SUSCRÍBETE
Andreas_Muñoz_Godot

La pasión y el arrojo de Andreas Muñoz

«Con la cantidad de miedos que hay, que el público tenga la voluntad de venir al teatro, es de agradecer»

 

No todos los actores pueden presumir de haber comenzado su carrera de la mano de Guillermo del Toro (El espinazo del diablo) o de Imanol Arias (Dime que me quieres), ni haber participado en series como Peaky Blinders o Gambito de Dama; haber vivido el fenómeno fan siendo un chico Disney, arrastrar masas en Filipinas con Ignacio de Loyola; o haber sido el primer español en cuarenta años en poder estudiar interpretación en la Royal Conservatoire of Scotland donde además se enfundó en la piel de Hamlet, interpretando en su lengua original a Shakespeare, del que se declara un fanático desde que estudió con Bruce Myers, discípulo de Peter Brook, y haber trabajado para la Royal Shakespeare Company y el National Theatre of Scotland.

Evidentemente todo esto no viene porque sí, es fruto del espíritu inquieto que Andreas Muñoz posee, tomándose su carrera con pasión, la misma con la que atendió esta entrevista, pero con la suficiente madurez como para saber que la importancia no está en la fama y que la formación, en su caso, ha sido primordial para poder afrontar los trabajos con la solvencia y la seguridad de saber llevarlos a buen puerto.

Estudios de interpretación, idiomas, danza, movimiento o canto, una de sus grandes inseguridades, hicieron que Andreas se sintiera con la confianza suficiente como para ofrecerse a Sergio Peris-Mencheta en un momento en el que la producción de Castelvines y Monteses, a dos semanas de su estreno, se tambaleaba porque el actor que iba a protagonizarla decidió repentinamente abandonar el proyecto. Un gesto kamikaze, casi heroico, que refleja el “ir a por todas” con el que se toma Andreas su trabajo.

 

Vivir el teatro desde el amor y la emoción

 

 

Por José Antonio Alba

Foto portada: Sergio Parra por cortesía de la CNTC

 

En Castelvines y Monteses cantáis, bailáis, tocáis instrumentos, interpretáis en verso… Todo un desafío para un actor y tú te lanzas a ofrecerte como opción a dos semanas del estreno. ¿Cómo fue ese momento?

Leí el mensaje de Sergio en redes y me quedé en shock, sentí la necesidad de escribirle. Me ofrecí como elenco, imaginando que alguien cubriría el papel de protagonista y le dije “Aquí tienes un pirata con muchas ganas, mucha fuerza y mucha energía”. Estaba dispuesto a saltar barreras.

 

Yo ya sabía sobre el proyecto porque Paula Iwasaki y Gonzalo Ramos son amigos y estaban en el montaje y a Sergio le conozco de cuando tenía 18 años, antes de irme a Reino Unido. Había visto el tipo de montajes que hace y es un teatro que me flipa. Me veía capaz, no lo pensé mucho. Tenía muchas ganas de trabajar el verso en un clásico, así que me lancé sin paracaídas. Es un poco como lo que hice cuando me fui a estudiar a Reino Unido, me lancé un poco sin saber a dónde iba, pero conocer a Sergio me dio la confianza. Sabía que algo bueno tenía esto.

 

Estamos hablando de prepararse un protagonista de un espectáculo en tan solo catorce días…

Eran ocho horas de trabajo, ensayando coreografías, canto con Ferrán González y Joan Miquel Pérez, y luego en casa estudiando; y a tres días de estrenar, con Xenia Reguant y las directrices de Sergio a través de Zoom y Whatsapp, íbamos marcando los movimientos para poder ir creando el personaje. Iba fijándome en lo que mis compañeros iban haciendo, cogiendo diferentes cosas de lo que veía, mimetizándome con la obra. Fue mucho de intuición y de trabajo.

 

Y llega el día de la primera función, ¿cómo fue ese momento?

