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La voz de Nando López

“La literatura es una puerta tan importante hacia la libertad que tenemos que empujarla bien fuerte”

 

Teníamos una deuda pendiente con este gran escritor, hemos dado cuenta de todos sus trabajos como autor escénico, pero nunca habíamos hablado con él, nunca habíamos escuchado su voz en esta revista y ahora hemos tenido el placer de hacerlo en esta entrevista.

Y tiene una voz maravillosa, cercana y valiente. Una voz que merece la pena escuchar.

Sé que es una entrevista larga, demasiado larga para los tiempos que corren y los cánones establecidos para los medios digitales a los que solo nos solemos asomar a leer el titular, pero les aseguro que merece la pena descubrir todo lo que nos ha contado en esta conversación sosegada que tuvo lugar el último viernes de verano de 2021 en La Central de Callao.

 

Dejando huella en la escritura contemporánea

 

Por Sergio Díaz

Foto de portada: Nando López. ©Sergio Cuesta

 

¿Desde siempre quisiste ser escritor?

Sí, completamente, desde muy pequeño lo que quería era escribir y contar historias y además siempre ha sido mi refugio, la escritura y la lectura, que vienen las dos de la mano. Mis padres también alimentaban esa curiosidad, ya que ambos son muy lectores, también tuve profesoras que me impulsaron a escribir y así fue naciendo poco a poco, de más pequeño como un juego y ya en la adolescencia se convirtió en la manera de expresar mi voz y cuando llegas a una determinada edad en la que tienes que decidir tu camino profesional yo ya sabía que quería dedicarme a esto.

 

 

Y teniéndolo claro, ¿Cómo se consigue? Porque una cosa es querer y otra poder.

En mi caso hay dos claves. Por un lado el tesón, el no dejar de escribir, incluso cuando yo no conseguía publicar, ya que hubo una etapa de mi vida en la que había ‘noes’, claro que los había, pero yo tenía claro que tenía cosas que contar y que las quería seguir contando. Y la segunda clave para mí era el estar abierto a más vías. Cuando tienes una vocación artística, al menos en mi caso, es muy bueno que también estés abierto a otras posibilidades profesionales que también te van formando y también te van acercando a tu camino de alguna manera. Yo por ejemplo he sido editor, he sido traductor, profesor… y sinceramente son cosas que me han hecho muy feliz, es más, sigo echando de menos ser profesor, pero muchísimo. Y no puedo por falta de tiempo, pero me encantaría poder compaginarlo. También todo eso me permitía tener una estabilidad emocional, el hecho de estar haciendo cosas que me gustaban, como dar clase, y al mismo tiempo me alimentaba la creatividad.

 

La edad de la ira es el punto de inflexión en tu vida, imagino.

Sí, en cierta forma lo fue, pero de un modo pausado. Es cierto que con esa novela fui finalista del Premio Nadal, que ha tenido mucha visibilidad, que la sigue teniendo después de tantos años y que, ciertamente, me abrió vías que me clarificaban el camino, de alguna manera, porque podría ya publicar más regularmente, pero no fue de un día para otro, o al menos yo no lo viví así. También en ese momento yo estrené la obra de teatro Cuando fuimos dos, que también tuvo bastante repercusión. Y esos dos hechos me han marcado para bien ya que me han colocado en un lugar muy bonito. Pero luego ha venido mucho trabajo después. Lo de que La edad de la ira ha sido un ‘long seller’ me he dado cuenta con el tiempo, no ha sido tan inmediato. No fue un bombazo de dos días, se ha cimentado a lo largo de los años, lleva reeditándose diez años, luego fue obra de teatro, ahora se va a convertir en una serie de televisión… es una novela que no ha dejado de estar viva y que me permitió, en ese punto de inflexión que hablamos, saber cómo quería hacer las cosas, cómo quería atreverme a hacerlas y de repente darme cuenta que existía esa posibilidad de vivir de esto.

 

¿Entonces no hubo un momento concreto en el que te acostaste pensando: “Ya mañana dejo todo atrás y me dedico únicamente a escribir”?

No, y yo tampoco soy así, yo siempre soy de ir paso a paso y tener los pies en la tierra. Creo que esta profesión tiene cosas muy peligrosas como el narcisismo, el ego, el olvidarte de la realidad… y además, es que yo en ese momento soy profesor y estoy tan feliz de serlo que no me planteo dejar las aulas. Fue poco a poco, cuando vas revisando las ventas del libro cuando ya me voy diciendo a mí mismo que quizá pueda vivir de lo que escribo. Hay una cosa importante y es que yo tomé esa decisión teniendo claro que no quería alejarme de la gente que me lee, quería ser cercano con mis lectores, acudir a charlas y encuentros con la gente joven para poder seguir teniendo contacto con ellos y ellas… fue como, vale, dejo las aulas, pero de alguna manera sigo viviendo experiencias con los jóvenes, porque necesito nutrirme mucho de esas experiencias y esas vivencias, de esa realidad. También me llamaron del CDN para hacer #Malditos16, y eso suponía dedicarme solo a eso, luego surgió la opción de ir a dar unos talleres de dramaturgia a Chile, Uruguay, Argentina… empezaron a surgir cosas y ya sí que tuve que tomar la decisión. Pero fue poco a poco, como te digo. Y aunque yo era feliz con mi vida, no quería tampoco dejar de vivir estas experiencias que estoy enumerando.

