Por una Cultura del acuerdo

 

Por Pilar G. Almansa / @PilarGAlmansa

 

La cultura rara vez forma parte del debate político, a menos que sea para espetarnos los unos a los otros el folklore, los toros o afirmar que es muy importante sin un argumento real que sustente dicha afirmación. Quizá dé menos votos que hablar del paro, la corrupción o Cataluña, pero si conseguimos escaparnos del tenaz cortoplacismo de la política contemporánea, las medidas que un partido prevé tomar y/o toma en cultura configuran su auténtica visión del país que pretende gobernar. Según la UNESCO, la cultura “debe ser considerada el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”. No es baladí, por tanto, el programa cultural: al contrario, es el que materializa en última instancia la sociedad por la que estamos trabajando.

 

Analizar los programas de cultura de los cuatro grandes partidos es una tarea complicada, dadas las diferencias de formulación de cada uno de ellos, los distintos grados de profundidad de cada programa y, sobre todo, la ausencia de un marco general que explique su visión de la cultura. Ni siquiera el PSOE, que tiene apenas seis o siete líneas antes de desglosar sus medidas, aporta ideas: las frases que utiliza son tan vagas que valdrían para cualquier otra sección de su programa.

 

Quizá por esta falta de visión real, hay ciertas propuestas que se repiten en los programas de los cuatro partidos principales, propuestas que no pueden sustituir a un auténtico plan a medio plazo ni a una visión de país, pero que, de momento, podrían ir mejorando la situación de los que nos dedicamos a la cultura. Si de verdad el programa electoral se convierte en un contrato con los ciudadanos, el Partido Popular, el PSOE, Unidas Podemos y Ciudadanos han llegado ya a todos estos acuerdos en cultura.

 

LOS ACUERDOS DE CULTURA… Y SUS POSIBLES TRAMPAS

 

