Foto: Gaby Merz. Encuentro Universitario de Circo Eucima 2019 en Madrid.

 

El Día Mundial del Circo es una efeméride promovida por la Federation Mondiale du Cirque que se celebra tradicionalmente el tercer sábado de abril en todo el mundo, para reivindicar su papel en la cultura. Pepe Viyuela firma este año el manifiesto del sector del circo madrileño.

 

Cada año, MADPAC (Asociación de Profesionales, Artistas y Creadores de Circo de Madrid), en colaboración con UPAAC (Unión de Profesionales y Amigos de las Artes Circenses) y AM (Asociación de Malabaristas/Carampa), se adhiere a esta conmemoración con un manifiesto y la celebración de espectáculos, coloquios, talleres y otras actividades. En esta ocasión, casi 20 actividades circenses que iban a formar parte de esta celebración en toda la Comunidad de Madrid, han sido suspendidas. Pero no había motivos para cancelar la difusión del manifiesto, que este año firma Pepe Viyuela y que consideramos necesario y motivador en los tiempos que corren.

Este 18 de abril, el manifiesto no podrá ser leído en carpas, teatros o plazas antes de las funciones, por lo que se ha creado un vídeo con una amplia representación del circo madrileño, acompañado por la voz de Pepe Viyuela, que demuestra en tres escasos minutos la inmensa calidad y variedad de este arte tan familiar y que, al mismo tiempo, vive una transformación y renovación tan desconocida en la actualidad.

En estos tiempos tan inciertos, el circo deja a un lado sus históricas reivindicaciones de visibilización, de reclamar su propio espacio en el sector, de proteger su presencia en la vida cultural, social y educativa de nuestra Comunidad, de exigir su necesidad de reconocimiento como parte activa de la cultura, su singularidad como arte autónomo, múltiple y diverso y su consideración como tal por parte de las instituciones. Y las deja de lado para trabajar, hombro con hombro, con el resto del sector cultural, para conseguir, todos unidos, sobrevivir a esta crisis.

 

 

MANIFIESTO DEL DÍA MUNDIAL DEL CIRCO 2020

 

El circo es el arte del “más difícil todavía”, su pista ha sido siempre el espacio ideal para desarrollar nuestra capacidad de superación, el terreno por excelencia para que la disciplina y el esfuerzo se unan al de la poesía. Su espíritu nos ha marcado siempre la senda para alcanzar lo que parecía imposible y, sin embargo, no lo era.

En su ámbito, los artistas se enfrentan a sus propios límites y los superan, mientras que los espectadores se asombran ante la facilidad con que se ejecuta lo inimaginable. Cuando parece que el siguiente reto es inalcanzable, cuando llegamos a pensar que no vamos a poder volar, de pronto y gracias al circo, lo soñado se vuelve posible.

Después de una noche de circo nos brotan alas en los pies, nos convertimos en funambulistas, se nos contagia el amor por el trapecio y nos hacemos cargo de cualquier desafío. No es que el circo nos haga sentirnos dioses, es más bien que nos transforma en plenamente humanos, en hondamente vulnerables; es que nos hace conscientes de nuestra fragilidad, pero, a la vez, nos convierte en capaces de levantarnos cada vez que se produce una caída.

Por eso, en los momentos más difíciles se hace necesario recuperar la esperanza que viaja en los baúles de los artistas de circo. Su esencia nos contagia, nos empuja a conseguir lo que haga falta y a hacer renacer desde la pista la luz de la esperanza.

Un virus coronado de tragedia está poniendo a prueba este año nuestra capacidad de reacción y resistencia. A través de una pirueta no ensayada, nos hemos sentido estos días como acróbatas ante un salto mortal. Muchos no han conseguido alcanzar los brazos del portor. En su nombre debemos seguir trabajando por superar este duro ejercicio, con el fin de vencer a esta fiera que quiere acorralarnos.

Este año se impone más que nunca recurrir y renovar el espíritu que ha invadido siempre al circo, inspirarnos en él por lo que tiene de milenario, por haber viajado con nosotros desde la antigüedad; pero también porque nos proyecta hacia el futuro como seres que saben rehacerse y se atreven incluso a transformar su vida en una obra de arte.

El circo, más que un espectáculo, es un antídoto contra la parálisis que provoca el desánimo, forma parte de nuestra genética, de nuestro espíritu de conservación y supervivencia, responde a la necesidad de demostrarnos que superar la dificultad no es un alarde, sino un punto de inflexión para renacer.

En estos días en los que la pista del mundo se ha visto invadida por una nueva fiera, en los que el miedo ha hecho acto de presencia y ha amenazado con paralizarnos, os invitamos a todos a renovar nuestras almas de trapecista, para sentir que somos capaces de saltar en el vacío y que unidos volveremos una vez más a caer de pie.

Sabemos también que allí, en medio de los aplausos y los bravos, nos están esperando los payasos para inundar los rostros de sonrisas.

¡Sigamos respirando circo!

 

Pepe Viyuela