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La educación sexual en el teatro

“Nos enseñan matemáticas, y eso es maravilloso, pero ¿qué pasa cúando nos enamoramos?”

 

‘Golfa’. Esa es la pintada que aparece una mañana en la puerta de un instituto y que da nombre a este espectáculo innovador, con un gran componente audiovisual y participación del público. Entrevistamos a Ninton Sánchez y Mercedes Borges, que interpretan a la expareja adolescente involucrada compartiendo protagonismo en el escenario con Ana Varela y Fran Cantos. Estrenada el pasado año, Golfa, regresa ahora al Teatro Quique San Francisco desde el 25 de noviembre hasta el próximo 5 de diciembre. José Padilla (puedes leer este artículo con sus impresiones) es el encargado de escribir y dirigir esta sesión magistral de educación afectivo-sexual encima de las tablas que nos deconstruye por dentro para hacernos mejores personas.

 

Una clase magistral para jóvenes y adultos

 

Por Javier López

 

Sin duda, Golfa es una historia que trata temas muy actuales que generan mucho debate. Vosotros, personalmente, ¿qué pretendéis contar?

Ninton Sánchez: Yo lo que quiero es que el público salga con más preguntas que cuando entra, que digan: “Joe, creía saberlo todo, pero no”. Vivimos en un mundo de sobre información, donde creemos que todo está a un click, pero muchas veces lo que encontramos es mentira.

Mercedes Borges: Esta obra trata temas muy presentes en los adolescentes: la sexualidad, la pornografía… pero de alguna manera no está hablada de la manera en la que se tiene que hablar, y es muy interesante podernos plantear estas cuestiones: ¿Qué es la sexualidad? ¿Qué es el consentimiento? ¿Qué es la pornografía? ¿De qué manera está presente eso en nuestro día a día y cómo se puede hablar de una forma productiva y sana?

 

¿Qué formación tenéis como actores?

M. B.: Yo empecé desde pequeñita a estudiar teatro. Al principio, en el colegio y después estuve en Primera Toma Coach, la productora de la obra, en Nave 73, en Juan Codina… y me he formado en muchos talleres.

N. S.: Lo nuestro es una profesión que requiere una formación constante. Yo estuve en la Joven Compañía de Teatro de Parla durante cuatro años, en Primera Toma Coach también, luego me marché a EUU para estudiar con Susan Batson, hace poco volví y me siento muy afortunado de poder estar trabajando porque sé lo complicado que es.

 

¿Cómo ha sido trabajar con actores más mayores como Ana Varela o Fran Cantos?

M. B.: Aprendemos mucho. Yo que he llegado a Golfa hace relativamente poco, me impresionó el cariño que hay entre todos y cómo me arroparon cuando entré. Trabajar con ellos es un aprendizaje tremendo porque son grandes profesionales. Cuando me enteré de que actuaría con Fran Cantos, que le vi en el montaje de Jauría y me encantó, fue como: “¿En serio? ¿Con este pedazo de actor?”. O con Ana Varela, que también la había visto en teatro y me acordaba de su nombre y de su cara perfectamente.

N. S.: No te imaginas lo que es subirte a un escenario con actores con un corazón tan grande. Te ayudan tanto… Y que son unos profesionales como la copa de un pino. Tienen una formación que es que no tienes ni que hablar. Yo solo quiero verles, es como: “Continúa tú la obra, que me quedo aquí quieto mirándote”.

 

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¿Cómo habéis preparado vuestros personajes?

N. S.: José al principio te da cierta libertad, pero es un director que sabe muy bien lo que quiere, porque si le propones algo y a él le gusta, te va a hacer repetirlo siempre, y lo difícil es mantener eso durante todas las funciones. Fran es una persona totalmente diferente a mí. Él tiene una actitud muy chulesca, muy altiva y tuve que trabajar en base a todas esas figuras de chicos que me han rodeado durante mi adolescencia para ver qué sacaba y cómo lo construía.

M. B.: Yo cuando leí el personaje me pillaba muy cercano a mí, y he visto y vivido muchas experiencias cercanas a la de Amanda, entonces fue muy fácil porque lo entendía y lo había visto. Y al público le pasa igual, creo que no es necesario que te hayan escrito Golfa en una pared para sentirte identificado con Amanda y entenderla.

 

El público tiene la posibilidad de ir votando ciertos temas que van surgiendo en la obra a través de Instagram y Twitter, los resultados se reflejan después en pantalla y forman parte del desarrollo de la función. Este formato transmedia es muy innovador.

