Miguel Torres es el impulsor de Teatro Lagrada. También es director y actor. Toda una personalidad dentro de la escena teatral madrileña con 29 años de trayectoria. La última producción de Teatro Lagrada, que el propio Miguel dirige y protagoniza, es L’Onorevole (El diputadouna profecía escrita por Leonardo Sciascia sobre la corrupción política y la degradación de la convivencia civil que lleva a cabo la compañía Espacioscuro.

 

Teatro Lagrada estrena El diputado, un texto de Leonardo Sciascia

 

 

Por Ka Penichet / @KaPenichet 

 

Teatro Lagrada es un espacio multidisciplinar que aúna diferentes propuestas artísticas con un bagaje de 17 años en la escena Off. ¿Puedes darnos unas pinceladas sobre la trayectoria de la sala?

Lagrada surge en 2000 a partir de una iniciativa de Salvador Navas y mía, miembros del extinto ENSAYO-100 Teatro, ambos por tanto con 29 años de experiencia en el teatro alternativo. Durante estos 17 años hemos desarrollado una actividad sobre todo teatral tanto en la programación como en la producción como en la didáctica. Todas las producciones se nutren de los actores formados en nuestra propia escuela, generando así una experiencia de códigos comunes que facilita el trabajo. Apostamos sobre todo por autores contemporáneos, pero tampoco desdeñamos clásicos como pueden ser Moliere, Unamuno, Valle Inclán… Que no por ser clásicos dejan de ser actuales. En la programación familiar elegimos propuestas con un contenido a la vez lúdico y didáctico que generen el interés de los niños por el teatro al mismo tiempo que contribuye a su educación. La danza también tiene presencia en nuestro espacio y hemos condensado dicha programación en un festival llamado Miradas al cuerpo del cual hemos celebrado la X edición este año.

 

Con las dificultades que conlleva ¿cómo se hace sostenible durante tantos años un proyecto como este?

Económicamente de ingresos de taquilla y ayudas públicas, éstas siempre han sido ‘justitas’ pero suficientes, pero a raíz de los recortes realizados por las tres administraciones, hemos tenido que prescindir de algún trabajador, recortar algún sueldo y multiplicar el trabajo, es duro porque obliga a distraer tiempo de las actividades creativas, pero…

 

Veo que en la programación apostáis por nuevos creadores y la combináis con producciones propias la mayoría también apostando por el teatro de texto. ¿Qué estrategia siguen a la hora de hacer la selección de los mismos?

La innovación de la propuesta. Como digo más arriba no importa si es clásico, aunque apostamos por dramaturgos jóvenes españoles, pero hay propuestas de jóvenes compañías que adaptan autores de épocas pretéritas que merecen ser puestas en escena, por la vigencia de lo que cuentan y por la forma de cómo lo cuentan.

 

Este mes de noviembre vais a programar una producción propia El diputado. El dramaturgo italiano, Leonardo Sciascia, tiene ciertos paralelismos con el personaje principal de la obra: ambos fueron profesores y acabaron siendo diputados. ¿Más allá de eso crees que guardan más puntos en común?

Sicilia como lugar común, pero nada más. Allá donde Frangipane continúa, Sciascia retrocede. Es elegido diputado por la lista del Partido Comunista, del que fue simpatizante, pero dimite dos años más tarde para recuperar su independencia. Él dice en el texto que no se basa en un personaje real, pero supongo que dada su experiencia, sí en hechos reales

 

La trama se centra en un tema universal, en cómo una persona normal se puede llegar a corromper tras el acceso a la política, ¿por qué motivo no elegiste algo más actual y sobre corrupción española?

Coger algún texto situado en la corrupción española podría quitarle ese contenido universal que queríamos darle y quedarse en algo excesivamente local. El final que pondremos en escena contribuye a ese aire universal y eterno que creo Sciascia quería imprimir en su texto.

 

A la hora de trabajar el texto, ¿qué referentes españoles te han venido a la mente para desarrollar el arco del personaje principal?

A priori ninguno, a posteriori muchos. Mientras estaba trabajando en los ensayos era como si una especie de rayos X que fueran alumbrando los ‘interiores’ de tantos discursos tópicos y estándar vacíos de contenido, cómo emplean la retórica para esconderse, escabullirse y salirse por la tangente, para no tener que confesar lo inconfesable.

 

Además de interpretar, asumes la dirección del texto con 12 intérpretes ni más ni menos. Esto solo hoy en día solo se ve en grandes producciones teatrales. ¿Cómo decides asumir ese riesgo?

Nunca me ha gustado doblar actores, aunque alguna vez lo he tenido que hacer. Hay personajes no breves sino brevísimos pero imprescindibles, y si no es por la generosidad de los actores sería complicado; ellos entienden que el trabajo del actor, aún siendo breve, hay que abordarle con la misma seriedad y rigor que los llamados protagonistas. Eso es parte de la didáctica de la escuela. Yo en principio no iba a actuar, pero para Frangipane se necesitaba un actor con edad que no obligara a un actor demasiado joven a tener que caracterizar y apareció la necesidad de tener que hacerlo.

 

¿Consideras que esta historia la podemos extrapolar a las distintas políticas culturales que existen en España?

La avaricia es un problema de ADN, si somos conscientes, hemos de poner los medios para que nadie pueda acaparar 10 mil millones de euros, por ejemplo. Sí, es un problema de ayer, de hoy y de mañana, de aquí, de allí y del otro lado, se deben poner límites a la excesiva acumulación de bienes.