En la mitología griega podemos encontrar tantas historias y personajes fascinantes como flores de almendro en el jardín de la Quinta de los Molinos. Espacio Abierto ha querido unir en su cuarta producción un homenaje a ambos referentes versionando (con un final más feliz) la tragedia de la princesa Fílide, a la que Atenea, la diosa virgen, amante de la música y de la justicia, convirtió en un almendro cuando muere de pena tras creer que había perdido a su amado Demofonte. Estará en cartel 6 y 7 de marzo. 

 

La leyenda de Fílide y Acamante

 

Por Redacción

 

En la mitología griega podemos encontrar tantas historias y personajes fascinantes como flores de almendro en el jardín de la Quinta de los Molinos. Espacio Abierto ha querido unir en su cuarta producción un homenaje a ambos referentes versionando (con un final más feliz) la tragedia de la princesa Fílide, a la que Atenea, la diosa virgen, amante de la música y de la justicia, convirtió en un almendro cuando muere de pena tras creer que había perdido a su amado Demofonte.

Aquí, la historia se desarrollará en Mándorla, la isla donde los dioses y las ninfas acuden a descansar, y los distintos personajes estarán encarnados por artistas de diferentes disciplinas. El montaje reúne al mago Miguel Muñoz (Premio Mundial de Magia 2015); María del Mar Reyes y Hugo Ragetly, verticalista y malabarista, respectivamente, que tras trabajar en la prestigiosa compañía francesa Les 7 Doigts de la Main formaron la compañía Si Seulement; la clarinetista Mónica Botella; la ventrílocua Celia Muñoz; o la pianista Érika López.

Mandorla © marcosGpunto
Mandorla ©marcosGpunto.

Una experiencia llena de música, poesía y danza que nació, según su director Javier Jiménez, «buscando e imaginando alguna historia que tuviera el color y el olor de la flor de los almendros. En muy poco tiempo sabía con qué artistas quería contar y en un par de días más me encontré con la leyenda de Fílide y Acamante. La historia de la princesa de Tracia que muere esperando que vuelva su amor, a la que Atenea convierte en un almendro que florece en cuanto Acamante lo acaricia, me atrapó por completo. Es como si alguien la hubiera imaginado hace siglos para que yo pudiera hacer este espectáculo a finales del año 2020, “el año de la pandemia”. Menudo regalo. En la tradición judía, la almendra representa lo escondido, lo desconocido tras una corteza dura. Comerla es descubrir un secreto. Yo me harté de comer almendras y cada día descubría un nuevo tesoro que me ayudaba a visualizar el espectáculo y a estar más cerca de hacerlo realidad. Igual que la flor del almendro, que desafía al frío floreciendo antes de tiempo, nosotros desafiábamos al virus —y de paso a la navidad— creando un espectáculo rotundamente poético, delicadamente mágico, asombrosamente circense a pesar de la altura de la sala, brillantemente musical e inocentemente divertido. La nieve rosa, el bosque de nieve de las flores del almendro que me había imaginado, cedió el paso a una escenografía de globos blancos sobre los que podíamos proyectar esas flores que tenían que ser protagonistas. El resto lo hicieron los artistas y el magnífico equipo que me acompañaba».