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Nuestro monstruo interior

«El problema es el capitalismo, que es esencialmente patriarcal. El único movimiento capaz de cambiarlo de raíz es el feminismo»

 

Álvaro Vicente, nuestro querido compañero hasta hace unos meses, se estrena como dramaturgo, director -¿y actor?-, con Show no mercy, Moses (Catálogo de viejas masculinidades), un espectáculo protagonizado por Germán Vigara que es una mirada crítica e impía a todo lo que comporta la palabra Hombre, dinamitando el núcleo duro de la rancia masculinidad que nos habita para poder lograr la transformación real de cada uno de nosotros.

La obra podrá verse del 28 al 30 de mayo en Réplika Teatro – Centro Internacional de Creación.

 

Estreno de Show no mercy, Moses, en Réplika Teatro

 

Por Sergio Díaz

 

Nunca imaginé que le haría una entrevista. Tampoco imaginé que él ya no formaría parte de este equipo. Uno de los fundadores de esta revista que tienen en sus manos decidió seguir otros caminos. Y nos alegramos por él. Por lo vivido y lo que nos queda por vivir a cada uno por nuestro lado.

Es una de las personas que más sabe de teatro en esta ciudad, es un gran periodista y escritor y ahora, se asoma también a un escenario. Está claro que Godot se le quedaba pequeño a Álvaro Vicente. Ahora que ya no tiene páginas ni cierres mensuales que constriñan su inagotable creatividad puede cabalgar a su antojo. Y dará que hablar en su nueva andadura.

Un camino que ya había empezado a recorrer poco a poco. Haciendo un texto por aquí, una colaboración por allá, un taller para probarse y sentir que había llegado el momento… Y el momento es ahora, la gran puesta de largo. Incluso tiene compañía propia: Laconpany se llama. Y para comenzar nada sencillito para pasar inadvertido, no, ese no es su estilo. Su ópera prima es una patada en el estómago al patriarcado, a la falocracia, a la palabra Hombre.

 

 

Lo primero de todo, ¿a qué hace alusión el título de la obra?

El título consta de dos partes. La primera, Show no mercy, Moses, se traduce como “no tengas piedad, Moisés”. Moisés es un personaje que se me apareció en un sueño y tal cual lo soñé está en escena, pero no puedo decir cómo es, rompería la sorpresa. Además, aparte del guiño a algunas obras del que considero uno de los grandes creadores escénicos de todos los tiempos, Romeo Castellucci, Moisés remite al personaje bíblico, al iracundo Moisés que esculpió Miguel Ángel, porque parte de nuestro acervo cultural se sostiene en este tipo de mitos masculinizados, súper hombres elegidos por el dios único, también hombre. En la pieza actúa como reflejo del monstruo interior que todos los hombres albergamos y no tiene piedad, no debe tenerla, nos tiene que poner contra las cuerdas como hombres y generar una mirada crítica e impía contra todo lo que comporta la palabra hombre.

La segunda parte del título, (Catálogo de viejas masculinidades), remite un poco a la forma más que al contenido, a la sucesión de elementos que catalogan lo que tradicionalmente se ha considerado más masculino, más hombruno, más machuno. En la forma también está el mensaje.

 

En este trabajo, ¿vais sin piedad contra los hombres?

Creo que algo al respecto está en la respuesta anterior. Pero sí, creo que ahora mismo toca darnos caña, sacarnos los colores, poner las cartas boca arriba y todas las putas metáforas que se te ocurran en este sentido, máxima ahora que asistimos a un movimiento reaccionario del machismo de toda la vida intentando legitimar lo que ya parecía haber quedado claro que es puramente cavernícola. Al margen de la gente de la ultraderecha, para mí todos los males que aquejan al planeta hoy en día tienen su origen en el patriarcado, en este ‘mansplaining’ global, este espatarre indecoroso que arrincona las energías más relacionadas con el cuidado y la generación y gestión horizontal y feminista de la vida. El hombre es un destructor y creo que hace falta mirar esta realidad críticamente sin miedo y asumiendo todas las responsabilidades.

