Por Álvaro Vicente / @AlvaroMajer

Fotos: marcosGpunto

 

¿Siempre tiene que haber una sola respuesta?

¿Siempre una sola forma de amar?

¿Una sola forma de contar las cosas?

 

Madrid. 25 de enero de 2019

 

Alberto, tío, parece que llevas toda la vida haciéndolo. Lo de dirigir, digo. Cuánto tiempo sin ir por Almendrales. Me encanta colarme en los ensayos, respirar ese aire íntimo donde las inseguridades se mezclan con las risas y un poco con la vergüenza, porque aunque seamos amigos, a los actores les pone siempre un poco nerviosos tener miradas ajenas cuando todavía está el puchero en el fuego, y más si el que está fisgoneando es un periodista. Así que gracias, me encantó ver un pase privado de La geometría del trigo. Y gracias a los chicos, a Eva, a Juan, a los dos Joses, a Zaira, a Consuelo… qué placer la pasión sosegada de Consuelo, que con todo lo que lleva hecho en esto del teatro todavía me dice que este proyecto le ha enseñado que interpretar es dejar que la actriz florezca en el personaje. Creo que tienes un elenco de lujo, y a nada que empezaron los primeros compases de este drama rural contemporáneo, se hizo patente.

 

Me encantó el trenzado de movimientos, cómo se anticipan las historias en ese cruce de espacios y tiempos, cómo se miran los personajes desde los abismos de la memoria. Pronto todo a mi alrededor desapareció y se hizo el milagro. Ya no estábamos en la sala de ensayos del CDN en Almendrales, sino en ese pueblo del sur donde Emilia, Beatriz y Antonio reciben la visita inesperada de Samuel. Qué poder tienen los actores para evocar aquello que escribiste tirando de lo que te contó una vez tu madre. Lo moldean y lo hacen suyo. Lo construyen de nuevo. Se nota que os habéis podido dar el gustazo de ir macerando la obra desde hace más de un año, se nota que hay equipo, que hay consenso, que hay escucha, que han sido generosos. Por eso, al acabar quise hablar con ellos, con los actores. Disculpa que te regatee en esta ocasión el laurel y que haya querido escuchar sus voces para entender mejor lo que ha sido para ellos surcar tu sueño. Con la obra acabada y el corazón encogido, me maravillé una vez más de esa destreza que tienen los intérpretes para quitarse la máscara del personaje y pasar a su propia vida como si nada hubiera hecho mella en sus vísceras. ¿Será así realmente?

 

El compromiso

Tuvimos tiempo de dar unas caladas a un cigarrito antes de ponernos al lío, antes de quedarme solo frente a tus actores y actrices. Tú habías desaparecido de pronto, pero se quedó Alicia. ¡Qué sorpresa ver a Alicia! Alicia Rodríguez tu ayudante de dirección, no me pudo flipar más la idea. A esa mujer la adora media España por SER, con muchas mayúsculas, una de Las Princesas del Pacífico de Troncoso. Otro lujo. Lujo tras lujo. Precisamente lo primero que les pregunté fue eso, que si es un lujo poder desarrollar un proyecto como este a lo largo de año y pico. “Es un lujo y no lo es”, saltó enseguida Consuelo. Y continuó: “Alberto nos convocó y nos embarcó hace tiempo en esto, y algo vería en nosotros porque inmediatamente estuvo el compromiso de todos sobre la mesa, la entrega absoluta. Pero ha costado, ¿eh? Ha sido un sacrificio por parte de todos, porque desde que empezamos en Vilches en octubre del 17 hemos intentado trabajar al menos 3 o 4 días cada mes (algunos meses más) compaginándolo con nuestras vidas, con nuestros otros trabajos… Alberto tuvo que mantener el fuego encendido, él era el guardián del fuego. Es un lujo, sí, pero un lujo de equipo”.

 

Ese mismo espíritu de equipo, ese respeto y ese cariño, se percibe mismamente ahora que los estoy entrevistando. Se escuchan en silencio, nadie quiere decir la cosa ingeniosa o erigirse con cualquier tipo de protagonismo (bueno, es cierto que Vinuesa y Troncoso son más incontenibles a la hora del chascarrillo, pero de lo contrario no serían ellos). Eva dice algo que me gusta mucho: “nos hemos comprometido en transformar lo que era un texto ajeno en algo de cada uno, y esto es algo que ha favorecido el propio Alberto, que ha estado súper abierto a que la idiosincrasia de cada uno de nosotros entrara en cada personaje, de forma que casi hay un 50% de nosotros en los personajes”.

