8 de marzo. Qué celebramos y qué reclamamos

 

 

CELEBRAR

 

Yo celebro a las personas, indiferentemente de su sexo biológico, que se han dejado la piel para que los discursos de la ficción fueran más plurales y los imaginarios y los símbolos más diversos. A todos y todas los que le han plantado cara a la empresa cultural, tan falocrática, para hacer arte. No hay que irse al pasado, no hay que citar a Simone de Beauvoir (aunque siempre sea una delicia releerla). Cito a Nawal El Saadawi, la rebelión contra el velo islámico: la iraní que con el cabello verde agita su hijab como bandera (¿dónde está la prensa internacional?). Celebro a algunos de mis referentes filosóficos y literarios, como Paul B. Preciado, hombre transexual. Si por mí fuera, en Burgos, la ciudad donde nació y nací, le haríamos una estatua, pero allí todavía estamos discutiendo la pertinencia de que haya signos franquistas en las calles.

 

DENUNCIAR / RECLAMAR

 

De Alberto Garzón se rieron cuando empleó la palabra “heteropatriarcado”. Quizá sea un término pedante, pero, verás, cuando vas a una entrevista con un gestor privado de teatros, lo entiendes perfectamente. Los que se reparten el pastel son los señores viejos y encorbatados, las mujeres que han alcanzado puestos de poder bajo su influencia son sus esbirros, por lo demás siempre andan rodeados de secretarias monísimas. Esta es la gente que te dice que lo de la paridad o lo de la cuota son absurdos, que hay que atender a la calidad… pero si ellos son el control de calidad, si ellos son los centros de decisión y los miembros de los jurados, estamos perdidos. El resultado es un pensamiento único. Es triste, porque no solo afecta a este perfil “berlusconiano”. Muchos gays y muchas mujeres emprendedoras han sobrevivido como camaleones dentro de esta secta.

 

 

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