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Félix Sabroso

‘La última tourné’ de Félix Sabroso llega al Calderón

«Siempre me ha parecido mejor la transformación de la realidad para contar cosas que la realidad en sí misma»

 

A partir del próximo 21 de octubre el Teatro Calderón de Madrid será el nuevo hogar de la troupe de La última tourné, espectáculo escrito y dirigido por Félix Sabroso (Perdona bonita, pero lucas me quería a mí, Descongélate, La isla interior o El tiempo de los monstruos) que cuenta en su reparto con Bibiana Fernández, Manuel Bandera, Alaska, Mario Vaquerizo, Marisol Muriel y Cayetano Fernández. Un viaje a la España de los decadentes años 90 a través de la música y la comedia.

Quizá, a veces, nos tomemos demasiado en serio a nosotros mismos. Quizá, a veces, no sepamos descifrar el mensaje tras la carcajada. Quizá sea el humor la mejor fórmula para animar al público a volver a los patios de butacas, ya sea por mero disfrute o para invitarle a reflexionar. Sobre ello hemos querido charlar con el creador de La última tourné, Félix Sabroso, quien nos descubre en primera persona los detalles que encierran esta producción que, después del parón obligado por la pandemia, reanuda su gira nacional.

 

Las varietés, Lorca y la decadencia de los años 90

 

Por José Antonio Alba

Foto portada Jau Fornés

 

Félix, ¿cómo encaráis la llegada de La última tourné a Madrid en un momento tan particular como el que estamos viviendo?

Por un lado, podríamos quejarnos de la situación tan inestable y de la incertidumbre que genera estrenar en un momento en el que no se sabe qué va a pasar con la venta de entradas y qué puede pasar con que un solo miembro del equipo dé positivo y tengamos que parar toda la maquinaria, pero, por otro lado, tenemos la sensación de que llegamos en un momento en el que es necesaria esta opción teatral que propone un entretenimiento y un despeje que creo es refrescante para el espectador ahora mismo.

Estrenar una gran producción en estos momentos es casi una heroicidad, o una locura, según se mire.

Sí, se lo decía el otro día a los actores, vamos a cumplir una función en un momento en el que, para el mundo del espectáculo y el mundo de la cultura, es necesario demostrar que los teatros son seguros y en el que la gente necesita divertirse. Hay que invitarles a volver al teatro.

¿Qué tiene La última tourné para lograr ese propósito?

La gente va a arriesgar el venir a ver nuestra función porque tiene mucho gancho comercial, por el casting y por el tono. Los teatreros más sesudos que nos puedan mirar con más recelo, deben celebrar que nosotros abramos la veda a que la gente se siente en un patio de butacas.

¿Por qué crees que ese espectador “más sesudo” es reacio a espectáculos como este?

Creo que se cuelgan muchas etiquetas y hay muchísimos prejuicios, de ida y vuelta, he trabajado con gente que solo hace cosas comerciales y que abominan del teatro más intelectual y al revés, he estado con gente que viene del mundo intelectual y menosprecia lo otro. Yo no menosprecio ninguna de las dos posturas, creo que la dos son correctas y cumplen una función y, si hubiese más vasos comunicantes entre unas y otras, nos iría mejor a todos. Creo que hacer una función con vocación comercial entraña un montón de dificultades. Buscar al público con honestidad, estilo y hacerlo bien, no es tan sencillo.

Yo invito a todas las personas teatreras que vengan a ver la función y que analicen el espectáculo. Nada es lo que parece en esta gran dicotomía entre lo comercial y lo intelectual. No somos tan tontos como parecemos los que hacemos teatro más comercial, ni tan intelectuales los que hacen teatro más sesudo. Hay que ser más flexibles. Ese planteamiento entre comercialidad e intelectualidad está reflejado en la función.

Mirando el cartel, los ojos se van a su elenco, ¿cómo nace la idea de La última tourné con este reparto?

Todo esto empezó porque yo tenía hace unos años una comedia con Manuel Bandera y Bibiana Fernández que se llamaba El amor está en el aire, que hacia un recorrido por un millón de canciones que tocan los diferentes estados del amor y que creció en un segundo montaje con la inclusión de Alaska y Mario. Nos entendimos tan bien que, de una manera muy natural, se creó un equipo de trabajo que funcionó y se convirtió en una especie de compañía estable. El productor nos propuso la idea de crear otro montaje y a mí toda esa tradición del espectáculo de entretenimiento que era la revista y las varietés, los espectáculos portátiles de esa otra España, siempre ha sido un mundo que me apetecía revisar; me apetecía contarlo en su momento de decadencia que es finales de los 80, principios de los 90, era un contenido que siempre había querido tocar y que le daba la mano muy bien al perfil de Bibiana que había hecho revista o de Alaska y Mario que conocen todo ese mundo y lo admiran como yo, además que tienen una vedette dentro. Aunque sean claros ganchos comerciales, son gente que viene de estar muchos años en la música, en la televisión, en el cine; la apuesta por su perfil para esta función es perfectamente natural y justificada dada la temática. Estoy muy orgulloso de haber trabajado con ellos, han sido muy serios, muy profesionales y muy entregados a la que la función propone.

Félix, ¿qué es lo que se va a encontrar el público cuando vaya a ver tu espectáculo?

Quien se siente a ver La última tourné se va a sorprender porque, cuando ve el cartel y ve el envoltorio, incluso el casting que propongo, piensa que van a ver una revista musical o un homenaje a la revista musical, pero es una función de teatro sobre una compañía de varietés en su época más decadente, en los años 90. Hace una reflexión sobre una España que cambia tras la transición, sobre la voluntad de cambiar, pero no tener las herramientas adecuadas; lo que le pasa a unos seres humanos y a una sociedad cuando trata de enfrentarse a esa evolución y esos cambios.