 

El contra ejemplo

Así es como Troncoso nombra a estos personajes: son el contra ejemplo, ejemplo de lo que no deberíamos repetir. Porque es verdad, uno viendo la obra no deja de pensar en aquella España de pueblo del tardofranquismo y de la primera transición donde seguía muy vivo el espíritu católico de la resignación y el sacrificio, conformismo a tope. Aquella España donde nos relacionábamos (plural mayestático, que yo nací en el 76) emocionalmente con mucha torpeza porque nadie se preocupó en enseñar a nadie algo de educación sentimental, o la que enseñaban estaba más ajada que un capazo de esparto seco. 

 

En el retrato de tres mujeres has dibujado tres Españas de tres tiempos distintos, como dice Zaira, dictadura, transición y este presente nuestro tan concurrido por los fantasmas de la incertidumbre. «Beatriz es la bisagra -dice Zaira-, es la que decide romper con lo establecido, y eso supone mucho dolor y mucho desastre. A mí esto del conformismo me suena muy familiar, soy del 81, hija de la democracia, pero de una democracia en pañales, y he convivido con muchas mujeres como Emilia, que no es tan conservadora como parece, lo único que quiere es lo mejor para su hija, tiene razones llenas de luz para mantenerse en esa postura».

 

Joan, por su parte -lo dijo así Consuelo-, es el héroe trágico que emprende el viaje del conocimiento, como Edipo, para saber quién es. Y no es casualidad, porque el que no sabe quién es, como ocurre aquí, es hijo de otro que tampoco supo quién era. Joan, siguiendo con el símil de Consuelo, es la España en crisis de 2010 buscando las razones de su crisis en la España anterior que no cerró bien sus heridas. “Se trata -decía José Bustos- no solo de conocer tu pasado sino de asumirlo, porque si no lo asumes no hay forma de evolucionar. Solo asumiendo el pasado tomas impulso para afrontar el futuro y recuperar lo que has perdido”.

 

La rebeldía como motor de cambio

El mundo, y tú lo sabes, Alberto, siempre se ha dividido entre los que se atreven y los que se conforman. Pero quizás en otro tiempo, en España, había mujeres que se conformaban porque no les quedaba más remedio, pero como decía Consuelo, en esas mujeres anidaba la luz de la rebeldía. Cumplían con su deber pero con conciencia de que había otros mundos que estaban en este. Eran exiliadas interiores, como tú mismo las defines tan acertadamente. Emilia sueña con los bosques mientras mira los infinitos olivares. Olivares y olivares. La rebeldía de aquellas mujeres la deslizaban sutilmente en las generaciones posteriores.

 

No sé si te habrá pasado a ti, pero yo muchas veces pensé que mi abuela era mucho más moderna y abierta que mi madre, aunque luego mi abuela era de misa diaria. Supongo que, como los escritores que escribían bajo la censura, había que agudizar el ingenio. Somos hijos y nietos de aquellas represiones. Debemos seguir la senda del rebelde. “Sí -tercia Vinuesa-, pero siempre alabamos al rebelde, y luego cuando tenemos la oportunidad de serlo preferimos que sean otros”. Y le sigue Troncoso: “es que ahí entra en juego el miedo al cambio, ¿no? Mi personaje, Samuel, vuelve al pueblo para proponer el cambio, ofreciendo algo positivo, y se encuentra con que la inercia de las cosas es prácticamente invariable, hay resistencia al cambio porque genera inseguridad. Y es curioso cómo la posibilidad de cambio despierta mentalidades latentes como la de Beatriz. Siempre que hay una posibilidad de cambio, se despiertan alrededor o se esconden las figuras que están a favor o en contra”.

