Juan Diego Botto escribe y protagoniza Una noche sin luna bajo la dirección de Sergio Peris-Mencheta. Un acercamiento muy especial a la figura de Lorca que nos permite dialogar con el autor sobre su vida y el tiempo que le tocó vivir para descubrir que no se diferencia tanto del actual. La obra estará en el Teatro Español del 17 de junio al 11 de julio. 

 

El gran reto interpretativo de Juan Diego Botto

 

Por David Hinarejos

Fotos: MarcosGpunto

 

La importancia del pasado como germén de creación para el presente y elemento fundamental para reflexionar sobre el futuro baña profusamente el nuevo montaje escrito y protagonizado por Juan Diego Botto. Una noche sin luna, sin duda, se alimenta de un tiempo no muy lejano: el del éxito de la anterior colaboración Botto-Peris-Mencheta, Un trozo invisible de este mundo (con el que obtuvieron 4 Premios Max), con el que comparte muchos más elementos de los que sus creadores fueron conscientes durante su concepción: abordando temas como la memoria, los desaparecidos o las elecciones de vida, todo bajo un formato de monólogo donde inteligentemente hay cabida para la comedia y el diálogo con el público. De más lejos viene la pasión que en casa de Botto siempre se ha sentido por el teatro, y más específicamente por Lorca, inculcada por su madre Cristina Rota. Irremediablemente los cinco años dedicados a recabar información y darle forma a la propuesta hablan del grado de obsesión/admiración por el artista granadino. Y, por último, la obra bebe de sucesos y personajes que el paso de los años y su trascendencia han convertido en una parte fundamental de nuestra historia: los hechos que condujeron al país a 40 años de dictadura y la pérdida de cientos de miles de vidas durante la Guerra Civil y por la posterior represión franquista, incluyendo la de uno de nuestros poetas y dramaturgos más importantes, Federico García Lorca.

 

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Juan Diego Botto (a la izq.) junto al director Sergio Peris-Mencheta (der.).

 

Desde una sensibilidad del siglo XXI

Lejos de ser un ejercicio de arqueología, la pretensión del montaje es descubrir al Lorca menos narrado, a una persona que sabía reflejar no sólo en su obra, sino también en sus charlas, conferencias y entrevistas una perfecta mezcla entre sabiduría popular y culta. “Creo que vamos a descubrir algunas facetas de Lorca y sobre todo vamos a aprender algunas cosas sobre España. No es el Lorca que mucha gente, o la memoria colectiva, tienen en la cabeza, sino uno que ha ido formándose tras la recopilación de todo el material y los ensayos”, comenta Sergio Peris-Mencheta. A través de este especial acercamiento al granadino, nuestro presente se ve atravesado por pensamientos y reflexiones que conectan dos épocas y dos ‘Españas’ que comparten mucho más de lo que desearíamos. Toda la sucesión de acontecimientos y decisiones, personales y como sociedad, que llevaron a Lorca a ser asesinado en 1936 a sus 38 años tienen un cruel reflejo en el auge de la extrema derecha, el radicalismo, el populismo y el valor que se le da a la cultura hoy en día. A Lorca un señor de Tarragona le interpuso una denuncia en el 36 por delitos de odio e insultos a la Guardia Civil Española por su poema Romance de la Guardia Civil Española, sirva el dato para ilustrar el paralelismo con episodios más actuales.

 

Una vida con muchas tablas

La escenografía diseñada por Curt Allen Wilmer y la puesta en escena de Sergio Peris-Mencheta tienen un protagonismo fundamental en la propuesta. Las tablas y la arena que visten el suelo están pensadas para dar dinamismo al monólogo, cada objeto que esconden va desenterrando a su vez las anécdotas y reflexiones que van formando el relato, desde el paso por la residencia de estudiantes hasta las críticas recibidas por Yerma, la experiencia en La Barraca, su relación con la prensa, la tensión de los últimos años o temas como el papel de la mujer, la libertad artística y de expresión, la lucha por la libertad de identidad sexual, o la importancia de la memoria y las raíces. A su vez, la presencia casi constante del humor y la búsqueda del diálogo activo con el público, permite crear un espectáculo muy vivo siendo cada función única. Para el director, “subimos al público a una especie de barco de Teseo y no se bajan hasta que termina la función. La obra no es un monólogo si no un diálogo, y eso es mérito de Juan, porque él sostiene todo”.

 

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Un monólogo con muchos personajes

Además de escribir el texto, Juan Diego Botto se enfrenta a uno de sus trabajos más complicado como actor. “No era el tipo de espectáculo que él tenía en la cabeza. Pero cuanto más me contaba lo que quería hacer más veía que debía ser un monólogo. Me costó convencerle porque no se veía capaz de, aparte de dar vida a Lorca, interpretar también a todos los personajes que van apareciendo durante la función”. Un reto, que como apunta Peris-Mencheta, “no lo ha vivido como un proceso traumático porque cuando uno se dedica a llevar a escena algo que quiere todas las dificultades se atenúan”.