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De lo que se come se cría surge con el fin de impactar y perturbar al espectador. Esta es una obra cruda e impactante, impregnada de sexualidad, violencia soterrada y deseos primitivos, que comprende escenas costumbristas en un ambiente rural, pensamientos ocultos vomitados en forma de soliloquios que denuncian la censura de la religión y las leyes no escritas de una sociedad que priva a las personas de comunicación y apoyo.
Este entorno de represión social da como resultado distintas formas de rebelión por parte de los miembros más débiles e indefensos de la familia, movidos por la irreprimible necesidad humana de ser amados y respetados.
En un pueblo de la España de 1950, una madre autoritaria se enfrenta a la realidad en la que vive en el período que transcurre entre la siembra y la cosecha. Engracia descubrirá una verdad ya conocida con la que nunca ha sido capaz de enfrentarse, pues el dolor que le supone solo la ha llevado a desviar la mirada. El deseo de implantar su orden hará explotar los cimientos que la mantienen segura, teniéndolo que ocultar de puertas para fuera. Tres cachorros sentados a la mesa, desubicados ante un sistema que les da de comer pero no les alimenta, sacian su hambre en lugares que harán temblar los cimientos de lo establecido. Su madre, aislada, busca la unión por encima de todo. Una mancha que no se borra, unos ladridos que no cesan y un padre omnipotente sentado en su trono. Toda esta historia se habría evitado si se hubiese seguido la sencilla norma que ella lucha por imponer: En la mesa no se habla.