 

En el teatro español y madrileño pasa un poco lo mismo, ¿no crees? Cuando soplan vientos de cambio, aparecen los guardianes de la pureza. Bien lo sabes tú, que te corre una parte de sangre lorquiana en estos días. Pero no entremos en estas, que estamos a La geometría del trigo, verso suelto de tu amigo Antonio Lucas, certero como todos los versos que acaban titulando otras obras. Ahí estuvimos un buen rato hablando hasta que volviste, justo a tiempo para preguntarte por esas partes escritas en catalán, que has decidido no sobretitular. Permíteme que reproduzca lo que dijiste en aquel momento, que creo que es muy importante, porque aunque esto sea una carta para ti, es una carta abierta a la lectura pública: «es una realidad lingüística con la que convivimos, vamos a escucharlo no como una lengua que se habla por una hostilidad, sino porque es una lengua romance, una lengua hermana. Si quieres la vas a entender».

 

En fin, querido Alberto, cuánto me alegro de verte en estas. Estoy deseando ver la función con sus luces, con la escenografía de Alessio, con las visuales, que mira que os gustan unas visuales, ¿eh? Jajajaja… No le contaré a los lectores de Godot todo lo que se dijo, se gritó y se rió en aquel bar de Usera después del pase, a medida que caían botellines y copas de tinto, porque de la geometría pasamos a la trigonometría, y hay ángulos de la vida que mejor no airear…

 

Un abrazo enorme y, para todxs… ¡mucha mierda!

 

Carta al director Alberto Conejero en Madrid

 


 

Alberto Conejero (Vilches, Jaen, 1978) debuta como director para poner en escena este texto suyo con la inestimable colaboración del grupo de actores y actrices que le acompañan desde hace más de un año dando forma a este encuentro entre norte y sur, entre pasado y presente. El argumento de La geometría del trigo es el siguiente: Joan viaja desde Barcelona a un pueblo del sur junto con su pareja, Laia, para asistir al entierro de su padre, del que no ha sabido nada en toda su vida. El pasado emerge para saber por qué ese padre, Antonio, huyó de aquel pueblo con Samuel, y por qué la madre de Joan, Beatriz, acabó pariendo sola en la capital catalana, dejando atrás para siempre sus raíces y a su propia madre, Emilia. A continuación, cada uno de los actores y actrices comparte una pequeña reflexión sobre su personaje:

 

Carta al director Alberto Conejero en Madrid
Zaira Montes es Beatriz

«Beatriz es la bisagra, recibe algo del pasado y, de forma intuitiva, muy torpe, desecha aquello que entiende que no funciona ahora y que no funcionará para el futuro. Con el tiempo verá su error y se lo ofrecerá a su hijo para sanarlo.»

 

 

 

 

 

 

 

 

Carta al director Alberto Conejero en Madrid
José Bustos es Joan

 

«Joan aprende a luchar por el amor. Tira por tierra su relación con Laia muy fácilmente, pero a través de Samuel conoce la vida de su padre y entiende que el amor hay que lucharlo y eso le empuja a seguir adelante.»

 

 

 

 

 

 

 

 

Carta al director Alberto Conejero en Madrid
José Troncoso es Samuel

«Samuel dice que no hay refugio en el exilio, que la culpa te acompaña aunque te vayas, vayas donde vayas. Hay que enfrentarla y proponer el cambio pero siendo parte de él, no ser solamente un catalizador, hay que mojarse.»

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Carta al director Alberto Conejero en Madrid
Eva Rufo es Laia

«Laia está en esta obra para ayudar a Joan a nombrar, le ayuda a ponerle palabras al futuro. Si hemos aprendido a romper lo establecido con dolor, el futuro será poder usar las palabras adecuadas para que ese cambio se produzca sin sufrimiento.»

 

 

 

 

 

Carta al director Alberto Conejero en Madrid
Juan Vinuesa es Antonio

«¿Qué formas tiene el amor? Hay una frase en la obra que para mí encierra el secreto de este personaje: por qué siempre tiene que haber una sola respuesta. Nos han enseñado que solo hay una respuesta y la respetamos por miedo.»

 

 

 

 

 

 

 

 

Carta al director Alberto Conejero en Madrid
Consuelo Trujillo es Emilia

«Emilia sueña con los bosques lejanos pero a la vez vive pegada a la materia, al instinto de conservación. Cree que hay que resignarse pero a la vez no quiere que su hija se tenga que resignar, quiere que sea feliz.»