 

Es muy valorable y muy cierto, doy fe, que eres un escritor muy cercano y accesible.

Es que yo creo que los escritores y las escritoras somos una profesión más. Yo nunca he entendido la lejanía en el mundo artístico y la gente de este mundo con la que yo tengo una gran amistad, es una gente cercana y son personas a las que admiro mucho. Por ejemplo, uno de mis mejores amigos es Borja Ortiz de Gondra, que para mí es uno de los mejores dramaturgos de este país y no puede ser una persona más accesible. Para mí, es como mi hermano mayor ya que me ayudó muchísimo al principio, sin conocerme de nada, quedó conmigo para darme consejos y orientarme y yo eso lo recuerdo como algo muy especial. Yo no concibo ser de otra manera. Yo escribo para que me lean y me disfruten, entonces, si tú no estás cerca de la gente con la que quieres compartir lo que escribes, ¿dónde estás?

 

Estarás feliz por Borja, que ahora va al CDN con su trilogía completa de Los Gondra…

Muchísimo, estoy muy feliz por él y se lo merece. Además, yo pienso que todo éxito teatral, literario, televisivo, cinematográfico… de nuestra cultura es bueno porque nos ayuda a los demás. Que a una obra le vaya bien abre caminos y nos tenemos que felicitar por ello. También es importante ver una trilogía así en el CDN, ver que se pueden hacer proyectos a largo plazo que también es romper esos moldes que constriñen la producción…

 

 

«Las Artes Escénicas tienen que buscar maneras de oxigenarse más»

 

 

Al hilo de esto que comentas, mi sensación sobre todo últimamente, es que las obras se programan durante muy poco tiempo en la mayor parte de los casos, se las deja muy poco vuelo para que tenga verdadero impacto. Es verdad que vivimos unas condiciones especiales, que hay muchas obras para programar, pero me parece que es algo que viene de atrás ya.

Eso yo lo he vivido con todas mis producciones. Yo estuve con Desengaños amorosos en el Teatro de la Comedia y nos dieron cinco días y estamos muy agradecidos, porque al menos pudimos presentarla, y es una obra que tuvo mucho éxito en el Festival de Almagro, que sigue aún hoy viva, que se ha traducido al inglés y se estrenó en el Cervantes Theatre hace un mes, hemos estado también en los Teatros del Canal que nos acogieron, pero también durante cinco días… Lo mismo con Tito Andrónico, con #Malditos16 agotamos localidades meses antes de empezar, conseguimos que volvieran a reabrir las matinales del CDN por la gran demanda que había y a pesar de eso no se volvió a reprogramar. Entonces, esa sensación de lo perentorio, limita mucho la creatividad y distancia un tanto a quienes nos dedicamos a esto, te piensas mucho antes de subirte a un proyecto teatral porque su vida está muy limitada y luego hay muy poca rotación, no sé, es complicado.

 

Eso es lo que pienso yo que, al final, ¿qué gente va a ver una obra que dura cinco días?

Así es, primero porque con esos tiempos tan cortos no permites que crezca la obra y como tú dices, la gente que va a ver la obra es público del sector, no se genera el boca a boca necesario para llamar a más públicos distintos. Uno de los grandes problemas que tenemos es la endogamia, endogamia de públicos, que hacemos teatro para la gente de teatro, que creo que no es el camino, y endogamia también en las programaciones y eso tampoco es sano. Las Artes Escénicas tienen que buscar maneras de oxigenarse mucho más, los hay que lo están intentando, pero no es fácil. A mí me gustaría que buscásemos una respuesta mucho más popular, como la que tiene ahora mismo la televisión o las novelas. Estamos asistiendo a un repunte de lecturas, hay mucha hambre de ficción, hay hambre de que nos cuenten historias y el teatro tiene que tender a eso, a ser verdaderamente popular.

 

¿Cuál sería tu forma de hacerlo popular?

No lo sé porque yo no soy gestor, pero yo sí creo que habría que buscar una mayor diversidad a la hora de contar, y permitir lo que hablamos, que las obras tengan una vida más larga y favorecer mucho más los procesos de investigación en la creación escénica que no sea solo la propuesta de alguien, de un nombre, sino que sea un proceso de creación más colectivo, concebir más los teatros públicos como lugares de creación más abiertos, donde haya unos cauces más claros de admisión de proyectos, de criterios de evaluación de proyectos… Yo creo que hace falta una revolución positiva en los teatros públicos que tiene que ir encauzada a abrir sus puertas a nuevos creadores/as y a públicos por supuesto apostando más por el teatro joven, como muy bien está haciendo el Teatro Galileo (ahora Quique San Francisco). Tenemos que rejuvenecer el público.

 

Hay iniciativas privadas más pequeñas, espacios alternativos muy interesantes en esta ciudad que sí que desarrollan esa labor, que vienen a ocupar esos huecos.