La primera función la hice con pinganillo, me frustraba mucho, pero había que hacerlo así. Tenía a Pepa Pedroche diciéndome. Pero lo peor fue cantando porque no me podía escuchar, ¡La primera vez que canto en teatro y es así! (Risas) Fue con lo que peor lo pasé. Pero los compañeros me arroparon muchísimo, estuvieron todo el tiempo al quite. Una vez que se estrenó, ya fue ir puliendo.

 

Sergio ha dirigido parte del espectáculo desde Los Ángeles. Cuanto menos, tiene que ser curioso hacer este proceso con el director a miles de kilómetros.

Sergio veía las obras a través de Zoom y luego nos daba las notas desde el ordenador. Era muy curioso, ¡era como Darth Vader! (Risas) En febrero vino y todo dio una vuelta enorme, hizo cambios que le dan un dinamismo brutal a la obra para que no decaiga en ningún momento. Para mí no es una obra de teatro, es un gran espectáculo que tiene muchísimo dentro. Es lo que crea Sergio y lo que nos exige. Tenemos que estar muy abiertos, adaptarnos y eso me flipa. Es jodido, pero es lo que hace que la función esté viva.

Él se ve todas las obras como espectador y ve lo que se recibe y lo que se siente; y eso hace que vaya cambiando y dándole al espectador lo que quiere. Él va al fango, está en tierra, se mete en todo, está a las duras y a las maduras, siempre está encima, con esa energía y esas ganas, esa vitalidad… ¡Es de admirar! Le admiro como director, como actor y como persona. No sé cómo lo hace, está rodando en Los Ángeles, aquí, dirigiéndonos, y sin dejar de lado el disfrute y la familia, es todo amor. Nos cuida muchísimo. Está todo el tiempo creando, es un genio. Tiene mucho que contar y que dar a la industria. Es un regalo.

 

Andreas_Muñoz_Castelvines_Monteses_Godot
Andreas Muñoz. Foto de Sergio Parra

 

Teniendo en cuenta que Castelvines y Monteses está inspirada en los amantes de Verona, al igual que Romeo y Julieta, ¿cómo lleva un amante de Shakespeare como tú interpretar este personaje desde un ángulo tan alejado de ese Romeo que todos conocemos?

Cuando llegué, yo era Romeo y no Roselo, Sergio fue limándolo. Tenía esa percepción del romántico, del apasionado, yo venía de toda esta formación más trágica, más dramática, y aquí es otra cosa. Sergio quería de mi ese aplomo, pero desde la comedia. La de Roselo es otro tipo de pasión, él ya tiene premeditado todo lo que va a hacer. Él no va a la fiesta de los Castelvines para ver qué pasa, él se quiere enamorar, quiere unir esos dos mundos, unir Verona y va con esa predisposición; Romeo y Julieta no, ellos se encuentran fortuitamente. Roselo es un tipo que se mueve mucho desde el corazón. Me gusta esta cosa que tienen los tres personajes: Roselo, Marín y Anselmo, los tres se complementan, son igual de importantes. Marín está en la cabeza, en los miedos, Roselo en el corazón, y Anselmo va a lo físico, más a lo sexual.  Es el mismo pack de tres que hay entre los papeles femeninos, la historia gira en torno a los seis. El núcleo central sí que son Julia y Roselo, porque sin esa bravura de Julia de plantarse y decir: “hasta aquí, yo me quiero casar con quien yo quiero”, nada de esto podría existir.

 

Los versos de Lope de Vega se fusionan con una banda sonora repleta de canciones italianas de los 60, 70 y 80, colorido, comedia y ganas de celebrar. Una mezcla que aporta una visión muy contemporánea del teatro clásico, ¿es la manera de lograr que los jóvenes acudan al teatro?

La obra tiene esa alegría, esas ganas de vivir, de que lo viejo quede atrás y dejar paso a lo nuevo, algo que debería ocurrir en la actualidad y por lo que Sergio lucha, rompiendo algunas reglas del teatro clásico y dar cabida a una mirada renovadora para que los jóvenes tengan ganas de ver teatro; e incluso les entren ganas de hacer teatro, que quieran formarse y alimentar el alma, que es para lo que para sirve la interpretación, y para conocerse a uno mismo.

 

¿Qué te ha aportado a ti el estudiar interpretación?