  • Si tres partidos políticos (PP, C’s y PSOE) tienen entre sus propuestas la creación de una ley de mecenazgo, nos parece, cuando menos, verosímil que en la próxima legislatura se llegue a un acuerdo y se apruebe. Eso sí, hay que ver la letra con la que se escribe: recordemos que ya existe en España una ley de mecenazgo, y que el problema para los creadores es la forma jurídica que puede recibir la donación (fundaciones, asociaciones de utilidad pública, ONG’s, federaciones deportivas… Aquí encontrarás la ley de mecenazgo, mira el capítulo 1, artículo 2). Mientras no se incluyan asociaciones sin ánimo de lucro, SL, SLU, cooperativas e incluso autónomos artistas, no podremos hablar de auténtico mecenazgo. Otro de los peligros es que suponga un recorte en el actual presupuesto destinado a cultura por parte del Estado: una ley de mecenazgo tendría que venir acompañada del blindaje de los presupuestos generales.
  • Esperamos ese desarrollo legal del Estatuto del Artista. Lo llevan PP, UP y C’s, y PSOE, en su programa ampliado, habla del “ejemplar clima de consenso en el que se ha desarrollado”, por lo que vamos a permitirnos pensar que es de su agrado. Supondría una mejora sustancial en las condiciones de trabajo de los artistas por cuenta ajena y, desde otro lugar, la constatación de que la política es posible. Esperamos que en el camino de su materialización no se pervierta el espíritu que ha llevado a conseguirlo.
  • Parecería muy probable la creación de un Centro Nacional de Danza en la próxima legislatura: C’s y PSOE, según todas las encuestas, sumarían los suficientes votos en el Congreso para ponerlo en marcha. Lo que esperamos es que la construcción de nuevas instalaciones dedicadas a la cultura no se convierta en otra adjudicación a dedo con comisiones de por medio, que su uso posterior y su rentabilidad social estén contempladas en el diseño del espacio y que esto no suponga una merma en el presupuesto de las compañías nacionales de danza, so pretexto de un bien mayor.
  • En cuanto al sector del videojuego, si nos atenemos a lo estrictamente programático, también debería haber un acuerdo: PSOE propone reactivar la mesa Estado-CC. AA. y trabajar por un plan conjunto de profesionalización; Podemos apuesta por un plan de formación superior continua para el sector, a lo que C’s añade los incentivos fiscales. A priori, todas ellas buenas propuestas, que puestas en marcha de manera conjunta podrían hacer que España volviera a ser líder mundial en este sector, como ya lo fue en los años 80. Lo que no parece estar contemplado es que la mayor parte de los creadores de videojuegos generan su trabajo en una situación de precariedad muy similar a la de otros trabajadores de la cultura: son emprendedores que invierten su tiempo y esfuerzo en sacar adelante su proyecto, y que en numerosas ocasiones son absorbidos por parte de grandes empresas en cuanto sus juegos o apps empiezan a funcionar. No nos olvidemos de los desarrolladores independientes: de nada valdría este acuerdo si, de nuevo, solo es útil para las grandes empresas, y no para el talento del sector.
  • Todos los partidos piensan que en España hay que seguir rodando: para el PP, ya existe un “marco estable” de financiación de la industria del cine; PSOE, con un programa más desarrolllado, apuesta por la creacion de una mesa permanente presidida por el ICAA, por un nuevo sistema de desgravaciones fiscales y por atraer rodajes internacionales; coincide ahí también con C’s. En este tema, por tanto, deberían poder alcanzar con cierta facilidad un acuerdo, y si continúa el clima de diálogo, escuchar atentamente la propuesta de UP, un modelo proteccionista que imita a Francia y que no es en absoluto incompatible con el fomento de la las coproducciones y los rodajes internacionales.
  • Está claro que a PSOE, PP y C’s les interesa preservar el patrimonio: no debería haber, por lo tanto, mayores obstáculos en que se elaborara una estrategia común entre los tres partidos, que actualizara la ley y que aportara fondos consistentes para su preservación. Patrimonio, sin embargo, contiene potencialmente una trampa: es un sector tan institucionalizado que una gran parte del presupuesto acaba en el mantenimiento de la propia estructura, que aunque sea imprescindible, no es el objeto de conservación. Es necesario desglosar mejor los PGE para evitar esta ilusión óptica presupuestaria.
  • Dado que PP y C’s están de acuerdo en proteger la propiedad intelectual mediante la creación de una fiscalía especializada, es posible que llegara a materializarse.  Esto, que a priori parece una medida generosa para la protección de los derechos de los creadores, no es sino la articulación institucional de una de los mayores mecanismos de comercio y censura del mundo. Si finalmente se ejecuta, no dudo de que en alguna ocasión salga beneficiado algún creador, pero lo más probable es que esta fiscalía se dedique a perseguir el pago de la tasa de enlace o funcione como herramienta de censura de contenidos. Si hemos de atenernos a la premisa, esto es, que potencialmente resulte en un acuerdo parlamentario, sí: la fiscalía de Propiedad Intelectual podría nacer en los próximos cuatro años.

 

EN QUÉ NO SE PONDRÁN DE ACUERDO Y OTRAS  CONSIDERACIONES

 

Tras la lectura de todos los programas, las grandes diferencias entre los partidos son:

 

El Partido Popular apuesta por sufragar la cultura patrimonial, mientras que la cultura de creación depende del emprendimiento del sector y en función de ello recibirá más o menos ayudas. También tienen medidas que, de tan concretas, llaman la atención entre la vaguedad de su programa, como la de los papeles de Salamanca. El conflicto de la devolución de papeles referentes a la Guerra Civil por parte del Archivo de Salamanca a la Generalitat se resolvió en 2013 ante el Constitucional y no cabe recurso. El resto de su programa parece redactado de forma apresurada o alude a programas que ya están en marcha, como Platea (hablan de una reformulación sin concretar cuál es el problema ni la solución) o el 1,5% cultural del Ministerio de Fomento, que, literalmente, es para financiar trabajos de conservación o enriquecimiento de bienes inmuebles del Patrimonio Histórico Español. Exactamente para lo mismo que ellos lo proponen en el programa.

