Por Ka Penichet

 

«#YoSoyDe mi instinto de supervivencia cada vez que toco fondo»

 

Personajes

Lucía Miranda, mujer, directora, dramaturga y profesora de unos 36 años.

Ka, redactora de una revista de artes escénicas de unos 40 años.

 

Lavapiés. Una tarde de principios de noviembre de 2018.

Interior de un café centenario. Ninguna de las dos lo sabe, pero en unos días le concederán a Lucía el Premio El Ojo Crítico de RNE de Teatro. El fallo del jurado la va a destacar por su «labor de pedagogía teatral», su «polivalencia» y su capacidad de «marcar una senda en la investigación de nuevos formatos escénicos».  Una semana después del reconocimiento Lucía regresará al Teatro Español con Fiesta, Fiesta, Fiesta, un montaje de teatro documental resultado de las entrevistas que realizó a 37 personas en un instituto.

 

Viendo una intervención tuya en TEDx, hablabas mucho de la influencia de tu madre…

Mi madre se llama Carmen y es funcionaria jubilada de Hacienda. Yo soy hija única e imagino que eso ha debido de influir mucho en la buena relación que tenemos. Es una mujer muy creativa. En dos ocasiones ha hecho vestuario para la compañía. Cuando se jubiló, ella podía haber seguido trabajando más años y me dijo que había pensado en dedicarme esos años a mí como voluntaria The Cross Border Project. Creo que ha sido un buen match para las dos. Los primeros meses fue un poco más complicado porque ella estaba acostumbrada a trabajar de una manera, y claro, el teatro no tiene nada que ver con Hacienda, pero en cuanto le cogió el tranquillo fue una tranquilidad inmensa saber que el dinero estaba en sus manos. Es un regalo para la compañía porque me permite invertir en otras cosas.

Muchos de los valores que transmites en tus dramaturgias estarán relacionados con la educación que recibiste…

Yo creo que mis padres son fundamentales. Mi casa siempre ha estado llena de gente. Yo he crecido con mis abuelos en casa. Me he relacionado con la comunidad migrante. Mi madre ahora está de voluntaria en una ONG y tiene un grupo de costura. Nunca han estado muy politizados, siempre han tenido una idea muy clara de lo público, de lo social. Mi padre es un tipo que en la calle ve que a una mujer la están maltratando y nunca ha dudado en meterse con un completo desconocido. Yo creo que se ve en lo que hago porque lo he visto en casa. También he tenido la suerte de viajar un montón. De pequeña, cada dos años, nos íbamos de viaje con el coche a visitar un país con unos amigos de ellos y sus hijos. Un año era Italia, otro Hungría… todo de camping, súper barato… He dormido dentro del coche, en un prostíbulo en Escocia con 12 años… Esa experiencia en la infancia y en la adolescencia es muy guay porque te acostumbras a comer y dormir en cualquier sitio.

He oído decir que tenías miedo a escribir, ¿cómo lo combatiste?

Más que miedo a escribir, yo no era consciente de que escribía. Yo no estudié ni dirección, ni dramaturgia, ni tampoco interpretación. Yo he estudiado teatro pero desde otro lugar, yo he estudiado teatro aplicado a la educación y a la transformación social. Entonces, cuando empecé a dirigir me sentía una farsante absoluta. Empezar a nombrarme directora y dramaturga fue complicado porque en el tipo de trabajo que hago la dirección y la dramaturgia van muy de la mano, como que yo no era consciente de que escribía. Pero cuando tú estás construyendo una escena aunque no la escribas eso es dramaturgia. Un día haciendo un trabajo con José Padilla, me mandó un borrador al que le modifiqué cosas y me dijo que lo teníamos que firmar los dos porque si miraba todo lo que había cambiado mientras lo monté la mitad era mío. Ahí empecé a darme cuenta de la cantidad de veces que hacía eso. Yo no empecé a firmar dramaturgias hasta que estrené Nora, 1959.

¿Cuál es la rutina de Lucía Miranda cuando no ejerce de dramaturga o directora?

Soy profesora de teatro aplicado, de documental, de teatro foro y luego coordino muchos proyectos con mi compañía de arte educación en las aulas. Esta temporada estamos coordinando un proyecto al que nos invitaron Miguel e Isa de Conde Duque que se llama Generación Global que se hace en los momentos intensivos con adolescentes, primera generación, migrantes, refugiados…en este proyecto contamos con Elena Méndez, técnica de CEAR. En ese proyecto doy clases, montamos piezas con ellos. También hemos montado otro proyecto en Espacio Abierto la Quinta de los Molinos.