 

Germán Vigara y tú sois los creadores de la pieza. Cuando os pusisteis a trabajar, ¿qué aspectos de la masculinidad, de esa vieja masculinidad, era en los que queríais incidir, con los que queríais acabar?

No es tanto acabar como señalar. Bueno, acabar también, pero no tenemos ese poder, ojalá. Queríamos señalar y lo hicimos de dentro hacia afuera. No somos expertos en género ni en la corriente académica que desde los años 90 del siglo pasado lleva reflexionando sobre la llamada nueva masculinidad, pero sentimos que como hombres hay que hacer algo, no solo acompañar a las mujeres el 8M, hay que hacer algo con nosotros, con el día a día con nuestras parejas, con nuestros hijos, con nuestros padres, con nuestras formas de relacionarnos con otros, con las formas de estar en el mundo, con las músicas que escuchamos, las modas que seguimos, las películas que ensalzamos y las que denostamos, los artistas que veneramos, las permeabilidades que permitimos por sentirnos seguro en la fratría masculina, los chistes que reímos, los dogmas que seguimos… en fin, el catálogo es largo y excelso.

 

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Germán Vigara, protagonista de ‘Show no mercy, Moses’

 

¿En el montaje aportáis pistas sobre lo que debería ser esa nueva masculinidad de la que tanto se habla? ¿Show no mercy, Moses pretende construir o sólo destruir lo establecido?

El problema está, creo, en eso, en que da la sensación de que se habla mucho de nueva masculinidad y luego nadie parece tener muy claro en qué consiste, para unos es ‘ayudar’ en casa, para otros ser ‘más sensible’, para otros es esculpir su cuerpo y llevar el cuidado de sí hasta la obsesión narcisista, para otros pasa por sentirse aliado del feminismo… en fin, nosotros no lo tenemos claro y no estamos en condiciones de explicárselo a nadie; pero además, el que quiera saberlo que se remangue y se ponga a currar, que los hombres estamos muy acostumbrados a que nos digan lo que hay que hacer, fruto de esa relación enfermiza que nuestra cultura ha establecido entre los hombres y sus madres y que tantas veces reeditamos o buscamos reeditar con nuestras parejas. Así que, más que destruir o construir, es empezar mirando lo que hemos sido y lo que nos ha hecho ser lo que somos, para empezar a deconstruir, que tampoco es un verbo que me guste mucho, a separar el grano de la paja.

 

¿Es imprescindible que los hombres tomemos parte activa en esta lucha por la igualdad, que no seamos meros espectadores, que nos subamos a un escenario a mostrar nuestras carencias, debilidades y errores? ¿Es una de las formas de dinamitar el núcleo duro de la masculinidad?

Es absolutamente imprescindible, necesario y obligatorio si me apuras, y que cada cual lo haga desde donde pueda o sepa. Nosotros usamos el escenario porque es nuestro medio o el que más conocemos, y creemos que la poesía escénica es efectiva a la hora de compartir unas formas de sentir y pensar, pero no damos recetas ni premisas ni respuestas. Asumir errores y compartir debilidades, fragilidades, carencias, tendría que ser 24/7, porque compartirse en lo frágil es lo que nos hace verdaderamente fuertes, no ir de machitos y luego buscar el regazo clandestino de una madre (o una pareja ‘maternalizada’) para llorar las frustraciones.

 

Ante la aparición de una fuerza se opone siempre una fuerza contraria. El machismo es algo sistémico, siempre ha estado ahí, pero ahora, ante la aparición de las voces feministas que piden un cambio de paradigma se alzan más voces en sentido contrario: las ultraderechas, los movimientos alt-right, los incels, A Voice for Men, Return of kings… ¿Deberíamos preocuparnos por sus amenazas o son gritos de miedo?

Debe preocuparnos, claro, cuando pasa de ser la reacción airada y aislada de cuatro tarados a una fuerza política con presencia en las instituciones. El peligro está en la gente más joven, porque cuando combinas esos mensajes con una educación tan deteriorada por el neoliberalismo, de pronto encuentras unos comportamientos que, como el sarampión, creíamos erradicados, y no, emergen y de qué manera. Eso sí da miedo. Los que somos padres tenemos una gran responsabilidad ahí, sobre todo los que tenemos hijos hombres, ya vale de decirle a las niñas que lleven cuidado o que se vistan de tal o cual manera, hay que educar a los chicos para que sepan reconocerse los comportamientos machistas que sigue inoculando la propia cultura en la que nacemos y crecemos.