 

Al igual que el PP, el PSOE pone el presupuesto en patrimonio e instituciones, mientras que la cultura de creación se queda en el marco del ‘fomento’ y ‘promoción’. Tampoco articula ninguno de los dos partidos un discurso sólido entre la cultura de base y la profesional. Lo más característico del programa socialista es el amplio conocimiento que demuestra del actual entramado institucional y cómo pretende incidir en cada organismo. También han sabido identificar los espacios de juego transversales en su programa reducido: educación, pacto de estado, fomento de la lengua… Pero parece que están solos en esa reformulación de la Ley de Ordenación de Enseñanzas Artísticas Superiores, aunque no se sepa en qué sentido irá (integración dentro de la universidad, aparición de carreras artístico-digitales o científicas…), al igual que en el Pacto de Estado por la Cultura, algo que, de realizarse adecuadamente, dotaría de un marco estable y actual al sector.

 

Hay también numerosas medidas interesantes en su programa extendido, como el Libro Blanco de Desarrollo de Públicos Culturales, la creación de una Casa de la Traducción o una de sus medidas más novedosas y, que si se implantara, podría revolucionar la forma de financiar la cultura en este país: que parte de los beneficios de la Lotería Nacional se destine a la cultura. Este sistema, que lleva décadas funcionando en Reino Unido, facilita que una parte del presupuesto de cultura no dependa de los vaivenes políticos, ya que no forma parte de los Presupuestos Generales del Estado. Estas propuestas concretas no tienen un eco ni remotamente parecido en ningún otro programa.

 

El punto fuerte y el punto débil de Podemos siempre ha sido el mismo: la relación entre cultura de creación, cultura de masas, cultura amateur y cultura popular (para diferenciarlas, recomiendo la lectura de este artículo de Daniel Bernabé). Es su punto fuerte porque son los que han puesto encima de la mesa este tema, tan asimilado en países del entorno como Reino Unido o Francia; es su punto débil porque la voluntad de incluir a las clases con menor capital cultural dentro del discurso, unido a una lectura superficial de lo que significan los derechos culturales, en ocasiones convierten sus propuestas en incompatibles entre sí. Es lo que ocurre con su segunda gran apuesta, la creación de centros culturales ciudadanos, una medida que posiblemente encuentre poco apoyo en el hemiciclo. Según está contada, presenta grandes interrogantes sobre cuál es el modelo de convivencia que plantean entre profesionales y no profesionales y su implantación urbana y rural. El mundo de la cultura, muy favorable a UP, pero en ocasiones también muy centrado en sí mismo, mira con recelo propuestas de estas características: es algo que desde dentro del propio partido deberían considerar.

 

Por lo demás, hay que reconocerle a Podemos que es quien mejor comprende lo que está en juego con la propiedad intelectual. Por eso están solos cuando piden devolver al Poder Judicial la posibilidad de cerrar páginas web, o cuando proponen la derogación del artículo 71 de la Ley de Propiedad Intelectual, que obliga a los autores y las autoras musicales a ceder el 50 % de sus derechos a perpetuidad al editor musical. Creemos que estas medidas, que claramente favorecerían a los creadores individuales de contenidos, encontrarán poco apoyo en el resto de los partidos.

 

Posiblemente lo más llamativo del programa de CIUDADANOS es que su única originalidad estriba en un inquietante matiz patriótico. En todas sus medidas (algunas redactadas desde un evidente ‘copy-paste’) pueden encontrar un punto de acuerdo con alguno de los partidos mencionados anteriormente, precisamente por su inconcreción, pero tienen previsto un Plan de Difusión de la Historia Española, para incrementar ”el conocimiento del papel de España a través de los siglos” y eliminar la “leyenda negra que ha devaluado injustificadamente la imagen de nuestro país”. No vamos a vaticinar si encontrará apoyos o no en el hemiciclo: lo único que podemos afirmar es que, de momento, es el único partido con representación parlamentaria que lo incluye en su programa.

