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La educación de José Andrés López

«Si encuentras alguna obsesión, con suerte, la vida se vuelve soportable»

 

Por Ka Penichet/@KaPenichet

Fotos: Virginia Rota

 

Tras un suspenso en la carrera, José Andrés López (dramaturgo y director), se cuestionó qué relevancia tenían las calificaciones, qué grado de subjetividad existe en las personas que te evalúan en las carreras relacionadas con las artes y la tiranía del sistema educativo. Fruto de esas reflexiones en 2015 nació 4,2, una pieza dividida en dos momentos con un mismo personaje: una cena familiar y un día de clase. Acompañado en la escena de Irene Doher, Paloma García-Consuegra y Carlos Gorbe, juntos retratarán los traumas y conflictos heredados de la educación que recibimos en la etapa escolar y en la unidad familiar. Ahora regresan a Nave 73 los sábados de septiembre a las 20h

 

He leído que querías haber estudiado medicina…

Estudié bachillerato de ciencias. No era buen estudiante y la nota no me dio.

 

El cambio fue radical, de ciencias a letras, ¿el interés por el teatro estaba ya latente?

Me vino por una amiga de mi hermana que se matriculó en la ESAD de Málaga. Ella me inculcó que la profesión era más seria de lo que inicialmente pensaba. Ten en cuenta que en mi casa nunca me llevaron al teatro. También me presenté a las pruebas de acceso de Bellas Artes pero tampoco pasé el corte.

 

¿Por qué la pieza se llama 4,2?

Es la nota que obtuve al final de la RESAD. La obra que monté fue Oymyakon. A raíz de esa puntuación comencé a obsesionarme con la educación, no solo a nivel pedagógico sino a nivel familiar. Desde entonces analizo cómo me afectan las evaluaciones, si eres, en general, apto o no en la vida, contigo mismo o con los demás.

Al final en la recuperación me pusieron un 5,2. Me dijeron que me buscara otro director, que era muy soberbio por mi parte querer abarcar el actuar, dirigir y escribir. Curiosamente esa obra no gustó en la escuela pero luego estuvo en Almagro, en Olite, en el Festival de Málaga, se llevó un premio de Jóvenes Creadores… Fue… mi venganza (risas).

 

Lo cierto es que diriges todos tus textos, ¿hay algún motivo?

Me da miedo que eso que quiero contar otra persona no llegue a donde yo quiera. Y posiblemente, pueda hacerlo mejor, pero ahí me falta confianza.

 

La educación de José Andrés López en Madrid
José Andrés López. Foto: ©Virginia Rota

 

¿Uno de los pilares del texto es cuestionar la educación que hemos recibido desde el punto de vista académico y desde el entorno familiar, ¿qué relación encuentras entre la educación recibida y los traumas que de adultos tiene la sociedad de hoy en día?

Creo que en la infancia, la mayor parte del tiempo lo vivimos en el colegio y en la familia. De ahí recogemos nuestros primeros y más grandes referentes. Somos aún inocentes, algunos más que otros. Pero la inocencia es terriblemente fácil de perder y no sé si posible de recuperar.

 

Hablas de la incapacidad para ser feliz como algo heredado, ¿crees que hay salvación frente a eso? ¿De qué manera?

Si encuentras alguna obsesión, con suerte, la vida se vuelve soportable. Ya sean personas o alguna afición o vicio. Yo si no escribiese me sentiría peor.

 

¿Qué cosas te obsesionan?

Pues varía un poco, según el momento, pero quizás lo que más me atormenta es el miedo absoluto a la soledad.

 

En el texto hablas de la educación escolar como una especie de dictadura, ¿en qué sentido? ¿Qué cosas cambiarías del sistema educativo actual?

Creo que imponer unos libros y conocimientos concretos e inamovibles y repetirlos en mi caso no me gustó ni me sirvió mucho. Considerar a los niños todos iguales crea un mundo de adultos intentando frustradamente ser iguales. Y eso es terrible. Yo guardo aprecio solamente de dos profesores de toda mi vida académica, una de filosofía y uno de escenografía. Creo que fue porque han sido los únicos que me miraron y me escucharon realmente. No es qué asignaturas has estudiado, es qué profesores has tenido.

 

Tus textos están impregnados de una análisis de los pensamientos y sentimientos de los seres humanos que da la sensación que has estudiado Psicología…

No me dio la nota (risas). Lo que si es verdad es que siempre he intentado rodearme de personas que me aporten conocimientos porque el interés de uno puede ser más grande que una carrera. La inquietud está antes que los estudios siempre. No hay ninguna asignatura que te ayude a tener o no tener inquietudes. Está o no está.

 

Somos una generación que empieza a despojarse de la idea de ser padres como una elección y muchos ni lo somos y sabemos que no vamos a serlo… ¿Qué grado de objetividad o credibilidad tenemos cuando cuestionamos la manera en la que nos han educado?

No sé, tampoco soy profesor y cuestiono a los que tuve. Creo que nuestra educación no solo influye en cómo educaremos a nuestros hijos, se encuentra en cómo tratamos a todo el mundo: pareja, amigos, desconocidos… No creo que tener un hijo sea un incremento inmediato de conocimientos y habilidades, al menos he conocido gente en la que no lo ha sido en absoluto.

 

La educación de José Andrés López en Madrid
Irene Doher. Foto: ©Virginia Rota

 

La función se estrenó hace 3 años, ¿se han producido cambios desde entonces?

Los cambios se han producido en nosotros. Es la pieza que ha tenido más vida. Cuando la hicimos hace unos meses con Paloma, ella me comentó que ahora estaba sintiendo cosas que cuando se estrenó no le había pasado. Eso es algo que me gusta de esta pieza.

 

¿Qué es lo que más te ha sorprendido de la recepción de la obra?

He visto gente mayor viendo la función que parece que ha conectado más que públicos de otras edades. Es una función que trata mucho el sufrimiento por la autoridad y de alguna forma esas generaciones han sufrido más por eso. Creo que mi generación es más libre, tenemos consecuencias que también son dolorosas pero son distintas.

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