 

La fiesta de Lucía Miranda en Madrid

 

En todos tus textos existe un denominador común: Dar relevancia a la lucha por las injusticias sociales. ¿Hay alguna vivencia personal que te animara a volcarte con el teatro social?

En general tiene que ver con que me cuesta mucho entender las injusticias, no las digiero bien, me entran rabietas de niña y no soy capaz de que me pase por encima. Necesito comprender por qué eso pasa y porque no quiero que pase más.

¿Qué recuerdos guardas de tu llegada al instituto en el que realizaste las entrevistas?

Recuerdo que expliqué el proceso de uno en uno en una salita que me dejaron. Fui acompañada de una persona a la que he llamado ‘El Conseguidor’ que es quien me introdujo explicando que iba a presentarles «a una chica super maja, que está haciendo unas entrevistas para una obra de teatro. Atendedla bien que yo la quiero mucho». Realmente la figura de esta persona fue esencial para que me hicieran caso.

¿Percibiste reticencias?

Hubo complicaciones para encontrar un centro que estuviera dispuesto a contar las historias. El centro en el que entré fue el tercero. Lo intenté con dos ONG que me parecía que iba a ser más fácil. Incluso, yo ahora diría que Fiesta, es un poco molesto para gente que administra nuestros sistemas educativos. Sé que algunos profesionales no les ha gustado porque habla de cosas que están mal y saben que están mal. Ha sido muy interesante estar al otro lado y darte cuenta de que lo que hacemos molesta. Yo lo hice con la idea de repensarnos todos como comunidad educativa no con intención de molestar.

¿Te planteaste realizar el montaje con adolescentes reales?

Sí, el inicio del proyecto era con menores pero al leer el texto pensé que no encontraría actores de esta edad que pudieran hacerme 4 ó 5 papeles. Cuando comprobé la complicidad de los personajes y lo rápido que tenían que cambiar de ser un profe a ser un chico pensé que necesitaba a profesionales para hacerlo.

¿Qué cosa te sigue sorprendiendo del sistema educativo actual?

Yo salí acojonada de las entrevistas con la sensación de que el sistema educativo está maltratado, que no descuidado, que es distinto. Cómo pueden tener a chavales como Ionut, recién llegados en clase que no hablan nada de español. Ese chico tiene una depresión pasado mañana. Además, a nivel de gasto público es mejor que lo soluciones ahora poniendo las clases de español que no después porque vas a tener que pagar psicólogos y médicos porque vas a tener a todo un colectivo enfermo. A mí me enerva porque les están condenando al fracaso, no tienen futuro, no han cumplido 16 años y ya se les está negando el derecho a tener una vida digna porque no se les están facilitando las herramientas para que la tengan y eso me jode. Porque lo saben, porque desde arriba, saben que está pasando. No lo entiendo.

¿Para qué tipo de público está pensada la obra?

La obra la hemos hecho en institutos y en funciones escolares pero yo creo que es una obra que la tienen que ver los adultos. Esto es una gran lucha. Nos está costando que algunos profesionales crean en Fiesta… como espectáculo para adultos. Yo una cosa que defiendo, es que los chavales ya saben lo que pasa en las aulas. Los que no lo saben son los padres, los tíos, la gente de la calle…

 

La fiesta de Lucía Miranda en Madrid

 

¿Qué reacciones os habéis encontrado cuando habéis representado para teenagers?

Ha funcionado muy bien con centros donde había mucha diversidad. Es muy bonito cuando chicos y chicas negros se levantan y te agradecen que contemos esto. El otro día había un chico me pregunta por qué había querido contar la historia de un rumano que él nunca había visto un rumano en la tele o en el teatro. Decía «siempre que les veo, salimos robando».

Cómo se digiere el éxito de Fiesta, fiesta, fiesta que vuelve a agotar entradas en el Teatro Español mucho antes de su estreno para todas sus funciones.

El éxito es relativo. El éxito de venta es maravilloso pero el real sería que fuera sostenible. Está fatal que lo diga pero no me sorprende. Creo que hay mucha gente que quiere ver Fiesta… y que hay un gran poder en los profesores, que son unos seres generosos que si ven algo que le gusta, luego lo cuentan y te lo mueven.

 

 

FIESTA, FIESTA, FIESTA

Teatro Español

Del 14 al 18 de noviembre