Los personajes de la función pretenden reinventarse montando La comedia sin título de Lorca ¡Ahí es nada!

Es una compañía que conoce su decadencia, que se les cae una gira y, en su ingenuidad, deciden reinventarse como compañía de teatro haciendo La comedia sin título de Lorca, que evidentemente, en manos de unas vedettes… Hay algo agridulce en el mensaje de la función, dentro de ese envoltorio que son plumas y lentejuelas, en intentar cambiar y no conseguirlo. Ellos hacen un viaje en el que se sienten otros y la realidad les da una bofetada.

Lorca y las variedades, a primera vista puede parecer que la mezcla no pega, pero si lo pensamos un poco, quizá si pudieran ser un buen maridaje, ¿no?

Lorca era pre-pop, su discurso le daba la mano a lo popular perfectamente, y al gusto tradicional. Aunque luego fuera muy crítico con todo eso, pero partía desde ahí para construir un mundo nuevo y de esto habla también la función.

¿Cómo se traduce un planteamiento, a priori, tan amargo en comedia?

Como dice la canción: “Tomar la vida en serio es una tontería, hay que gozarla, hay que vivir”, pero la comedia siempre parte de un drama y propone una reflexión. Los personajes en las comedias siempre sufren y les pasan cosas terribles, pero es el punto de vista lo que nos dice que, de todo eso, podemos hacer una risa. De la complejidad de la comedia y de la poca valoración que tiene se ha hablado mucho y se ha escrito mucho, pero seguimos en el mismo estado de las cosas a la hora de valorarla, en los premios, en el reconocimiento de la crítica y todo eso. Es un género complejo y propone siempre una reflexión sobre la realidad.

Dentro de la función, por lo que cuentas, encontramos mucha miga.

Bueno, esa es la intención, lo mismo luego vas y piensas: “Anda, que vaya paja mental se ha hecho Félix” Pero va por ahí (Risas)

Es interesante que, tras una apariencia de espectáculo ligero, el que quiera, pueda entresacar capas o quedarse con el mero entretenimiento.

Desde luego, la función es básicamente un divertimento, pero lo que propone, lo que cuenta, tiene más capas. La gente que ama el teatro y lo conoce sabrá verlo. Y a la vez la herramienta es popular, los gags, los chistes, las referencias, hacen ese viaje, pero a la vez trabajan desde un humor popular y costumbrista. Tiene ese aroma como de tradición española, de lo berlanguiano, del neocostumbrismo, del absurdo español.

'La última tourné' de Félix Sabroso llega al Calderón en Madrid
Félix Sabroso, en el centro, junto al elenco de La última tourné: Alaska, Marisol Muriel, Manuel Bandera, Mario Vaquerizo, Cayetano Fernández y Bibiana Fernández. Foto Jau Fornés

Y los 90 son un fiel reflejo de ese absurdo nacional.

Hasta los 90 o el 2000 la España chusquera, el “móntatelo rápido y fácil” o el “gana pasta gansa” han formado parte de nuestra idiosincrasia. Si pensamos en los 90 sale esa España que no había tenido tiempo de quitarse la caspa postfranquista, de país subdesarrollado. La Expo y las olimpiadas fueran dos exponentes muy ruidosos en cuanto a “¡Hemos cambiado y estamos forrados!” justo en el año en el que empezó una crisis mundial que, obviamente, nos tocó enseguida y más gravemente que a otros países. Mientras, nosotros estábamos montando la Cartuja en Sevilla y llenándonos de auditorios modernos, reconstruyendo las ciudades de una manera bestial, los ayuntamientos, el ladrillo y la pasta gansa por debajo, y toda la picaresca española. En realidad, parecíamos muy europeos, pero si rascabas un poco seguía saliendo el pícaro del siglo XVII.

Si nos fijamos en tus personajes, aparentemente pasados de vueltas, siempre nos devuelven una imagen que resulta un reflejo fiel de cómo y quiénes somos.

Yo utilizo la hipérbole. Me gusta transformar la realidad, no me gusta retratarla de una manera docugráfica, sutil, yo soy más teatral en el dibujo de las situaciones o de los personajes, desde la comedia y desde el drama. No me importa utilizar la exageración como recurso porque tiene que ver con un sentido crítico que da la mano a ese absurdo español y a esa tradición medio neocostumbrista, pero también algo surrealista, Felliniana. Siempre me ha parecido mejor la transformación de la realidad para contar cosas que la realidad en sí misma. La realidad por la realidad no me interesa, el resultado de ella o la transformación de la misma, sí.

¿Qué te gustaría que se llevara el espectador al ver La última tourné?

Me conformo con que se diviertan. A mi, si se divierten ya me parece suficiente. Lo que sí que es verdad es que la complejidad que tiene el montaje y el análisis que hace de una realidad está ahí. Tiene mucho que ver con el viaje que tú estés dispuesto a hacer. Es hasta donde tú seas capaz de analizar eso y lo que te aporte emocionalmente, psicológicamente o intelectualmente. El último efecto de la obra artística la tiene la mirada del espectador.

Hablando de miradas, ¿cómo ves tú el horizonte del teatro después de todo lo que está sucediendo?

Justo antes de la COVID estaba siendo un gran momento para el teatro. Siempre se ha hablado de crisis en el teatro, pero no es verdad, la gente ha vuelto a los teatros, la gente joven empieza a ir a los teatros, hay dramaturgos muy potentes haciendo cosas maravillosas. Es verdad que la situación con la COVID lo complica todo mucho, pero todavía no hemos oído una noticia de alguien que se haya contagiado en el teatro porque la gente respeta perfectamente las normas. El teatro va a resurgir y el interés del público va a seguir creciendo.

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