 

 

DE QUÉ NO HABLA NADIE

 

Seguro que faltan muchas cosas en todos esos programas, pero aquí van unas cuantas ideas sobre asuntos que, pese a estar muy extendidos en el sector cultural, parece que nadie ha decidido abordar políticamente de manera seria.

 

Una vez aprobado el Estatuto del Artista, esperamos que desde el Congreso empiecen a contemplar el resto de la realidad: el trabajo artístico es eminentemente por cuenta propia, se desarrolla en condiciones de altísima inestabilidad y la mayoría de los artistas sobreviven gracias a su capacidad emprendedora. Es necesario, por tanto, rearticular las leyes de subvenciones de pública concurrencia, que impiden que el solicitante de una ayuda  pueda incluir su sueldo durante la duración del proyecto dentro de la cantidad que solicita. Una medida de este tipo, que además incluyera criterio de paridad en el reparto del dinero público, sería posiblemente una de las más eficaces para luchar contra la precariedad, sobre todo en disciplinas tan dependientes de la exhibición inmediata como la música, la danza, el circo, el ilusionismo, el teatro, el performance art o las artes escénicas de calle.

 

Es importante, por otro lado, que realicemos una reflexión seria sobre esa tendencia, que tan bien queda sobre el papel, de apoyar a los jóvenes artistas (lo especifica el PSOE a lo largo de sus propuestas). Sin restar importancia al apoyo a los jóvenes, todo aquel que se inicie en este mundo debería saber que las carreras artísticas son complejas, inestables y hay múltiples factores incontrolables que pueden favorecerte o no, que pueden hundirte o consagrarte. Siempre se ha entendido que la limitación por edad en numerosas convocatorias venía dada por una presunción: cuando se es joven es cuando más ayuda se necesita. Por eso hay numerosas convocatorias públicas destinadas a jóvenes. Pero en el arte esa afirmación es, cuando menos, discutible. Hay carreras artísticas que concluyen a los 35 y otras que empiezan a esa edad. Hay artistas que a los 20 no paran de trabajar y a los 50 están quemados por el sistema y, por tanto, desahuciados artísticamente. Cuando se habla de ayudar a creadores individuales, sería necesario introducir factores de corrección realistas, como ingresos netos anuales por actividad artística o situación familiar, que complementen el criterio de calidad artística, para apoyar a quien de verdad lo necesita, y que no se dé por sentado que todos los jóvenes, independientemente de su situación económica, necesitan ayuda.

 

También es importante, y está contemplada vagamente, la difusión de la cultura contemporánea. En los programas casi todo el foco está puesto en las ayudas a la creación en todos los sectores, cuando lo verdaderamente difícil para un creador de a pie no suele ser levantar su proyecto, sino difundirlo. Canales de distribución sencillos y eficaces para dar a conocer su obra, subvenciones al márketing, comunicación y publicidad, espacios innovadores en televisión que puedan dar cabida a creadores independientes de todos los sectores… Compensar, en definitiva, el acceso a la difusión de aquellas disciplinas que por su naturaleza no cuentan con márgenes de beneficio suficientes para sufragar una difusión masiva de su producto.

 

Como viene siendo habitual, la inclusión de las artes en el currículo escolar está completamente abandonada. De nada servirá el mencionado Libro Blanco del PSOE si las artes no forman parte de la cotidianidad de los ciudadanos desde la propia educación; es una reclamación de todos los sectores artísticos que, desgraciadamente, sigue sin ser contemplada en sus programas. Solo el PSOE menciona las artes incluyéndolas en su apartado de educación, cuando habla de fomentar la creatividad en la educación con Planes de Desarrollo Interdisciplinar STEAM (Ciencias, Tecnologías, Ingeniería, Artes y Matemáticas), sin mayor concreción.