Sí, y qué necesarias son esas iniciativas. Insisto, yo no soy gestor y además, estoy centrado únicamente en la escritura y los temas de producción los llevan las compañías que me encargan los textos, con esto quiero decir que no es solo mi opinión y que lo digo con suma cautela, pero creo que estos espacios privados de Madrid que tanto hacen por el Teatro deberían estar mucho más cuidados de lo que están por parte de las instituciones. Muchas de estas salas lo que hacen es un trabajo heroico y cuando se pierden espacios así es algo terrible. A mí me da mucha tristeza que no entendamos que la Cultura también es apoyar eso, porque seguimos sin explicar a la gente que no es solo una cuestión artística, es una cuestión laboral, de creación de empleo y de futuro. Todavía no vemos a la Cultura como una fuente de riqueza y lo es. Yo, a estas salas lo único que puedo darles es las gracias por todo lo que hacen. He pasado por muchas de ellas y en mi caso fue fundamental el Teatro Triángulo (lo que ahora es Teatro del Barrio), que allí presentamos Cuando fuimos dos y que luego fuimos a la Sala Yorick y de allí al Teatro Infanta Isabel. Y eso, como dije antes, fue algo que me cambió e impulsó mi carrera. A lo mejor sin la Sala Triángulo yo hoy no estrenaba teatro. La pervivencia del teatro llamado Off en Madrid siempre está en peligro, porque pervive únicamente por el esfuerzo y la enorme voluntad de las personas que lo gestionan.

 

Mi percepción también es que hay un cierto prejuicio a la hora de ir a estos espacios. Por parte de público y también de una parte de los medios.

Pues sí, tienes razón. En mi caso no como aficionado, que me encantan esos espacios, pero también he vivido lo mismo como autor, que cuesta mucho que una parte de los medios hagan caso a lo que se hace en esos teatros independientes. Yo tuve un monólogo, que quizá es una de las cosas de las que más orgulloso me siento de lo que he escrito, que son Los amores diversos, que hacía Rocío Vidal con una interpretación maravillosa y la recepción del público fue muy bonita, pero de crítica especializada no sé si fue alguien. Esto es un poco a lo que me refiero con la endogamia, creo que tenemos una serie de prejuicios en este sector que no ayudan a que crezcan las cosas. También hay tribus teatrales y familias y si no perteneces a ellas el hábitat es un poco más hostil.

 

El tema principal de tus novelas es la adolescencia. ¿Esto es así por que escribes para el adolescente que fuiste?

Pues mira, creo que realmente el tema principal sobre el que yo hablo es la identidad. Todo lo que hago, desde lo que escribo para chicos y chicas de 10 años, hasta lo que escribo para adultos, siempre la pregunta que me surge es: ¿Cómo dibujamos la identidad y cómo la vamos modelando a lo largo del tiempo? Quizá eso es lo que me lleva a la adolescencia, porque es esa etapa en la que la gran pregunta es el ¿Quién?, ¿Quién soy?, ¿Cómo me muestro ante el mundo?, ¿Cómo me ven? Entonces sí que es verdad que hay una parte de mí que escribe para el adolescente que fui, pero no solo, también escribo para el adolescente que sigo siendo.

Por ejemplo, en mi última novela adulta, Hasta nunca Peter Pan, el juego de la adolescencia es un espejo, es la adolescencia sentida de un tipo de cuarenta y tantos que sigue sintiéndose adolescente, que creo que nos pasa a muchos en nuestra generación, y su sobrino de 17 años que es el adolescente real. Pero al final de lo que se dan cuenta los dos personajes es que al final nadie saber ser adulto. Y todo eso me ha llevado a la literatura juvenil, pero yo no la buscaba. Yo llegué a la literatura juvenil con La edad de la ira, que es un libro adulto y la prueba es que yo la presento al Premio Nadal y queda finalista de un premio adulto, pero se convierte en un libro juvenil porque es la adolescencia la que se apropia de él. Y esto es algo mágico. Y de repente me empiezan a llamar de institutos, me empiezan a escribir jóvenes y ahí es cuando digo que yo quiero escribir también para esta gente, porque tienen un enorme nivel de empatía y de cariño y quiero reivindicar que el tema de la adolescencia y la identidad nos debería interesar tengamos la edad que tengamos.

 

¿Por qué existe ese cierto desprecio hacia la literatura juvenil? A mí me cuesta entenderlo, porque las cosas que más te marcan cuando lees es justo en esa época adolescente que todos los estímulos (libros, música, teatro, películas…) te impactan más.

Así es, te marca muchísimo, por eso yo insisto en que el teatro tiene que atraer a esa franja de edad porque si tú enamoras al público adolescente ese amor no lo pierden nunca y no nos estamos dando cuenta. Y volvemos a lo mismo de antes con el teatro, yo no entiendo esos prejuicios y la Cultura no debería tenerlos. Lo primero que hay que hacer es quitarnos los límites, porque ¿Qué es lo juvenil?, ¿El guardián entre el centeno es una obra juvenil?, ¿El señor de las moscas o Matar a un ruiseñor son novelas juveniles? Te pongo estos ejemplos porque son clásicos que se leen en los institutos de todo el mundo. No, simplemente son novelas maravillosas y lo que te aportan en una determinada edad es brutal, y eso es lo que yo persigo también. Yo hago libros para adultos cuando escribo para adultos, pero cuando son para jóvenes busco que puedan ser leídos desde cualquier edad y sobre todo que el lector adolescente no se sienta infravalorado, que lo que le estoy contando sepa que es de verdad y sin moralismos, nada de condescendencia.

