Llega a Madrid uno de los montajes más esperados de la temporada, la ambiciosa performance de Jan Fabre que se desarrolla a lo largo de 24 horas de forma ininterrumpida, con 27 intérpretes en escena. [entradilla]

 

Por Álvaro Vicente / @AlvaroMajer

 

Llega a Madrid uno de los montajes más esperados de la temporada, una ambiciosa performance concebida y dirigida por el artista, coreógrafo y renovador escénico Jan Fabre, que se desarrolla a lo largo de 24 horas de forma ininterrumpida, con 27 intérpretes en escena. Extrayendo las esencias de ciclos trágicos clásicos como La Orestiada o el ciclo Tebano, Fabre, junto al escritor Jeroen Olyslaegers, se acerca a lo que pudo ser la catarsis de las fiestas dionisiacas.

 

Solo Jan Fabre podía ser capaz de esto, claro. Capaz de intentar acercarse a lo que debieron suponer las catarsis colectivas que sobrevenían a los espectadores después de tres días de fiestas dionisiacas en la Grecia del siglo VI a.C. Aquellas primeras ‘raves’ de la historia -‘raves’ teatreras porque el teatro era el entretenimiento popular por excelencia entonces-, celebraban la llegada de la primavera y todo lo que aquello traía consigo. En 2009, el creador belga empezó a leerse, junto al escritor Jeroen Olyslaegers, las 33 tragedias griegas que se conservan, con el objetivo de hacer con todas ellas un espectáculo de 24 horas de duración.

 

Mount Olympus se estrenó en España el año pasado, en marzo, en el Teatro Central de Sevilla (más abajo recogemos algunas impresiones de espectadores amigos que disfrutaron allí de la bacanal), y ahora llega a Madrid. De aquellas lecturas trágicas, Fabre cuajó un texto sobre los sueños, las pesadillas y el insomnio hurgando solamente en aquellos pasajes en los que las familias se asesinan entre sí mismas, tragedias como La Orestiada o el ciclo Tebano, todo ello mezclado con sus aportaciones basadas en una profunda investigación sobre las relaciones entre los sueños, el inconsciente, los oráculos y la tragedia propiamente dicha, desembocando en una reflexión sobre aquello que significa la catarsis en la sociedad de hoy.

 

Jan Fabre lleva más de treinta años conquistando todos los escenarios internacionales con sus espectáculos, creaciones que han cambiado el curso de la historia del teatro, sobre todo por la manera con la que el polifacético artista pone en escena a sus actores concentrándose en su energía física, su fuerza explosiva, su aguante y su carisma erótico. Ahora viene a poner a prueba también el aguante del público, que literalmente vive una jornada completa en el interior de un teatro (aunque la entrada y salida es libre e incluso se puede dormir y nadie dirá nada si roncas…) Exploración radical de la profundidad de los mitos.

 

mount_olympus ©wonge bergmann
©Wonge Bergmann

 

LO QUE SINTIERON, LO QUE DIJERON…

 

Recogemos aquí la opinión de tres personas que asistieron a esta ceremonia teatral a su paso por el Teatro Central de Sevilla el año pasado:

 

“Realmente desde el punto de la dramaturgia es un Monte Olimpo. En una obra tan larga podrían esperarse muchos momentos de relleno y no los hay. Todo suma. El público empieza dando botes y termina igual. Durante el viaje hay sueño y vigilia, lo cual ayuda mucho a entrar en muchas escenas que son deliberadamente oníricas”. MIGUEL PÉREZ VALIENTE (se puede leer una extensa reseña en su blog Glosas Teatrales)

 

«El final es algo que podría verse en Marina D’Or, una especie de catarsis colectiva bastante vulgar. El resto es muy vivo, pura maravilla. La parte performativa es de una potencia expresiva radical. A ratos repugnante, a ratos magnético, erótico, místico. Lo mejor viene con los monólogos: puro vuelo poético. Imposible no emocionarse con esos héroes de los que Fabre ha rescatado lo que no tiene tiempo. En la sala, ambiente taumatúrgico: el público se va descomponiendo con el paso de las horas al tiempo que se recompone para no perder detalle. Es una experiencia fascinante que estoy deseando revivir.» SARA LUESMA 

 

“Para mí, escalar el Monte Olimpo y transitar esos trece mitos junto a los guerreros del amor, que son los actores de Jan Fabre (esos seres no son de este mundo), fue, no sólo una de las experiencias escénicas más potentes de mi vida, si no también una aventura vital. Durante el transcurso de esas veinticuatro horas, (yo fui de las que me las comí todas, no me fui a dormir como muchos que luego regresaban frescos como lechugas), cada vez que salía de la sala a tomar un café o a comer algo en la cafetería, tenía la necesidad de volver a entrar inmediatamente para no perderme nada. Como si ese Monte fuera realmente mi sitio. Algo muy loco que terminó en baile, lágrimas y catársis. Por cierto. Yo repito en Madrid.» MACHÚS OSINAGA (aquí su reportaje para el programa de TVE Atención obras)