El director y actual presidente de la Academia del Cine, dirige para Movistar+ La línea invisible, una serie sobre los orígenes de ETA ubicada en el Euskadi de finales de los años 60 del pasado siglo, con Àlex Monner, Antonio de la Torre, Anna Castillo, Patrick Criado, Asier Etxeandía, María Morales o Ramón Barea como parte del reparto.

 

Por Álvaro Vicente / @AlvaroMajer

Fotos: Lisbeth Salas

 

El 7 de junio de 1968, el líder de ETA Txabi Etxebarrieta cruza la línea y se pasa al lado violento de la vida asesinando a la primera de las 853 víctimas que la organización terrorista sembró hasta su disolución definitiva hace ahora dos años, aunque desde 2011 había cesado su actividad. Txabi era, según lo definió su propio hermano José Antonio (que también aparece en la serie interpretado por Enric Auquer), «un líder simpático, porque era profunda, inmensamente humano». Era un tipo sensible, joven, comprometido, poeta, que un día decidió coger una pistola y matar a un hombre en nombre de un ideal. Lideraba, en palabras de Mariano Barroso, «un grupo de jóvenes idealistas que sueñan con un mundo mejor en pleno régimen franquista. Viven condicionados por una realidad política que los desborda y los lleva al límite. Y en el límite está la línea invisible. Aquella que cruzaron quienes eligieron ejercer la violencia armada contra otro ser humano. La línea que separa la decisión intelectual del hecho de empuñar un arma y disparar contra otra persona. La destrucción definitiva de la vida para uno y para su entorno; el abismo personal para otro; la tragedia para un pueblo».

 

¿Qué tal, Mariano, cómo llevas el confinamiento? Un poco raro estrenar una serie sin première, sin fiesta, sin boato, ¿no? A lo mejor esta situación nos demuestra que no es tan necesario todo eso…

Bien, lo llevo bien, un poco estresado con esto del estreno, que aunque no hay première, como dices, por suerte es una serie, hecha para plataforma. De todas formas, la fiesta de los estrenos está bien, forma parte de todo esto. Y nosotros nos vamos a poner nuestra ropita de estreno y vamos a hacer una presentación online con algunos de los actores justo antes de que empiece la emisión.

 

Oye, una pregunta al presidente de la Academia antes de entrar de lleno en La línea invisible. El golpe al cine ha sido duro, como para tantos sectores de la actividad humana en general y de la cultura en particular. ¿Cómo se está abordando desde las instituciones?

Sí, ha sido un golpe durísimo, ten en cuenta que para el sector del cine, como para el teatro, ha supuesto una parálisis del 100%, total, y es de los sectores que lo ha sufrido desde el mismo instante en el que el Gobierno decretó el confinamiento y el estado de alarma. Lo que pasa es que como ahora mismo estamos en una situación de emergencia total, es lo que hay, lo primero es lo primero. El ministro de Cultura está hablando con el sector, muy involucrado en ver de qué manera se pueden activar algún tipo de medidas que sirvan para poner en marcha de nuevo la actividad con solvencia cuando todo esto pase.

 

De todas formas, por verlo desde un lado positivo, parece que con el confinamiento estamos viendo más cine y más series que nunca…

El otro día alguien decía en la radio, cuando le preguntaban qué es lo que más le gusta del confinamiento, decía que «por fin tengo mucho tiempo para leer», y le preguntaban: ¿Y qué está leyendo? Y contesta: no, nada, no estoy leyendo, pero estoy muy contento de ver que tengo mucho tiempo para leer. Pero sí, bromas a parte, se está viendo muchísimo cine y series, se ha disparado el consumo.

 

Mariano Barroso estrena 'La línea invisible', una serie sobre el origen de ETA en Madrid

 

Dejando ya esto a un lado, hace dos años dirigiste otra serie, El día de mañana, ubicada en la Barcelona de los años 60, también con el telón de fondo de la represión franquista. Y ahora con La línea invisible vuelves a esa época y a otro territorio del Estado especialmente golpeado por la dictadura. ¿Esta época te interesa especialmente o ha sido casualidad?

Es casualidad, pero imagino que me toca en algo, hay algo mío ahí que lo busca. Para mí es una época muy rica y muy llena de posibilidades dramáticas. Lo que se vivió en aquella época fue tan extremo, era todo tan bestia… En concreto, lo que contamos con La línea invisible no deja de ser una tragedia, y es la tragedia de un pueblo partido por la mitad, o en varios pedazos, y se habla de la incapacidad de una parte por reconocer a la otra, la incapacidad de empatía, la banalización del dolor ajeno. Por un lado había una represión del régimen franquista muy brutal y por otro lado estaba todo el movimiento de guerrillas, revolucionario, que estaba muy idealizado en todo el mundo, con el Che Guevara, las guerrillas de Latinoamérica, las del norte de África y demás, el mayo francés en plena efervescencia, todo aquello era una olla exprés, y por eso surgen estos movimientos.