 

La voz de Nando López en Madrid
Versión teatral de ‘La edad de la ira’, por LaJoven

 

Además de la identidad hay otro tema que se repite en tus obras que es la búsqueda de una voz propia. ¿Cuándo sentiste que lo que escribías partía de tu propia voz o es algo que te acompaña desde siempre?, ¿Cuál es la voz de Nando López?

Yo creo que la voz la sigo buscando… es cierto que la vas configurando con el paso del tiempo, la vas identificando a través de lo que quieres contar y cómo lo quieres contar. A mí me gusta mucho experimentar, saltar de un género a otro, buscar fórmulas nuevas, meterme en cosas muy distintas como zarzuela o clásicos o thrillers o algo generacional. Yo, en un momento de mi vida, en la adolescencia curiosamente, lo que me di cuenta es de que tenía algo que contar y que escribir era mi manera real de ser, eso es lo único que sé, que yo solo soy de verdad cuando escribo. Lo curioso es que cuando releo cosas que escribí en aquella etapa incipiente me doy cuenta de que allí estaba ya todo, todas mis pulsiones quedaban ya allí plasmadas. En mi primer relato premiado yo ya hablaba de búsqueda de la identidad, suicidio, soledad, desarraigo… son temas que he tratado mil veces después. Ahora, mi voz sigue cambiando, evolucionando y buscándose.

 

Con lo de la propia voz me refería también a si desde siempre has escrito sin guardarte nada, mostrándote tal cual eres.

Yo es que nunca he tenido pudor en lo literario. Lo tengo en lo vital, soy bastante tímido, aunque me haya construido una capa ‘socializadora’ para mantenerme en sociedad, pero donde realmente me atrevo a ser de una manera completamente libre es en la escritura. También es que creo que el pacto que tú estableces con el lector es tan íntimo y tan profundo y es un juego en el que nos desnudamos tanto voluntariamente que creo que me permite ese nivel de exhibición en lo que quiero contar, por eso nunca me he autocensurado y es más, lo que quizás ha hecho que yo tenga un público muy fiel es que saben que en mis libros no van a encontrar esa censura que a lo mejor sí encuentran en otros, sobre todo en la parte juvenil, donde parece que hay temas que no se tratan. La literatura es una puerta tan importante hacia la libertad que lo que tenemos que hacer es empujarla bien fuerte y abrirla del todo. La conclusión es que soy un exhibicionista literario y un pudoroso social (risas).

 

Eres una persona muy ocupada, por eso te agradezco este rato. Una de las cosas que te mantiene ocupado es la adaptación televisiva de La edad de la ira. ¿En qué modo estás participando en este proceso?

Pues es algo que me hace inmensamente feliz y estoy teniendo la suerte de poder supervisar todo el proceso, sobre todo la parte de guion. Y está siendo un proceso muy bonito porque el equipo es maravilloso. El guion está escrito por Juanma Ruiz de Córdoba y Lucía Carballal. A Juanma lo he conocido en este proyecto y es alguien con una gran experiencia televisiva y ha entendido muy bien el corazón de la serie, y Lucía, que además de ser una gran escritora es una querida amiga y entre los dos han hecho un guion lleno de poesía, lleno de luz y de crítica también. La dirección es de Jesús Rodrigo y también está muy implicado en el proceso y desde las productoras (Mediapro, Más ficción y Big Bang) y Atresmedia, que es la plataforma que lo va a exhibir, lo están cuidando todo al máximo porque quieren que sea un producto muy especial, muy apegada al corazón de la novela, pero muy libre en la forma, y que sea algo muy de autor, no que sea una serie más. Yo lo estoy viviendo si fuera un regalo, es mágico ver cómo un libro cobra vida y que hay tanta gente trabajando en ello me fascina porque, además, es la primera vez que me sucede.

 

 

«Yo trato de buscar siempre una coherencia entre la vida y la literatura»

 

 

Es que ahora que te escucho, tiene que ser increíble pensar que algo que has escrito en la soledad de tu habitación ahora ves que hay un set entero de gente trabajando en algo que ha salido de ti.

¡Claro, es una pasada! Mira, te cuento una anécdota, desde la ignorancia del mundo televisivo por mi parte. Un día recibo un mensaje de Juan Acuña, el director de maquillaje y peluquería, que es una persona maravillosa y que hace un trabajo increíble, para contarme que estaba muy contento de incorporarse al proyecto y que ya había hecho el análisis de los guiones, se había leído la novela original y ya estaba inmerso en el trabajo. Y piensas, madre mía, la cantidad de profesionales de tanta envergadura que hay analizando, pensando, trabajando y diseccionando sobre lo que yo he escrito en soledad para darle vida de la mejor manera posible. Y eso es muy bonito y a la vez impresiona mucho.

 

También has tenido a tu Doña Rosita en el Teatro Gala de Washington…

Sí, así es, estrenamos el 9 de septiembre y es la obra que abre temporada allí. Me han llegado algunas de las críticas y están siendo maravillosas. Es una obra que protagoniza Mabel del Pozo, la dirección es de José Luis Arellano y es la segunda vez que estrenamos allí juntos, ya que hace cinco años hicimos una Yerma y le dieron un premio al mejor espectáculo, y eso es algo muy importante, porque se lo dieron a una obra en español, lo cual es algo insólito.

Yo estoy muy feliz con esta versión que hemos escrito, él la ha dirigido con una sensibilidad enorme y el proceso de creación ha sido muy bonito. La pena es que no he podido ir allí por la pandemia, pero bueno, estoy muy contento de que siga sonando la voz de Lorca en muchos lugares.

