En el marco del 25º aniversario del Teatro de la Abadía, el dramaturgo y actor americano Thaddeus Philips ha creado expresamente Antropoceno, un espectáculo eminentemente visual y poético sobre nuestro actual estado de emergencia climática y la fragilidad en la que nos encontramos frente a las necesidades que requiere esta crisis planetaria.  

Silvia Acosta, Julio Cortázar, Kateryna Humenyuk y Almudena Ramos  van interpretando sucesivos personajes, en una propuesta que ha reducido lo textual a su mínima expresión para que la propia imagen sea el mensaje y donde la coreografía se convierte en la verdadera protagonista.

Podrá verse del 25 de marzo al 11 de abril.

 

Thaddeus Philips en el Teatro de la Abadía

 

Por Sergio Díaz

 

Este montaje fue uno de tantos que tuvieron que parar de forma abrupta hace justamente un año cuando esta pandemia del Covid-19 estalló en nuestras vidas. Ahora se retoma con más sentido, si cabe, y con más preguntas de las que se hacía en el momento en el que fue ideado. Porque este espectáculo pretende precisamente eso, lanzar preguntas sobre cómo está siendo nuestra etapa en la tierra, una época geológica de la historia a la que hemos dado nombre (antropoceno viene del griego ‘anthropos, humano, y ‘kainos’, nuevo o reciente) y que no sabemos si será la última. Sin alarmismos.

El término Antropoceno fue usado en el año 2000 por el ganador del premio Nobel de química Paul Crutzen, quien considera que la influencia del comportamiento humano sobre la Tierra en las recientes centurias ha sido significativa, y ha constituido esta nueva era geológica. Dentro de la comunidad científica no hay unanimidad para confirmar esta afirmación, ni para usar este nombre como una nueva época geológica, ni siquiera para determinar un posible comienzo de esta etapa. Antropoceno es por lo tanto un término informal, aún.
Pero la realidad es que la actividad humana está provocando rápidas y profundas alteraciones geológicas y cambiando la fisionomía y la vida en el planeta. De una forma devastadora en muchos casos. Con lo cual, según los ojos con los que mires el mundo, Antropoceno sería un término muy adecuado a utilizar y podríamos decir que la Revolución industrial de finales del siglo XVIII sería su punto de partida.

 

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Inteligencia humana

Siempre se dice que el ser humano es el animal más inteligente que habita el planeta. Hay muchos datos para confirmarlo: somos la especie más joven dentro de la escala evolutiva y nos hemos adueñado de prácticamente todos los ecosistemas, podemos dominar la naturaleza y nos adaptamos a cualquier circunstancia gracias al poderoso desarrollo de nuestro cerebro. Sin embargo, el resto de especies animales y vegetales tienen una herencia evolutiva muy larga y mantener su medio ambiente es una condición básica para su supervivencia. Algo que nosotros no somos capaces de hacer. Al revés, seguimos destrozando cada día el entorno que habitamos en aras de seguir desarrollándonos económicamente. Tampoco somos capaces de regular nuestra población de una forma armónica (no, ni la Covid-19 ni las guerras son formas inteligentes de hacerlo), ni poseemos una gran inteligencia colectiva para lograr las soluciones correctas a todos los problemas medioambientales que nos acucian. Así que inteligentes, sí, por supuesto. Pero ¿estamos usando bien esa inteligencia que tanta energía evolutiva ha consumido?

 

Preguntas desde un escenario

El dramaturgo americano Thaddeus Philips ha crea para La Abadía Antropoceno, un espectáculo eminentemente visual y poético (pero también absurdo, bello y cómico, como lo define el propio director) sobre nuestro actual estado de emergencia climática y la fragilidad en la que nos encontramos frente a las necesidades que requiere esta crisis planetaria.

Todo ello contado de la mano de cuatro intérpretes: Silvia Acosta, Julio Cortázar, Kateryna Humenyuk y Almudena Ramos, que en un espacio dominado por un gran domo -una escenografía minimalista que recrea la Tierra como obra de arte- van interpretando sucesivos personajes, en una propuesta que ha reducido lo textual a su mínima expresión para que la propia imagen sea el mensaje y donde la coreografía se convierte en la verdadera protagonista.

Intentando hacer una toma de conciencia de nuestras contradicciones a la hora de hacer frente a esta emergencia planetaria, Thaddeus Philips se sumerge en un proceso de creación escénica que bucea alrededor de una infinidad de preguntas: ¿Cómo será el mundo que dejaremos a nuestros hijos? ¿Cómo serán los hijos que habitarán ese mundo que tal vez ya no veremos? ¿Cuáles serán sus sueños? ¿Cómo será una Tierra inhabitable? ¿Cómo está modificando la era del Big Data las relaciones humanas? ¿Dónde estaba el ser humano antes de la era del Antropoceno? ¿Hacia dónde nos dirigimos? ¿Hay lugar para la esperanza?

Preguntas que deberíamos abordar seriamente en este momento de la historia para tratar de buscar una solución colectiva y dejar así un mundo habitable a nuestras generaciones venideras. Pero me temo que el homo sapiens mercantil, aquel que está por encima del homo sapiens diversus y que decide el destino del mundo con sus actividades económicas, no quiere responderlas.