 

Es curiosa la fecha, de hecho, de donde parte la serie, el acontecimiento real que propicia la ficción, el primer asesinato de ETA en junio del 68, cuando todavía humean las barricadas de París. Digamos que el 68 revolucionario español se vivió en la clandestinidad y una de sus manifestaciones fue esta, aunque tomara un cariz muy distinto.

Había mucha conexión. Ten en cuenta que la dirección y muchos de los ideólogos y la gente que financiaba ETA en sus comienzos vivía en Francia, en el País Vasco francés, y había mucha influencia de todo aquello, pero aquí todo se trasladó a las armas a partir de la V Asamblea de ETA, donde se divide la organización, y la mitad que queda en la dirección elige el camino de la violencia armada. La otra parte, que abogaba más por la lucha sindical y por el camino obrerista, por el encuentro con todos los trabajadores del estado español, esos resultaron «perdedores» y abandonaron la organización antes de que empezara a correr la sangre.

 

No sé si tú estás en el origen del proyecto, pero imagino que tenéis presente que este material es delicado. ¿Habéis tenido algún temor, sentís que habéis asumido un riesgo contando esta historia? ¿Se puede hacer ficción sobre ETA ya más o menos tranquilamente?

Yo entré cuando el proyecto estaba en una fase avanzada de desarrollo, yo entré aportando mi perspectiva de por dónde creía que tenía que ir la serie, pero ya había mucho material y mucha documentación hecha. Y sí, siempre fuimos conscientes de que es un material muy sensible, hay que acercarse a él con una escafandra casi, con una armadura para manipularlo, porque toca en todos los prejuicios de todo el mundo, de un signo y de otro, y en concreto en el País Vasco no hay nadie que no tenga alguna relación previa con el tema, con lo cual estamos hablando de algo sobre lo que la gente tiene muchos conceptos elaborados. Pero por otra parte, como ya sabemos lo que vino después, ya sabemos el spoiler de lo que vino luego, había que trabajar en contra de lo que ya sabíamos, había que hacer abstracción de lo que todos conocemos y de toda la información que hemos recibido a lo largo de todas estas décadas. Había que trabajar con el aquí y el ahora, con el momento, que no tenía nada que ver, aunque era el germen, con lo que vino después.

 

Mariano Barroso estrena 'La línea invisible', una serie sobre el origen de ETA en Madrid

 

¿Era un germen muy idealista, incluso ingenuo? Porque era gente muy joven. ¿Esto podría ser un mensaje para la gente joven involucrada en determinados movimientos, en un mundo tan convulso como el de hoy, sobre lo fácil que es perder de vista los axiomas humanistas y cruzar la línea y lo que comporta? 

El problema es ese: una cosa es tener un sueño y otra cosa es cruzar la línea y convertirlo en pesadilla, que es lo que pasó. Había un juego, no dejaba de ser una pequeña revolución de salón, y de repente alguien disparó la pistola, y eso tenía que venir de algún sitio, porque esa pistola había que ir a buscarla, había que estar armado, organizado. Había una dictadura, una represión brutal… sí, eso es cierto, en la serie lo hemos contado, hay un torturador franquista sin escrúpulos. Pero hasta qué punto el hecho de que haya una represión brutal y un régimen muy bestia legitima a nadie para acabar con la vida de otra persona… esa es la gran pregunta, ese es el dilema. Gandhi decía que por una causa uno siempre tiene que estar dispuesto a morir, pero no a matar. Si no trazas la línea ahí, cabe todo, y todo se va a la mierda, como pasó después. ¿Quién está legitimado para decidir a quién se mata o a quién se tortura? Antonio de la Torre está diciendo estos días algo muy bonito: la violencia no tiene justificación nunca, pero tiene explicación, y es lo que hemos tratado de hacer, explicar cómo se llega a ese estallido de violencia.

 

Trabajáis con la realidad, con la Historia, pero os habéis tomado licencias dramáticas para ayudar a la ficción, porque al final esto no es un documental.

Es una ficción construida a partir de hechos reales y la relación de muchos personajes y también la creación de otros no deja de ser una de las versiones posibles del relato. Piensa que hay tantas versiones como personas como vivieron aquellos hechos o como personas que han escuchado los relatos de lo que se vivió. Nosotros hemos construido una versión muy documentada, muy rigurosa, muy exhaustiva y muy basada en lo que ocurrió, lo único que la ficción en algún punto tiene que acotar los personajes que aparecen y los hechos que se narran, porque si no no se acabaría nunca, iría paralela a la vida. Es una versión muy centrada en los personajes que aparecen.