N. S.: Sí, esto es fundamental. Las cámaras, por ejemplo, en un primer momento, llaman la atención. Cuando me enteré de que José quería hacerlo así, dije: “Espera, espera, creo que nunca he visto nada de este estilo”. Y, además, se le está dando la oportunidad al público de ejercer y ser parte activa de la obra, de votar para luego ver las opiniones y los resultados de las encuestas en pantalla.

M. B.: Para nosotros es muy interesante entender qué publico nos está viendo y qué piensan los espectadores de ese pase en concreto.

 

Si hubiera sido narrada de forma convencional y el público no hubiera estado tan involucrado, ¿hubiera funcionado igual?

M. B.: Hubiera sido una obra completamente distinta porque está escrita para que se haga así. La historia hubiera cambiado, y por tanto también los personajes. Nosotras realmente no estamos haciendo la obra para enseñar nada, sino para que todas juntas repensemos. Tampoco tenemos las respuestas a todo lo que se plantea.

N. S.: La esencia sí hubiera estado, pero precisamente Golfa es especial porque se cuenta de esa forma. De hecho, José no tuvo escrito todo el texto desde el primer momento. Nos iba entregando partes poco a poco, por tanto, nosotros íbamos aprendiendo a lo largo de todo el proceso y durante los ensayos, nos cuestionábamos cosas porque estamos acostumbrados a que la sociedad no se educa y ahí es cuando nos planteamos: vamos a dialogar sobre esto.

 

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Un momento de Golfa de José Padilla con Fran Cantos, María Rivera (que se turna en el papel con Mercedes Borges), Ninton Sánchez y Ana Varela.

 

Como decís en la obra, el primer encuentro con la sexualidad se da con lo pornografía, ¿en vuestros institutos echasteis en falta encuentros de educación sexual?

M. B.: Sí, los jóvenes no estamos teniendo esa formación, pero es que nuestros padres tampoco la tienen ni la han recibido. Entonces, ¿cómo ellos pueden enseñar algo a sus hijos si lo desconocen?

N. S.: De alguna forma, lo ideal sería que nos diéramos cuenta viendo la obra que, desde pequeños, en casa y en el cole nos tienen que hablar de educación sexual como una asignatura transversal para que luego no haya tanto tabú. Yo recuerdo que en tercero de primaria nos dieron una clase de media hora y fue un caos porque nunca nos habían hablado de sexo. Luego en cuarto de la eso, otra clase de una hora y ya.

 

Yo lo máximo que recuerdo es ponerle un condón a un plátano.

M. B.: ¡Total! Bueno, yo creo que ni eso llegué a hacer. Tuve una pequeña charla sobre embarazos no deseados y cosas así muy frías y superficiales. Nunca se nos ha hablado de consentimiento, por ejemplo.

N. S.: Tampoco se nos dice que no todas las prácticas sexuales es lo que vemos en el porno. Hay muchas más cosas. Esos detalles son los que más nos pueden llegar.

 

Con catorce o quince años, ¿qué es lo que más os hubiera gustado saber o aprender en torno a educación sexual o afectiva?

N. S.: Lo emocional, yo creo. Nos enseñan matemáticas, y eso es maravilloso, pero ¿qué pasa cuando nos enamoramos? Nadie nos lo enseña.

M. B.: Muchas cosas, pero, sobre todo, entender que el sexo es parte de nuestra vida y que conociéndote a ti misma entiendes como te relacionas tú con el sexo. Yo cuando era pequeña, en mi cabeza lo tenía completamente mitificado y fuera de mí, era algo que tenía que conseguir y nunca me había parado a escucharme y decir: ¿Qué relación tengo yo con el sexo? ¿Qué me puede aportar? ¿Cómo lo puedo hacer de una manera que sea completamente sana para mí? Yo todas estas preguntas me las he empezado a hacer hace muy poco. Además, a mí tampoco nunca me habían dicho que el sexo es comunicación con la otra persona, poner límites o no dar nada por hecho, por ejemplo.

 

Golfa habla de todos los tipos de inclusión

 

¿Habéis vivido situaciones similares a la de Amanda en vuestro entorno… instituto, amigos, conocidos?

M. B.: Yo sí, son edades muy complicadas porque el sexo está presente de una manera rara, esta cosa de: “si lo haces porque lo haces y si no lo haces, porque no lo haces”. Y también se plantea en Amanda la bisexualidad, que siempre en los institutos también es muy tabú.

 

¿Creéis que la sociedad tiene una percepción distinta de la homosexualidad que de la bisexualidad? ¿Está más invisibilizada?

N. S.: Yo siempre he escuchado que la bisexualidad es vicio. Y digo: ¿Cómo? ¿Por qué?

M. B.: Sí, está menos puesta en el foco de atención sobre un problema real, parece que no hay que prestarle atención porque no es del todo una orientación sexual. Necesitamos hablar de ello, tener referentes, y también en los institutos.