Me ha dado herramientas para poder afrontar la vida con una seguridad diferente, de una forma diferente, desde el aplomo y la serenidad, sabiendo qué es lo que me pasa por dentro y, sobre todo, poder expresarlo.

Además, me formé en teatro porque no quería ser un actor que se ha metido en teatro porque sale en televisión, yo quería formarme y ganarme el respeto de mis compañeros por mi trabajo, aunar estos dos mundos y llegar a tener una formación actoral sólida que me permitiera tener una riqueza interpretativa suficiente para afrontar personajes de todo tipo.

 

Y así lo demuestra tu curriculum…

Soy muy activo, muy inquieto. Me encanta subir niveles, superarme, aprender… En mi familia siempre ha primado mi formación y la educación y después seguir el camino, pero siempre con un plan B, por eso, cuando ha llegado esta obra, me he encontrado bien formado.

Estando estudiando en la RESAD me surgió la oportunidad de hacer tercero fuera, eché para irme a Reino Unido o a Francia, me dijeron que no echara para el Royal Conservatoire of Scotland porque en 40 años de Erasmus no habían pillado a un español ¡y me pillaron! Podía irme seis meses o un año y me fui un año, dije “me voy con todo”, y ha sido una de las mejores decisiones de mi vida. Al final pedí hacer el cuarto año también con ellos y me gradué allí.

 

¿Hay mucha diferencia en cómo se trabaja en Reino Unido a cómo es en España?

Son dos mentalidades diferentes, dos tipos de acting diferentes. Aquí prima mucho el movimiento, el dinamismo, la vitalidad, y allí son más sobrios y más en la palabra. Todo el motor viene internamente. Además, tienen una mentalidad de inclusión muy fuerte, las artes incluyen mucho a la gente de fuera, es lo que les hace tan ricos.

 

CASTELVINES-Y-MONTESES_GODOT
Escena de Castelvines y Monteses. Foto Bárbara Sánchez Palomero.

 

¿Desde dónde afrontas tú esta profesión?

Soy muy pasional. Va todo desde el amor, es una profesión muy difícil, pero va desde el amor.

Hay una cosa que dice mi madre que me parece muy correcta, ella es actriz también de corazón y dice una cosa que me encanta: “Un doctor puede salvar vidas y un actor puede curar el alma”. Eso yo lo he vivido con Ignacio de Loyola (nos cuenta Andreas visiblemente emocionado), hubo gente que me escribió contándome lo perdidos que estaban, incluso con ganas de suicidarse, y que, ver mi trabajo, les daba fuerzas para seguir adelante. Dándome las gracias…

 

Tiene que ser muy impactante recibir mensajes así por tu trabajo.

Es impresionante. Pero es lo que está ocurriendo ahora, con la pandemia. Es lo que siento cuando vienen a vernos. Por eso los artistas estamos tan agradecidos a que la gente venga al teatro. Es muy difícil, después de lo que estamos viviendo y la que nos está cayendo. Con la cantidad de miedos que hay, que tengan la voluntad de venir al teatro, es de agradecer. A mí me ayuda mucho como actor y me hace creer en la humanidad.

 

Durante el confinamiento, los artistas habéis estado ofreciendo todo lo que teníais para hacer el trago más llevadero, ¿sentís que ahora, de alguna manera, el público os está respondiendo a esto acudiendo a los teatros?

No sabes el calor que sentimos ahora. Siempre es emocionante sentir el cariño del público, pero ahora es otra cosa. Es una comunión brutal. En algún encuentro nos han dicho “Mi familia y yo lo estamos pasando muy mal y vosotros nos dais ganas de seguir”. El teatro es necesario, y más ahora.

 

¿Y ahora? ¿Qué proyectos tienes de cara al futuro?

Acabo de estar en Gambito de dama, está para estreno un par de capítulos que rodé en Rusia para The Optimists, donde doy vida al Che Guevara, y ahora en mayo empiezo a rodar la segunda temporada de Desaparecidos, además de continuar con la gira de Castelvines y Monteses con la que nos vamos al Festival de Almagro.

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí

Comparte este post