 

De esos personajes, me llama la atención que habéis decidido, como en el caso de los protagonistas, el etarra Txabi Etxebarrieta (Àlex Monner), y el inspector torturador Melitón Manzanas (Antonio de la Torre), respetar sus nombres reales, y en otros casos cambiar el nombre de otros personajes o añadir otros que no existían, como es el caso de Txiki (Anna Castillo), que hay quien dice que podría tener aspectos que recuerdan a Yoyes. 

Bueno, lo importante es que estás construyendo una versión, una ficción, y eso tiene que ver con dónde acotas, hasta dónde llegas, hasta dónde eres fiel. Como te digo, si fuéramos fieles exactamente a lo que ocurrió no acabaríamos nunca. La construcción dramática tiene unas servidumbres y necesita una serie de recursos, y los personajes al final, en general todos los personajes de todas las ficciones, no dejan de ser metáforas de aspectos y cuestiones filosóficas, psicológicas, sociales… Construyes a partir de los esenciales y luego vas creando alrededor y llega un momento que dices hasta aquí este real, este es un compendio de otros, este está construido a partir de esta información y resume a tres personas… y vas creando pequeños ‘frankensteins’. Lo importante es que es una ficción que muestra cosas reales. Esto se hace mucho en Estados Unidos, con JFK, o Nixon con aquella obra de teatro fantástica… bueno, no todo fue exactamente así.

 

Estamos en una historia donde la violencia tiene un papel muy fundamental. Supongo que tenéis que tomar la decisión de hasta dónde espectacularizáis la muestra de esa violencia. Antonio de la Torre ha dicho en algún sitio que lo que más le costó de este rodaje fueron determinadas escenas de tortura. ¿Cómo se toma esta decisión, hasta dónde se permite la crudeza y por qué?

Es importante mostrar el clima de la época, la represión que se vivía, si no no estás siendo fiel a la realidad. Había tortura, había mucha violencia. En 1967, cuando se produce la huelga que se muestra en el capítulo 2, que es la Huelga de Bandas que se llamó, un hito en la lucha obrera vasca, una huelga que duró seis meses y pico y provocó un estado de excepción en el País Vasco, hubo mucha represión y hay que mostrarla. ¿Hasta dónde? Bueno, no es un documental sobre la tortura, pero hay varias escenas de tortura bastante duras y muestran la catadura del personaje, del inspector, y de la gente que le acompaña.

 

Mariano Barroso estrena 'La línea invisible', una serie sobre el origen de ETA en Madrid

 

En el reflejo histórico hay un papel claramente reservado a la Iglesia, en el personaje de Ramón Barea, porque los jesuitas, a lo largo de la historia del conflicto vasco, han tenido siempre un lugar más o menos controvertido, según el momento y quién lo cuente. 

Los curas, todo el mundo lo sabe, jugaron un papel decisivo ahí, no tanto a nivel práctico o funcional, sino a nivel espiritual. Hay una escena, que es de mis favoritas en la serie, cuando Txabi Etxebarrieta va a pedirle al cura, al que hace Ramón Barea, a pedirle la bendición. No pasa nada, le dice, si tú crees que ir adelante, ve adelante, porque la religión, la iglesia está muy mezclada en los sentimientos de la gente.

 

Txabi es el protagonista absoluto, entiendo, ¿hay una decisión, con su riesgo, de mostrar a un héroe, o a un héroe caído, que le dé una cierta épica al relato?

Es el protagonista, es quien lleva el hilo principal y vivimos todos su proceso. Es un personaje que puede generar una cierta empatía, pero la empatía no tiene por qué venir necesariamente por la identificación con lo que él hace o su ideología, sino porque es un tipo que tiene misterio, que está en silencio, que está muy convencido de lo que hace, que tiene sus convicciones. Tú puedes sentir muchas simpatías, salvando las distancias, por el tipo de Taxi driver, a pesar de que el tipo se convierta en un psicópata luego y arrase con todo. La empatía está buscada más en el sentido de buscar un personaje que pueda saber atractivo, interesante, que quieras saber qué quiere hacer ese tipo y cómo lo va a hacer. Eso me gusta mucho en los personajes. Y que luego esos personajes sean capaces de hacer cosas moralmente execrables, como hace Txabi.

 

Supongo que no hay previstas siguientes temporadas para la serie, porque la historia da como para seguir… 

No, no, a mí lo que me apetece hacer ahora es una comedia musical en Andalucía, sinceramente (risas).