. Nos está obligando a repensar nuestra función social y nuestra relación con las administraciones públicas. De manera organizada estamos empezando a dejar de pedir subvenciones y a sugerir cambios en las políticas públicas, algo que nos haga bien a todos a la larga.

El último ejemplo es el Foro Mercartes. Celebrado en marzo en el Teatro Valle-Inclán, su objetivo era pulsar la situación de las artes escénicas y proponer medidas para su relanzamiento. El discurso ha cambiado: dentro de una serie de análisis esenciales para la reestructuración del sector (análisis legislativo por comunidades, programas de apoyo y fomento a las artes escénicas, recuperación de públicos, etc…) y que hemos visto, en mayor o menor medida, a lo largo de los últimos años, empieza a colarse el matiz de la “rentabilidad invisible de la cultura”. “El retorno social de la inversión en cultura es altísimo en creación de empleo, cohesión social y, como se ha demostrado estos meses, también ayuda a la salud de las personas”, afirmaba Carlos Morán, de la Red de Teatros de Titularidad Pública.

Este es el discurso que debe calar en todos y cada uno de los miembros de esta profesión: el retorno de la inversión en cultura es muy alto. Lo que ocurre es que resulta de difícil trazabilidad, no es fácil meterlo en las estadísticas, pero es real… tan real como que el mero hecho de que teatros y cines estén abiertos mantiene la sensación de normalidad como ningún otro. No tenemos que pedir que nos ‘ayuden’: solo tenemos que cambiar el chip y poner en valor lo que ya está sucediendo, que nuestra presencia influye psicológicamente en el comportamiento económico de toda la ciudad. Por eso somos una buena inversión.