 

Ya que has nombrado a José Luis Arellano, retomamos de nuevo el tema de la juventud. Figuras como tú, el propio Arellano, Irma Correa, Pilar G. Almansa, Lucía Carballal… ¿Estáis intentando llenar ese hueco tan enorme que había en el teatro para jóvenes?

Creo que hay una generación de gente que hemos coincidido en esa voluntad de acercar el teatro a los jóvenes. Además de los nombres que has dicho podemos sumar a Jose Padilla, Álvaro Tato, Lucía Miranda… ahora mismo, por suerte, estos nombres y varios más que nos dejamos tenemos ganas de que los jóvenes llenen las butacas de los teatros. Quizá somos gente que llegamos al teatro en la etapa escolar y eso nos marcó y somos conscientes de la importancia que tiene esa etapa vital para que los jóvenes también vivan esa experiencia transformadora que vivimos nosotros. Yo siempre lo digo, pero yo escribo teatro gracias a una profesora de literatura maravillosa que se llamaba Carmina que me llevó a la Sala Triángulo a ver Retén, de Ernesto Caballero. Yo tenía 14 años y vivía en Alcorcón. Que un chaval del extrarradio pudiera estar sentado en una sala de teatro alternativa viviendo una obra como esa, tan reivindicativa, con solo dos actores con un texto desnudo… a mí eso me cambió, me abrió los ojos y cambió mi percepción sobre lo que era el teatro. El teatro es gente delante de mí emocionándome y lanzándome unos mensajes que me remueven. Y yo empecé así, gracias a esto monté una compañía con gente de mi instituto porque queríamos imitar esas cosas tan guays que nos enseñaba nuestra profesora de literatura.

Esa necesidad de compartir con los más jóvenes ese amor por el teatro es lo que estamos tratando de hacer este grupo de nombres que hemos puesto sobre la mesa y cada una a su estilo, porque hacemos cosas muy distintas, pero lo bonito también, es que nos conocemos y surgen sinergias entre nosotros.

 

Creo que es una gran época para la dramaturgia, sois muchos y muchas los que vais a dejar una profunda huella en el ecosistema teatral.

Bueno, yo lo que creo es que estamos tratando de demostrar que hay muchas cosas que contar, muchas formas distintas de contar y que el teatro está muy vivo. Y luego hay algo que me gusta mucho de esta generación a la que pertenezco y que me hace sentir orgulloso, es que creo que hay mucho aprecio por el teatro anterior. Creo que no somos una generación rupturista desde el desprecio, más bien al revés, hay mucha reivindicación de las voces que nos han precedido, de lo que se ha hecho antes y esa mirada me gusta mucho. Hay unas generaciones anteriores que no han tenido la misma suerte que nosotros, que la mayoría somos autores estrenados y eso no era tan habitual antes. Hay otras generaciones que han vivido solo de ser leídos y son grandes autoras y autores. Y esa suerte también hay que aprovecharla en hacer cosas que merezcan la pena.

 

Hablando de esas cosas que merecen la pena para atraer a los jóvenes, hemos mencionado antes tu trabajo en el Teatro de la Zarzuela. ¿La zarzuela era un género afín a ti?

Para nada, era un género completamente ajeno a mí, aunque me encanta la música. En este proyecto entré gracias a que Daniel Bianco, el director del Teatro de la Zarzuela, me llamó para contar conmigo en Agua, azucarillos y aguardiente, que fue algo muy bonito. Y luego la siguiente vez que me llama me propone hacer un libreto original, que me parecía una locura. Pero como a mí lo que me gusta es investigar e indagar, pues me parecía una aventura preciosa empezar crear este texto de cero, partiendo de temas preexistentes, eso sí, pero a mí manera y con mi voz. Y así nació Amores en zarza y pude subir la diversidad al Teatro de la Zarzuela y ver sobre el escenario, en un teatro clásico como este, a personas no binarias y que la historia central fuera una historia LGTBI. Fue algo muy bonito. Estos dos montajes es de las cosas más emocionantes que me han pasado, además es que la zarzuela es un género alegre, luminoso y que merece mucho la pena, y poder cambiar la mirada, contar las cosas desde otro punto de vista, acercarla a un terreno más feminista y si contamos las cosas desde otro sitio pues puede abrir puertas para que más público se acerque a este género y más jóvenes, por supuesto. Cuando presentamos estos proyectos, muchos jóvenes que se acercaron al teatro era porque se habían leído mis libros y tras verlos me comentaban: “No sabía que me gustaba tanto la zarzuela” (risas), y esto es mérito de Daniel Bianco, porque este Proyecto Zarza es un empeño suyo.

 

 

Has adaptado a los más grandes, algo que tiene que generar mucha satisfacción el poder bucear en sus textos y reescribirlos, cosa que también has hecho con María de Zayas. ¿Es mayor esta satisfacción por el hecho de hacer que la gente descubra a una autora maravillosa desconocida?