 

Más allá de una enunciación vaga, tampoco hay ningún programa concreto para trabajar el derecho a la cultura en la España rural. Hablando siempre desde el punto de vista de los profesionales de la cultura, hemos de admitir que es un contexto, de partida, complicado, sobre todo para las disciplinas más colaborativas. Si bien pueden ser entornos muy favorables para la escritura o las plásticas, en el caso, por ejemplo, de las escénicas (música, danza, circo, teatro) puede ser una tarea titánica emprender en un entorno con escasas instalaciones, poca tradición de asistencia a espectáculos en vivo y ausencia de ayudas públicas específicas, por no hablar de que al artista le aleja, durante el tiempo que desarrolle su actividad, de los circuitos en los que se juega la reputación profesional (y el posible acceso posterior a ayudas públicas). Una política con dotación específica que garantizara la existencia de estas iniciativas y un contacto permanente con los grandes núcleos de producción estimularía, sin duda, la aparición de múltiples iniciativas culturales en la, desgraciadamente famosa, España vacía.

 

Por último, también es muy llamativa la falta de conciencia de la necesidad de programas de investigación específicos en las artes. Hablamos de experimentación de disciplinas tradicionales con nuevas tecnologías (desde la interactividad hasta la realidad virtual) o con disciplinas científicas, que, como un auténtico laboratorio, investigaran sobre nuevas formas de entretenimiento, cultura, ocio, arte, ciencia y tecnología, en una sociedad en la que este factor (y los beneficios por patentes derivados de esta investigación) cada vez es más importante en las relaciones comerciales de un país. También faltan programas experimentales de creación de públicos. Las instituciones estatales luchan, trabajan, se dedican a sus públicos, para mantenerlos, fidelizarlos o crearlos, pero no ha habido en este país una toma de conciencia sobre los nuevos parámetros de consumo de ocio, cultura y arte, ni una búsqueda seria, con recursos y posibilidad de fracaso, de la audiencia perdida.

 

CONCLUSIONES: LA CULTURA DEL ACUERDO

 

Las coincidencias programáticas de UP, PSOE, PP y C’s deberían ser un acicate para que el sector cultural, unido o desde cada una de las disciplinas, exija el cumplimiento de dichas medidas a partir del 29 de abril. Sus posiciones a priori ya parecen bastante cercanas. ¿Es posible revertir el tono bronco del debate público desde un sector que ya cuenta con tantos acuerdos sobre papel? ¿Es posible liderar ese cambio desde la cultura, tenemos la capacidad de partir de los puntos en común y no de las diferencias? ¿Seremos capaces de demandar y formentar el diálogo?

 

Personalmente, detesto la mitificación de la cultura como un entorno armónico y pacífico; si tenemos que ser honestos, la competitividad, la conveniencia y el desprecio habitan en las profesiones culturales tanto como en cualquier otra. Quizá la diferencia es que, por suerte o por desgracia, la cultura potencialmente puede generar acuerdos entre partidos de distinto signo en sede parlamentaria. El acuerdo es un modo de funcionar que debería dejar de ser vergonzoso, infame o señal de volubilidad; la vida cotidiana es una negociación constante, ¿habríamos de avergonzarnos por cambiar de opinión cuando alguien nos convence de lo contrario a lo que pensábamos? ¿Es ingenuo pensar que desde la cultura podemos influir en los modos del Congreso de los Diputados, forzando el diálogo?

 

Y si no se ponen de acuerdo, nosotros podemos recordárselo. Porque lo pone en sus programas, en esos que vas a votar el 28 de abril: pero quizá todavía no quieren reconocer que ya están de acuerdo.