 

 

En la obra se menciona que el machismo es educacional y estructural, ¿os consideráis machistas?

M. B.: Pff, sí, mucho. Por suerte, he conseguido estar en espacios donde me he planteado ciertas conductas sobre mí misma que estoy consiguiendo deconstruir, pero por desgracia, y es un poco desagradable decirlo, sigo teniendo conductas que no me gustan. Sigo desaprendiendo lo aprendido. Pero si no empezamos a aceptar que tenemos conductas machistas, no podremos cambiarlo. El problema no es tener conductas machistas, el problema es ser consciente de ellas y no cambiarlas.

N.S.: Estoy completamente de acuerdo con ella. Al estar en una sociedad, que por desgracia es muy machista todavía, nosotros nos hemos criado así, y está bien que uno mismo se pare y diga: “vale, me está pasando esto”. Y es un proceso guay el deconstruirnos.

 

En la historia también está presente constantemente el lenguaje inclusivo, ¿en vuestro día a día tendéis a usar el femenino como forma de expresión?

N. S.: A mí me cuesta un poco. Con Golfa me doy cuenta de eso y me parece maravilloso que se haga. De hecho, José Padilla desde el minuto uno, utilizó el lenguaje inclusivo. Yo estoy en el proceso.

M. B.: Yo sí que lo intento utilizar, pero es normal que no nos salga todavía, nos hemos criado y educado así. A una parte de mí, a veces, todavía le chirria, pero es un cambio importante y necesitamos hacerlo.

 

La obra no deja de sorprender porque se tocan muchísimos temas interesantes.

N. S.: Y hay un punto que nunca he compartido, pero es que Golfa habla de todos tipos de inclusión, yo soy un actor que vengo de Republica Dominicana porque nací allí, y el hecho de que haya un personaje que no se haga referencia su procedencia, pero que el actor sea de fuera, a mí, como latino que soy, aparte de español también, me alegra que no se tenga que justificar, porque en la vida real, ¿cuántos alumnos hay de otras nacionalidades? A mí me hubiese encantado con 15 años ver una obra de teatro con un actor chino, por ejemplo.

 

¿Qué opinión genera la historia en el público?

N. S.: El feedback que nos dieron en la primera temporada fue que la gente se paraba a pensar y se daban cuenta de que ciertas conductas que, a priori, pueden parecer normales, no lo son tanto, como, por ejemplo, escribir un piropo en una pared sin el consentimiento de la otra persona. Eso es ideal para repensarnos.

M. B.: Totalmente. Además, hemos tenido la suerte en alguna función de hacer encuentros con el público y con sexólogos y es muy interesante lo que se plantea, porque muchos padres dicen, de pronto: “Es verdad, no he hablado de este tema con mis hijos”.  Y la respuesta de los adolescentes también es muy curiosa porque al principio decían: “¡Qué guay, esta obra va sobre sexo!”, estaban revolucionados, pero luego empiezan a entrar en la historia muy bien y nos damos cuenta de que necesitan que alguien les explique esto porque está muy presente en su día a día. Yo quiero pensar que agradecen que se hable de esto en un escenario.

 

¿Está funcionando como una forma de acercar al público joven al teatro?

N. S.: Muchísimo. Ojalá a mis 16 o 17 se hubiera hecho una obra así.

M. B.: Además, hay algo muy inteligente en la forma en la que José Padilla ha escrito esta obra porque es un ritmo y un lenguaje tan cercano a los jóvenes, que les gusta y les interesa. Cuando yo iba al teatro en el instituto nos llevaban a obras tan alejadas de nosotros mismos, de quienes éramos, y de lo que nos interesaba, que salíamos desencantados. Esto al final está escrito para adolescentes, para que se lo pasen bien, aprendan y disfruten.

 

¿Se plantea llevarla a institutos?

N. S.: Estamos en ello. Tenemos alguna función a lo largo de noviembre, pero no tantas como nos gustaría. Sería una maravilla que hubiera más, porque esta obra es para ellos.

 

Quizá todavía cuesta que la programen en centros educativos.

M. B.: Sí, da cierto vértigo aún porque hay mucha gente que ve plantear cuestiones alrededor del sexo como algo negativo para los adolescentes. Pero, al fin y al cabo, es aprendizaje.

 

Aprendizaje para todos, también para los más mayores.

M. B.: Exacto, además es que los cuatro personajes son muy distintos, y no hay una distinción de lo que está bien ni de lo que está mal.

N. S.: Es multigeneracional, así como expone los miedos de los jóvenes a través de Amanda y Fran, también está el personaje de Vicky y hace que un público más adulto se identifique con ella, al igual que con el de Jordán.

 

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