Con todos ellos siento satisfacción y miedo al trabajar con sus obras, porque yo vivo estos procesos con un respeto máximo, porque estás trabajando con voces geniales y hay que ser humilde, asumir esa genialidad y tratar, desde tu propia sensibilidad, de traducirlo para el público actual sin transgredir lo que ya está escrito. Yo no creo mucho en las versiones que rompen el previo porque para eso escribes otra cosa. Compararse con Shakespeare o con Zayas es una locura. Pero sí que es verdad lo que comentas que Zayas era un empeño personal y me hace feliz poder servir de altavoz. Yo estoy muy volcado en la reivindicación de las autoras clásicas porque por desgracia no han sido tan leídas ni tan escuchadas. Son mujeres que siguen sin estar en el sistema educativo… Admiro mucho a María de Zayas y apenas se le dedicaba tiempo y es injusto que no se hable de una autora que escribió novela y teatro y lo hacía muy bien. Se ha llegado a dudar incluso de su existencia, porque una mujer no podía escribir algo así, cosa que no pasa con los autores y es bastante triste. Entonces sí que la satisfacción es especial porque puedes acercarla al gran público y tengo la suerte de que Desengaños amorosos está teniendo una vida muy amplia y eso hace que esté llegando a mucha gente. Y en esa línea, la última obra que he publicado con Ediciones Antígona, que es Inventando a Lope, en ella hablo de Lope de Vega, Ana Caro y María de Zayas. Es una fabulación a partir de sus biografías y me apetecía escribirlo para contar las vidas de estas autoras que son unas grandes revolucionarias y de las que se sabe muy poco. Cuando tú preguntas nombres sobre el teatro del Siglo de Oro, muy pocas veces se las menciona a ellas.

En mi literatura siempre trato de dar voz a quien no la ha tenido o a quien se la han robado, por eso me interesa mucho hablar de las identidades disidentes, de las figuras de la Historia de la Literatura que no han tenido el lugar que merecían… creo que la literatura es un lugar para arrojar luz a sitios donde no la hay.

 

Y hablando de grandes nombres, hace poco entrevistaba a una dramaturga, Laura Rubio, que había hecho un texto sobre Sylvia Plath y Anne Sexton, y me venía a decir que está muy bien reivindicar sus nombres, pero que más allá de convertirlas en iconos lo que hay que hacer es leerlas. ¿Estás de acuerdo con esto?

Yo creo que sí, que los manoseamos más que los leemos y esto es algo preocupante, hay que leerlos más. Y te das cuenta de esto cuando escuchas ciertos comentarios en la televisión o lo lees en la prensa a cierto tipo de personas cuando politizan de mala manera a muchos de nuestros grandes autores y autoras. Eso es algo que está pasando ahora mismo, con la ultraderecha tratando de apropiarse de una figura como Lorca cuando él era todo lo contrario como demostraba en su forma de ser y en su forma de escribir. Así que rotundamente sí, hay que leerlos más, porque creo que hablamos más que leemos, y yo aquí sí que creo mucho en el poder de la literatura para llevarnos a la literatura, cómo un libro te lleva a otro libro y una obra te lleva a otra obra. Y eso es algo que está en muchos de mis textos también, siempre hay un hilo de libros en ellos.

 

¿Te atrae la dirección escénica?

No, rotundamente no (risas). Me gusta mucho que alguien aporte otro punto de vista, creo que eso es algo muy enriquecedor. Yo es que la soledad plena ya la vivo escribiendo la novela. Para mí el teatro tiene algo de fiesta. Yo hago teatro porque trabajo en equipo porque lo bonito del teatro para mí es que salgo del aislamiento narrativo y me traslado a un lugar donde el resto de miradas aportan. Y es que tengo la suerte de haber dado con gente maravillosa con una enorme sabiduría como José Luis Arellano, Quino Falero, Ainhoa Amestoy, Antonio Castro, Amelia Ochandiando… así que no quiero perderme eso, que dirijan ellos y ellas, que lo hacen muy bien (risas).

 

Has firmado en cinco casetas en un fin de semana en la pasada Feria del Libro…

Puff, es algo increíble. Yo todo lo vivo desde lo increíble, que no hago más que repetir esa palabra (risas), pero es que es verdad, no hago más que pensar en la suerte que tengo de poder vivir las cosas que me están pasando. Lo de las firmas es muy especial, el momento en el que llega alguien a pedir que le firmes el libro es muy difícil poder explicar la emoción que siento, porque no vienen solo con un libro, vienen con una historia. Yo, de la Feria del Libro me he llevado regalos, anécdotas, momentos especiales, amistades… me encanta estar allí, aunque sea agotador.

 

En El Español le hicieron una entrevista a tu agente, Palmira Márquez, fundadora de Dospassos, en la que venía a decir que había que ordenar la Feria. ¿Piensas lo mismo?

Hay que buscar otro concepto, sí. Es necesario redefinirla. Primero, porque se ha quedado pequeña como hemos visto este año con las colas que ha habido, y segundo, creo que hay que buscar lugares en los que cada uno se sienta cómodo en su espacio, ya que se pueden generar situaciones molestas, como por ejemplo que alguien vaya a firmar su primera novela y le toca al lado un personaje televisivo, no necesariamente escritor, que esté rodeado de gente. Yo entiendo que esté allí, no digo que no, digo que a lo mejor no es el lugar apropiado. Igual que si a una firma de poesía le pones al lado de un youtuber, pues igual, quizá se deberían buscar los espacios apropiados. Y habría que propiciar más actividades, no solo firmas. Habría que buscar más encuentros con el público de alguna manera.

 

¿Cómo es tu relación con la industria editorial?