 

¿Es el feminismo un cambio imparable que provocará un nuevo modelo de sociedad en el futuro o seguirá siendo difícil mientras haya hombres que se nieguen a perder su posición preeminente?

Los hombres machistas irán siendo cada vez menos. El problema es el sistema, el capitalismo, que es esencialmente machista y patriarcal. Y el único movimiento capaz de cambiarlo de raíz es el feminismo, por eso surgen todos esos movimientos que citabas en la pregunta anterior, son las fieras revolviéndose ante lo que amenaza sus privilegios, son los gallos que se siguen creyendo dueños del corral intentando mantener a raya a las gallinas. Pues no, es la hora de las gallinas y de los gallinas. Y es imparable.

 

¿Cómo afrontas esta primera incursión en el mundo de la interpretación?

Jajajaja… bueno, técnicamente yo no interpreto, me parecería una falta de respeto a toda la gente que de verdad es actor o actriz y llevan toda la vida formándose y trabajando para ello. No, yo hago acto de presencia en el escenario, pero eso no significa que actúe, ni mucho menos. Me resisto todavía a creerme un creador escénico, un director. He tenido unas ideas, las he compartido primero con Germán, que se ha embarcado conmigo en esto con la generosidad que le caracteriza, y juntos nos hemos puesto a imaginar y luego hemos ido arropándonos con un grupo de amigas que realmente consiguen que esto tenga un mínimo de profesionalidad y decencia artística. Sin Paula Castellano, Teresa Rivera, Marta Valverde, Manuela Barrero y Caterina Muñoz esto no sería posible, ya te lo digo.

 

Aunque por lo que he podido intuir el peso escénico lo lleva Germán Vigara, ¿es así? Cuéntame un poco cómo va a ser vuestro trabajo sobre el escenario…

Es así, Germán se echa la pieza a la espalda absolutamente, es una bestia parda, es un kamikaze, un actor versátil y generoso en el esfuerzo, un buen tío que genera buen rollo, con el que me río mucho y con el que lloro escuchando a Chavela Vargas. En escena hay algunas presencias que le acompañan, humanas y tecnológicas, pero él es el centro de la obra y el que se da el gran viaje, el que representa este diálogo del hombre con el hombre en la intimidad y fuera de ella, en el espacio privado y en el público, en lo sagrado y en lo profano, en lo apolíneo y en lo dionisíaco, excesivo a veces, contenido otras.

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¿Y cómo habéis elaborado la puesta en escena? ¿Qué lenguajes escénicos usáis para transmitir el mensaje?

Como creador escénico yo soy un principiante, un debutante, no sabría decirte muy bien cómo es ‘mi’ teatro, porque es un trabajo muy movido por la intuición y por la gente que me ha gustado y me gusta y que más me ha conmovido, desde Pina Bausch a Castellucci, pasando por Rodrigo García, Pablo Messiez, Angélica Liddell, Pippo Delbono o La Zaranda. Todo ese batiburrillo estará ahí, supongo. Y supongo que por eso mismo nos habrá salido algo un tanto posmoderno donde conjugamos la vomitona de imágenes a través de un dispositivo multipantalla, con los textos y las acciones poéticas, y su poco de acción performativa.

 

Vamos a hacer un guiño a la casa que os ha acogido todo este tiempo. ¿Cómo os habéis sentido en Réplika Teatro? ¿Qué aporta ese espacio a las compañías?