Yo lo estoy viviendo bien, tengo la suerte de haber encontrado mi lugar, a pesar de que esto no se algo fácil, porque tenemos un gran volumen de publicación en este país. Es una industria muy efímera, siempre marcada por la novedad, donde los libros tienen una vida muy corta y yo en ese lugar complicado y heterogéneo he encontrado un sitio propio en el que me siento cómodo y estoy consiguiendo que mis libros pervivan en el tiempo y esto es importante.

También es verdad que yo me siento muy arropado por gente como Palmira, a la que antes mencionabas. Es un mundo en el que no estoy solo y me lleva de la mano por un entorno que conoce muy bien y que además cree en lo que hago cambia la perspectiva. Además, yo tengo la suerte de que puedo elegir y publico con editoriales que me cuidan. Y estoy feliz.

 

Otro sitio en el que no sé si eres feliz es Twitter, un lugar hostil en el que tú eres muy activo. ¿Dónde están los espacios seguros ahora mismo para poder dialogar con tranquilidad?

Hay muchas plataformas donde la gente está empezando a crearse sus propios espacios, algo que me parece bien aunque también tiene sus riesgos, porque al final creo que está bien conocer que hay espacios que no son seguros para protegerte. En el caso de Twitter, yo lo uso bastante como comentas, y lo que he aprendido es a intentar que no me hagan daño las voces hostiles. Es algo que cuesta lo suyo, porque el mundo hater es muy intenso y son muy agresivos, pero creo que el olvidar que eso existe me parece que es falsear la realidad y eso es algo peligroso también. Si tú te mueves siempre en entornos amables y favorables, al final te crees que todos los entornos son así, por eso hay gente que niega la homofobia, la transfobia, la violencia machista…y eso existe. Creo que es necesario que no abandonemos esos espacios quienes defendemos lo contrario. A mí hay algo que me preocupa es que hay mucha gente que defiende mensajes muy necesarios, inclusivos, igualitarios, positivos… y se ha ido de las redes, y al final estamos dejando esas redes en manos de esa minoría ruidosa y agresiva. Es verdad que todo es supone un gran esfuerzo y yo hay días que salgo muy tocado, pero hay que intentar hacerlo.

 

Yo creo que hay que ser muy valiente

De verdad que no soy quién para dar lecciones y a lo mejor dentro de un tiempo soy yo el que no puede más y deja las redes. Entiendo a la gente que las deja y por qué las deja, pero me da rabia. Y como ya te he comentado antes que tengo mucho tesón y además soy cabezota, me niego a que nos roben el terreno quienes nos lo han robado siempre. Yo, como persona LGTBi, he vivido el miedo durante toda mi adolescencia. Yo he vivido ese miedo a expresarme, al qué dirán, a los comentarios por cómo era mi tono de voz… y cuando pasas por esa fase y vas creciendo ya hay un momento en el que decides que no quieres volver a vivir eso ni a tener que sentirte así. El ser coherente en las redes y en mi literatura es algo importante para mí. Si yo escribo constantemente sobre tener una voz, sobre que seamos capaces de alzar la voz y hablar, creo que sería muy hipócrita que el autor luego no alzase la suya. Yo trato de buscar siempre una coherencia entre la vida y la literatura. Entonces no sé si es valentía o temeridad o que soy un kamikaze, pero no quiero callarme. A mí, en redes me sigue mucha gente joven y mucho profesorado y me llegan muchos mensajes que me demuestran que es importante ese mensaje positivo. Aunque solo sea por eso, todos los insultos que he tenido que bloquear han merecido la pena.

 

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Nando López. ©Lourdes Cabrera

 

Ya me has hablado del miedo y de que ahora no lo tienes, pero ¿te esperabas que a estas alturas de la vida estaríamos viviendo ese retroceso tan brutal con respecto a la homofobia?

Tuve miedo en su momento como te he dicho antes, en este tramo de la adolescencia en el que tengo miedo a ser quien soy. Luego llega a mi vida el teatro, precisamente, y el miedo empieza a desaparecer porque encuentro algo que me hace feliz, como es actuar y escribir y ya no lo vuelvo a tener. Ahora no tengo miedo y me niego a tenerlo. Ahora estamos en un repunte de lgtbifobia, pero precisamente, creo que las personas que ya hemos pasado por eso tenemos la obligación de dar la cara y de servir de referente para que la gente que viene detrás no tenga ese miedo. Algo complicado ahora mismo por todo lo que está pasando. Ahora voy a publicar un libro de relatos con la editorial Dos Bigotes que se llama Presente imperfecto. Son 12 textos y el último de ellos es de autoficción, algo que yo nunca había hecho. Había algo cercano en Hasta luego Peter Pan, pero aquí sí que es pura autoficción y es un relato que habla de esto, de este repunte del odio, de este miedo, se habla del asesinato de Samuel Luis, de cómo la homofobia sigue matando, y una de las cosas que cuento es que me están llegando mensajes de gente muy joven que de repente tiene miedo a salir por la calle, a llevar distintivos con la bandera arcoíris, a mostrarse afecto en la calle y qué suceda eso a estas alturas es muy triste y doloroso y quienes ya hemos pasado por eso tenemos la obligación de no dar un paso atrás, de tratar de aportar seguridad para intentar que ellos y ellas puedan vencer ese miedo también. Porque al final somos más los que estamos en este lado de la tolerancia, estoy convencido, somos más, lo que pasa es que el otro lado es muy violento, muy agresivo y hace mucho ruido, y nosotros les permitimos hacer ese ruido viralizando sus mensajes, entramos siempre al trapo, no sabemos usar bien las redes, cada mensaje tóxico que hay lo multiplicamos exponencialmente… tenemos que saber defendernos de una mejor manera.

 

¿Pero no crees que estamos luchando contra un sistema organizado y bien establecido? ¿Un sistema retrógrado que no quiere perder sus privilegios y hace este ruido?

Puede ser, pero hemos demostrado que somos capaces de organizarnos y defendernos desde otros lugares como el activismo feminista, el activismo LGTBI, el activismo de las personas racializadas… están cambiando cosas. Es verdad que el odio se está institucionalizando, tenemos un partido político que representa ese odio y son millones de votos, pero también quiero creer que podemos organizarnos desde el otro lado. El problema es que estamos en un momento de individualismo donde cuesta mucho salir y pelear. Siempre hay un intento por parte de ese sistema rancio de tratar de deshacer un movimiento que ven imparable, o eso quiero pensar. Cuando estas reacciones que tienen son tan violentas es porque pienso que se ven cada vez más aislados.

 

Y tienen miedo a perder sus privilegios…

Sí, eso es, y lo del miedo hay que explicarlo bien porque siempre se dice que la homofobia es el miedo a la homosexualidad y no es así, es el miedo a perder esos privilegios que tienen, a perder esa cuota de poder. Por eso no podemos dejar que penetren sus ideas en las generaciones que vienen detrás.

 

¿La educación es la clave de todo?

La educación es una de las llaves fundamentales, sí, sin la educación no hay una posibilidad de imaginar futuros. La educación trata de construir horizontes y mejorar la sociedad en la que vivimos. Y además es que tiene un impacto real, yo lo he vivido en las aulas, sí provocas un cambio real y, por lo que yo conozco, hay una generación de docentes que es muy consciente de eso, de que con su trabajo día a día puede cambiar muchas cosas y puede ayudar a muchas personas. Lo que pasa es que no se puede dejar sola a la educación, hay que tender más puentes, por ejemplo entre cultura y educación, la cultura tiene que darnos también herramientas y nos tenemos que proporcionar auxilio mutuo para avanzar. Y por supuesto las leyes, tiene que haber un marco legal que proteja la educación en valores, que la promueva y que luego sancione claramente ciertas actitudes. No se puede poner todo el peso en las aulas porque eso resulta abrumador y es que tú en las aulas juegas con muchas cuestiones y con todo un entorno familiar y social que también tiene su importancia. Entonces, ¿la educación es la llave todo? Sí, pero no olvidemos que la educación tiene una raíz socioeconómica también y si tú estás en un aula con un alumnado desfavorecido, ese alumnado tiene menos posibilidades de éxito, por mucho que tú te dejes la piel, y en esos casos es donde se necesita un cambio estructural en lo económico y eso es algo que se olvida frecuentemente. No siempre vale con la ilusión y el esfuerzo del profesorado, ¡ojalá!, pero hacen falta más cosas, por ejemplo, medios.

 

¿Te consideras un referente?

A mí me cuesta mucho considerarme nada y menos referente, no lo sé. Lo he leído alguna vez, pero ya te digo que no lo sé, entre otras cosas porque no sé muy bien lo que significa la palabra referente y me da mucho miedo porque yo estoy lleno de cosas que nadie debería imitar, se me ocurren muchos defectos míos que no vamos a enumerar ahora (risas). Soy consciente de que soy muy visible y este aspecto sí que me ha costado trabajármelo. Sí que hubo un momento en el que yo me di cuenta que era más visible de lo que imaginaba, porque yo creía que tenía menos repercusión lo que hacía, a ver, que tiene la que tiene, no quiero que esto suene grandilocuente, tampoco es una cosa loca, pero sí que la tiene, más de lo que yo podía pensar y eso lo he tenido que ir trabajando para asimilarlo y entenderlo, porque sí hubo un momento en el que sentí bastante presión y cierto bloqueo porque es algo que te impacta. Y al final he decidido tomármelo por el lado de que entonces es algo que merece la pena si soy escuchado, si tengo voz…

 

¿Volverías a tus 16 años?

Ni de broma (risas), aunque si te soy sincero, creo que no se han ido, yo sigo teniendo 16 años mentales y espero tenerlos toda la vida porque mi actitud sigue siendo igual, porque yo de adolescente era entusiasta, impulsivo, impaciente, creativo, soñador… y sigo siendo igual. Ahora, lo que no volvería a pasar es toda esa fase de autodescubrimiento, y hay una lucha en la adolescencia que es universal, que es lo que llevamos repitiendo en la entrevista que es la búsqueda de tu voz y la manera de encajar en el grupo. Y ese primer enfrentamiento con la otredad es tan duro, es tan complicado que no quiero volver a vivirlo. Quizá por eso escribo con tanto respeto a la adolescencia, porque creo que se nos ha olvidado cuánto duele ser adolescente, una frase de #Malditos16 y hay que recordarlo más porque eso genera más empatía, no solo con la adolescencia, sino con las personas que nos rodean y eso hace mucha falta, porque hablamos siempre desde un lugar muy poco empático.

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