Estabilidad y confianza, espacio y tiempo. Lo que está generando Réplika Teatro ahora mismo es muy importante y se irá evidenciando con el tiempo. Para mí es como estar en casa, en familia, mi familia polaca teatral, porque los conozco y acompaño desde hace tiempo, respeto y admiro el trabajo de Jarek Bielski y Socorro Anadón y porque tengo la suerte de ser amigo y compañero de Miko Bielski, que se ha vuelto loco y me ha dejado espacio y tiempo para trabajar en su casa, confiando en mí, y no puedo estarle más agradecido. Pero no lo hace solo conmigo, lo hace con otros creadores y creadoras, lo hace buscando una línea de programación muy genuina que combina las artes escénicas con las visuales y las sonoras, y generando una forma de ver, hacer, sentir y compartir el teatro en los alumnos de su escuela también muy distinta a lo que ofrece cualquier otra línea de formación en Madrid.

 

En el dossier hacéis alusión a la última frase de El Decamerón de Pasolini. ¿Esta es la obra que siempre soñaste llevar a cabo?

Bueno, literalmente la obra echa a andar gracias a un sueño. Es verdad que llevo mucho tiempo queriendo trabajar toda la cuestión de la masculinidad y darle salida artística, y como tengo ya una edad y nada que demostrar, he tenido la paciencia suficiente para dejar que la cosa fuera madurando hasta encontrarme en este momento. Es una buena forma de empezar a cumplir el sueño de la creación escénica, un sueño, tengo que reconocerlo, muy alimentado por tres mujeres fundamentales para mí: María Morales, Marta Pazos y Claudia Castellucci.

 

Laconpany es el nombre de tu nuevo proyecto escénico. ¿Qué más pilares básicos de la sociedad vais a hacer astillas próximamente? ¿Lo tienes ya pensado?

Me encanta esa figura del astillador, jajajaja… Bueno, Laconpany nació así medio casualmente en 2019 para una performance que hice en el Teatro del Barrio de la mano de mi amiga Tere Rivera y parece que vino para quedarse. Hay cosas a tratar ahí latentes, algunas directamente relacionadas con Show no mercy, Moses, como la prostitución como parte de la marca España, por ejemplo. Aunque mi sueño, que espero cumplir más pronto que tarde, es llevar a escena la herencia intelectual de Pasolini y su radical independencia, que como él decía, era al mismo tiempo su fuerza y su debilidad, porque implicaba la soledad.

 

Y dos personales para terminar. ¿Qué y quiénes te han hecho el hombre que eres?

Pues esa es la pregunta que trato de responderme con Show no mercy, Moses. Ahí están todas las personas con las que de un modo u otro he compartido la vida, sumado a la educación católica recibida, la ‘valencianidad’ de mi lugar de nacimiento, la cultura humilde recibida de mis padres, las herencias obreras de mis abuelos y ser nieto de los que perdieron la Guerra Civil, pero también las primeras lecturas, los poemas, la televisión de los 80, yo qué sé… es una lista interminable.

 

¿Has llegado -o estás en camino- de ser el hombre que querías ser?

El hombre que quiero ser es el hombre en proceso de transformación, inconformista y amigándose con las contradicciones. Estoy en el camino, y lo que más me ocupa es ser un buen modelo de hombre para mis hijos.

 

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Álvaro Vicente

 

Hacen falta mujeres hablando de los problemas que sufren las mujeres. Ellas son las protagonistas y tienen que tener su propia voz. Pero se hace imprescindible que los hombres tomemos parte activa en esta lucha por la igualdad. Básicamente porque nosotros somos los culpables de que no la haya. Son muchos siglos de Historia haciendo lo que dicta nuestro falo y ya que hemos provocado esto, ayudemos a destruirlo. Hacen falta hombres hablando de los problemas que causamos a las mujeres. Hace falta valentía y arrojo en una sociedad polarizada en las RRSS, pero equidistante cuando toca mojarse y salir a la calle a pelear por causas justas. Hacen falta propuestas escénicas valientes -como Show no mercy, Moses– que vengan a remover la mierda, que hagan trizas los sistemas establecidos, que se salgan de la estúpida masculinidad heteronormativa, que sean diversas y que destruyan un sistema caduco y arcaico.

No tengas piedad querido Álvaro, ahora que no te sujetamos las riendas vuela libre. Revisa, escribe, dirige y crea nuevos conceptos para explicar un nuevo mundo. Ese mundo mejor que quieres dejar a tus hijos, para que ellos sí puedan desarrollarse y vivir en una sociedad igualitaria y feminista.

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